1936. Un nuevo relato

1936. Un nuevo relato. Lourenzo Fernández Prieto, Antonio Miguez Macho y Dolores Vilavedra Fernández (eds.) . Antonio Cazorla, Carlos Gil, Jesús Izquierdo, Germán Labrador, Ángel Loureiro, Miguel Anxo Murado, Lourdes Otaegi, María Jose Olaziregi, Sergio Riesco, Carlos Teijo

conversacionsobrehistoria.info / 21.07.2020

Introducción en Mariñán. Un porqué para un nuevo relato

¿Por qué pensamos en la necesidad de un nuevo relato para intentar explicar un pasado incómodo y por qué nos embarcamos en este libro? La respuesta, de entrada, parece obvia: porque el que “circula” y predomina no nos convence. Las razones se irán desgranando a lo largo del texto, pero hay una que podemos avanzar y es que el relato “circulante”, el relato canónico, es tan potente que ha sido capaz de deglutir todas las novedades derivadas del avance de la historiografía y de la irrupción de la memoria. A pesar del paso del tiempo, cuarenta más cuarenta años, todas las divergencias o alternativas surgidas, todas las nuevas visiones que ha ido ofreciendo la investigación, han ido siendo reintegradas en un relato de guerra civil construido substancialmente sobre la victoria y la derrota de sus protagonistas. Sobre su experiencia, sus intereses, sus posiciones y sus explicaciones políticas. Y en esa misma lógica el relato ha sido manejado substancialmente, en última instancia, por los vencedores: dominado, remodelado, frenado, acomodado… al presente – a los sucesivos presentes- a partir de su versión. Vencedores en la guerra que debemos entender también como ganadores en el relato de la victoria.

En los debates que dieron lugar a este libro los autores nos planteamos un buen número de preguntas que, reunidas en un anexo final, pueden consultarse a voluntad. Un epílogo, en forma de making off da cuenta de las sesiones de trabajo que desarrollamos este grupo de autores -algunos otros colegas que nos acompañaron todo el camino pero que finalmente no han podido o han declinado participar en la redacción final-, desde el Congreso que organizamos en Santiago de Compostela en julio de 2016 hasta esta versión que ahora se publica cuyo penúltimo borrador es de la primavera de 2019, pasando por una intensiva reunión de tres días en el Pazo de Mariñán en julio de 2017. Toda esa elaboración es la que aquí se ha querido transmitir de forma ágil en un texto breve. Para intentar acompañar a quien nos lee en las razones del nuevo relato, partimos de algunas de las preguntas surgidas en aquellos intensos debates.

Estamos en 2020. Desde la democracia actual buscamos tradición democrática en el pasado; en 1978 la buscábamos en 1931, afirma Jesús Izquierdo, y hoy como resultado del trabajo historiográfico sabemos que podemos buscarla mucho antes de esa fecha. Lo que todavía no tenemos es un discurso del pasado incómodo construido por la democracia: fue construido antes, por el franquismo e incluso por la oposición antifranquista, pero no por la democracia. De aquí surgen muchas preguntas ¿Podemos seguir aceptando, ante las evidencias del presente y las constancias del pasado, que en la transición hubo una reconciliación (intelectual, social, vecinal, familiar…) de verdad?, se pregunta Ángel Loureiro. No obstante, y a pesar de las dudas, hoy en día la reconciliación con el significado específico de honrar a las víctimas es aceptada por el noventa por cien de la sociedad, estima Antonio Míguez. Hay algunos elementos para relatos comunes y hay elementos comunes en los relatos; por ejemplo nadie se substrae a la reparación a las víctimas en el discurso político afirma Carlos Teijo. Otra cosa es lo que se haga. El deber de memoria es definido como imperativo categórico de memoria por Reyes Mate, que también nos acompañó en nuestras discusiones. Desde el pluralismo de las sociedades democráticas, el olvido o la memoria como derecho, más que como deber, es formulado por Jesús Izquierdo en un debate abierto.

¿Para qué queremos pues un relato nuevo? Primero para seguir procurando el más veraz posible, porque ese es el que más desestabiliza al hegemónico –el de los verdugos- y aleja el fantasma del negacionismo, que es el verdadero problema en el momento en que escribimos. Pero es necesario asumir que las lecturas del pasado son subjetivas y emocionales, incluida la del historiador. El pasado es el tiempo del presente para la memoria y el presente es el tiempo del pasado para la historia, pero el acontecimiento es el punto de partida del conocimiento y es anterior al conocimiento, afirma también Reyes Mate. El pasado se hace presente cuando se convoca desde la memoria y por su parte la historia es la responsable de conocer el pasado, formula Lourdes Otaegi. Está en los ecos de la guerra y en la memoria plurinacional y plurilingüística del marco ibérico que, según María Jose Olaziregi, se ha institucionalizado gracias a textos, ritos y ceremonias, y ha sido almacenada por las instituciones e interpretada por especialistas. El pasado también se encuentra en las páginas de El Cartógrafo que le sirven a Carlos Gil Andrés para hacernos reflexionar sobre la responsabilidad del presente. Pero la memoria aparece en la historiografía, con todo su bagaje de materialidad, cuando se busca en los de abajo, como por ejemplo en nomesevoces.gal, apunta Lourenzo Fernández Prieto. El discurso de la memoria por si solo es reduccionista y no puede triunfar porque requiere una gran intensidad que no siempre es posible de mantenerse, observa Miguel Anxo Murado. Y quizá por eso hay que tener en cuenta, como dice Óscar Rodríguez Barreira –que también nos acompañó en todos los debates–, que el franquismo no hizo propiamente historia, pero si produjo a cambio mucha memoria: oral, literaria, visual, espacial, arquitectónica…, desde su poder. Son varios los colegas de este libro que llaman la atención sobre el miedo que experimenta el poder franquista, el Movimiento, en la transición y Dolores Vilavedra apunta para entenderlo y explorarlo al interés afectivo -y no sólo ideológico- de la memoria. Sufrimos de ignorancia histórica, en palabras de Antonio Cazorla, porque no se atiende adecuadamente a los demandantes del relato. Sus reflexiones enlazan con las de Sergio Riesco al preguntarse con justicia por que no triunfó el discurso de la Historia social de la década de 1980. Hoy sabemos que puede lograrse que las experiencias subalternas del pasado pugnen por convertirse en dominantes si se priorizan, sostiene Germán Labrador; por ejemplo haciendo aparecer muchos más sujetos que víctimas y verdugos, vencedores y vencidos.

El nuevo relato no es de héroes sino de personas en sociedad, de los otros, de los que sufrieron y no hicieron sufrir: un relato más allá de víctimas y verdugos. Ha de tener todo aquello de lo que carece el actual, en el que hay víctimas, pero no hay verdugos; hay ejércitos combatientes y jefes militares, pero no hay soldados a la fuerza ni desertores; hay batallas, pero no hay bombardeos de poblaciones civiles; hay matanzas, pero sin más explicación para ellas que la locura fratricida, las envidias o las venganzas; hay violencia sin lógica de hermanos en guerra, pero no hay lógica de la violencia, cuando eran contendientes cargados de argumentos; no hay mujeres ni lucha por la vida, más allá del cliché ideológico y el interesado relato político-militar de los contendientes en el que no caben ni lo doméstico ni la historicidad de la adaptación social e individual en condiciones infernales de golpe, revolución, guerra y dictadura, de procesos kafkianos y vidas orwellianas.

El nuevo relato es histórico y está lleno de memorias complejas, subalternas, olvidadas, despreciadas, manipuladas. Es lo contrario de la negación, tiene que fundamentarse en la indagación de lo desconocido y debe estar dotado de una gran capacidad de revisión. Es una demanda de una sociedad que quiere mirar desde sus valores y su presente para entender un pasado incómodo que la sigue intimidando o le sigue influyendo desde la ignorancia, lo que todavía es peor que la intimidación. Un relato para una sociedad democrática que no se construyó frente al fascismo derrotado en 1945, sino que se emboscó en la continuidad transformada del fascismo de entreguerras, y por eso todavía está pendiente de conocer para poder distinguir. Para eso necesita un relato nuevo. Para ganar la libertad que da el conocimiento. Para seguir ganando en libertad.

Un relato que permita construir políticas democráticas de memoria en vez de seguir haciendo política pacata con la memoria. Conocer, pensar y asumir las responsabilidades colectivas del pasado desde la historia en vez de negarlas, ocultarlas o arrojarlas al contrario. La llamada ley de memoria histórica y las conmemoraciones en torno a 2006 fueron pasos en este sentido que se toparon con una parte de la sociedad inmadura –perdón por lo manido del sintagma, en puridad desconocedora o más bien bajo los efectos del engaño orwelliano de la Dictadura-, incapaz de asumir el pasado incómodo que destilaba la ley; con otra parte todavía pendiente de hacer sus duelos y de ver resarcidas sus penas; con otras dos facciones interesadas en usar políticamente el pasado como si fuese presente; y con la mayoría de la sociedad asumiendo memorias más o menos mitológicas, más o menos legendarias, más o menos literarias, más o menos manipuladas por la propaganda, que corren en paralelo a otras bien fundamentadas en el conocimiento del pasado, la divulgación histórica rigurosa y sus debates. Ha pasado más de una década desde entonces, se ha investigado, publicado y discutido. El mito y la fábula no pueden seguir estando a la par del conocimiento. El nuevo relato conoce y reconoce la historia como investigación del pasado. Conocerla significa usarla y confrontarla. Evitar la manipulación y el negacionismo nos hace más libres. Los historiadores y las historiadoras debemos estar para eso, pero solos no hemos llegado a lograrlo. Es una evidencia, además de una autocrítica. Pero tenemos muy buena compañía; sólo hay que saber escogerla.

El nuevo relato puede y debe de mirar a lo que no se quería o no se sabía ver. Tendrá que ocuparse también de lo que hasta ahora no se ha podido ver. Enfocará de un modo diferente en lo conceptual, en lo disciplinar, en lo generacional y en lo territorial, pero además intentará evitar el empeño en la superioridad de la explicación, para asumir lo provisional de los resultados. Las explicaciones rotundas y cerradas desde la política o la ficción no admiten debate intelectual, sólo adhesión y/o emoción. Tan solo se van sucediendo unas a otras, alimentándose. Viejo o nuevo, el relato del pasado incómodo debe identificar, conocer, comprender e intentar explicar aquel contexto. Un tiempo que no vivimos. No somos ellos ni ellas. No juzgamos ni justificamos ni condenamos. Puede que no sepamos siquiera como nos habríamos comportado nosotros entonces, pero –como magníficamente argumenta Norbert Frei- eso “no significa que no sepamos como habríamos tenido que comportarnos”. En eso reside la clave: se supone que no deberíamos tener muchas dudas hoy sobre cuál sería la posición correcta, sobre qué deberíamos haber hecho.[i]

Para construir un nuevo relato debemos explicar el tiempo de las matanzas y el tiempo del fascismo y por tanto tal vez redefinir los sujetos de la historia, además de entender aquel contexto, porque queremos hacer la Historia del pasado incómodo y queremos construir un nuevo relato verosímil, desde los valores del presente democrático, que no puede excluir las aspiraciones familiares de reconocimiento y de identidad, ni las emociones. El tiempo del fascismo y las matanzas del que hablan en su literalidad las fuentes cuando queremos leerlas y hacerles caso.[ii] Las fuentes son vestigios mudos del pasado, pero si sabemos buscarlas, criticarlas, contrastarlas, interpelarlas e interpretarlas, nos pueden permitir acceder a otra gramática y a otra semántica para ese nuevo relato. Las fuentes para construir el pasado no se agotan en las que se han usado hasta ahora para construir el viejo y repetido relato político del pasado.

El relato del que hablamos es un relato de este tiempo, del siglo XXI, de 2019, ochenta años después del último parte de guerra, firmado por el general Franco y el comandante Medrano, cuando de los que lo vivieron no queda más que su senectud, si queda algo, y su memoria revivida y reescrita una y mil veces. En realidad, reescrita sólo cuatro o cinco veces, una por cada vida pasada desde 1939: sobre una memoria republicana, se escribieron dos en el franquismo y dos en la democracia. La escritura de 1939 (victoria y derrota); la de 1964 (guerra fratricida); la de la transición (1986: superación del pasado, gobierno González); la de 2007 (fosas y negación). Aquella memoria fue reescrita siempre sobre las mismas pautas que establecieron los contendientes en la guerra, desde un combate político-militar que sigue durando hasta ahora mismo cuando indagamos, escribimos o tratamos su guerra.

El catálogo del nuevo relato, su gramática, introduce algunas cuestiones nuevas y otras muchas que no lo son tanto pero que requieren otro enfoque y nuevos tratamientos a la altura de este tiempo. En otros casos se trata simplemente de que los datos conocidos, trillados incluso, pero renovados en los enfoques de la historiografía de los últimos treinta años, sirvan por fin para construir explicaciones nuevas; un nuevo relato. Estos son algunas de las cuestiones del catálogo del nuevo relato; los asuntos que un nuevo relato sobre 1936 deberá explorar:

– Abordar la superioridad moral de la República y más aún de la República en guerra, en relación con:

*Bombardeos rebeldes contra la población civil como arma de guerra.

*Derecho de asilo protegido por la República en las embajadas.

*Control estatal de la violencia: complejo proceso de recuperación

*Rechazo al “genocidio” y atención a la cooperación internacional

– Afrontar una lectura necropolítica de la guerra significa la imposibilidad de mantener las fosas y las víctimas contadas y nombradas, sin verdugos.

– Enfrentar las matanzas en zona republicana y la agencia de sus verdugos en toda su complejidad, la brutalidad de los actos y la historicidad de sus ideas.

– Dar sentido al empirismo sobre las víctimas y abordar estudios empíricos de los verdugos, indagando los mecanismos tecno-políticos.

– Incorporar la empatía y los afectos, los cuidados y las solidaridades. Construir el archivo de la solidaridad radical que encierran las vidas de la guerra.

– Contextualizar el pasado incómodo en el tiempo transnacional del fascismo y de los genocidios.

– Recuperar la historicidad del acontecimiento: un largo golpe mucho antes de que la guerra empiece, una guerra mucho más larga porque no acaba en 1939 y una Dictadura vigilando el pasado, también después de 1975.

– Una guerra que no es civil ni española, porque es guerra total y europea.

– Deconstruir el relato de C. J. Cela, el de los verdugos desde 1941. Ningún patrón había sido asesinado como acto político antes del golpe y nadie mereció ser agarrotado. A la gente no la mataron por envidias y venganzas.

 – Enfrentar el relato de J. Cercas en la democracia. No todos fueron culpables, la excepción no fueron los héroes samaritanos sino los verdugos y en vez de superhéroes hubo mucho heroísmo popular.

– La Historia y la memoria implican también la necesidad de olvido. El pasado no es una carga y su conocimiento sin tabúes sirve para vaciar las mochilas.

– En este momento que escribimos, 1936 está tapando la transición y el final del franquismo como problema histórico del presente, del pasado inmediato al presente.

– La reconciliación, a estas alturas, debe empezar a entenderse como mito ideológico y el consenso como una construcción política obligada que es necesario explicar en profundidad, además de cantar sus glorias.

– ¿De quién somos o queremos ser herederos hoy? ¿De las víctimas, de los verdugos, qué otros sujetos podemos identificar en el pasado incómodo?

– La historia del pasado incómodo, como conocimiento de un pasado desconocido en el presente se construye con las memorias y todos los demás vestigios del pasado que llamamos fuentes. Enfocadas, interrogadas y criticadas permiten construir explicaciones y argumentos fundamentados.

– Asumir una antigua evidencia: la crisis de la historia científica nacional está fuera de dudas. La Historia es un relato y por eso estamos aquí.

– La discursividad subjetiva construye identidades y lo que está en juego es la identidad no el discurso del pasado; también el proyecto político del presente, la creación de nuevas comunidades políticas.

Algunos de estos asuntos están tan trillados que incluso pueden parecer putrefactos o más próximos a un argumentario destinado a crucificarse en las redes sociales entre insultos cruzados. Precisamente en eso reside el reto. Solo podremos abordar este catálogo desde un nuevo lenguaje y como parte de una nueva gramática para construir un nuevo relato.

Pero esa gramática no puede ser la obra de un solo autor, ni siquiera aunque el autor sea único. Este es el punto que podría parecer más arriesgado del experimento, aquello que supone la disolución de la autoría individual y la aceptación de que tras la tesis y la antítesis, la síntesis no es exactamente ninguna de ellas sino un producto distinto y, eso creemos, mejor. Ya que se desconfía demasiado del trabajo colectivo en favor de la supuesta superioridad de la iniciativa individual, poner el acento en el esfuerzo de construcción colectiva del pensamiento no deja de ser una apuesta contra corriente (por más que nos sintamos avalados por aspectos tan diversos como la experiencia de los equipos de trabajo, herederos de las escuelas científicas de la República, y nos avale la ética de la comunicación habermasiana).

El problema no es de datos sino de relato: del dominio del relato de los golpistas.

El nuevo es el relato de un pasado bastante desconocido, muy incómodo y algo equivocado, más bien confundido por los intereses de los coetáneos -que no son los nuestros- y por sus lecturas políticas y su propaganda. El nuevo es un relato en el que las memorias subalternas y las marginales tienen protagonismo, capaz de abordar la incomodidad del pasado,  sus sufrimientos, miedos, horrores y privaciones. Es el relato de la historia borrada, reconstruida al modo del E. P. Thompson que, cuando es encargado de escribir la historia de la clase obrera inglesa, descubre admirado lo que desconocía, la historia de su formación entre campesinos que casi no eran todavía ni ingleses y mucho menos obreros y, por supuesto, sin rastro de la conciencia operaria que sus editores del siglo XX pretendían atribuirles. Esta es la propuesta para el relato de una historia diferente a la que nos han contado. Comenzamos con ella la nueva década que inauguramos en 2020.

 

Notas 

[i] La significativa cita del historiador alemán Norbert Frei es recogida por la ensayista franco-alemana SCHWARZ, Geraldine, Los amnésicos. Historia de una familia europea, Barcelona, Tusquets, 2019, p .231.

[ii] Así se expresaba por ejemplo Juan Díaz Mendoza (1866-1958), padre de un médico y diputado do Incio (Manuel Díaz González) que escribe “El 11 de septiembre de 1936 me mataron a Manolo los Fascistas, de Laiosa a Incio”. DÍAZ GÓMEZ, José Luis, Sementeira e memoria. Represalia e desagravio dun médico lucense republicano, Sada, Ed. do Castro, 2009, p. 9. Aquel labrador de O Incio (Lugo) tiene pocas dudas de que debía hablar de fascistas en tiempo de fascismo.

 

Contenidos

Introducción en Mariñán. Un porqué para un nuevo relato

Parte 1. ¿Qué relato?

         Los reconciliados de la locura colectiva: saber e ignorar

         Violencia y redención

         Sujetos: no hay víctimas sin verdugos

         Culpa, vergüenza, negación… y solidaridad radical

         Is Spain different? o hay una España transnacional.

         Dos retaguardias: relato nada heroico o sufrida retaguardia

        

Parte 2. ¿Cómo se escribe el nuevo relato?

         ¿La centralidad de la historia?

 La irrupción de la memoria: el relato español de reconciliación y el lugar de la víctima

         Una nueva discursividad: historia pública, rememoración y literatura

 

Parte 3. Para qué, para quién el nuevo relato

         ¿Curar el pasado? ¿Superar qué olvido?

         Conocimiento histórico y aspiraciones éticas

         El deber de memoria

         Comparar: el combate de la impunidad

         ¿Para quién? Escribir, divulgar, enseñar

         La enseñanza de la historia

Epílogo. The making off del nuevo relato

https://conversacionsobrehistoria.info/2020/07/23/1936-un-nuevo-relato/