Antonio Morales Pino

Aguilar de la Frontera
Córdoba
Dejó, como todos los desaparecidos, la huella de su paso, de su vida, en sus familiares, amigos y descendientes. Una huella que les perdura y les sobrevive, ligada a la fuerza de las ideas y de la justicia, que como los grandes y centenarios olivos viejos, ambas hunden muy profundamente sus largas y fuertes raíces en la tierra. Y ya nadie podrá arrancarlas sin dejar en ella una raíz pequeña, que de nuevo brotará y brotará solidaria para no rendirse jamás.

Después de más de 76 años de su desaparición y posterior asesinato, los restos mortales de Antonio Morales Pino, el niño el Puri, pudieron ser enterrados dignamente por sus familiares el pasado día 20 de diciembre del 2012.

La historia de Antonio, sin duda alguna, es otra de esas historias silenciadas oficialmente en este país durante demasiados años. Una historia donde las vidas de las personas valientes y leales, justas y sencillas como él, fueron arrancadas de raíz y ocultadas para que nadie las llegara nunca a conocer, ni saber jamás de ellas.

Una historia de larga injusticia y larga memoria. Una historia de huérfanos y viudas, de padres e hijos que lloraron y recordaron sobre todo a sus muertos, sin cejar nunca ni perder la esperanza de encontrarlos algún día. Una historia rescatada del olvido para ser conocida.

Antonio Morales Pino, jornalero del campo de profesión, nació en la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera en el año 1886. Hijo de Francisco Morales Castilla y de Purificación Pino Rubio, Antonio se casó con Francisca Capote Alhama, estableciendo su domicilio en la calle Calvario número 134. De este matrimonio nacerían cuatro hijos, Rafael, Purificación, Juan y Francisco Morales Capote.

Para poder sacar adelante a su familia, Antonio fue compaginando y alternando el trabajo del campo con el trabajo, también como obrero, en la gran factoría de aceites, jabones y orujo que Carbonell & Cía tenía en Aguilar de la Frontera.

La situación de abandono e injusticia social vivida por los obreros en esta localidad y en el resto del país llevarán muy pronto a Antonio a ingresar (como también lo haría alguno de sus hijos) en el Partido Socialista Obrero Español. El día 27 de diciembre de 1932, en una reunión celebrada por la junta general de la Agrupación Socialista de Aguilar de la Frontera, y por acuerdo unánime de la junta directiva de la misma, Antonio Morales Pino fue elegido para el cargo de contador de dicha Agrupación.

El comienzo de la guerra civil le sorprendió en Aguilar. Era Aguilar en el año 1936, un pueblo sin conflicto alguno entra patrones y obreros. Prueba de ello es que las bases para el trabajo de ese año se firmaron sin ninguna dificultad.

El 18 de julio de 1936, tras la noticia del alzamiento militar, los obreros agrícolas tomaron el pueblo, encarcelando a la directiva local de Falange Española y Acción Popular, y a algún que otro patrono.

El teniente de la Guardia Civil hizo promesa expresa ese mismo día de fidelidad a la República ante el Ayuntamiento de Aguilar de la Frontera en pleno. No fue así: el día 19 de agosto, la Guardia Civil publicó el bando de guerra y tomó el Ayuntamiento, dejando libres a todas las personas encarceladas y encarcelando a la mayor parte de la corporación municipal, entre ellos el alcalde socialista, José María León Jiménez, que fue fusilado el día 2 de agosto. La Guardia Civil de Aguilar se destacó enormemente en la represión llevada a cabo durante esos días, fusilando a más de un centenar de personas.

Todo se mantuvo en este ambiente hasta el día 24 de julio, fecha en que Aguilar fue bombardeada por la aviación nacional procedente de Sevilla, en la creencia de que los «rojos» se habían hecho fuertes en Puente Genil y se dirigían a la población de Aguilar, para sitiarla y tomarla.

En el bombardeo murieron cuatro personas, otras tantas resultaron heridas y otras muchas huyeron al campo. Antonio Morales Pino se fue al campo con toda la familia. Esto ocurría el día 25 de julio, día en que la Guardia Civil de Aguilar pidió refuerzos a las localidades vecinas, Lucena y Monturque, de donde llegaron más guardias civiles y se entabló un tiroteo que duró varios días entre estos y algunos obreros armados de escopetas, que llegaron procedentes de Aguilar y Montilla. La Guardia Civil tomó el pueblo ese mismo día.

Tras enterarse en el campo de los disturbios producidos en la localidad, a finales del mes de julio, Antonio Morales Pino, junto a varios hombres más, decidieron ir a Puente Genil al Socorro Rojo, para aprovisionar de alimentos y otros menesteres a sus familias, que llevaban varios días en el campo. Descartaron acudir a Aguilar, porque tenían precisamente noticias de los tiroteos acaecidos algunos días antes en el pueblo.

Su llegada a Puente Genil no pudo ser en peor momento. El día 31 de julio estaba siendo tomada por tropas del comandante Castejón, que el día 28 de julio salieron de Sevilla con un único objetivo de «tomar Puente Genil». Atacaban Puente Genil una bandera del Tercio, una compañía del Regimiento de Granada, un escuadrón de a pie, una compañía de sanidad, una sección de Zapadores, otra de Asalto, otra de Requeté y otra de Falange, además de varias baterías y vehículos blindados, a los que posteriormente se unirían otras columnas de guardias civiles procedentes de Écija y que se nutrirían de más efectivos al pasar por las localidades de La Rambla, Fernán Núñez, Montilla y Aguilar.

La ocupación de Puente Genil fue rápida. La represión, salvaje. A todos los hombres que encontraban en la calle, en sus casas, en las afueras, se les fusilaba inmediatamente. Los aviones no cejaban en su bombardeo. Fue horrorosa la matanza, y se cuentan en más de mil los fusilamientos que se llevaron a cabo ese mismo día y en los sucesivos.

Antonio y varios acompañantes más fueron detenidos y encarcelados, muy posiblemente en la improvisada prisión del «Molino del Marqués». Reconocidos por algunos guardias civiles de Aguilar, de los que se sumaron a las fuerzas procedentes de Écija, los maniataron y fueron conducidos a la cárcel de Aguilar de la Frontera en la tarde noche del día 31 de julio de 1936.

La madrugada del día 1 de Agosto, apuntando el día, fueron subidos en un camión y trasladados fuera de la cárcel. Cuando los familiares llegaron a preguntar por ellos les dijeron que se los habían llevado de nuevo fuera de Aguilar, a Puente Genil. Distintas averiguaciones posteriores que realizaron las familias les informaron de que muy probablemente los habían llevado a un paraje en el término de Puente Genil, conocido como el «camino de las vigas», donde les dieron muerte a todos esa misma madrugada del día 1 de agosto. Esa misma mañana fusilaron junto a Antonio Morales Pino (50 años) a Manuel Jiménez Espino (17 años), a sus tíos Antonio Espino Jiménez (36 años) y Manuel Espino Jiménez (26 años), a José María Alba Olmo (30 años) y a Manuel Espada Casaña (33 años).

La búsqueda mantenida por las familias durante muchos años jamás dio resultado. Nunca supimos dónde buscarnos, ni dónde llorarlos. Pues los asesinos, con el cruel engaño, se aseguraron de que jamás nadie pudiese encontrar los cuerpos. Tuvimos que armarnos de paciencia y esperar 75 años para conocer la verdad de lo sucedido. La incansable búsqueda generacional no interrumpida por fin dio paso al conocimiento de la verdad del presente.

La intervención realizada por AREMEHISA (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aguilar de la Frontera) (Córdoba) el pasado año 2011 arrojó un resultado inesperado y sorprendente. De la fosa número 21, se exhumaron los cuerpos de diez hombres, en dos depósitos distintos. En cada depósito aparecieron cinco varones.

Esta fosa formaba parte del entramado de enterramientos clandestinos que los asesinos utilizaron en el interior del cementerio para ocultar los cuerpos de 70 personas, asesinadas entre los últimos días del mes de julio de 1936 y el día 16 de agosto de ese mismo año. Además presentaba una particularidad. Tenía propiedad. La fosa fue vendida a un particular por el Ayuntamiento de Aguilar en el año 1950, existiendo con ello una premeditación en ocultar y dificultar si cabe todavía más la localización y búsqueda de estas personas. Y en el interior de la misma se encontraban los restos de cuatro personas de esa familia.

Las identificaciones de ADN y el estudio antropológico, realizados a los familiares y a los restos exhumados, determinaron la identidad de Antonio Morales Pino, junto a sus compañeros de infortunio. Confirmando una vez más la falta de piedad y el engaño consumado de sus verdugos y el deseo premeditado de que jamás fuesen encontrados sus cuerpos.

Un informe del Ayuntamiento de Aguilar de la Frontera, firmado de puño de letra por su alcalde, con fecha 9 de marzo de 1940, dice textualmente en relación a Antonio Morales Pino:

«fue fusilado en esta ciudad, como elemento destacado del marxismo y por oponerse al Movimiento Nacional».

La muerte de Antonio Morales Pino se inscribiría en el Registro Civil, fuera de plazo legal, el día 27 de julio de 1942, seis años más tarde. Otro eufemismo visceral redactado en la misma concluye como causa de su muerte:

«a consecuencia de haberle alcanzado una bala de las que se cruzaron entre el glorioso Movimiento Nacional y los elementos rojos».

Afortunadamente, con una reparación como la que se ha realizado, la familia ha puesto fin a una espera y duelo interminables. Con su término, por fin han alcanzado la paz, dejando atrás las secuelas de una guerra injusta y terrible. Una guerra que, como a otras muchas familias, les partió el corazón, arrebatándoles un pedazo del mismo. Dejándoles una enorme herida abierta que por fin ha comenzado a cerrarse.

Todos (...) los Nombres_