Antonina Rodrigo: «Creo que Lorca no está ahí»

La escritora granadina afincada en Barcelona ingresa en la Academia de Buenas Letras con un discurso sobre Mariana Pineda, Lorca, Xirgu y Dalí

Ideal | Inés Gallastegui | Granada | 9-12-2014

Antonina Rodrigo (Granada, 1935) ingresó hace unos días en la Academia de Buenas Letras con un discurso titulado ‘La persistencia de la memoria’, en el que habló de sus «amores granadinos», Mariana Pineday Federico García Lorca, y rindió homenaje a Cataluña a través de Margarita Xirgu y Salvador Dalí. Residente en Barcelona desde 1970, la investigadora ha escrito novela y teatro, pero destacan sobre todo sus estudios biográficos, en los que la recuperación de la memoria histórica y el feminismo son ejes principales.

–¿Por qué ‘La persistencia de la memoria’?

–Mariana de Pineda y Lorca son mis dos amores y en ellos está Granada. Cuando Mariana muere en garrote vil, la entierran anónimamente, sin cruz y sin nombre, por haber sido traidora a la patria, según el régimen absolutista. Pero esa misma noche dos hombres saltan las tapias del cementerio de Almengor, jugándose la vida, y le ponen una cruz. Con ellos empieza la persistencia de la memoria de Mariana. Cuando dos años más tarde muere Fernando VII, el pueblo, que ha estado cantando sus romances en secreto, la recuerda cada 26 de mayo, en el aniversario de su ejecución, con conciertos, teatro… La gente ya habla de la Fiesta de la Mariana, que era el anticipo del Corpus. Aparecen biografías, libros… Su recuerdo no se borra porque está en el pueblo, en la tradición y en la historia. Los extranjeros románticos que viajaban a la Granada de la época escriben cartas, artículos y libros sobre el asesinato, exportan el personaje. Ella tiene una publicidad de lujo.

–¿Por qué se convirtió en una heroína tan popular?

–Podía haber salvado su vida si hubiera delatado a sus compañeros liberales, que eran media Granada. Es muy posible que esas dos personas que saltaron las tapias del cementerio fueran personas que le tenían mucha gratitud por aquel silencio. El silencio fue su gesta legendaria.

–En el texto también aborda la polémica sobre la masonería…

–A las mujeres en aquel momento les estaba prohibido todo, y pertenecer a las logias era imposible. Sin embargo, hace unos veinte años conocí en Barcelona a una señora mayor que me contó que su padre había pertenecido a la Logia Mariana Pineda y me enseñó la medalla, inserta en el triángulo, icono de la masonería. Mariana no tenía más remedio que estar inscrita, aunque fuera en la clandestinidad: era masona.

–¿Como la descubrió Lorca?

–Como tantos niños, por los romances, las canciones de corro… Él explica que en el pueblo conoció a Mariana jugando al corro y, cuando a los 9 años se viene a Granada a estudiar, se da cuenta de que los niños de la capital cantaban los mismos romances, pero con las voces menos trágicas. Mariana es consustancial a su vida y a su obra. Es una mujer que muere por la libertad, como luego va a morir él. De un siglo a otro pervive esa memoria de un pueblo que no ha evolucionado, que ejecuta a Mariana y que luego ejecuta a Lorca.

–Habla del papel de Margarita Xirgu en el estreno de la obra que Federico dedicó a la heroína en 1927…

–Tengo un momento de gratitud a Cataluña, donde a Lorca lo nombraron Poeta del Pueblo los Ateneos Obreros, que eran una institución maravillosa donde se podía aprender a leer y a escribir, estudiar música, hacer gimnasia, ballet, teatro… Margarita se formó allí. Ella aceptó estrenar la obra ‘Mariana Pineda’, a pesar de que otras actrices la habían rechazado. Y tiene un escenógrafo de lujo, Salvador Dalí, que era muy joven pero ya era un genio y, aunque no conocía Andalucía, a través de Lorca hace unos escenarios y unos figurines maravillosos. Ellos dos son los ‘culpables’ de que la obra de Lorca llegue a los escenarios del mundo como una bandera de libertad de ese personaje nuestro.

–En Granada se le rendía homenaje cada año en el aniversario de su muerte.

–Sí, se hacía el recorrido desde la cárcel hasta el Triunfo, que era donde se hacían los ajusticiamientos públicos. Pero en 1956 las autoridades franquistas deciden enterrarla en un lugar sagrado, nada menos que en la nave principal de la catedral, rodeada de severas personalidades eclesiásticas. Ella encontró su sepultura, pero Lorca sigue buscándola, como él dejó escrito en la ‘Casida de las palomas oscuras’.

–¿Qué le parece la última búsqueda de los restos del poeta, que ha vuelto a fracasar?

–Yo pienso que Federico no está ahí, que el padre lo sacó. Me lo contó con muchos datos un farmacéutico muy mayor a quien se lo había contado un taxista muy conocido en Granada: un Buick había llegado a Víznar para llevárselo. Y puede ser: Federico le hizo muchísimo daño a Franco. Pasó como con Falla, un personaje maravilloso del que yo siempre hablo en mis conferencias. Falla, que era un hombrecillo de 1,45 de alto y apenas 30 kilos, era un genio musical, pero poca gente conoce su compromiso con la sociedad: era un hombre muy religioso, pero fue el único que fue a preguntar qué pasaba con Federico. Él trató de ayudar a toda la gente, a los de arriba y a los de abajo, a los listos y a los tontos, al pueblo. Al rector de entonces, Salvador Vila, que era salmantino y el alumno preferido de Unamuno, lo fusilaron. Falla fue a la cárcel a ver a su viuda, Gerda, una judía alemana, y le dijo que o se bautizaba o la iban a fusilar también. Le pusieron María Angustias y se salvó.

–Hace unos meses, solicitaba que en España se nombrara alguna calle en recuerdo de Pauline Quintana y Juliette Figuères, las dos mujeres que atendieron a Antonio Machado y su familia durante sus últimos días en Collioure. ¿Qué ha ocurrido con esa propuesta?

–Hay una asociación de ciudades machadianas en la que están Sevilla, Soria, Segovia, Baeza y Collioure.  Inexplicablemente, Madrid y Barcelona no quieren pertenecer a ella. Hablé con una persona de la Junta de Andalucía, porque Machado era sevillano, pero me estuvo entreteniendo. Yo me publiqué aquel folleto y estaba dispuesta a pagar la placa. Esas mujeres fueron maravillosas: los Machado tuvieron un techo, una cama, ropa… Cuando él muere, las dos mujeres se pasan la noche cosiendo una bandera republicana para cubrirlo. Es emocionante. Collioure es un pueblo precioso y no suelta a Machado. Siempre está lleno de autobuses y cada año se hace un homenaje. En el cementerio hay una urna llena de cartas al poeta que ahora se van a publicar. Mire los franceses; en todas las ciudades hay una estatua de Santa Juana. Y nosotros que tenemos estas figuras…

–¿Qué sintió cuando le invitaron a ingresar en la Academia?

–Para mí fue una sorpresa y un honor. Me pasó lo mismo con la Creu de San Jordi, que yo dediqué a los andaluces que vivimos en Cataluña, que le debe mucho a los andaluces, a los extremeños, a los murcianos…

–Como andaluza residente en Cataluña, ¿cómo ve la situación allí?

–Muy mal. Yo fui una de las firmantes por el ‘no’ a la independencia y leí el manifiesto delante de 17 cámaras de televisión. Se me criticó por eso, pero hay que ser coherente. Yo soy anarquista y los anarquistas no queremos fronteras para ningún pueblo del mundo.