25 de Marzo: la dignidad en los tiempos del coronavirus

► El 25 de marzo es una fecha muy importante en la historia de Extremadura. Tan importante como desconocida, incluso para la mayoría de los extremeños. El 25 de marzo de 1936 se produjo una ocupación masiva de fincas, en la que participaron según los periódicos de la época, entre 60.000 y 80.000 campesinos.

► Desde la Asociación 25 de marzo venimos reivindicando que esta fecha sea el Día de Extremadura, en lugar del 8 de septiembre, que es el día oficial y al tiempo la festividad de la Virgen de Guadalupe.

► Entre el 20 y el 22 de marzo íbamos a celebrar el I Congreso sobre Reforma Agraria, pero hemos tenido que suspenderlo a causa del coronavirus.

TERCERAINFORMACION.ES | MANUEL CAÑADA | 25-3-2020

Un vendaval de miedo se ha metido en todas las casas. Súbitamente comprendemos que hemos entrado en un nuevo tiempo histórico, plagado de peligros. El primero, el más tangible, es el azogue ante lo desconocido, un bicho microscópico segando vidas por miles. Pero a continuación, pegado a él, comparece un segundo terror, al que conocemos demasiado bien, que ha sembrado de muertos y tullidos el siglo XX: el de las crisis del capitalismo, el de su lógica inmanente de destrucción y miseria. Claudio Katz se refirió a la última gran crisis como el temblor de 2008. La intuición colectiva lo huele: un temblor de temblores, un gigantesco tsunami, viene de camino.

“En tiempos revolucionarios, millones y millones de personas aprenden en una semana más que en un año entero de vida rutinaria y soñolienta”. Esto escribía en septiembre de 1917 el de la perilla, Lenin, el revolucionario innombrable. El confinamiento colectivo va desgranando día a día sus enseñanzas. Ha bastado apenas una semana para que el retablo de las maravillas del neoliberalismo se resquebraje. El sacrosanto mercado muestra su incompatibilidad radical con la salud pública, con el bien público. La sanidad privada desvela su condición de sanguijuela; la Unión Europea evidencia que es un tinglado al servicio del gran capital financiero, que maniata pueblos y gobiernos; la monarquía confirma su naturaleza corrupta. Lo real, la verdad que de ordinario no somos capaces de ver o soportar, se nos revela con nitidez. Y también lo hacen las otras verdades escondidas: redescubrimos que la invisible clase trabajadora –cajeras, barrenderos, campesinos, transportistas, enfermeras…- constituye la viga central de la sociedad y que la comunidad, la familia, el barrio, los balcones, son el asidero irremplazable cuando naufraga la fantasía individualista y competitiva del capitalista que cada uno hemos alojado dentro de nosotros.

Nada será igual cuando termine el encierro, cuando la pandemia afloje su cerco mortífero. Los poderosos intentarán asaltar las haciendas públicas, a costa de arrojar a la marginación y al sufrimiento más descarnado a millones de personas. Pero llueve sobre mojado y quizás esta vez los parias del mundo no acepten tan mansamente el desastre social y el nuevo rescate a los ricos, que ya se insinúa tras los artificios de la propaganda. Porque además, ahora no es solo una estafa: es una crisis sistémica, una encrucijada, una bifurcación civilizatoria.

En medio de este panorama puede parecer una frivolidad provinciana y extravagante reivindicar el 25 de Marzo. Pero quizás, si reparamos en ello con detenimiento, no resulte tan descabellado. La ocupación masiva y pacífica de fincas que se produjo en Extremadura el 25 de marzo de 1936 es, sin lugar a dudas, uno de los principales acontecimientos de la historia contemporánea en nuestra tierra. En aquella fecha fructificaba la tenaz lucha por la Reforma Agraria que habían mantenido generaciones enteras de campesinos. Y Extremadura, de la mano de los yunteros, se convertía con esa gesta en la vanguardia de una honda esperanza de transformación en toda España. Periódicos de todo el mundo, como el diario argentino La Nación o la revista francesa Regards daban cuenta por entonces de aquel hito, la ignorada revolución de Extremadura.

Meses después el fascismo ahogaba en sangre la primavera jornalera. Como ha demostrado Francisco Espinosa, la atroz represión franquista en Extremadura estuvo estrechamente relacionada con el proceso de reforma agraria. La plaza de toros de Badajoz se convertiría en el símbolo de la venganza y del escarmiento. Las generaciones futuras quedaban advertidas.

Pasado que palpita en el presente

El 25 de marzo ha sido ocultado meticulosamente al pueblo extremeño. A pesar del riguroso trabajo de historiadores como Malefakis, Tuñón de Lara, Paul Preston, Víctor Chamorro o Francisco Espinosa que han levantado acta de su trascendencia, el poder político y académico en la región han hecho todo lo posible por enterrar su memoria. Olvido y silencio en las instituciones. Ni rastro en los libros de texto o en los programas de estudio.

A primera vista podría sorprender que en una región gobernada por el PSOE durante 33 de los últimos 37 años se silencie un hecho tan crucial, protagonizado en gran medida por militantes de filiación socialista. Pero basta escuchar a Ibarra para entender que no tiene nada de asombroso. Hace dos años tildaba como “fracaso colectivo” el 25 de Marzo y volvía a defender como Día de Extremadura la festividad de la Virgen de Guadalupe, por lo que se ve muy exitosa en sus milagros.

“El humanitarismo hoy dominante sacraliza la memoria de las víctimas”, pero “en su mayor parte pasa por alto o rechaza sus compromisos”, afirma con lucidez Enzo Traverso, refiriéndose al momento memorial de nuestras sociedades. Ahí quizás resida una razón fundamental del ostracismo que venimos mostrando. El 25 de Marzo incomoda, quema, señala la opresión de nuestro tiempo. No es una fecha manejable, no es pasado muerto ni memoria impotente. Es “pasado que palpita en el presente”, pasado que nos habla del latifundio de hoy, de la emigración, del paro, del neo-caciquismo de hoy.

Como señala el historiador italiano, las tragedias y las batallas perdidas del pasado constituyen un peso y una deuda, pero también “una promesa de redención”. Los muertos nos interpelan, los oprimidos de ayer nos emplazan y, como escribía Roque Daltón con ironía, “están cada día más indóciles” y “caen en la cuenta de ser cada vez más la mayoría”.

El retorno de lo reprimido en el pasado y el ansia de transformación que late en el presente se reúnen en una misma constelación. El anhelo de la Reforma Agraria y el de la República se funden con la Renta Básica Universal, la socialización de los sectores estratégicos o la necesidad de una transición ecológica de la economía. El 25 de marzo es uno de los puentes, uno de esos hilos que va cosiendo pasado y presente, forjando en ese telar otra Extremadura y contribuyendo a un mundo nuevo.

“El coronavirus nos obliga a decidir entre el comunismo global o la ley de la jungla”, ha escrito el filósofo Slavoj Zizek. Darwinismo social o comunidad, ese es el dilema. El movimiento del 25 de Marzo ha de incardinarse en esa búsqueda colectiva de una alternativa global al capitalismo. Pero esa alternativa se construye desde abajo. La lucha contra la precariedad, por la Reforma Agraria o contra la subalternidad de Extremadura son algunos de nuestros puntos de partida.

El sistema capitalista cruje. Lo que parecía una crisis sanitaria muta en catástrofe. Viene un tiempo de convulsión social. Construyamos con otros una vacuna de dignidad contra la dictadura del dinero. 25 de Marzo o barbarie.

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