‘Ardaleños de cenizas’: historias de Mauthausen 77 años después de su liberación

Pedro Sánchez y su hijo fueron dos de los malagueños que pasaron por el campo de concentración. Diego Javier Sánchez ultima la fecha de publicación de un libro sobre vecinos de Málaga que vivieron el infierno nazi

JAVIER ALMELLONES Málaga

Nació en 1899 en Ardales, pero siendo un niño se trasladó con su familia al malagueño barrio de la Trinidad. Sus primeros años de vida pueden ser muy similares a los de otros vecinos de la época, pero la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial le depararon a Pedro Esteban Sánchez Muñoz y a su hijo mayor uno de los destinos más crueles que se pueden imaginar.

Lo relata el investigador e historiador Diego Javier Sánchez, que lleva años recopilando y sacando información de éstos y otros malagueños que fueron enviados al campo de concentración de Mauthausen por ser republicanos. De hecho, está preparando la publicación de ‘Ardaleños de cenizas’, un libro que relata las biografías de vecinos de este pueblo que fueron deportados a la Alemania nazi.

Entre ellos estuvieron Antonio Trigo Ortega, Juan Rodríguez Naranjo, Joaquín Cantalejo Sánchez y Pedro Sánchez Muñoz. Este último es protagonista de uno de sus capítulos, en el que se puede entender por los duros años que vivió desde que estalló la Guerra Civil. Tanto él como su primogénito, Pedro Sánchez Moreno, estuvieron vinculados a la lucha obrera en años en los que hubo numerosos conflictos sociales en la ciudad de Málaga. El padre lo hizo a través del sindicato ‘Juventud Panadera’ -era también su profesión-, mientras que el hijo militó en las Juventudes Socialistas Unificadas.

Según ha podido averiguar el historiador Diego Javier Sánchez, padre e hijo fueron dos de los cientos de miles de malagueños que se vieron obligados a abandonar la ciudad por la trágica carretera de Almería, en lo que hoy se conoce popularmente como ‘La Desbandá’. Allí sufrieron uno de los episodios más dramáticos de la historia reciente de España, con el hostigamiento cruel desde el mar y desde el aire a civiles indefensos.

No se sabe a ciencia cierta qué ocurrió con Pedro Sánchez Muñoz y su hijo tras sobrevivir a esta masacre. El historiador Diego Javier Sánchez especula con la posibilidad de que se alistaran al Ejército Popular de la Segunda República, aunque no hay datos sobre ese período.

«Lo siguiente que se sabe, por indicios e informaciones indirectas, es que posiblemente padre e hijo fueran a parar al campo de concentración de Saint Cyprien, en Francia, tras atravesar la frontera el día diez de febrero de 1939», explica Diego Javier Sánchez. Allí, parece ser que se incorporaron en diciembre de 1939, ya terminada la Guerra Civil ,a la 106 Compagnie de Travailleurs Étrangeres.

Arriba, Pedro Sánchez Moreno, en octubre de 1944. Abajo, la llamada ‘Escalera de la Muerte en Mauthausen y el subcampo de Gusen, dependiente de Mauthausen. / Francesc Boix y SUR

Allí, como otros muchos españoles, estuvieron hacinados y en unas condiciones lamentables. Las autoridades francesas no veían con buenos ojos a los refugiados, pero afortunadamente la población del país sí mostraba su solidaridad con estas víctimas de la Guerra Civil. Cuando el hijo tenía apenas 17 años, él y su padre fueron destinados a trabajar bajo la supervisión del ejército francés para reforzar la llamada Línea Maginot de cara a un posible ataque de los nazis para invadir el país.

La invasión alemana supuso que, como otros miles de españoles, los dos Pedros pasaran a depender de los nazis. En concreto, fue el 22 de junio de 1940, según ha podido constatar Diego Javier Sánchez con documentos del Archive Historique de la Défense.

Fueron trasladados hasta el campo de prisioneros Stalag VD de Estrasburgo, a casi cien kilómetros del lugar donde fueron capturados. Tardaron tres días en llegar, lo que hace pensar que fueran obligados a ir andando hasta allí. Durante seis meses estuvieron en pésimas condiciones, con escasa comida y hacinados.

El 11 de diciembre de aquel año, 1940, junto a más de ochocientos prisioneros fueron enviados desde Estrasburgo al campo de concentración de Mauthausen, que ha pasado a la historia por ser uno de los escenarios más cruentos y aterradores de la historia de la Humanidad. Allí, padre e hijo pasaron a ser los números 5262 y 5261, respectivamente. Juntos sufrieron un traslado, que según relatos de algunos supervivientes, fue extremadamente duro y humillante. No lo fue menos el recibimiento en Mauthausen, donde los nazis señalaban la chimenea como única vía de escape para salir de aquel infierno.

Posiblemente, según el historiador Diego Javier Sánchez, los prisioneros 5262 y 5261 fueron destinados a una cantera de granito, donde la explotación era bestial. En febrero de 1941, probablemente por problemas de salud, enviaron a Pedro Sánchez Muñoz a Gusen, un subcampo anexo dependiente de Mauthausen. Su hijo también lo acompañó. Pasaron a ser los números 10728 y 10734, respectivamente. Allí hacinados también en barracas y con duros trabajos pasaron los últimos meses de vida de Pedro Sánchez Muñoz, que murió el 27 de septiembre de 1941, quien con tan sólo 42 años no pudo resistir más a esas extremas condiciones.

Kommando Poschacher

El hijo, un año después, pasó a formar parte del kommando Poschacher, en el que trabajarían para la cantera del empresario alemán del mismo nombre. «Aunque sus condiciones no eran tan duras como las anteriores, seguía siendo esclavos del III Reich», matiza Diego Javier Sánchez. Pedro fue el único malagueño que formó parte de ese grupo, al que la historia le reservaría un lugar honorífico.

Según ha podido saber Diego Javier Sánchez, a Pedro le apodaron ‘el malaguita’ y era conocido por su humor y sus bromas. Gracias a él y a los integrantes de este comando, se han podido saber gráficamente las atrocidades que cometieron los nazis con los prisioneros para juzgar a decenas de altos cargos. En concreto, los miembros del kommando Poschacher recogieron los negativos fotográficos sustraídos por el fotógrafo Francisco Boix, en los que se reflejaba aquella dura realidad. Los escondieron en casa de una vecina de la localidad. Después serían fundamentales como pruebas de aquel infierno en los célebres Juicios de Núremberg.

Tras los fracasos de los alemanes ante los soviéticos y el desembarco de Normandía, el III Reich tenía marcada su particular cuenta atrás. Fueron liberándose los campos de concentración. El último fue el de Mauthausen, el cinco de mayo de 1945. Se ponía fin a un infierno por el que pasaron 200.000 prisioneros. De ellos, 7532 fueron españoles y 223 malagueños. De estos últimos, 151 fueron aniquilados de múltiples y brutales maneras, 3 constan como desaparecidos y sólo 69, como es el caso de Pedro Sánchez Moreno, sobrevivieron.

La vida después

Los prisioneros liberados fueron reconducidos a sus países, salvo los españoles, que no podían volver a su país en la dictadura de Franco. Ante la presión de la población francesa, el país vecino acogió a más de tres mil quinientos españoles supervivientes y les ofreció una nueva vida, aunque tuvieron que trabajar duro para conseguir un futuro digno. Entre ellos, estuvo Pedro Sánchez Moreno, quien tuvo la suerte de reencontrarse con su madre después de casi quince años. Eso sí, no volvió jamás a Málaga. «Su madre María Victoria Moreno le decía que no se fiara, que su vida seguía corriendo peligro», añade Diego Javier Sánchez. La madre viuda tuvo que sacar adelante ella sola a cinco niños más en España intentando pasar desapercibida por las autoridades franquistas.

Mientras tanto aquel joven nacido en el barrio de la Trinidad rehizo su vida en Francia y se casó con una antequerana, Trinidad Leiva. Trabajó en varias fábricas, entre ellas las de Dunlop, donde coincidió con otros exiliados españoles. No volvió a pisar su tierra. Murió el 19 de junio 1982 en la localidad francesa de Montluçon, donde vive hoy su hijo, también llamado Pedro Sánchez, que ha sido contactado por el investigador e historiador.

«A día de hoy los deportados españoles en Mauthausen han tenido más reconocimiento en el país vecino que en el nuestro propio», explica el autor del proyecto ‘Ardaleños de cenizas’. Sólo en los últimos tiempos ha habido cierto movimiento de recuperación de sus historias y de su memoria desde investigadores, periodistas, familias, asociaciones e instituciones de carácter memorialista.

En los jardines de la Diputación de Málaga, en 2007, se levantó un monumento en homenaje a los malagueños asesinados en Mauthausen. Muchos años después otras poblaciones como Teba o Ronda también levantarían sus memoriales en recuerdo de sus vecinos asesinados por los nazis.

Muchos de los supervivientes de los campos de concentración nazis murieron poco después por los problemas de salud derivados del maltrato recibido. Otros no superaron psicológicamente aquella experiencia y decidieron quitarse la vida.

El libro ‘Ardaleños de cenizas’, que podría publicarse a finales de este año, intenta arrojar más luz sobre este dramático episodio vivido por muchos malagueños y españoles en la Alemania nazi.

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