Barcelona. El general Escobar, el gran olvidado de la memoria histórica del nacionalismo catalán

En el 76 aniversario de su fusilamiento, pocos recuerdan en Cataluña al jefe de la Guardia Civil que se mantuvo fiel a la República

CRONICA GLOBAL | IGNASI JORRO @IgnasiJorro | 8-2-2017
Antonio Escobar Huerta (Ceuta, 1879-Barcelona, 1940) fue un hombre de principios. Así lo describe Daniel Arasa, biógrafo del guardia civil y general en Entre la Cruz y la República (Styria). El ensayista subraya que el militar de carrera “siempre mezcló una devoción cristiana con la más absoluta profesionalidad”. Es el gran olvidado de la memoria histórica del nacionalismo catalán.

La rectitud moral del general Escobar le llevó a defender el orden constitucional el 18 de julio de 1936, cuando el levantamiento franquista le sorprendió al frente del 19º tercio de la Guardia Civil en Barcelona. “No lo dudó. Se posicionó con la libertad”, agrega José Luis Escobar, su nieto.

El general pagó cara su lealtad. Hoy, miércoles 8 de febrero, se cumplen 76 años de su fusilamiento en la montaña de Montjuïc, en Barcelona. Antes de enfilar hacia el pelotón, Antonio pudo despedirse de su hijo. Lo que le espetó fue premonitorio. “No temo por lo que me pase a mí. Temo por lo que os vendrá a vosotros después”.

Acertó. Nadie ha pedido perdón a la familia Escobar siete décadas después de su ejecución. No han tenido acceso a la documentación del consejo de guerra. Tampoco le rinde tributo el independentismo catalán, que cada 15 de octubre sí peregrina hasta Montjuïc para rendir homenaje al expresidente de la Generalitat Lluís Companys.

“Y eso que cayeron prácticamente al lado, se les quitó la vida en cuestión de meses y yacen en la misma montaña”, recuerda Arasa.

Un Guardia Civil con la República

Quizá lo incómodo del general Escobar es su carrera castrense [ver documentos aquí]. “Llegó a Barcelona en primavera de 1936 tras pedírselo Manuel Azaña, jefe de Gobierno. Era coronel y segundo de José Aranguren, jefe máximo de todas las fuerzas de seguridad en Cataluña”, explica su nieto.

El carácter de ambos era muy distinto. “Aranguren era muy recto. Escobar cuidaba mucho a la tropa. Siempre pensó que los altos rangos debían dar ejemplo. Repartió la paga cuando pudo. Ello le valió un ascenso que nunca disfrutó”, explica Arasa.

Dicho ascenso fue el de Delegado de Orden Público de Barcelona. De facto, Escobar controlaba todas las fuerzas de seguridad, regionales y nacionales. “No pudo ejercer. Durante los hechos de mayo de 1937, cuando se enfrentaron CNT y POUM, por un lado, y la Generalitat y el PSUC, por el otro, fue gravemente herido”, lamenta su nieto.

Fidelidad

Como a tantos españoles, el levantamiento militar del 18 de julio marcó la vida del general Escobar. El alto rango lidió con la insurrección en Barcelona e impidió que el regimiento de caballería Santiago tomara la plaza de Juan Carlos I, antes llamada del Cinc d’Oros.

“Cuando sindicatos y Guardia de Asalto consiguieron desbaratar el plan, los sediciosos se refugiaron en el convento de Los Carmelitas de la avenida Diagonal. Escobar intentó evitar que la turba los linchara, pero no pudo. Murieron diez religiosos y diez militares”, desgrana Arasa.

Aquella acción le condenó. Pese a mantenerse fiel a la legalidad vigente, un consejo de guerra en 1940 le halló cómplice de los hechos y decretó la pena de muerte.

El último contra Franco

Antes, Escobar viajó a Extremadura, donde se hizo cargo de la última resistencia del ejército republicano con el rango de capitán jefe y teniente coronel. Entregó sus armas al general Yagüe en el casino de Ciudad Real en 1939.

“Él fue quien propuso a Negrín que sólo los altos mandos se entregaran. Luego, estuvo preso en Madrid. El Gobierno provisional se inhibió en favor de la justicia de Barcelona, pues los hechos de la Diagonal se le imputaban”, recuerda Arasa.

“Fue el último general que entregó las armas al carnicero de Badajoz“, recuerda, emocionado, su nieto.

“Nos machacaron”

Como otros tantos, la familia Escobar sufrió varios duelos. Los inmediatos, la cárcel, sentencia a muerte de un familiar y el ostracismo del régimen.

“Nos machacaron. Detuvieron dos veces a mi padre. Expoliaron los bienes de la finca que tenía la familia en Navalcarnero. A mi padre, e incluso a nosotros, sus nietos, nos costó muchísimo encontrar empleo por los chivatazos“, lamenta José Luis Escobar.

Hubo otra pena. “La psicológica. Mi padre, hijo del general nunca habló de la guerra. Lo que sabemos lo conocemos por otras fuentes”.

Olvidados

76 años después del fusilamiento, los Escobar esperan poco. Sí agradecen a dos linajes catalanes, los Trueta y los Prats, la ayuda médica general y la asistencia a la familia cuando el reo estuvo en la cárcel.

La humildad de los descendientes del alto mando tiene poca explicación. “Mi abuelo era el que trataba con Companys y con Tarradellas. Llevaba a cabo las relaciones políticas, en las que el general Aranguren era menos ducho. Depositaba toda la confianza en él”, recuerda su nieto.

“Quizá sea su condición de guardia civil. Quizá sea porque era hijo y hermano de religiosas. O porque encarna una Guerra Civil distinta de la que algunos venden, una contienda entre Cataluña y España. Pero ha habido muy poco reconocimiento histórico del general Escobar. No le reconocen ni su condición de general en el Ejército. No tiene ninguna explicación, dado la amplia gratitud mostrada a otros líderes y héroes de la época”, apostilla Arasa.

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