Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna

Belalcázar
Córdoba

EL NIÑO DE LA CASA GRANDE DE BELALCÁZAR

El escritor y periodista nació en Madrid, pero estuvo muy vinculado al pueblo cordobés de Belalcázar de donde era su familia paterna. En la llamada Casa Grande, Corpus Barga pasó parte de su infancia y juventud e incluso incluiría aquel lugar en su novela ‘La vida rota’ y en sus memorias ‘Los pasos contados’, en la entrega ‘Los galgos verdugos’. Corpus Barga, un hombre comprometido, fue un excelente periodista y autor de obras como ‘Clara Babel’ o ‘La baraja de los desatinos’, pero además se prodiga en los periódicos de su tiempo y frecuenta las tertulias literarias. Tras la guerra, marchará a París para establecerse en Lima, donde será director de la Escuela de Periodismo y donde morirá en 1975.

En un viaje a Cuzco adivina un recuerdo sobre Asturias. En una noche de San Juan limeña cree estar en una extraña Nochebuena criolla. También piensa demasiado en las grandes avenidas de París o en la calle de Alcalá madrileña, auténtico salón de los pasos perdidos de España donde todo el mundo se saludaba. Recorre la vieja Lima con esa pesadumbre de la garúa, de esa luz de ciudad nublada siempre. Pero, sobre todo, cree a veces recorrer la vieja escalerilla de piedra, el torreón, la sala larga de los santos y los retratos, el zaguán con olor a madera solariega, el cofre de los clavos dorados. Todo ese mundo perdido de la Casa Grande de Belacázar, en el Valle de los Pedroches cordobés. Ese mundo que quedó atrás, tan lejos, perdido en este sueño de garúa limeña y tiempo.

Corpus Barga, niño madrileño, oriundo de Córdoba, del pueblo de Belalcázar, la patria de su infancia y de su juventud, el lugar que recrea en más de un libro y el recuerdo que perdurará en su largo exilio. «Mi nombre casi completo es Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna. ¿Cuándo llegará en España el momento de reducir estos apellidos tan ridículamente largos? Yo he procurado hacerlo con el mío». Con esta significativa declaración de intenciones comienzan sus memorias Los pasos contados. Una vida española a caballo en dos siglos.

Corpus Barga -seudónimo que utilizó porque había nacido el día del Corpus- fue un gran periodista, en realidad, un escritor en los periódicos. Se puede rastrear su biografía en las páginas de El Imparcial, El Sol, Revista de Occidente, La Nación de Buenos Aires y en periódicos peruanos. En la Universidad de San Marcos de Lima fue director de la Escuela de Periodismo. También en Perú continuará con su obra narrativa iniciada en la España anterior a la Guerra Civil con Canciones, Clara Babel, La vida rota o Pasión y muerte. Apocalipsis. En Lima publicará en 1968 una extraña novela histórica, La baraja de los desatinos, que luego se editará con el título de Hechizo de la triste marquesa. Crónica cinematográfica de 1700. En Lima, donde morirá un día de agosto de 1975, se dedicó a intentar escribirse por dentro a través de los periódicos y en ese ambicioso proyecto memorialístico que fueron Los pasos contados, que no concluirá porque se cruzará la muerte.

En 2003, Marcel Martín Velázquez Castro recopiló algunos de los artículos publicados por Corpus en la prensa peruana y también en Venezuela. El libro se titula Fuegos fugitivos: antología de artículos de Corpus Barga (1949-1964) y sirve para seguir la pista del escritor exiliado, porque si sus memorias descubren al Corpus español, disperso en estos periódicos sudamericanos está el Corpus desterrado, que intenta narrarse en cada página de periódico.

En estos jirones de memoria que deja en los periódicos, está también su idea de desterrado, su lucidez de gran descubridor de ciudades, a fin de cuentas, Corpus Barga fue un gran viajero que, entre otras cosas, describió en crónicas sus arriesgados viajes en Zeppelin o los primeros vuelos en aeroplano, como en Un viaje en el año 19, que publicó Juan Ramón Jiménez. Así describe su idea de Lima, ciudad en la que moriría: «El rastro de la ciudad, eso es el barrio colector que recoge las miserias estrujadas y las grandezas rotas, abandonadas en el tiempo, el encargado de inscribirlas y hacerlas desaparecer en las páginas polvorientas de la Biblia que dejan enterradas todas las civilizaciones, la Biblia de los objetos. Los desperdicios son más impresionantes de la importancia de una ciudad que la riqueza», escribía en La importancia de Lima, publicado en 1962 en Expreso.

Otro lugar preferido del Corpus exiliado es Cuzco. Y, como ocurre con el Moreno Villa de Cornucopia mexicana intenta identificar esas descubiertas ciudades americanas con las de la España perdida. Perú es «España ampliada (…) el mismo paisaje, pero agigantado». Corpus Barga llega a Cuzco un día de lluvia, algo que determinará su imagen sobre la ciudad. «El Cuzco es, ante todo, una vieja ciudad española, pero ¿de qué parte de España? El día que yo llegué llovía, la humedad se escurría por las fachadas. Estaba en una ciudad española y no me sentía en Andalucía ni en Castilla. Me sentí en Asturias, en Oviedo. (…) A mí me resultará difícil sacar por completo al Cuzco de los montes astúricos».

Pero, ¿qué hay antes de todo eso? Ese niño que se convierte en uno de los personajes del mundo literario de la España de la Edad de Plata, que entrevista a los grandes personajes de su tiempo, que desentraña la Historia de España en sus artículos, para después perderla. Quizás lo que hay es un niño que recuerda. Recuerda la vieja casa de Madrid, casa de niño burgués que se cría con las criadas en el cuarto de las planchas. Y, cómo no, el niño que ya no sabe si recuerda o si sueña contemplándose en una casa solariega del campo cordobés, la Casa Grande, que aún resiste en Belálcazar, aunque el viejo torreón ya se derrumbara. «Curioseaste, Andrés, en esos cofres. Salían uniformes viejos, destrozados, sables curvos, pistolas de chispa, espuelas lujosas, arreos magníficos y rotos», escribe recordando su curiosidad de desvanes, arcones y bargueños.

Novelas y memorias

La Casa Grande de Belalcázar aparece en algunas de las obras de Corpus Barga como en la novela La vida rota o en las memorias Los pasos contados, concretamente en el volumen Los galgos verdugos. Cuando mueren sus padres, es enviado a Belalcázar por su tío, ya que el joven demostró pronto su interés por el movimiento anarquista. Así, Corpus se reencuentra con la casa andaluza de su infancia: «Entrando por esta carretera la Casa Grande, con su torre, no parece tan grande como la recordaba, la había agrandado en mi imaginación… Las casas siguen teniendo ventanillos con fuertes hierros. Las fachadas están enjalbegadas, limpias, demasiado blancas. Es una blancura que explica algo negro».

Con los años, Corpus evocará esos años para darse cuenta de la tragedia del exiliado: «No sé por qué, de qué ni cómo estoy desencantado. Quizás lo que me falta es Madrid con su cielo alto, seco. O la ráfaga seca de Castilla. Me falta España, he vivido siempre en el extranjero. Aquí también y siendo esto como nosotros estoy en el extranjero, he nacido para vivir desterrado».

RETRATO LITERARIO DENTRO DE UN RETRATO

«Sus guantes, que Corpus lleva cogidos en una mano con un gesto a lo Chevalier d’Orsay. Sus gabanes ingleses, ingleses más que franceses, que le envuelven como albornoces de baño. Pero Corpus Barga madrileñiza su aspecto europeizante fumando sin cesar unos terribles puros de la más castiza vitola democrática. (…) Corpus habla con una voz de timbre grave, pastoso, arrastrando las erres». Así lo describía Ramón Gómez de la Serna, su sobrino. Pero no fue el único. Pío Baroja en Desde la última vuelta del camino aprovechaba para despacharse elegantemente contra él a cuenta de un artículo en el que Corpus Barga le había dicho que tenía cara de hiena: «Puede ser que yo tenga cara de hiena y un pie torcido, como dice Corpus Barga, pero él tenía un aire un poco decadente de pollo de la burguesía. Esto no quiere decir que yo tenga enemistad con él. Nada de eso. Creo que de lo que ha escrito Corpus Barga se podría sacar con el tiempo uno o dos volúmenes de crónicas y de artículos amenos. De Gómez de la Serna, su pariente, creo que no se sacará nada, todo es bazofia, jerigonza de la época».

La historia de Corpus Barga está entrelazada con otro escritor: Antonio Machado al que acompaña en su durísimo viaje hacia el destierro. En Los pasos contados, Corpus da detalles terribles sobre este peregrinaje. Así describe la llegada a Colliure, el pueblo donde moriría el poeta sevillano y su madre, Ana Ruiz: «El problema estaba en su madre, la viejecita, porque el otro hijo cargó con el equipaje. No era difícil la solución. La cogí en mis brazos, pesaba como una niña, y mientras la llevaba me susurraba en el oído: ‘¿Llegamos pronto a Sevilla?’ No sé si bromeaba, a su vez, en serio o si había vuelto en imaginación a su juventud, cuando era una madre feliz en la capital de Andalucía».

Corpus Barga vivió su exilio en Lima, pero también residió en Buenos Aires y antes en París. Allí vivió la Segunda Guerra Mundial. En una crónica escrita en marzo de 1943, el escritor describe el ambiente de la ciudad ocupada por los nazis. «Voy con mi maletín a la rue des Saints-Pères en busca de uno de los hoteles de esta calle. Se hallan ocupados por los alemanes. Una patrona o encargada, joven y elegante, me dice que en el barrio no encontraré hotel libre más que en la rue Jacob. (…) Hallo el Gran Hotel de París, ancho portal, escalera estrecha y en el primer piso cuarto nº 1 destartalado, oscuro con gran ventana a un patio sucio. Mi primera llegada a París, recuerdo sin gracia».

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 2 de julio de 2007
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