Asturias. «Pronto partiré y no quiero dejar a mis padres en una cuneta».

A punto de cumplir 90 años, Hilda Farfante ruega al Gobierno que localice los restos de sus padres, asesinados en el 36 en Cangas del Narcea

AZAHARA VILLACORTA Martes, 30 junio 2020, 03:06

A Hilda Farfante Gayo se le agota el tiempo y, por eso, acaba de lanzar un ruego desesperado y «urgente» al Gobierno central: «Siempre dije que, mientras me quedase voz, gritaría por ellos, pero se me está apagando… He pasado mi vida buscándolos. Se trata de mis padres. Pronto partiré y no quiero dejarlos en una cuneta». Porque los restos de Ceferino Farfante y Balbina Gayo, maestros de la República asesinados en los albores de la Guerra Civil, «que pagaron con su vida su vocación sagrada de enseñar la cultura, la libertad y la tolerancia», sus padres, fueron arrojados a dos fosas comunes y allí continúan 84 años después.

Hilda, que hoy está a punto de cumplir noventa y que también fue maestra, ha sido una de las primeras en escribir a la dirección de correo que acaba de ser creada por el Ejecutivo de Pedro Sánchez para recibir ideas para la nueva ley de memoria histórica. Una misiva en la que esta mujer combativa y valiente, activista contra el olvido durante toda su vida, lanza al Ejecutivo varias propuestas –como la creación de un banco estatal de ADN que centralice las muestras de los familiares de los desaparecidos– e incluye las coordenadas de los lugares donde se cree que fueron arrojados Ceferino y Balbina, asesinados con muy pocas horas de diferencia.

La primera en caer fue Balbina, que aquel 8 de septiembre de 1936 era directora de la escuela de Cangas –a donde la fue a buscar un grupo de falangistas– y en cuya partida de defunción alguien escribió que murió por un hecho de guerra, «pero su única arma era la llave del colegio que llevaba en el bolsillo», no se cansa de repetir Hilda.

Cuando se enteró de que se la habían llevado, Ceferino salió a caballo a buscarla, decidido a intercambiarse con ella. Y, a pesar de que intentaron convencerle de que diese la vuelta, llegó al cuartel el día 11, pero ya era demasiado tarde. «Aquella mañana habían matado ya a mi madre y aquella misma noche lo fusilaron a él. A uno lo tiraron a una cuneta, a otro a un barranco…».

Ahora, la Dirección General de Memoria Democrática del Principado cree que sus restos pueden estar en las fosas localizadas en Vega de Rengos y Bimeda y ayer mismo prometió «darle prioridad» a una búsqueda que ya no puede demorarse más.

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