ACTUALIZADO. 40º aniversario del asesinato de los abogados de Atocha.

Los actos centrales en Madrid se realizaran el martes 24 de enero de 2017, comenzando como todos los años a las 8,30h con la visita a los cementerios de Carabanchel y San Isidro y la ofrenda floral a las 10,00h en Antón Martín, al lado del conjunto arquitectónico de Juan Genovés “El abrazo” y a unos metros de Atocha 55. Después, al igual que otros años, a las 11,00h, realizaremos la entrega de premios y reconocimientos en el Auditorio Marcelino Camacho, Lope de Vega 40.

Este año los galardonados van a ser, por un lado Juan Genovés, artista y creador de la obra El Abrazo y del conjunto escultórico de Antón Martín, persona al que el Patronato por unanimidad ha nominado para recibir el premio Abogados de Atocha 2017. Igualmente el Patronato ha decidido reconocer al Colegio de Abogados de Madrid y al Consejo General de la Abogacía, reconocimientos que tendrán lugar en el mismo acto del 24 de enero.

El mismo día 24 de enero en la sala Trece Rosas de Lope de Vega, a las 18,30 horas, se presentara el libro “Cristina, Manuela y Paca. Tres vidas cruzadas, entre la justicia y el compromiso” con la participación de los Autores, Promotores y de las protagonistas del libro: Cristina Almeida, Manuela Carmena, y Paquita Sauquillo.

Anteriormente, el lunes 23 a las 19,00 horas en el Auditorio Marcelino Camacho se proyectara la película de Juan Antonio Bardem, 7 DIAS DE ENERO. Este acto será organizado por la Fundación Sindical Ateneo 1º de Mayo y contará con al apoyo de las secretarías de juventud de CCOO de Madrid y Confederal.

El sábado 4 de febrero se celebrará un acto de homenaje en San Sebastián de los Reyes.

http://www.madrid.ccoo.es/noticia:231379–40_Aniversario_de_los_Abogados_de_Atocha

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“Para los funcionarios franquistas que allí quedaban, los autores de Atocha eran casi héroes”

Emilio González era funcionario en la cárcel de Carabanchel donde fueron trasladados los autores materiales de la matanza de los abogados de Atocha. En el 40 aniversario del atentado, Público rescata este negro episodio de la Transición que aceleraría la posterior legalización del PCE en nuestro país.

La izquierda reivindica a los abogados de Atocha

MARÍA SERRANO

@marserranov

Madrid. 24 de enero de 1977. En un despacho de abogados se registran cinco muertos y cuatro heridos muy graves. Son las diez y media de la noche en la calle Atocha número 55. Ha ocurrido un atentado contra uno de los primeros bufetes de abogados laboralistas de la Transición. Los autores, un comando de extrema derecha. Los fallecidos son Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo y Enrique Valdecira, el estudiante Serafín Holgado y el administrativo Ángel Rodríguez Leal. Los heridos, todos graves y con importantes secuelas posteriores, Miguel Sarabia, Alejandro Ruiz, Luis Ramos y Dolores González.

Emilio González describe a Público la cara de ira de aquellos asesinos, capturados en marzo de 1977. Los autores materiales, José Fernández Cerrá, Carlos García Juliá, Leocadio Jiménez Caravaca, Francisco Albadalejo Corredera, secretario del Sindicato Vertical del Transporte Privado de Madrid y Fernando Lerdo de Tejada. González no superaba los treinta y cinco años cuando trabajaba como funcionario de prisiones en la cárcel de Carabanchel. Allí vivió episodios históricos. Algunos terribles como la matanza del preso anarquista Agustín Rueda por parte de funcionarios fascistas. Otros anecdóticos, como la elaboración de la ficha de ingreso a los autores materiales de la matanza de Atocha, de la que se cumplen cuarenta años. “Los asesinos de Atocha llegaron a Carabanchel con las caras idas. Todos dijeron que eran de Falange Española y que tenían estudios medios. Eran unos hijos de papá”, detalla en la entrevista.

Las cárceles de la Transición

González narra a Público las múltiples “subidas de tono” en plena prisión por parte de sus compañeros. Incluso llegó a redactar una carta al Director General de la cárcel por el tratamiento abusivo de aquellos funcionarios. “Esta Dirección ha dado muestras públicas de confraternización con los implicados de extrema derecha; ha negado cambios de guardias a un funcionario que manifestó su disconformidad con que un preso cantara el cara al sol, acompañado de otros funcionarios; ha permitido que tuvieran cargos de confianza algunos de los implicados en la matanza de Atocha (…)”. La carta, con fecha del 14 de marzo de 1978, reflejaba el ambiente de aquellas cárceles de la Transición. González pertenecía a la Unión de Funcionarios Demócratas que, en aquella etapa, parecían estar mal vistos.

Los cinco detenidos de Atocha fueron otro de los retratos que Emilio nunca olvidará cuando fueron trasladados a celdas de aislamiento. González recuerda la prepotencia de aquellos presos que se enfrentarían a largos años de cárcel. “Ellos creían que estaban salvando España y parecían no sentirse culpables”, aclara el exfuncionario. En un módulo prácticamente abandonado, los autores materiales de Atocha se encontraban arropados por el sector “más franquista” de Carabanchel. “Les llevaban revistas, mantas, libros. Todo parecía poco para hacerlos sentir arropados en medio de aquel infierno. Para los funcionarios franquistas que allí quedaban, los autores de Atocha eran casi héroes”.

Retrato de los asesinos

Isabel Martínez Reverte hace una radiografía de los asesinos en la investigación La Matanza de Atocha (La esfera de los libros, 2016), junto al autor Jorge M. Reverte. “Eran hijos de militares, de familias de ultraderecha, nostálgicos del franquismo y admiradores de Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva”. Isabel no deja atrás un detalle. La mariscada anual con la que los asesinos celebraban el atentado de Atocha cada año. “Fue tal el convencimiento de aquellas acciones que durante años los autores de la matanza estuvieron comiendo mariscada para celebrar aquel fatídico 24 de enero”.

“Llegará el caos, hay que luchar por salvar España”

¿Pero que se conocía, en aquel entonces, de aquellos asesinos? Martínez Reverte señala que los jóvenes exaltados se reunían en la cafetería Denver o el Nilo. “Típica de los años setenta con mesas de formica y sillas de escay”, describe Isabel. Los futuros asesinos escuchan a diario análisis patrióticos de lo que estaba sucediendo en España. “Hablaban del futuro esperado por un gobierno débil y traidor de Adolfo Suárez”, destaca la investigadora. El otro espacio de encuentros era la Hermandad de los Marineros Voluntarios, presidida por el militar Milans del Bosch. Isabel recuerda en el libro que “allí escuchan decir que vuelven los perdedores de la Guerra Civil, los asesinos. Dicen que van a legalizar incluso al Partido Comunista. Llegará el caos, hay que luchar por salvar España”.

Este ingente caldo de cultivo provocaría el múltiple asesinato de los abogados de Atocha y secuelas irreparables para los supervivientes. Isabel rememora también aquellos días en primera persona. “Yo trabajaba en un colegio y me acuerdo de la manifestación multitudinaria, del silencio sepulcral, de la valentía del Partido Comunista para demostrar que era un partido serio que podía legalizarse”. Así ocurriría el 9 de abril de 1977. El escenario de miedo quedaría interiorizado para todos los militantes y los abogados que no pudieron salvar a los suyos. “Toda la gente del edificio les decían que corrieran aquella noche. Podía haber ocurrido una verdadera noche de cuchillos largos. Había muchísimo temor”, aclara Isabel.

Gritaban “cerdos” a los abogados asesinados

La sentencia para los culpables de la matanza no llegaría hasta el 29 de febrero de 1980, tras larguísimos meses de instrucción. La actual Fundación Abogados de Atocha recuerda que la herencia del viejo régimen franquista seguía estando aún en activo. “El juez instructor Gómez Chaparro, que provenía del Tribunal de Orden Público, concedió un permiso a uno de los implicados, Lerdo de Tejada, circunstancia que éste aprovechó para huir. Tras esta fuga, el asunto pasa al juez Barcala, titular del Juzgado Central número 3 y las cosas se suceden con mayor normalidad y rapidez”. Las voces de exaltados entristecían aún más el ambiente. Gritaban “cerdos” a los abogados asesinados.

La pena máxima de cárcel se aplica a José Fernández Cerrá y a Carlos García Juliá. Treinta años de reclusión mayor por cada uno de los cinco asesinatos consumados. Veinte años de reclusión menor por cada uno de los asesinatos frustrados. Nueve años de prisión mayor por tenencia ilícita de armas.

Francisco Albaladejo Corredera es condenado a doce años de cárcel por tenencia ilícita de armas e inductor del crimen. Leocadio Jiménez Caravaca es condenado a doce años por aprovisionamiento de armas y a veinte de prisión menor por la complicidad en cinco delitos de asesinato y cuatro delitos de asesinato en grado de frustración.

Un de los supervivientes, el abogado Alejandro Ruiz Huerta, narra en su libro La memoria incómoda que nunca pidieron la pena de muerte para aquellos asesinos. “Si la pena de muerte no se hubiera abolido, tampoco la habríamos pedido porque somos contrarios a ese castigo atroz”. Así quedaría reflejado por todos los abogados en las conclusión del juicio. “Los muertos, eran contrarios a un derecho penal regresivo y retrógrado”.

¿Qué fue de los supervivientes?

Isabel Reverte señala el grave “shock emocional” que tuvieron para siempre los supervivientes de la matanza de Atocha. Nunca superaron la dura muerte de sus amigos íntimos, de sus parejas, de sus compañeros.

Alejandro tenía 30 años aquel 24 de enero. Es el único superviviente. En el fatídico atentado fue herido de una pierna. Hoy es profesor de la Cátedra de Derecho Constitucional en Córdoba y presidente de honor de la Fundación Abogados de Atocha.
Dolores González Ruiz falleció en enero de 2015. Tenía 31 años el día de los atentados en el despacho donde le arrebataron la vida a su marido Francisco Javier Sauquillo. Una bala le atravesaría la mandíbula durante el atentado. Se sometería a numerosas intervenciones a lo largo de toda su vida.

Luis Ramos Pardo tenía 37 años el 24 de enero de 1977. Fue uno de los primeros en salir para pedir ayuda. Isabel M. Reverte afirma que “Luis estuvo novecientos días recuperándose de las heridas en el abdomen y de la hepatitis que padeció como consecuencia de las transfusiones recibidas”. Participaría cada año en los homenajes a sus compañeros. Murió en el año 2005.

Miguel Sarabia era el mayor de todos los supervivientes. Tenia 49 años cuando ocurrió el atentado y su memoria nítida recordaba cada uno de los episodios de aquella noche. Sus compañeros lo recuerdan como una persona muy comprometida con su trabajo. Muy apreciado en el colegio de los Escolapios, donde daba clase. Murió en el año 2007.

http://www.publico.es/politica/funcionarios-franquistas-alli-quedaban-autores.html

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Carmena recuerda el “precio” pagado por los abogados de Atocha por la libertad

La alcaldesa asiste al descrubrimiento de la placa por el 40º aniversario de la matanza

La abogada Paca Sauquillo; la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena; Ruiz-Huerta, único superviviente del atentado, y Sonia Gumpert, presidenta del Colegio de Abogados, descubren una placa en el 40º aniversario de la matanza de Atocha. Kike Para

La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, rindió su homenaje a los cinco abogados laboralistas asesinados en 1977 por un comando de extrema derecha en el despacho de la calle de Atocha, 55, en el 40º aniversario de la matanza. El objetivo de los asesinos era dinamitar —entre otras cosas— el proceso de transición democrática. Pero el apoyo a las víctimas en los días siguientes demostró que, a un año de la muerte de Franco, el deseo de democracia era ya maduro en España. El compromiso de aquellos cinco jóvenes abogados “fue la causa de su muerte”, recordó este lunes Carmena, quien señaló: “Hubo que pagar un precio que no correspondía, pero permitió alcanzar la libertad y la esperanza de las que hoy tanto disfrutamos”.

En la noche del 24 de enero, tres personas armadas entraron y mataron a cinco jóvenes abogados afines al Partido Comunista Español y al sindicado Comisiones Obreras, entonces ilegales. Otras dos personas resultaron heridas.

Para Carmena recordar esa época se convierte en una “estampa” de Madrid durante la Transición. Con 32 años, era una de las fundadoras del bufete y la más veterana del grupo. Había alquilado con sus compañeros dos pisos en la calle de Atocha, desde donde defendía a trabajadores y asociaciones consideradas ilegales.

“Esa noche [la de la matanza] acabamos de llegar al otro despacho, en la calle de Atocha, 49, tras despedirnos de nuestros compañeros en Atocha, 55. Estábamos quitándonos el abrigo, cuando oímos las sirenas de la policía”, relató la alcaldesa. Llamaron por teléfono a la sede de Atocha, 55, pero no obtuvieron respuesta. Bajaron rápidamente hacia el portal del edificio cuando unos vecinos les advirtieron: ‘Corred, corred, están matando a vuestros compañeros’. Obviamente no nos fuimos”, recordó Carmena.

Unos minutos antes, Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz, Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez Leal habían sido asesinados por un comando de extrema derecha, cuyo objetivo era liquidar a los abogados y con ellos la esperanza de democracia de la sociedad española. “Los asesinos querían truncar las libertades y la democracia”, rememoró Francisca Sauquillo, cuyo hermano murió en el ataque.

La respuesta fue ejemplar. El Colegio de Abogados —que este lunes descubrió una placa en recuerdo de los abogados asesinados— acogió los cuerpos de las víctimas y, el día 25 de enero, una marcha condenó los asesinatos. El “silencio” de aquella marcha se convirtió en un símbolo de la conquista democrática, explicó Alejandro Ruiz-Huerta, único sobreviviente del crimen y presidente de la fundación Abogados de Atocha. “Hizo posible que rompiésemos con el bucle de la violencia”, sostuvo, y se mostró esperanzado de que la placa colocada “recuerde que nosotros [los abogados de Atocha] trabajamos para la justicia, la libertad, la paz y la democracia”.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2017/01/23/madrid/1485180349_737321.html
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Homenaje a los abogados de Atocha cuarenta años después: “Fue un asesinato contra lo que significaba la libertad”

El Colegio de Abogados de Madrid recuerda con una placa en su sede a los abogados de Atocha en el cuarenta aniversario de su asesinato

“No hay que olvidar jamás que hace 40 años nos rompieron la vida en Atocha”, reivindica Alejandro Ruiz Huerta, único superviviente en la actualidad

Marta Barandela / 23/01/2017 – 15:31h
 

“Que nadie olvide lo que fueron, lo que consiguieron y lo que soñaron como abogados. Compañeros y compañeras de Atocha, nunca os olvidaremos”. La noche del 24 de enero de 1977, un grupo de militantes de extrema derecha entraron en el despacho del número 55 de la calle Atocha y asesinaron a cuatro abogados laboralistas y un administrativo, todos vinculados a Comisiones Obreras y al PCE. Cuarenta años después, el Colegio de Abogados de Madrid les rinde homenaje con una placa para recordar “un asesinato contra lo que significaba la democracia y la libertad” y que originó como respuesta la primera manifestación multitudinaria y silenciosa de la izquierda tras el franquismo.

En el acto de inauguración de la placa han estado presentes tres abogados vinculados al despacho 55: Alejandro Ruiz Huerta, uno de los supervivientes; Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid y cofundadora del despacho; y Francisca Sauquillo, abogada y hermana de Javier Sauquillo, asesinado el 24 de enero. Junto a ellos ha comparecido la actual decana del Colegio de Abogados, Sonia Gumpert.

“No recordamos su muerte, recordamos su vida”

El 24 de enero de 1977, Manuela Carmena se encontraba en una de las reuniones convocadas ese día por el bufete de abogados. Aunque trabajaba en el despacho del número 55, esa noche debía encontrarse con otros compañeros en Atocha 49: “Estábamos allí quitándonos los abrigos cuando oímos las sirenas. Nos asomamos a la calle y vimos un coche de policía delante de la puerta de nuestro otro despacho. Llamamos por teléfono y no nos cogían. Nos extrañó, nos pusimos los abrigos y salimos a la calle. Los vecinos, que nos querían y nos conocían, nos dijeron ‘corred, corred, iros, están matando a vuestros compañeros, os están matando a todos'”.

Carmena ha pedido que no se olvide el motivo por el que fueron asesinados los cinco abogados de uno de los primeros despachos laboralistas de España tras el franquismo: “Yo siempre insisto en que no recordamos la muerte, recordamos su vida. Lo que ocurre es que sabemos que la manera en que diseñaron su vida nuestros compañeros, y nosotros con ellos, era una vida que fue la causa de la muerte. Y eso es lo que recordamos”.

Francisca Sauquillo, compañera de facultad de Manuela Carmena, tenía 33 años cuando se hermano fue asesinado. Javier Sauquillo tenía 29. “Me viene al recuerdo que hace cuarenta años en este Colegio el día 26 pudimos enterrarlos como ellos se merecían. En el Colegio de Abogados fueron capaces de enfrentarse al miedo que había en la sociedad y el titubeo -incluso parcheo- del Gobierno de no reconocer que aquello había sido un asesinato, no solo contra los abogados, sino contra todo lo que significaba la posibilidad de la democracia y la libertad”.

El silencio como arma política

Alejandro Ruiz Huerta sobrevivió a esa noche junto a otros tres compañeros, Miguel Sarabia, Luis Ramos y Lola González. Para él, el 24, 25 y 26 de enero de 1977 son las fechas clave de la Transición y “el punto de ruptura democrática más significativo que ha habido en este país”.

El 25 fue el día en que se pidió al Gobierno que permitiese, contra su criterio inicial, que los cadáveres pudieran ser velados en el propio Colegio de Abogados. El día siguiente, para Ruiz Huerta, fue el día en que se consiguió “romper” con “el bucle de la violencia”. 

La respuesta al asesinato de los abogados de Atocha fue el silencio. Más de cien mil personas acudieron al entierro el 26 de enero, convirtiéndolo en la primera manifestación multitudinaria tras el franquismo. Ese silencio fue un arma política, defiende Ruiz Huerta, que hizo posible la paz. Dos meses después se legalizó el PCE y en junio se celebraron las primeras elecciones democráticas.

“Espero que la placa de homenaje sea la piedra definitiva para no olvidar jamás que hace 40 años nos rompieron la vida en Atocha, pero seguimos trabajando por los valores que defendían los abogados”, ha pedido Ruiz Huerta. “Nunca quisimos la violencia. Creímos en la fuerza del silencio, la palabra y la concordia”.

Ha finalizado su intervención con una petición: “Hay que decir sus nombres despaciosamente. Javier Sauquillo, Luis Javier Benavides, Enrique Valdevira, Serafín Holgado, Ángel Rodríguez Leal. Sus nombres ponen armonía en el universo”. 

http://www.eldiario.es/politica/Recuerdo-Atocha-cuarenta-asesinato-significaba_0_604739837.html

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Alejandro ruiz huerta. superviviente del atentado de atocha

“Fui el último en salir, me sacaron entre un policía y un barrendero”

  • Es el único que vive de los nueve inquilinos del despacho

  • Miembro de la Fundación Atocha, enseña Derecho Constitucional en Córdoba

 

Francisco Correal 22 Enero, 2017 – 02:35h

Alejandro Ruiz Huerta (Madrid, 1947) fue uno de los cuatro heridos de la masacre de Atocha 55. Los otros tres ya fallecieron: Luis Ramos Pardo, en 2005; Miguel Sarabia, en 2007; Dolores González Ruiz, en 2014. Trabaja en Córdoba de profesor de Derecho.

-40 años después, ¿ese crimen supuso el final de los 40 años de franquismo?

No quiero hablar de los asesinos, cada 24 de enero pedían marisco para celebrarlo en la cárcel”

-Todavía hay restos del franquismo. Tenemos una democracia de mínimos. Hay que hacer cambios en la Constitución, pero eso da para una tesis doctoral.

-¿Hay alguna tesis sobre la matanza de Atocha?

-Yo prefiero hablar de atentado. Ha habido muchísimos trabajos de investigación de Universidades extranjeras, en Francia sobre todo.

-Usted nació el mismo año que Sauquillo y era vecino de Benavides…

-Más que vecinos éramos íntimos amigos. Estudiamos en el Icade Derecho y Empresariales, que ahora está de moda. Montamos un despacho de abogados antes de Atocha. Con Sauquillo coincidía en los juicios. El Partido Comunista tenía una organización de 180 abogados, sólo en Madrid.

-Parece que ustedes no deberían estar allí esa noche…

-Podíamos estar en el 55 o en el 49. No se pudo celebrar la reunión en Fuencarral con Deicinsa, una sociedad anónima en la que estaban Eduardo Mangada y Ramón Tamames. Hablamos con Manuela Carmena, que era titular de dos de los despachos.

-El libro de los hermanos Martínez Reverte cuenta que usted fue el último en ser evacuado…

-Yo también escribí un libro, La memoria incómoda.

-¿Por qué es incómoda?

-En la memoria histórica siempre hay un enfrentamiento entre la memoria real y la memoria oficial. La memoria siempre resulta incómoda para el poder; en este caso, le cuesta aceptar que ese atentado fue una de las claves de la Transición democrática.

-¿Vio a los asesinos?

-Yo declaré en el juicio y ellos estaban detenidos. De ellos no quiero hablar, no me interesan nada. Todos los 24 de enero pedían marisco en la cárcel para celebrar su hazaña.

-¿Pudo ir al entierro?

-Estaba en el hospital. Ya me hubiera gustado. Fue una manifestación de duelo en un bucle de violencia a través del silencio.

-¿Es verdad que se salvó por el capuchón de un bolígrafo?

-Un Inoxcrom que me lo dio esa misma mañana Ángel Rodríguez Leal, que fue el primero en morir porque volvió para recoger algo que había olvidado. Por lo visto, un disparo rebotó en la pared y el impacto lo frenó el capuchón del bolígrafo, que después encontró mi abogada, Cristina Almeida. Enrique Valdelvira estaba ya medio muerto y tapó mis zonas vitales. Eso no lo olvidaré nunca. En mi pierna derecha conservo varios impactos de bala.

-¿Qué hace en Córdoba?

-Dejé el movimiento vecinal en 1979; también dejé el Derecho. Trabajé en el Congreso de los Diputados y cuatro años en la Junta de Castilla-León. Desde 1987 soy profesor de Derecho Constitucional. Primero en Valladolid, Burgos y ahora en Córdoba. Mi madre es cordobesa. El apellido de mi madre es Carbonell.

-Lo sacaron entre un policía y un barrendero…

-Esperé a que se fuera todo el mundo. Llegó la Guardia Civil, algunos vecinos. Me cogieron entre un policía y un barrendero bajando las escaleras porque no funcionaba el ascensor.

-Lo sacan como un torero y nació en 1947, el año que muere Manolete…

-Mi abuelo Antonio Carbonell era muy amigo de Manolete.

-El actual rey Felipe cumplía nueve años seis días después, el 30 de enero de 1977…

-Me adelanté a felicitarlo en su cumpleaños. Le pedimos audiencia hace seis meses y recibió el 13 de enero en La Zarzuela a la Fundación Abogados de Atocha. En el treinta aniversario nos recibió el rey Juan Carlos y nos parecía que en los cuarenta años debíamos ver al actual Jefe del Estado.

-¿El niño de entonces fue consciente de la relevancia?

-Aunque era un enano, el príncipe Felipe estuvo siempre al servicio del Estado con su padre y está al corriente de todas las claves de la Transición. Fue muy interesante el encuentro y demostró una gran sensibilidad.

-¿Participaron en la película de Juan Antonio Bardem Siete días de enero?

-Los cuatro supervivientes estuvimos con él. Aceleró mucho para hacer la película y nos dio un pase privado en el centro de Madrid. Fue muy duro, muy triste, pero muy emocionante.

-¿Quién hace de usted?

-José Pedro Carrión.

-¿Qué va a hacer el martes 24?

-Iremos al cementerio de Madrid y la plaza de Antón Martín, junto al monumento El abrazo, de Juan Genovés. Ese día se va a presentar el libro Tres mujeres comprometidas. Paca Sauquillo, Cristina Almeida, Manuela Carmena.

http://www.diariodesevilla.es/espana/ultimo-salir-sacaron-policia-barrendero_0_1102090355.html

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“>La incómoda memoria de Atocha

AGUSTíN MORENO | 18/1/2017 10:43 – Actualizado: 19/1/2017 09:50

Aún era de noche a las 7 de la mañana del 25 de enero de 1977. Varios militantes de las aún ilegales comisiones obreras de la construcción habían quedado frente al hospital Gómez Ulla, cerca del metro de Carabanchel, para repartir panfletos en las obras de la zona. La noticia, que ya recogían las primeras ediciones de los periódicos, fue un mazazo: “Matanza en un despacho de abogados de la calle Atocha”. Los cuatro compañeros conocían bien aquel despacho. En él y en otros de laboralistas les llevaban pleitos por despidos o reclamaciones salariales y les defendían en procesos por actividades antifranquistas ante el Tribunal de Orden Público.

Tras el aturdimiento por la información, la decisión fue rápida, como una manera de conjurar la rabia. Se dirigieron a las obras que pensaban recorrer en el barrio a medio construir de Aluche. En vez de ir dando los boletines de CCOO de la construcción sobre el convenio y las próximas huelgas, fueron informando del crimen. Yo era uno de ellos y nunca olvidaré la respuesta de los trabajadores: se quedaban paralizados ante la información, iban dejando caer las herramientas al suelo y las obras, una tras otra, quedaban paradas. Estas huelgas espontáneas, a iniciativa de un grupo de militantes, ponían de manifiesto el prestigio social de los abogados laboralistas, el nivel de conciencia obrera existente al final del franquismo y las ansias de libertad.

Las consecuencias políticas de aquel atentado realizado por un grupo fascista de la ultraderecha que seguía empeñada en asegurar el franquismo fueron varias. La respuesta de masas que dieron el PCE y CCOO ayudó a dinamizar el proceso democratizador hasta el punto de que, si bien Franco murió en la cama, se podría afirmar que el franquismo murió en la calle en aquella impresionante manifestación de duelo, serenidad y determinación obrera y ciudadana [vídeo, abajo]. En Semana Santa se legalizó el PCE, los sindicatos obreros en vísperas del 1 de Mayo y, en junio, se celebraron elecciones democráticas.

Pero el atentado también cuestiona el modelo canónico de transición idealizada por el supuesto consenso, hasta el punto de poder pensar que fue una transición acordada con una pistola en la sien, en la que hubo casi 600 muertos por la violencia política e institucional. Lo cierto es que las fuerzas democráticas se vieron sometidas al chantaje de la violencia y a tener que decidir entre una democracia de baja intensidad o el alargamiento del proceso de conquista de las libertades.

Atocha ha sido un espejo que quemaba a muchos políticos. Alejandro Ruiz-Huerta, sobreviviente de los atentados de Atocha, tituló su libro, escrito 25 años después de los hechos, La memoria incómoda. Señalaba que era “un título acaso inquietante, pero que es referencia de todo lo que significaron aquellos hechos en el umbral de la transición”. En el epílogo señalaba: “25 años después podemos decir que hemos pasado de la memoria silenciada a la memoria germinada”. Parece que así ha sido, pero hay que seguir regando estos brotes que van germinando para que no vuelvan a quedar relegados al silencio y al olvido.

La memoria es un compromiso ético. Hay que reivindicar el uso público de la historia, que diría Jürgen Habermas, para devolver la memoria histórica a los escenarios de la vida social, y uno de ellos es la escuela. Por ello nos metimos con el tema de Atocha en las aulas. Junto con mi amigo Javier Soria, realizamos una experiencia con motivo del 30 aniversario con el alumnado de 4º de ESO del instituto Salvador Allende de Fuenlabrada. Investigamos lo sucedido, proyectamos “Siete días de enero”, de Juan Antonio Bardem, recorrimos los lugares de los hechos (Atocha 55, El abrazo de Juan Genovés en Antón Martín, Sindicato vertical, Salesas, Fundación Abogados de Atocha). El colofón fue un encuentro con Alejandro Ruiz-Huerta y la elaboración un vídeo de 50 minutos, que aún sigo usando para tratar nuestra Historia reciente. Abordamos la transición acercándonos a los hechos con objetividad, que no con neutralidad, para formar ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos con la mejora de su sociedad, no mera mano de obra para el mercado. También organizamos un curso de formación sobre memoria histórica con otros institutos de Fuenlabrada en el que íbamos a presentar la experiencia. Pero fue prohibido por el gobierno de Esperanza Aguirre.

Esta prohibición fue una auténtica vergüenza que nos obligó a realizar el curso al margen de la administración educativa. Y un ejemplo más de las resistencias de la derecha a esta cuestión. Son numerosos los incumplimientos de la Ley de Memoria Histórica e incluso la burla a los familiares de las víctimas, como hizo el desvergonzado Rafael Hernando. Lo más reciente es la negativa del alcalde del PP de Casasimarro (Cuenca) a colocar una placa en un parque con el nombre de una de las víctimas de Atocha, Ángel Rodríguez Leal, natural del pueblo. Su argumento no puede ser más peregrino: “No herir sensibilidades”. Es lo que he dado en llamar el negacionismo del Partido Popular.

Estas resistencias reflejan la textura moral de la derecha. Lo que dijo Juan Gelman al recibir el premio Cervantes sintetiza lo que significa su actitud: “Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia. Sólo así es posible el olvido ciudadano (…) Y sospecho que no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, en realidad quieren la destitución de su pasado en particular”. Gelman sabía bien de lo que hablaba, pues su hija, su hijo y su nuera fueron secuestrados y asesinados, los dos últimos por la dictadura argentina, y tuvo la suerte de recuperar una nieta robada. De ahí su empeño, como el de muchos, en defender que la memoria es una forma inevitable de justicia.

La incómoda memoria de Atocha