Badajoz. El exterminio azul de la guerra civil.

El historiador Francisco Espinosa da voz a los vencidos y descubre a los verdugos en ‘Por la sagrada causa nacional’. Es un ensayo sobre la represión franquista en la zona de Badajoz, extrapolable a la España rural

EL PERIÓDICO /Anna Bella 15/01/2021

“Desde 1936 hasta 1975 o 1978, el franquismo practicó una especie de lobotomía en el sector izquierdo de la sociedad española. Le arrancó esa parte, que está costando mucho recomponer. Desde Aznar vemos a una derecha embravecida a la que le ha salido un hijo, Vox. Y aún nos preguntamos cómo podemos permitir que haya militares que digan estas cosas…”, plantea el historiador extremeño Francisco Espinosa, en alusión a los que defendían en un chat fusilar a 26 millones de españoles. “En Alemania, se supo que había miembros de extrema derecha en un cuerpo militar y Merkel lo disolvió. Aquí nadie se atreve. Siguen ahí porque nunca se han visto en la necesidad de cambiar sus referentes franquistas”, lamenta el estudioso extremeño, que ha buceado en el Archivo Militar de Sevilla para “dar voz a los vencidos, a la gente que nunca pudo contar lo que les pasó”, mostrando los mecanismos de “la represión franquista en los pueblos, a nivel local”.

De esa investigación, de la que alumbró ‘La justicio de Queipo’ y ‘La columna de la muerte’. surge ahora ‘Por la sagrada causa nacional. Historias de un tiempo oscuro’ (Crítica), un ensayo que, apunta Espinosa (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954) desde su domicilio en Sevilla, se centra en 60 expedientes instruidos por los vencedores entre 1937 y 1939 en la zona de Badajoz, escenario de feroz represión y que “representa –añade- lo ocurrido en toda la España rural ocupada” tras el golpe militar de julio de 1936 y durante la Guerra Civil.
 
“El libro aporta información de la terrible situación en que quedaron los vencidos, muchos asesinados o durante años en prisión, y sus familiares” pero también, sobre quienes integraron “los grupos de los que nació la dictadura franquista y que explican nuestro presente: los representantes del nuevo poder que controlaban la administración local siguiendo instrucciones de arriba, eran los que dirigían los ayuntamientos, juzgados, policía municipal… Solía ser gente de la oligarquía agraria o económica. Pero los militares también necesitaban ayuda ante la avalancha de consejos de guerra y recurrieron a abogados y juristas que luego ocuparían cargos preeminentes en la sociedad”.

“Los franquistas tenían un plan de exterminio clarísimo que pasaba por arrasar todo lo que oliera a República con una cadena represiva ejemplarizante”

“El miedo entre los vencidos era absoluto y ha perdurado hasta hace muy poco. Y los vencedores saben en todo momento cómo han llegado donde están”, asegura Espinosa, que rechaza de plano el argumento de quienes responden que “los rojos también asesinaron”. “Hay un abismo entre ambas represiones. Una es la respuesta a la otra. Para justificar el golpe lo primero que hicieron los franquistas fue inventarse que estaba a punto de estallar un proceso revolucionario cuando en realidad ya tenían un plan de exterminio clarísimo que pasaba por arrasar todo lo que oliera a República con una cadena represiva ejemplarizante”. Además, añade, en la provincia de Badajoz, “la mayoría de los presos de derechas seguían vivos cuando llegaron los ocupantes porque las autoridades republicanas no quisieron que les pasara nada”.

Esa “situación de terror que empezó en 1936 no se rompió hasta finales de los años 40”, señala el autor de ‘Violencia roja y azul’. “Fue con la emigración, cuando miles de personas, que ya no podían seguir conviviendo con vecinos que los habían perseguido o habían matado a los suyos, se van a Catalunya, Madrid, País Vasco o a Alemania, Francia o Suiza. De Extremadura salió un millón de personas y la mayoría se llevó consigo una historia de represión. Y allí siguió perpetuándose la oligarquía local”.

Mujeres, botín de guerra

De esa represión merece capítulo aparte la ejercida contra las mujeres del bando vencido. “Formaban parte del botín. Al desaparecer el estado de derecho estaban indefensas. Por un lado fueron víctimas de violencia sexual por parte de las tropas por el solo hecho de ser mujeres. También lo fueron si habían tenido alguna responsabilidad en el plano político o social en la República o si estaban marcadas como maestras de izquierdas, señaladas sobre todo por la Iglesia, que consideraba la educación su monopolio, roto por la República. Y también lo fueron por el simple hecho de ser familia de vencido: madre, esposa, hija… si el padre, marido o hermano había huido las usaban para presionarles para que volvieran”. De ahí casos como el del alcalde de Fuente de Cantos, que se entregó para que no tocaran a su esposa embarazada y acabó asesinado.

“La represión no fue solo cosa de falangistas. Eran unos ‘mandaos’ de los militares, que los usaban para no mancharse las manos”

Ante las violaciones de las que ha quedado constancia porque hubo denuncia, el castigo “dependía de quién era la violada y quién el violador, de si ella era de izquierdas o tenía informes negativos y él era de Falange o de una familia poderosa o bien era un don nadie, como uno que violó a una mujer de 70 años ante su nieta”.

La mano de obra del terror

Desmonta Espinosa la creencia que aún perdura de que la represión era cosa de falangistas. “Eran una fuerza paramilitar y tenían una responsabilidad, claro, pero en realidad, eran el escalafón más bajo, la mano de obra del terror porque era la cúpula del estado mayor el que daba las órdenes que llegaban a los pueblos de torturar a uno, detener a otro, de llevar al paredón a aquel. Eran unos ‘mandaos’ que los militares usaron para no mancharse las manos y quedar ellos como los buenos –afirma-. Con Hitler también pasó: la Wehrmacht logró que la población pensara que ellos no tenían nada que ver con los crímenes de las SS”. Aunque también hubo falangistas poderosos, recuerda, como Agustín Carande, que mató y saqueó a placer “por la sagrada causa nacional”.

Es excéptico Espinosa ante la próxima ley de memoria democrática, “porque la de memoria histórica fue muy superficial”. “Queda mucho por hacer. Aún hay archivos judiciales militares que no se han desclasificado”, lamenta. Y añade: “La derecha española viene de una anomalía. La derecha europea nace de la derrota del fascismo y participó en su derrumbe. Pero la española nunca ha roto con la dictadura ni quiere asumir la cultura democrática. Así, ¿cómo va a admitir Rajoy o Casado que existan fosas y desaparecidos? ¿cómo pudo decir Mayor Oreja que el franquismo fue una época de extraordinaria placidez?”.