A 79 años de la muerte de Blas Infante. OPINON. Francisco del Río, Isidoro Moreno.

A 79 años de la muerte de Blas Infante, el pueblo andaluz sigue empobrecido y su identidad diluida. Un breve esbozo del pensamiento infantiano.                                       

por Francisco del Río Sánchez.
El 11 de agosto de 1936, Blas Infante fue fusilado en el km. 4 de la carretera de Sevilla a Carmona por los golpistas que se habían levantado contra la legalidad republicana. Aquel asesinato se justificaría en una sentencia dictada 4 años después y, en una aberración jurídica, aplicando retroactivamente la ley. Hoy día sigue sin haberse revisado esa ignominia. Que esta reparación no haya sido posible, que los restos de Infante se encuentren en una fosa común del cementerio de S. Fernando, según se supone, es una muestra de la situación de debilidad política y cultural del pueblo andaluz. Y del olvido de lo que fue la obra y el pensamiento de Blas Infante.
La figura del considerado padre de la patria andaluza, Blas Infante, vuelve a emerger con reconocimientos desiguales. Por un lado, las instituciones oficiales parecen mostrar a un Blas Infante que se reconocería con el modelo actual de comunidad. Pero por los sectores más sensibilizados con las históricas demandas del pueblo andaluz, se denuncia la tergiversación de su pensamiento y los objetivos políticos que  Blas Infante persiguió.
¿Cuáles fueron las inquietudes de Blas Infante, qué se proponía para recuperar el estado de postración en que permanecía –y permanece- el pueblo andaluz? En un pasaje de su primera obra, “El ideal Andaluz”, expone lo que le guiará siempre en su quehacer político por el pueblo andaluz: ““Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales…” (Infante, 1915)[i]. Los andaluces, desposeídos a partir del siglo XIII de sus tierras, entraron en la Era Moderna bajo el poder de la nobleza castellana. Desde entonces, los que no fueron expulsados (también con las posteriores de tipo económico), vivieron sumidos en la explotación económica y en la asimilación cultural. Infante sabía que la recuperación de la identidad pasaba por la reapropiación de lo que fueron sus medios de vida. Para que el pueblo andaluz pudiera volver a ser un pueblo, tendría que disponer de la propia capacidad de producir sus medios de vida, y hacerlo con las características con las que siempre lo ha intentado: proyectando su espíritu. Ninguna de las fórmulas políticas en pugna durante el siglo XX satisfacen el ideal del pueblo andaluz, el ideal de libertad, porque ese ideal, presente en la cultura andaluza desde sus orígenes, solo puede conseguirse cuando la libertad individual coincida con la libertad colectiva del pueblo en una sociedad justa orientada hacia el ideal de humanidad.
Infante continúa elaborando su pensamiento filosófico y político en obras como “La dictadura pedagógica”, la inconclusa obra “Fundamentos de Andalucía” o “El complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía”. La libertad tiene que construirse desde abajo, desde el  individuo al municipio, pasando por la comarca y la provincia, hasta alcanzar el autogobierno como pueblo. La propiedad privada puede ser superada por la propiedad de todos, la propiedad comunal; pero el derecho a la posesión, a la generación de riqueza y a los productos del trabajo, estará a disposición de cada cual y al alcance de todos. Todas las familias jornaleras, los auténticos andaluces que fueron desposeídos, por tanto, tienen derecho a la tierra, al trabajo y la posesión de ella.
El ideal presente en el pueblo andaluz es un ideal de libertad incompatible con el capitalismo y el colectivismo socialista. La cultura andaluza es una cultura de raíz libertaria, humanista y vitalista, como sus abolengos griegos, y cuyo genio ha proporcionado brillantes épocas (Tartesos, Bética, Al-Andalus) en la historia. Derrotado y oculto, el ideal andaluz, de libertad y justicia, podrá aparecer y realizarse surgiendo desde cada individuo, construyendo la democracia con la entrega de los mejores hombres y mujeres en la tarea de formar al pueblo en la paz, la libertad y solidaridad para alcanzar un comunismo afectivo, de seres humanos libres y solidarios, es decir el comunismo libertario.
Si de Castilla proviene el señoritismo parasitario enquistado en la estructura social andaluza: el señorito, cacique o terrateniente que oprime y explota al pueblo andaluz; y si el Estado español, su dominio político y centralista, son la causa del empobrecimiento y anulación político-cultural de Andalucía, entonces España es el problema. En consecuencia, el pueblo andaluz, contra el señoritismo y contra el españolismo, tiene que exigir la autodeterminación, constituirse con la capacidad política para ser dueño de sus propios recursos y decidir por sí misma su propio destino. No para construir una Andalucía cerrada en sí (el nacionalismo andaluz es un nacionalismo antinacionalista), sino para el progreso de los pueblos en el ideal de libertad, el ideal de humanidad que, como sucedió en otros períodos de la historia, emergerá desde las propias raíces culturales de Andalucía.
 
Francisco del Río Sánchez.Profesor de Filosofía
http://perspectivaslibertarias.blogspot.com.es/2015/08/a-79-anos-de-la-muerte-de-blas-infante.html
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+ información sobre el tema:

A 79 años del asesinato de Blas Infante

www.diariodesevilla.es/ ISIDORO / MORENO | 05.08.2015 – 01:00

LA noche del 10 al 11 de agosto se cumplirá el 79 aniversario del asesinato de Blas Infante. Hace unos años, la Junta de Andalucía dejó de conmemorar esa fecha con la excusa de que es mejor celebrar el aniversario de los nacimientos que de las muertes. Quizá podríamos pensar que el 5 de julio, con un poco de suerte, hace menos calor que en agosto y todavía sus señorías no están en la playa… Confieso que a mí no me importa que la “casta política” -permítanme el uso de una palabra que sus inventores parecen haber abandonado- no aparezca en el sencillo acto que anualmente organiza la Fundación Blas Infante ante el monumento que señala el lugar del crimen. Porque era pura hipocresía y ocasión para apropiarse de quien admiten como “padre de la patria andaluza” a la vez que niegan esa patria (o quizá habría que decir matria) y vacían de contenido su pensamiento al silenciar lo que señala la sentencia dictada años después de su muerte: que ésta fue decidida por ser un revolucionario y por pretender formar una organización andalucista.

Que el ideal primero a conseguir fuera que la tierra andaluza pasara al jornalero andaluz, como afirmara en su primer libro de cuya publicación se cumplen ahora cien años, y que reivindicara una Andalucía con pleno derecho a decidir sobre cómo solucionar sus problemas y qué relaciones entablar con otros pueblos, una vez organizada en Estado Libre, fueron las dos causas de su muerte a manos de quienes tenían que impedir, al precio que fuera, la “España roja y rota” que, según ellos, pretendían los revolucionarios sociales, los nacionalistas no españolistas y quienes eran acusados de ser ambas cosas a la vez (casos de Blas Infante, Castelao o Andreu Nin, entre otros).

Resulta bochornoso escuchar loas a Infante por quienes impiden y demonizan las transformaciones necesarias para que Andalucía salga de la dependencia económica, la subalternidad política y la alienación cultural que la tienen postrada y cloroformizada, y sin capacidad de reacción ante la red clientelar, corrupta y populista que ha sido tejida desde la Junta de Andalucía para construir un verdadero Régimen que dura ya más de treinta años. Un Régimen existe cuando se da, de hecho, una fusión-confusión entre un partido y las instituciones que éste gobierna (o, mejor, ocupa). Que es lo que sucede en Andalucía y lo que explica, por ejemplo, que el PSOE pueda impunemente competir en españolismo con el PP más ultramontano, unas veces, y teñirse, otras, de verde y blanco en ocasiones electorales y cuando así conviene a sus intereses partidistas, tanto a nivel andaluz como, sobre todo, a nivel del Estado.

A menos de dos meses de las elecciones plebiscitarias catalanas, convendría recordar, por ejemplo, a muchos de los que afirman que Blas Infante “es de todos”, lo que éste escribiera en 1919: “¡Qué tristeza! ¡Y aún hay andaluces españolistas! ¡Andaluces que ante las ansias libertadoras del pueblo catalán, gritan con inconsciencia imbécil: la unidad de la patria!”

Algunos creemos que la parte fundamental del pensamiento de Infante, incluidos su “federalismo confederalista” (en palabras del profesor José Acosta) y su visión libertaria (liberalista), continúa hoy vigente. Cualquier esfuerzo por defender y afirmar a Andalucía como sujeto político tiene necesariamente que partir de él, complementándolo, como no podía ser de otra manera, para su puesta al día. Penetrar, sin anteojeras, en el núcleo de este pensamiento no es un ejercicio de nostalgia ni una huida de los problemas del presente; antes al contrario, es un ejercicio imprescindible dentro del debate sobre el qué hacer hoy para que Andalucía no resulte perjudicada, una vez más, en la reorganización territorial del Estado que, de una u otra forma, va a producirse en los próximos meses. Porque corremos el peligro de perder lo que, al menos en el papel, conquistamos el 4-D y el 28-F, cuando lo urgente es materializar lo que entonces conseguimos y nos fue hurtado por la conversión de la Autonomía en Régimen.

El andalucismo no desaparecerá, tenga o no traducción organizativo-electoral y sea ésta un reflejo o una caricatura de lo que debería ser, mientras siga vivo lo esencial del pensamiento político de Blas Infante y mientras existan andaluces que estén dispuestos a combinar, como él hizo, la lucha por la igualdad social con la lucha por la emancipación como pueblo. Que son dos vertientes inseparables de una misma lucha, de un mismo Ideal.