Barcelona. ‘Stolpersteine’, marcando el recuerdo del Holocausto

Nos felicitamos de ver cómo unos alumnos del Instituto XXV Olimpiada de Barcelona han organizado un acto educativo, cultural y memorial para la colocación de un ‘stolpersteine’ en honor de Francesc Boix, exiliado y deportado republicano, conocido como “el fotógrafo de Mauthausen”.
Panel con algunas de las stolpersteine colocadas por todo el estado. Álvaro Minguito
Jordi Guixé y Corominas  /Historiador y Director del EUROM/11 jun 2022 06:08

Hace unos años que desde el Observatorio Europeo de Memorias analizábamos en Colonia el proyecto del artista Gunter Demnig. Un proyecto en sus inicios de lo más trasgresor, que, sin consentimiento, asaltaba la memoria de las calles de la ciudad alemana. Lo podríamos denominar como un contramonumento en el marco del arte contemporáneo iconoclasta y del marcaje de la memoria europea en el espacio público.

El proyecto nació en enero de 1995, pero enseguida se amplió a toda la geografía alemana. En sus inicios no contaba con la aprobación oficial del Gobierno ni del Ayuntamiento de la ciudad. Demnig ideó unas placas de cobre de 10×10 cm, con la inscripción de la víctima detenida y deportada. Estas placas se iban colocando ante los hogares, ante los centros de detención, en espacios relacionados con la memoria de la represión. Se trata de “adoquines para tropezar, para toparse”.

La financiación era realizada de forma voluntaria mediante donaciones particulares. Los permisos y la oficialidad del proyecto fueron aceptados por las administraciones entre 1997 y 2000, después de una larga lucha administrativa con diferentes gestores del patrimonio y del espacio público, urbanistas y políticos. A partir del año 2000, el proyecto se extendió a otras muchas ciudades y tomó una amplitud de monumento o memorial “descentralizado” que se ha multiplicado exponencialmente, llegando a países del arco mediterráneo y en toda Europa. Es, posiblemente, el proyecto artístico más extenso del arte contemporáneo actual.

La iniciativa es un marcaje permanente del recuerdo del Holocausto en el espacio público. El mismo artista ya realizó una marcación del espacio público con un proyecto titulado “Roma und Sinti 1940”, que se basaba en dibujar una línea de pintura blanca continua con una máquina de pintar líneas de carretera, con los nombres grabados de las familias gitanas de Colonia deportadas en mayo de 1940. Tanto la intervención de los Roma y Sinti como los stolpersteine han configurado un espacio de memoria para recordar, pero sobre todo, como dice el historiador Werner Jung, para “confrontar la sociedad con su pasado [nazi]”, para combatir el tópico y la ignorancia del “no sabíamos lo que estaba pasando”.

Años después, nos felicitamos de ver cómo unos alumnos del Instituto XXV Olimpiada de Barcelona han organizado un acto educativo, cultural y memorial para la colocación del adoquín en honor de Francesc Boix, exiliado y deportado republicano, conocido como “el fotógrafo de Mauthausen” por formar parte del equipo de resos que, trabajando en el laboratorio, escabulleron los famosos negativos que permitieron documentar el campo y a muchos de los verdugos represores.

Boix residió en el número 17 de la calle Margarit de Barcelona. Es uno más de los muchos adoquines que ya se han colocado en varios lugares de Catalunya y de toda Europa. Después de muchos debates, el proyecto barcelonés ha hecho coincidir el arte memorial internacional con la educación ciudadana a través de los jóvenes estudiantes de varios centros educativos. El proyecto representa una diversificación de actos simbólicos en varios lugares de la ciudad coincidentes con los lugares de residencia de deportadas y deportados. Además de la labor de divulgación y homenaje a las víctimas y resistentes —largamente merecido—, estas jóvenes han trabajado un proyecto en las aulas, con un aprendizaje previo que ha acompañado el proyecto más artístico.

Las dimensiones del proyecto de Gunter Demnig son tan gigantescas en la actualidad que lo que lo hace más original es precisamente esta participación educativa, ciudadana y pública en el proceso de recuerdo y homenaje. La complementariedad cívica es lo que activa la transmisión memorial y la efectividad del proyecto stolpersteine en sí mismo. El proyecto emprende así una línea más cualitativa en detrimento de la complejidad cuantitativa que siempre generará debates.

La proliferación de los stolpersteine en lugares remotos de pueblos y ciudades no cesa. En cierto modo, es lógico, lícito y llega tarde. Pero las nuevas generaciones se niegan a olvidar la memoria de la barbarie, del exilio y la deportación de miles de conciudadanos nuestros. Es un derecho y una responsabilidad también pública.

En Catalunya, una de las tempranas iniciativas fue bajo el impulso del maestro Josep Benet, cuando en 1977 promovió la investigación y la publicación del estudio pionero Los catalanes en los campos nazis, de Montserrat Roig. A nivel de marcaje y homenaje, en 1983 la Amical de Mauthausen instalaba en el cementerio de Lleida el primer monolito dedicado a su memoria. Ha llovido mucho pero tampoco se avanzó demasiado para intentar reparar el olvido público sobre la deportación y la represión.Actualmente, la situación ha cambiado bastante tanto en términos conmemorativos como de investigación. En enero de 2009, en la época de “el oasis Memorial”, la Generalitat, la Universitat Pompeu Fabra y la Amical de Mauthausen presentaron una nueva base de datos sobre los republicanos y republicanas deportadas a los campos nazis, los cuales cifraban en 8.964. El 22% eran catalanes, el 18% andaluces, el 14% castellanos, el 12% aragoneses y el 8% valencianos. La mayoría pasó por campos franceses al acabar la guerra y por batallones de trabajo alemanes. Se calcula que el 59% de ellos murió en los campos nazis.

Las iniciativas para recordar las víctimas han sido variadas (desde publicaciones, actas de homenaje, congresos, monumentos, etcétera). Aun así, no fue hasta el 9 de abril de 2015 que se instalaron las primeras stolpersteine en España. Se colocaron 4 adoquines en Navàs y en el Palà de Torroella. Desde entonces, ha habido centenares de peticiones, y no cesan. Independientemente del oportunismo administrativo y administrador, las iniciativas surgen desde la sociedad civil, de grupos de familiares, de entidades locales o varios colectivos que reclaman el homenaje a sus conciudadanos a la vez que solicitan la presencia del artista (que ha tenido que crear delegaciones lógicas) y que van acompañadas de conciertos, actos de homenaje y proyectos educativos, como los de la ciudad condal.

El proyecto en sí, cuando se propone en poblaciones relativamente pequeñas, no plantea demasiados debates, pero en el caso de Barcelona, que concentra una cifra superior al millar de deportadas y deportados, tendría que plantear unas acciones memoriales que planteo en tres tiempos y espacios diversos: la colocación de los adoquines en el marco del proyecto educativo emprendido (acción cualitativa, formativa y ciudadana); la creación de un espacio de memoria, físico y nuevo que refuerce todos los nombres en un lugar simbólico y central (acción conmemorativa, política y reparativa); y la promoción y divulgación de un espacio virtual donde se impulse el conocimiento sobre el fenómeno de la deportación, el exilio y las condiciones de represión durante la segunda Guerra Mundial (acción de investigación y documentación).

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