Barcelona. Las últimas víctimas de la tortura de la comisaría de Via Laietana: «Los ataques a la placa memorial continuarán»

► El atril que reconoce la violencia de la policía franquista se instaló hace menos de un mes y ya ha sufrido dos ataques de grupúsculos de ultraderecha. 

►Las entidades de memoria histórica quieren que el edificio se convierta en un centro de la tortura y la impunidad que explique la represión de la dictadura.

PÚBLICO | LAIA SERÓ  @LaiaSero | BARCELONA | 18-4-2019

Le obligaron a mirar a través de la apertura que permitía ver el interior de la sala de torturas. Lo habían sacado de un calabozo adyacente porque querían que viera lo que seguirían haciendo si no les proporcionaba más información sobre las organizaciones antifascistas del momento: los años setenta. Le colocaron los ojos ante aquel trozo de cristal rectangular y lo vio: al otro lado, un grupo de hombres golpeaba el cuerpo raquítico de su hermana, que como él apenas había cumplido los 17 años y también había sido detenida a raíz de los incidentes en una manifestación antifascista donde habían colaborado como miembros de la Joven Guardia Roja del partido comunista. Él todavía recuerda la dureza de la escena, que tenía su cuerpo joven dolorido por las palizas que recibía entonces, que las esposas le apretaban las muñecas. La enumeración de las torturas es macabra: puñetazos en el estómago que les paraban la respiración, palizas una vez los habían colgado de lugares inverosímiles, pasar horas en cuclillas con las muñecas esposadas detrás de las rodillas…

La jefatura superior de la Policía Nacional en Catalunya, situada en el número 43 de la Via Laietana, fue un lugar de tortura hasta los últimos días de la dictadura franquista. De una represión extrema que ha sido silenciada durante mucho tiempo y que no explican octogenarios, sino hombres y mujeres que eran jóvenes a principios de los setenta y que apenas ahora comienzan a disfrutar de la jubilación. De una violencia que aún hay quien quiere tapar más de cuarenta años después. Así lo demuestra la placa metálica que el Ayuntamiento colocó delante del edificio para reconocer los hechos y que, en menos de un mes, ya ha recibido dos ataques de extrema derecha que han llenado portadas: primero la quemaron y luego la pintaron de negro.

Pero la alarma que provocaron los ataques en las redacciones de los diarios de la ciudad contrasta con la naturalidad con que recibieron la noticia las víctimas consultadas por este diario que fueron torturadas a pocos metros de la placa. Por Whatsapp, el telediario, por la radio. Se lo esperaban.

“¿Cuánto crees que durará el atril?”, ya se habían preguntado algunos con sorna el día de la inauguración. Unos habían respondido que pocos días, los más optimistas que semanas. Y finalmente no fueron ni 48 horas. “Sabíamos que iba a pasar“, dice Josep Ferrándiz desde el casal de barrio de la Prosperidad. “Nos lo esperábamos, al igual que sabemos que seguirá habiendo ataques en el futuro, sobre todo si gana la derecha en las próximas elecciones”, augura Maribel Ferrándiz. Y es que, desgraciadamente, están acostumbrados.

Carles Vallejo, presidente de la Asociación Catalana de Expresos Políticos del Franquismo y también víctima de las torturas de la brigada político-social en Via Laietana, ha vivido decenas de ataques de este tipo reivindicados por grupúsculos de ultraderecha. “Forman parte de nuestra lucha por la memoria”, lamenta. Y lo cierto es que no hay que ir demasiado lejos para encontrar ataques a monumentos que recuperan la memoria de los republicanos y las víctimas del franquismo. De símbolos pintados, placas quemaduras, arrancadas hay prácticamente cada semana. Incluso hay defensores de la memoria que hacen una lectura positiva: “La vandalización puede ser contraproducente: pone el foco en la memoria y abre el debate”, apunta Vallejo.

Más allá de estos ataques más o menos inesperados perpetrados por grupos de extrema derecha, sin embargo, las víctimas consultadas conviven con un dolor más silencioso: el desconocimiento generalizado de la ciudadanía sobre esta etapa de la historia. “Lo peor es la indiferencia de una parte de la sociedad, que antes no quería saber qué pasaba por el terror que causaba el régimen y que ahora no sabe qué pasaba por una falta de conciencia democrática“, se queja Vallejo. “Lo que duele es ver que la gente no sabe qué nos pasó a nosotros y a tantos otros allí dentro: se debe explicar qué pasó aquí y quien lo promovió”, afirma Maribel Ferrándiz mientras recuerda que ella y su hermano estuvieron en los calabozos de Via Laietana 32 días hasta que los encerraron en la cárcel, que entonces era una “liberación”. Las torturas físicas y psicológicas que sufrían los presos políticos que eran trasladados al sótano de esta comisaría podían alargarse semanas y las ejercían varios miembros de la político-social siguiendo la técnica del policía bueno y el policía malo.

Antonio González (el nombre real de Billy el Niño) es seguramente el nombre que más ha trascendido de esta represión brutal que Franco ejerció hasta sus últimos días, pero no era el único. En el edificio de Via Laietana -paredes con azulejos de cerámica blancas, olor a suciedad y un único escalón de cemento- otros miembros de la policía franquista practicaron todo tipo de tortura contra la disidencia sindical y política del régimen. Los relatos de las víctimas recuerdan que muchos, así como pasaba con Billy el Niño, eran jovencísimos. “Para camuflarse vestían como nosotros: allí veías entrar a un chaval que creías que era un compañero de la facultad y era un torturador”, explica Vallejo.

Un museo de la tortura

Pero la placa de la acera de la comisaría catalana no señala nombres. Muchos creen que para visibilizar este episodio de la historia reciente española hace falta más que un atril en medio de la calle. Desde la asociación de ex presos políticos ya hace años que piden que el cuerpo de la Policía Nacional sea “trasladado” a otro lugar y que se elabore un proyecto de museización del edificio para convertir la comisaría de Via Laietana en “un centro memorial y documental dedicado a difundir el conocimiento y la memoria sobre la tortura”. También lo reclaman otras entidades como la Amical de las Brigadas Internacionales de Catalunya, que hace pocas semanas firmaron juntas un Change.org precisamente para que el 43 de Via Laietana se convierta en un centro de memoria contra la impunidad.

La idea es que este centro también pueda recoger las fichas policiales de los interrogatorios de estas detenciones, a las que por ahora nadie ha tenido acceso. De hecho, uno de los únicos documentos conocidos de la tortura es una fotografía que muestra la barriga ennegrecida por los puñetazos del militante comunista Francisco Téllez, que fue torturado 22 días después de haber muerto Franco. En este sentido, entidades para la defensa de la memoria histórica también reclaman que los documentos sean públicos y se digitalicen. 

Reponer la placa “tanto como sea necesario”

Lo importante, coinciden todos ellos, es que el consistorio reponga el atril tantas veces como sea necesario. “La mejor manera de hacer pedagogía es ser perseverantes“, apunta Vallejo. Pero habrá que estar atentos los próximos meses para ver si se cumple esta perseverancia. El gobierno actual de la ciudad ya ha manifestado su compromiso de reparar todos los daños que se produzcan. La misma alcaldesa Colau ya anunciarlo después del primer ataque: “Ahora que un grupo fascista lo ha atacado, aunque con más convicción y respeto la volveremos a poner. Tantas veces como sea necesario”, publicó en Facebook.

Pero lo cierto es que no todos los grupos políticos piensan igual. En el pleno municipal de Barcelona, por ejemplo, no hay unanimidad en este sentido. El Partido Popular y sobre todo Ciudadanos, cuya portavoz -Carina Mejías- calificó la placa “de ofensiva” para la policía, criticaron el atril memorial de las víctimas. La placa se colocó para que por ahora estos partidos no tienen suficiente peso en el consistorio de Colau.

Ahora bien, hay otros sitios que demuestran que no hay conquistas definitivas. En Andalucía, el PP con la complicidad de Vox presentó hace unas semanas una ley de la “concordia” para sustituir la ley de memoria histórica actual, que es una de las más avanzadas del país. Al otro lado del Atlántico, Bolsonaro ya se ha posicionado a favor de la tortura. Trump también.

https://www.publico.es/sociedad/carles-vallejo-ultimas-victimas-tortura-comisaria-via-laietana-ataques-placa-memorial-continuaran.html