Aquella noche de diciembre en Candeleda.

 

publico.es

17 de septiembre de 2016

Sol López-Barrajón

 

Era la noche del 29 de diciembre de 1936. Esa noche cinco mujeres fueron arrancadas de sus hogares por una cuadrilla de asesinos falangistas, mandados por otro salvaje criminal llamado Ángel Vadillo y apodado ”el 501” porque asesinó a 501 personas en los pueblos de la zona. Llovía y el aire helado de la sierra les calaba los huesos. En el camión donde las habían subido ellas no tenían frio. Sabían que iba camino de la muerte.
La mayor era Virtudes de la Puente Pérez: 53 años. Su delito, según los vecinos, ser protestante. A Pilar Espinosa Carrasco, de 43, la mataron por leer El Socialista y enseñar a leer a sus vecinos. Completaban el grupo la hija de Pilar, Obdulia de 14 años, y la hija de Valeriana, Heliodora de 2. Nadie sabe bien porqué, al poco de arrancado el camión los falangistas mandaron a las niñas de vuelta a casa, quienes salvaron de esa forma la vida. Su hija, Obdulia Camacho, de 14, llevaba a su sobrina de dos años en los brazos. En medio de la locura, los asesinos sintieron compasión, y echaron del camión a las dos niñas, que salvaron así la vida.

La última asesinada, Valeriana Granada, de 26 años, estaba embarazada de varios meses. Es la que mayor sorpresa se llevó aquella noche: su marido luchaba en el frente nacional obligado por el ejército rebelde y no tenía nada que temer. Pero, según cuentan los viejos del pueblo, una dirigente falangista estaba enamorada del marido de Valeriana, la denunció y acabó a la vez con dos vidas que la torturaban: la de la madre y la del hijo que llevaba dentro.

Contaba el hombre al que mandaron enterrarlas y que estaba presente en la matanza que, al morir Valeriana, el feto se movió en su vientre. Uno de los salvajes la abrió en canal le saco el feto y a pisotones lo mató. El enterrador desde entonces, comentaban en el pueblo, que ni hablaba ni comía hasta que murió.

En la curva del Esparragal Obdulia y Heliodora, empapadas de miedo y frio fueron los testigos mudos de la barbarie .Allí escucharon los gritos de terror de sus madres, las suplicas para que no las mataran, las risas de los salvajes al violarlas. Escucharon  los tiros y todo, para ellas, quedo en silencio. Silencio que han guardado durante décadas. Pero cuando abrieron la boca, contaron y no pararon hasta que la fosa de la curva del Esparragal se quedó vacía. En el año 2002, rescataron sus cuerpos, era la primera fosa que se abría en Candeleda. Periódicos internacionales y televisiones, captaron las imágenes y contaron al mundo la barbarie y la sin razón de este país que tiene, aún hoy, a sus muertos por las cunetas.

Arenas de San Pedro tuvo el honor de ver como su alcalde, el herrero Serafín Felipe Gómez, fue ejecutado, arrastrado y quemado. Asesinaron a los 11 miembros de la corporación municipal de los trece que estaban en el ayuntamiento. Uno de ellos, con un tiro en la pierna, se escapó y otro de ellos, un carpintero llamado Apolonio Ferraz que era teniente de alcalde y que se pasó toda la vida aterrado y doblado por las palizas. Cuando la gentuza quería divertirse iban a buscarlo lo llevaban al cuartelillo y lo baldaban a palos. Los demás están en una fosa en el camino de Ramacastañas. “Todos ellos, llevan reunidos en un pleno eterno desde 1936, a seis metros bajo tierra “.como dice Mariano López, el fundador del Foro de la Memoria del Valle del Tiétar y la Vera.

Colgado de la ladera de la Sierra de Gredos se encuentra el pueblo de El Arenal, lugar de asesinatos y fosas. En el año 2008, se abrió una de ellas donde se encontraban, entre otros, los restos de una familia: padre, madre y un hijo, todos pertenecientes al partido comunista. Esta familia eran los abuelos y tío de Julián Muñoz, llamado “Cachuli” y alcalde de Marbella y por aquel entonces novio de Isabel Pantoja. No fue a la exhumación alegando que “para Isabelita iba a ser muy desagradable presenciar esas cosas y además se iba a armar un gran revuelo con su presencia”. Si acudieron al enterramiento, que se hizo, según ordeno el alcalde marbellí, de noche y sin nadie presente. Metieron la cajita con los restos en un nicho y mando que colocaran una placa con sus nombres. Ni lápida, ni año de muerte ni nada. La vergüenza por tener parientes “rojos” y asesinados por gente como él, pudo más que la dignidad de sus abuelos que murieron por defender un gobierno legal.

Sierra arriba junto al Parador de Gredos, cuenta las leyendas que en el lugar llamado Peña Histórica tuvo lugar la unificación, en Febrero de 1934, de Falange Española con las juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas, creadas por Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos, pasando a llamarse F.E. de las J.O.N.S bajo la dirección de José Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda y Ramiro Ledesma Ramos. Y aquí también hubo muchos muertos.

El Valle del Tiétar es un cementerio escondido hay muchas fosas por descubrir y muchas historias bárbaras que contar. La dignidad, el reconocimiento y el fin de la impunidad son importantes. No se puede dar la espalda a quienes defendieron los valores en los que presuntamente se asientan nuestras sociedades actuales. Pero en este país todavía no se han enterado.