Antonia Pérez Padín

Ceuta
Sánchez Montoya, Francisco

La ceutí Antonia Pérez Padín padeció ocho años de cárcel entre el Sarchal, Puerto de Santa María o el Dueso. Durante el trabajo de investigación y elaboración de mi libro sobre la Guerra Civil en Ceuta, que publiqué hace ya unos años, siempre me he sentido un tanto frustrado al no sacar a la luz las historias de cientos de mujeres ceutíes que sufrieron represión en la Cárcel de Mujeres del Sarchal. Pero dentro de la poca documentación que existe siempre me llamó poderosamente la atención una mujer. Su nombre: Antonia Pérez Padín.

Tenía seis hijos y regentaba una modesta casa de comida en la zona de la Puntilla. Su lucha a favor de los humildes le hizo ingresar en el Socorro Rojo de Ceuta, desde donde colabora en campañas de los más necesitados de la Ciudad. El marido de Antonia Pérez, continuando con el compromiso social, ingresó en el Partido Comunista y fue concejal tras las elecciones del 12 de abril de 1931. Después de la sublevación ella fue encarcelada el 14 de agosto de 1936 en la prisión de mujeres y su marido, Antonio Berrocal, fusilado.

Hace unas semanas, después de muchos meses intentándolo, pude contactar con su nieta Gloria Berrocal, quien ha escrito varios libros sobre las vivencias de su abuela. “La primera imagen que me viene de mi abuela Antonia es la de una mujer vestida siempre de negro, con las piernas hinchadas por las varices y con una propensión al suspiro profundo, casi expelido desde el bajo vientre, cuando oía las noticias del llamado ‘parte’ de RNE. Más tarde, con la aparición de la televisión, pasó del suspiro a la palabra y al gesto. Cuando oía que no había presos políticos en España solía lanzar un zapato al televisor soltando sapos y culebras. Nunca nos habló de la guerra… ella hablaba de los “hoteles” donde había estado: Puerto de Santamaría, Ventas, Dueso, etc… A mí no me encajaba la imagen que daba de persona viajera y aprovechando una estancia suya en Rabat a donde acudió a cuidarme – tenía yo entonces diecisiete años y ya trabajaba en la Embajada de España en dicha ciudad- la sometí a un tercer grado. El pacto fue el siguiente: yo me comería todo lo que cocinara y, mientras yo saboreaba sus excelentes guisos, ella me contaría lo de los “viajes” y “hoteles”.

Gloria Berrocal emocionada nos continúa narrando: “Debió considerar que ya era suficientemente mayor porque durante casi un mes y a las horas de las comidas, mi abuela no paró de contarme atrocidades. Yo engordé casi diez kilos durante ese mes, kilos que perdí cuando ella se marchó, pero lo que no perdí jamás fue su memoria. De hecho puedo decir que mi abuela Antonia ha sido el referente más importante que he tenido en mi vida. De las atrocidades solo voy a mencionar el apuñalamiento de una compañera suya en la cárcel de El Sarchal mientras iba hacia el paredón de fusilamiento. Al parecer, un falangista que quería los favores sexuales de la víctima y que fue rechazado una y otra vez, se vengó apuñalando al objeto de su deseo mientras la conducía al paredón. La pobre mujer le gritaba a mi abuela “Antonia, Antonia, que me mata, que me apuñala” y mi abuela nunca pudo olvidar aquellos gritos. Aún años después, mientras me lo contaba llorando y maldiciendo, seguía oyéndolos”.

“Tuvo seis hijos de su marido, Antonio Berrocal Gómez, de los cuales solo le vivieron cinco. Cuando les detienen en 1936 sus hijos tienen unas edades que oscilan entre los diez – la hija mayor- y dos el pequeñín. Esos niños pasan al cuidado de familiares y dos de ellos van –según mi madre– al asilo, aunque supongo que sería el innombrable “Auxilio Social”. No pudo cuidar de sus hijos y eso fue lo que más le destrozó durante los más de siete años que pasó en las cárceles franquistas con dos penas de muerte: una por pertenecer al Socorro Rojo Internacional y la otra por su pertenencia al Partido Comunista. Mi abuelo no se libró de la pena de muerte. Fue fusilado junto con 32 personas la madrugada del 21 de enero de 1937 y en su propia finca, en la Posición A”. Mujer de carácter fuerte y recio -heredado de su madre Jacinta- y con las ideas muy claras sobre las injusticias sociales, ideas que supongo le fue aclarando su padre maestro anarquista.

Para concluir este testimonio de Gloria Berrocal sobre su abuela Antonia añade: “Ella mostró a lo largo de toda su vida una fe ciega en el ser humano. Su solidaridad con los huelguistas portuarios en Ceuta, solidaridad que podía llevar a cabo gracias a que tenían un colmado y una casa de comidas, su asistencia como comadrona a las mujeres que la necesitaban, su sentido de la justicia que nunca se enturbió ni siquiera en sus últimos años en que seguía comentando la situación política no solo nacional sino también la internacional, hacían de mi abuela un ser excepcional. Sin embargo, creo que no fue la única y que perteneció a una estirpe de mujeres que supieron ser libres, independientes y luchadoras en aquellos difíciles años del siglo pasado. Cuando hoy se dice que una mujer es una “superwoman” porque trabaja y además crea una familia, yo me sonrío pensando en la generación que le tocó lidiar con las atrocidades de la Guerra Civil y pienso en mi abuela que atendía el colmado y la casa de comidas, le ponía una inyección diaria a mi abuelo que padecía del corazón, paría un hijo tras otro, atendía en el parto a otras mujeres y además sacaba tiempo para sus reuniones del Socorro Rojo y del Partido, y asumo la altura del listón que dejaron todas ellas y no dejo de lamentar el poco reconocimiento que han tenido esas mujeres gracias al aplastante silencio mantenido tanto en la dictadura como en la democracia”

Todos (...) los Nombres_