Ángel Viñas, historiador: “La derecha española no ha aprendido nada ni ha olvidado nada”
“La eliminación de la antiEspaña se hizo de muchas maneras, pero en la Guerra Civil, e inmediatamente después, se hizo a través del asesinato, de la muerte”, afirma el historiador, que publica un nuevo libro
Ángel Viñas (Madrid, 1941) es un historiador que llegó al estudio de la Historia a través de su trabajo cotidiano como alto funcionario en diferentes departamentos de la Administración del Estado. El interés por los papeles, la documentación primaria y la curiosidad por querer saber es lo que le hizo adentrarse en explicar los procesos de toma de decisiones en asuntos clave de la dictadura franquista, la Guerra Civil y la Segunda República.
Y, claro, gracias a ese trabajo dedicado, Viñas ha arrojado luz sobre mitos construidos por los vencedores de la Guerra en cuanto al oro de Moscú o el tamaño de la figura política del dictador, por ejemplo. Por eso no duda en ser categórico: “La de Franco fue una dictadura pura y dura”, sostiene.
En La forja de un historiador (Crítica), Viñas explica sus raíces, su infancia en el Barrio de las Letras de Madrid y Antón Martín, pero también su periplo formativo en España y fuera de España en pleno franquismo y Guerra Fría, hasta comenzar a hacer investigaciones históricas a principios de los 70, para lo cual fue clave la figura del economista y ex vicepresidente del Gobierno Enrique Fuentes Quintana. “Sin Fuentes Quintana yo no sería historiador”, confiesa Viñas, y explica: “Yo suelo trabajar por lo menos en dos libros a la vez. Si escribo solo sobre un tema me canso, me aburre. A veces con tres temas, y cuando me canso de uno vuelvo al otro. Pero es el mismo periodo histórico”.
¿Cómo explica el proceso de hacerse uno historiador?
La curiosidad se me fue despertando, y el método lo descubrí de manera intuitiva: los funcionarios hacemos papeles, leemos papeles, archivamos papeles. Miles de papeles. Y para ciertos temas son fundamentales; depende de la parcela del pasado que quieras iluminar. Para mí lo que cuentan son los procesos de decisión, que se registran en documentos, tanto en las administraciones públicas como en las administraciones paralelas.
Alguien tiene que dar una orden, la orden puede ser verbal o puede no haber documentación, pero en los procesos que conducen a la decisión suele haber algún tipo de constancia. Incluso para los asesinatos masivos de gente del común alguien tiene que dar una orden. En el caso de Stalin, por ejemplo, se conservan las órdenes. La historia que yo escribo es la historia escrita con papeles. Y cuando hay una laguna de papel, como es el caso de la decisión de Hitler de ayudar a Franco, hay un entorno que se ilumina con papeles. Todo el pasado no se encuentra incrustado en papel, pero para lo que yo escribo, los papeles son fundamentales.
En esto que estamos hablando muchas veces se contrapone el relato de las cosas con cómo fueron realmente y lo que se puede intentar reconstruir a través de las fuentes.
Es que es imposible. La descripción pura y simple no existe, los hechos no existen por sí mismos, porque el pasado ha desaparecido. Tú no tocas el pasado, el pasado ha pasado. Entonces, tienes que hacer siempre una interpretación, porque los papeles no son concluyentes o no son definitivos o tienen lagunas. Yo trato de hacer mi interpretación lo más cerca posible de los documentos, los elementos interpretativos se reducen al mínimo, pero no desaparecen. Es imposible. Ningún historiador lo hace. ¿Y cómo haces esa interpretación? No forzando los documentos a decir lo que no dicen.
En este sentido, el trabajo del historiador viene a poner en su sitio construcciones que han hecho los gobernantes, mentiras o manipulaciones.
Y luego está la la tendencia natural del ser humano de ir adaptándose a las circunstancias y negar hechos o disminuirlos. Por ejemplo, hay una gran batalla entre los historiadores españoles y no solo españoles de hasta qué punto fue criminal el régimen de Franco. Pues fue un régimen criminal. Claro que tenía reglas, y las reglas hay que interpretarlas en su contexto, compararlas con los hechos.
Yo escribí con unos amigos un libro hace un par de años que se llamó Castigar a los rojos, en donde se ponía claramente de manifiesto el interés de los vencedores en la Guerra Civil por eliminar a la antiEspaña. La eliminación de la antiEspaña se hizo de muchas maneras, pero en la guerra, e inmediatamente después de la guerra, se hizo a través del asesinato, de la muerte, de las privaciones, de las ejecuciones… Se trataba de limpiar al país.
Del mismo modo que durante todos esos años se definía lo que era España y la antiEspaña, ahora se reinterpreta lo que ‘verdaderamente’ ha sido y es España.
Eso es muy interesante, porque implica reconstruir y edulcorar todo un pasado que es tétrico, como si eso no hubiera pasado. Yo leo lo que se escribe en los periódicos españoles, soy suscriptor del ABC y de otros muchos periódicos, y me sorprenden los grandes debates que tienen lugar sobre los visigodos, la conquista de los árabes, la reconquista, la expansión imperialista. Se hace una reinterpretación, se dice que no fuimos un imperio colonial, por ejemplo, y fuimos uno de los primeros imperios coloniales de la Edad Moderna.
Yo empecé con el comienzo de la Guerra Civil, luego di el salto a la dictadura y ahora estoy metido en la República. Porque la historia de la República ha sido muy deformada, sobre todo el golpe de Estado, que no fue una ilusión de unos cuantos generales y militares después de las elecciones, sino que fue la culminación de un proceso que nace con la República, y que tiene antecedentes en la dictadura de Primo de Rivera, por supuesto: muchos de los conspiradores contra la República eran monárquicos alfonsinos, otros eran carlistas.
Ahora estoy con un amigo escribiendo un nuevo libro que saldrá, yo espero, el año que viene.
¿Y el tema cuál es?
Es un libro con Guillermo Martínez Molinos, un ingeniero industrial y economista especialista en la economía del petróleo. Estamos haciendo un estudio sobre las bases técnicas de la Guerra Civil, a través de –básicamente pero no solo– los suministros de petróleo a Franco. Será una cosa absolutamente rompedora, novedosa. Nadie ha escrito lo que nosotros vamos a publicar.
Lo que va a venir a demostrar que no había ningún bloqueo a Franco, además de que tampoco hubo ayuda a la República.
Nunca hubo bloqueo a Franco. Pero eso hay que demostrarlo. Yo lo que quiero es demostrar cosas que se han dicho pero que no se han demostrado documentalmente. Todo el mundo sabe que hubo una conspiración contra la República; también en aquella época se sabía. Pero, ¿quién la ha demostrado? Una conspiración militar, política y civil, carlista y monárquica. Bueno, pues desde el principio hasta el final el que lo ha demostrado he sido yo. Había contratos firmados por los sublevados desde el 1 de julio de 1936: se sublevan con las espaldas cubiertas, con la ayuda fascista. De eso es de lo que me siento más orgulloso.
Ahora, hay que ponerlos en comparación con la documentación francesa, italiana, inglesa. Eso ya es más complicado, pero yo lo he hecho y nadie me ha demostrado que me he equivocado. Porque todo todo encaja. Pero, bueno, nunca hay historia definitiva.
A medida que se descubren cosas, se pueden modificar las tesis.
Claro que se pueden modificar. Es que hay mucho papel, pero mucho papel que ha desaparecido o se ha quemado, ha sido destruido, a veces intencionadamente y a veces por los avatares de los archivos y de los regímenes dictatoriales. Por consiguiente, siempre quedan resquicios y luego pasa a la interpretación. Ahora, cuando la interpretación está basada en una acumulación de documentos que apuntan en la misma dirección, revertir eso es difícil. No imposible, pero difícil.
Y luego está la documentación que ha manejado con la que explica cómo Franco estaba entregado al fascismo y el nazismo, y que luego con el tiempo el propio franquismo quiso hacer como que eso no había pasado.
Claro, ahí está el caso de Ramón Serrano Súñer, uno de los embusteros más importantes de la historia del franquismo. Es que, ¿quién reconoce haber sido un criminal de guerra?
Y haberse aliado con criminales de guerra, que luego encima fueron derrotados.
¿Quién lo reconocería? Hasta los nazis en los juicios de Núremberg trataban de eximirse de responsabilidad.
Uno siempre es indulgente con su pasado.
Eso es lógico, es humano. Y hay historiadores que lo disculpan; yo no lo disculpo. Dicen que hay que entender los momentos determinados, que creían que con eso hacían Alemania más grande… Las interpretaciones del pasado divergen y lo harán siempre, pero hay algunas que son falaces y otras que se ajustan más a los hechos. Yo trato, en la medida de lo posible, de ajustarme a los hechos documentados.
Hay un momento en el libro en el que dice que no hay que fiarse de los relatos de los gobernantes, de los medios, de los propagandistas.
Por supuesto de los periódicos, lo estamos viendo en estos días con las discusiones en torno al 11M. ¿A dónde hemos llegado? Pues imagínate la diferencia que podía existir entre la realidad y la prensa publicada en la Alemania nazi, en la Italia fascista, en la Unión Soviética o en la España franquista, o en el Portugal de Salazar…
En España la censura hasta la ley de Fraga del 63 era una censura de guerra. Y después se aminoró un poquito, pero tampoco demasiado. Con mi primer libro hubo que retirar bastantes cosas del original para que pasara la censura sin problemas. Y salió en el año 74. Lo que quitaron no fue mucho, pero en el caso de Manuel Tuñón de Lara y su Historia de España, en las primeras versiones antes de que se eliminara la censura se retiraron varias cosas que no gustaban a don Ricardo de la Cierva.
El año que viene se van a cumplir 50 años del 20N. ¿Qué cree que queda del franquismo?
Lo que queda es una visión de la dictadura franquista que no se corresponde con los hechos. La dictadura de Franco fue una dictadura pura y dura, que atravesó fases de mayor intensidad a menor intensidad, simplemente porque Franco y su entorno fueron lo suficientemente dúctiles como para adaptarse a las circunstancias.
Hay un paralelismo entre la postura antigubernamental del ‘Abc’ en la primavera de 1936 y la postura del ‘Abc’, ‘El Debate’ y de algunas tras cabeceras hoy contra el Gobierno
Siempre teniendo algunos puntos esenciales en los que no hubo flexibilidad alguna: la demonización de la República fue uno de ellos. La presentación de la Guerra Civil como guerra de liberación… ¿liberación de qué? Del comunismo. En el año 1936 no había ninguna amenaza comunista, pero lo decía la prensa de derechas, lo decía la agitación social en los cuarteles, los panfletos en los cuarteles, el gran error de la República.
Nadie había estudiado la conspiración en los cuarteles y la manipulación de la opinión de los militares. Pero los papeles están en el Archivo Militar General de Ávila, que se ha abierto hace relativamente pocos años. Esos papeles estaban en la dictadura, en el Servicio Histórico Militar. ¿Y quién entraba en el servicio histórico militar? Los militares. Yo entré ya al final del franquismo gracias a la ayuda que me prestó Fuentes Quintana.
Decía que en el 36 no había una amenaza comunista. Y para algunos ahora sí hay ya en España un gobierno socialcomunista aliado de terroristas y que rompe España.
Esa es la cosa más grotesca… Pero la gente lo cree. Hay un paralelismo entre la postura antigubernamental del ABC en la primavera de 1936 y la postura del ABC, El Debate y de algunas otras cabeceras hoy contra el Gobierno. Hay un paralelismo. Hombre, los argumentos no son exactamente los mismos, pero el tenor de la argumentación es el mismo.
De medios conservadores y de partidos conservadores.
Se trata de deslegitimar al gobierno que, bien o mal, ha salido de las urnas tras las correspondientes negociaciones, como era lo lógico en la Segunda República, porque había una multiplicidad de partidos, claro. No pasa nada.
Si tú comparas la evolución de la conspiración subterránea con las noticias que van apareciendo en la prensa de derechas de la primavera de 1936, verás un gran paralelismo porque se apoyaban mutuamente: la trama civil es la que preparó el golpe y la que lo financió. En fin, no es que se manejaran millones y millones de pesetas, pero costaba dinero; los aviones italianos costaron dinero; hubo que pagar a las potencias del Eje; hubo donaciones, que en parte explicó Sánchez Asiaín, sobre la financiación de la Guerra Civil.
Él puso de relieve una financiación cuyos detalles realmente se desconocían, sobre todo de los carlistas. Pero los monárquicos también apoquinaron lo suyo. Yo descubrí que se financiaba La Nación, Acción Española y lo otro… Lo otro era la fórmula que se utilizaba para la conspiración militar, los que conocían de ella, porque no todos los monárquicos conocían la conspiración militar o estaban al tanto.
Los líderes de Acción Española sí lo conocían. Lo dice el propio Pedro Sainz Rodríguez en sus memorias, que son como las memorias del primo hermano de Franco, absolutamente fundamentales.
Y van de la mano, la trama civil con la militar y la periodística.
En paralelo. Había un comité cívico militar que lo gestionaba.
¿La virulencia de los medios conservadores y partidos ahora recuerdan aquella virulencia de entonces?
La derecha española no ha aprendido nada ni ha olvidado nada. Es mi opinión personal, estoy dispuesto a que me la rebatan, pero con papeles.
Hablando de papeles, ha escrito mucho sobre el mito de la supuesta sagacidad del ‘Caudillo’.
Esa es una construcción a la mayor gloria de Franco. Yo no digo que Franco fuera un imbécil, jamás lo he dicho. Él estaba rodeado de gente inteligente, algunos de sus ministros eran gente muy inteligente, otros eran bastante bestias. Pero en los puestos de responsabilidad, militares, políticos, justicia y represión tenía gente competente.
Pero, por ejemplo, el famoso viaje de Eisenhower a Madrid en el año 1959 fue una cosa que de casualidad logró Fernando María Castiella. Eisenhower no estaba pensando en venir a España. Yo expliqué cómo Castiella se las apañó para conseguir que los estadounidenses accedieran a pasar por Madrid al final del viaje por Europa. Eso oscureció naturalmente todo lo demás, como la cesión de soberanía, que siempre se ocultó.
Se supo mucho después.
Yo cuento en mi libro la sorpresa que me produjo en un simposio que tuvo lugar en Florida en el año 79. Coincidí con Manuel Gutiérrez Mellado, que fue vicepresidente del Gobierno. Y me vino a decir: ‘Mira, sabes, Ángel, el régimen de Franco era un Estado cipayo [al servicio de EEUU]’. No se me ha olvidado.
¿Qué pasa para que genere tanta polémica el Valle de los Caídos, la ley de memoria, que haya miles de personas en las cunetas?
Que una parte de la sociedad española es tan imbécil como lo es una parte de la sociedad norteamericana, con el MAGA [Make America Great Again] de Trump, o los debates sobre el aborto. ¿Por qué en Alemania hubo siempre gente que intentó reivindicar lo mejor, entre comillas, del nacionalsocialismo?
O de Mussolini.
De Mussolini… ¿Por qué la guerra de Etiopía no despierta debates encendidos en Italia? No somos tan diferentes, pero tenemos una historia diferente.
Aquí es verdad que la disputa militar, no ya de las ideas, al final la ganó el franquismo. Mientras que las constituciones europeas vienen de la victoria del antifascismo.
Yo tengo sobre la evolución de las sociedades occidentales y su historia una pequeña biblioteca, pero no es mi tema. Pero de España sí me atrevo a pensar algo. Y discrepo de muchos autores a los que respeto: la historia de España es algo diferente de la de otros países. España tiene una cierta singularidad, que se muestra con mayor intensidad en los años 40 y 50, porque una vez que abres las puertas a la economía y la emigración empieza a latir con fuerza, poco a poco hay un proceso de acercamiento a la Europa occidental. Pero en los años 40 y 50 no se dio.
El discurso que Franco dio ante la Comisión Delegada de Asuntos Económicos del Gobierno en el que hacía un canto a la autarquía, lo perdí y ha desaparecido. Con toda honestidad, yo creo que en la época de Aznar ese papel lo destruyeron o se lo llevaron
Por eso yo he dado siempre mucha importancia a por qué se rompe la política autárquica en lo económico, político y social de los años 40 y 50, y cómo se rompe. Llegué a unas conclusiones que están apoyadas en una masa de documentación que hasta entonces nadie había conocido, en la política comercial exterior de España, un libro que escribí con cuatro amigos. No olvides que fui el primer investigador en los archivos de Exteriores, y del Banco de España y del Ministerio de Hacienda, y de la Presidencia del Gobierno. Luego ha habido más. Pero yo fui el primero. Y lo único que lamento es que el discurso que Franco dio ante la Comisión Delegada de Asuntos Económicos del Gobierno que había creado en febrero o en marzo del 57 y en el que hacía un canto a la autarquía, lo perdí y ha desaparecido. Con toda honestidad, yo creo que en la época de Aznar ese papel lo destruyeron o se lo llevaron. Pero yo lo tuve y lo he perdido.
Hay un momento en el que dice que un acicate para su tarea como historiador está también en los problemas para reconocer una ley de memoria histórica y en las lagunas de conocimiento histórico de los estudiantes.
Esa es la tarea pendiente. La Ley de Memoria Histórica de Zapatero no me gustó porque me pareció demasiado corta. No la he criticado públicamente, porque era mejor eso que nada. Luego vino la etapa de Rajoy y se ha acabado. Soy un ferviente defensor de la Ley de Memoria Democrática. Sin ser un especialista en el tema, a los chicos españoles no se les enseña la auténtica historia de España. De aquí a 50 años vete tú a saber lo que pasará. El futuro es impredecible, pero a mí me parece que es una vergüenza de la sociedad española que tengamos una derecha recalcitrante.
Me parece que es una vergüenza de la sociedad española que tengamos una derecha recalcitrante
También lo pongo en comparación con lo que está pasando en Francia: uno de los países más politizados de Europa vuelve a los abismos de los años 30, con Le Pen pensando en llegar a la presidencia en las próximas elecciones y una masa de borregos detrás de ella.
En eso la responsabilidad también la tienen los medios.
Pero eso no es nuevo. Ahora, la intensidad con que se propagan en la actualidad las noticias, los bulos, los camelos, las falsas interpretaciones, una falsa historia… Las condiciones tecnológicas de la propagación y difusión de las noticias, también falsas, son infinitamente superiores a las de cualquier época precedente. Claro, no es de extrañar lo que nos pasa. Lo que a mí me extraña en el caso español es la persistencia de estos mitos después de 40 años de dictadura y de una Guerra Civil atroz. La Guerra Civil tiene sus culpables.