Asturias. La verdad póstuma

El ‘caso Bretón’ o la identificación de Lasa y Zabala y de Cervantes llevan el sello del forense vasco Francisco Etxeberria, que ha ayudado a recuperar los restos de 8.000 víctimas de la Guerra Civil y la represión franquista en medio millar de fosas

EL COMERCIO | AZAHARA VILLACORTA @AzaVillacorta | GIJÓN | 14-5-2017

Se siente «culpable». A Francisco Etxeberria Gabilondo (Beasain, Guipúzcoa, 1957), especialista en medicina legal y forense y profesor en una Universidad del País Vasco, aún le pesa la culpa de no haber sabido antes que, a cien metros del portal de su casa en San Sebastián, había dos fosas comunes con víctimas de la Guerra Civil y la represión franquista. «Era un ignorante total». Así que, desde que tomó «conciencia de la verdadera dimensión del problema», ha estado presente, directa o indirectamente, gracias al trabajo de los miembros de su equipo, en la exhumación de los restos de 8.000 personas en 500 fosas como las que le traerán a Asturias el próximo fin de semana invitado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Aquí buscará los restos de Manuel y Ángel Fernández, dos hermanos ‘paseados’ en Agones (Pravia) la Nochebuena de 1937, y tratará de identificar los restos de tres conserveras candasinas arrojadas al mar en 1938 desde el Cabo Peñas, enterradas bajo una cruz sin nombres en el cementerio parroquial de Bañugues. Traerá con él drones y a una decena de profesionales de la Sociedad de Ciencias Aranzadi que preside, porque desde que en 2000 abrió la primera fosa con metodología científica en Priaranza del Bierzo (León) «se ha aprendido mucho». Pero Etxeberria también se ha implicado en otras causas, como el esclarecimiento del ‘caso Bretón’ y los asesinatos de Lasa y Zabala, la elaboración de un estudio, encargado por el Gobierno vasco, que ha identificado más de 4.000 casos de tortura entre 1960 y 2013, o la búsqueda de los restos de Cervantes. Fuera de España, ha sido reclamado para participar en la exhumación y autopsia de Víctor Jara y Pablo Neruda, además de participar en el análisis de los restos de Salvador Allende que confirmó su suicidio tras el golpe de Pinochet en Chile, «un país con una conciencia social y política de la injusticia de la dictadura que en España no se da». El sábado, día 20, a las 20 horas, participará en una charla en el IESde Pravia:‘Exhumando dignidades’.

–Hubo un tiempo en el que las fosas fueron invisibles…

Sí. Yo empecé a intervenir porque me parecía imposible que los familiares no tuviesen una atención en el plano técnico. Las familias empezaron a abrir fosas ya en el franquismo con una azada, los fines de semana, sin ayuda. Y yo no tuve conciencia en los setenta de esto. Así que, cuando comprendí la dimensión del asunto, no podía mirar hacia otro lado. Por eso me he implicado. Porque tengo corazón, sentimientos e ideología. ¿Sería posible que estuviésemos asistiendo a este fenómeno con los familiares solos, con los alcaldes, las autoridades, los profesionales de la Universidad y los técnicos de brazos cruzados? Si esto ocurriese en pleno siglo XXI sería una injusticia añadida para todas esas familias con unos derechos que no han sido atendidos. Porque, además, el derecho a conocer la verdad no prescribe nunca.

–Sostiene que hay muchas diferencias entre comunidades. ¿Faltan medios o voluntad?

En España hay medios materiales y humanos suficientes como para atender este asunto si se quiere. Hasta tal punto de que creo que, si se creasen unos equipos estables, esto se resolvería en cuatro o seis años. Lo que pasa es que no se quiere. Por miedos, porque todo el mundo se tiene que ubicar políticamente, porque puede perjudicarles, porque no hay una pedagogía de los valores democráticos y los derechos humanos… Sí se hace en cierto modo, sí se ha dicho que en la Guerra Civil, en España, se sacaron las tripas unos a otros, pero hay algunos que insisten en que esto divide a los ciudadanos.

–¿Los divide?

–Yo diría que es todo lo contrario, porque, en todos los pueblos que he estado, la gente me dice que se cierran heridas, no se abren. Incluso hay gente de la derecha que, sinceramente, en el plano íntimo, te dice casi a escondidas: «Oye, Paco, esto es lo mínimo que se puede hacer. ¿Cómo podíamos tener un enterramiento clandestino en una cuneta en el pueblo?». ¿Gente asesinada en una cuneta? ¿Cómo es posible?

–¿Todavía hay muchos intereses económicos en juego?

–Ese es uno de los grandes temores. Porque hay matrimonios en los que mataron al marido y a la viuda le expropiaron las fincas después de tasar lo que costaba aquello porque previamente le habían puesto una multa que no podía pagar. Así que se lo embargaban todo. De eso hay muchos ejemplos tristísimos. Y eso también alcanzó a los partidos y los sindicatos como UGT.

–También ha exhumado dos fosas con víctimas de la República.

–Por supuesto. Si a mí me llaman de una fosa del otro lado del problema, ¿qué voy a decirles?, ¿que no? Eso es como si tú me dices que, trabajando en urgencias en un hospital, vas a atender a la gente dependiendo de a qué partido político voten. Eso no puede ser. Yo comprendo las diferencias de la Guerra Civil, comprendo quién provocó aquella involución que se produjo para desgracia de todos y que encima terminó en una dictadura, pero no puedo desatender la llamada del otro lado del problema. En el plano técnico, tengo que ser objetivo, imparcial.

–Y exhumó los restos de las enfermeras asesinadas en Valdediós.

–Aquellas enfermeras hicieron lo que tuvieron que hacer:atender a los heridos republicanos, porque eso era lo que les tocaba en medio de la desgracia de una guerra. Yahora la intención en Asturias es abrir otra fosa donde hay mujeres. Porque también asesinaron a mujeres y a ancianos.

–¿La Ley de Memoria Histórica marcó un antes y un después?

–Fue necesaria, pero insuficiente. Había que haber sido más enérgicos. Hay unos precedentes en Asturias como la sima de Lario, a donde arrojaron a varias personas asesinadas en Ponga, en el esfuerzo que hicieron esos familiares. Gentes anónimas, austeras, honradas y trabajadoras que se merecían otro tipo de trato por parte de las instituciones. Y ese trato no es que te den dinero, es que te den comprensión. Que te den tutela, algo que parece que vamos consiguiendo. Que ahora los ayuntamientos estén implicados me parece maravilloso. Eso es lo que yo quiero ver en un país que vive en democracia y sin miedos.

–Y, sin embargo, hay lugares en los que no se ha hecho nada.

–Nada. Nunca nada. Hay quien sigue con el mismo argumento falaz: «Esto todavía no conviene».

–En ciudades como Oviedo la eliminación de calles franquistas provoca tensiones.

–Yo no tengo nada contra esa gente, pero, si no ven la bondad de retirar esas calles que son un insulto a las víctimas, vamos a dialogar con ellos y a terminar convenciéndolos. Algún día se dejará constancia en los plenos de las ciudades en las que Franco es Hijo Predilecto de lo que esa persona representa y la dictadura que tuvimos que sufrir durante cuarenta años. Porque, además, la gente no se pone a cargar las escopetas para pedir venganza. Lo más grueso que yo he oído decir a los familiares cuando están delante de una fosa es: «Qué injusticia». Y luego se preguntan cómo habrían sido sus vidas si no hubiese pasado eso, algo muy humano. Pues con las calles pasa lo mismo: en los sitios donde se han cambiado, hay tranquilidad absoluta. Y, al año, la gente se olvida. Ahora bien, si quieres calentarle la cabeza al personal, se la calientas por tensiones políticas.

–¿Qué hacer con Franco?

–Me acojo a la decisión que tomó la comisión de expertos que se creó en el Gobierno de Zapatero. Ahí había gente de todo el espectro político, incluso con ideologías muy conservadoras. Y la conclusión que sacaron es que no se entiende por qué está enterrado allí. No le corresponde estar en un lugar preeminente de la iglesia. Habrá que hablar con la familia y tendrán que decidir a dónde lo quieren llevar. El otro punto es transformar la simbología del sitio y que las explicaciones sean más equilibradas para que, cuando vayan los escolares, puedan entenderlo. Yo no estoy diciendo que haya que volar el edificio, pero tiene que haber una explicación completa. Yeso es muy difícil con Franco allí.

–También está en el equipo que busca los restos de Lorca.

–Así es. Si apareciesen, tendría que intervenir. Aunque la opinión que me trasladan quienes han trabajado en el campo es que hay posibilidad de que esos restos hayan sido recuperados durante el franquismo.

–Como lo estuvo en el que identificó a Cervantes con polémica.

–Yme desanimó mucho que algunos expertos literatos nos criticasen diciendo que aquello no servía para nada. No entienden que en el siglo XXI, en muchos lugares del mundo, estas cosas se manejan con naturalidad. En Inglaterra, con Shakespeare, no se dudaría. Ni en Italia con Dante. Ni en Francia con Molière. Y la relevancia de la noticia fue mundial. Fue desalentador que, además, criticasen la presencia de Ana Botella, cuando lo extraño sería que la alcaldesa no tuviera interés. Eso son disputas entre partidos y alguien llegó a decir que habíamos malgastado dinero ahí en vez de emplearlo en las fosas. Oiga, perdone, nosotros nos hemos matado, con dinero y sin él, para hacer lo que hemos podido con las fosas.

–Y en el ‘caso Bretón’. ¿Cómo es posible que la forense de la Policía confundiese restos humanos con huesos de animales?

–Las investigaciones que hace la Policía no siempre obtienen la verdad absoluta a pesar de todo el esfuerzo, que fue enorme, y realizado además por una gente muy trabajadora y muy seria. Pero había un equívoco completo y se llegaron a apuntar hipótesis que eran un disparate total. La madre llevaba un año preguntándose si sus hijos estarían vivos o muertos y, cuando vi las fotos, lo tuve claro: «Ese diente es de un niño de seis años. No sigáis buscando en el disparate».

–También en el ‘caso Alcàsser’ hubo muchos errores.

–Hace 25 años las cosa no eran como ahora. La gestión de la escena, cuando aparece una de las niñas y nadie se da cuenta de que las otras dos están debajo… Luego les cae la noche encima, se levantan los cadáveres… Deberían haberse hecho las cosas de otra manera. Hoy hubieran ido varios equipos, se hubiese grabado en vídeo, la reconstrucción de los hechos hubiese sido más fácil… Digamos que todo se hizo de aquella manera y que se trabajó con el estándar que se utilizaba entonces. Así arrancaron en España los ‘reality shows’ o lo de poner la tele por la noche y ver lo que va a pasar en el juicio al día siguiente.

–Pablo Iglesias todavía sigue echándole en cara a Felipe González la cal de Lasa y Zabala.

–Lo de la cal es muy duro, pero lo más escalofriante es que, en democracia, en San Sebastián, había un centro clandestino de detención. Lo que ocurrió ahí dentro puedes imaginártelo, con el resultado final de asesinar a las personas y enterrarlas en cal viva. No hay un delito que más grave que ese. ¿Pero que lo hagan funcionarios con el dinero de todos los ciudadanos? Eso es intolerable. Ahora estoy en una investigación oficial impulsada por el Gobierno vasco dentro del Plan de Paz e investigar la tortura es uno de los fines. En palabras de organismos como Amnistía Internacional, la tortura se ha utilizado en el País Vasco de una manera más que esporádica y esa es una verdad muy incómoda porque los protagonistas están vivos, hay funcionarios implicados… Y no solo la han sufrido los etarras. Yo conozco a periodistas, cineastas, cirujanos, empleados de banca, sacerdotes… Algo repugnante que viene de la dictadura.

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