Antonio Perea Sánchez

Sevilla

El 25 de abril de 1998 falleció en Sevilla Antonio Perea Sánchez, autor de la talla de Nuestro Padre Jesús Despojado de sus Vestiduras. Una misa de “corpore insepulto” en la capilla del Mayor Dolor, a los pies de “su” Cristo, puso emocionado colofón a una vida larga y apasionante, llena de creatividad artística y técnica, aunque marcada quizá en demasía por las consecuencias derivadas de la represión política tras el fin de la Guerra Civil.

En este artículo queremos aportar algunos datos de interés sobre la vida y la obra de este artista, poco conocido en los ámbitos cofrades a fin de ilustrar una personalidad subyacente en aquel recluso que realizó en la cárcel la imagen de Jesús Despojado. En este sentido hemos recabado los testimonios orales de personas que le conocieron bien como su hijo José Perea Frías y el conocido cofrade, número 1 de la Hermandad de Jesús Despojado, Antonio Fernández Rodríguez. Antonio Perea fue una persona creativa, sensible, inquieto y crítico observador de la realidad. Le dio muy poca importancia a la fama y al interés económico… quizá por ello no siempre fue comprendido ni valorado. En este sentido era un artista innato y autodidacta, fundamentalmente escultor, con ideas muy propias y obsesionado por el máximo cuidado en la preparación técnica de todas sus obras.

Antonio Perea nació en Sevilla un 12 de junio de 1911 en pleno corazón de San Marcos. Desde pequeño se observaba en él una clara vocación artística, pero debido a la condición humilde de su familia, tuvo que empezar muy joven a buscar trabajo, ingresando a los 16 años en la Fábrica de Artillería donde durante cuatro estuvo cursando estudios teórico-prácticos para el desempeño de diversos oficios de la institución, dándosele de alta a su término como obrero delineante. Unos años después ganó por oposición una plaza de electricista de segunda y luego otra de Delineante de 2ª. Denotaba una agudeza poco común para el diseño industrial y podía haber hecho carrera en la institución militar, pero la Guerra Civil truncó todas sus esperanzas.

El barrio de San Marcos fue uno de los focos principales de resistencia a las tropas de Queipo de Llano. Entre aquellas personas que se parapetaban en las diversas barricadas que se construyeron había muchos amigos y conocidos de Perea. Sin pensar mucho en las consecuencias, Antonio les llevaba allí alimentos y víveres. Cuando los “nacionales” tomaron el barrio, la represión fue fortísima. En este ambiente, la simpatía o amistad con personas de marcada tendencia izquierdista, conllevaba un riesgo evidente de ajusticiamiento sin excesivas formalidades jurídicas. Hubo quien lo denunció a las autoridades y fue encarcelado, a pesar de que no se le conocía afiliación política concreta. Tuvo suerte de no ser condenado a muerte como a otros que fueron detenidos con él y ya en 8 de marzo de 1938 fue juzgado y condenado por un Consejo de Guerra a la pena de 14 años, 8 meses y un día. El tenor decía así: “[…] No parece que antes del Movimiento fuera de los extremistas peligrosos, pero una vez establecido el mismo, auxilió a los revoltosos de las barricadas que se levantaron en el barrio en que vivía, llevándoles agua y permaneciendo rato con ellos, aunque no consta que usara armas de fuego ni que compartiera con los revolucionarios su espíritu combativo […]” Tenía 26 años.

Una vez ya en la Cárcel, acudió a visitarle su amigo José Laborde González que por entonces estaba organizando con otros jóvenes y vecinos del barrio, entre ellos el propio Perea que fue hermano en esta primera etapa histórica, la Hermandad de Jesús Despojado y que en 1936 le había encargado una imagen de la Virgen de los Dolores, que fuera réplica de una que recibía culto en San Marcos y fue destruida en el incendio de esta iglesia. Aquella imagen se bendeciría el 12 de diciembre de ese mismo año y fue el inicio de la Hermandad. Ahora venía a visitarle, ya como Mayordomo, para un encargo de mayor envergadura: la imagen de un Cristo en el momento del despojo de sus vestiduras, Misterio titular de la nueva Hermandad que en junta de oficiales de 15 de febrero de 1938 acordó que fuera él el escultor.

Gracias a las gestiones de Laborde, que era oficial del ejército y miembro de Falange, y otros conocidos, se le permitió a Perea realizar esta obra en la cárcel, habilitándose un local al efecto. Poco a poco se fue ganando el reconocimiento de funcionarios y autoridades, recibiendo muchos encargos, entre ellos una Virgen de la Merced, o un Corazón de Jesús, aparte de bustos en bronce y diversos dibujos. Así fue fraguando la idea de la imagen. Tomó como referencia iconográfica la magnífica obra de El Greco “El Expolio”. Él afirmaba que le sirvió como modelo para el Cristo un compañero de prisión condenado a muerte. Lo cierto es que fue una obra hecha a conciencia, que fijó su canon estético, con rasgos evidentes de originalidad y dotada de un dramatismo moderado, interior, propio de toda su obra: podría decirse que el Cristo expresa la propia impotencia de su autor ante la situación en la que se encontraba. La talla del Señor fue primitivamente de candelero, tallando el escultor la cabeza, parte del tronco hasta la altura del pecho, brazos, manos, piernas y pies. Se conserva el boceto de la imagen en casa de un hermano ,así como el modelo en barro cocido de la cabeza, que obra en poder del propietario de un conocido bar del barrio de San Gil. El Domingo de Ramos de 1939 fue solemnemente bendecida la imagen por el Provisor de la diócesis, Jerónimo Armario, tal como se reseña el mismo día en el diario ABC.

Aunque estaba prevista la primera salida procesional para el año de 1940, diversas circunstancias como la dificultad de conseguir las telas para las túnicas de los nazarenos (el primitivo proyecto de los cofrades contemplaba los antifaces y capas de color morado), no fue hasta el Domingo de Ramos de 1941 cuando se efectuó la estación de penitencia a la Catedral. El Cristo iba acompañado en el paso por unas figuras de sayones que ejecutó Sanjuán Navarro. Perea fue requerido para dirigir la disposición del Misterio en las andas y acompañó la procesión como nazareno en la presidencia del paso, según testimonio de su hijo.

La imagen del Señor fue muy elogiada por el mundo cofrade y creó en el barrio una creciente devoción. La circunstancia de haber sido tallada por un recluso fue muy comentada, generó un sentimiento especial entre los condenados. Era “El Cristo de la Prisión” y de alguna manera creó un cierto prejuicio en determinadas instancias sociales. Se llegó a decir que algunos reclusos políticos ingresaron en la Hermandad, conmovidos por las circunstancias ya apuntadas, pero esto no se ha podido verificar.

No obstante, la vida de la Hermandad y el culto público a la imagen sufrió un quebranto casi definitivo tras la sanción de la Autoridad Eclesiástica a la cofradía por el mal comportamiento de un diputado de la cofradía, sorprendido fuera de la procesión y denunciado en lo que la junta de gobierno calificó entonces -no sin argumentos- (en el acta capitular de 12-4-1942 se describe aquella incidencia) de un exceso de celo pastoral, por parte del canónigo Sebastián y Bandarán. No cabe hablar de un especial mal comportamiento generalizado entre los nazarenos, sino de la ejecución estricta y rigurosa de las disposiciones del Cardenal Segura en un caso puntual. Tampoco cabe referirse a unas medidas especialmente dirigidas hacia la Hermandad, pues fueron muchas las juntas gestoras que se impusieron en aquel año por malos comportamientos en las estaciones de penitencia. Pero en una hermandad nueva, todavía por organizar, con una línea directiva muy personalista, aquella disposición burocrática fue un golpe mortal. Perea nunca dejó de pensar, aunque sin argumentos constatables documentalmente, que en lo ocurrido pudo pesar sus propios antecedentes.

Desde este momento la Hermandad y el artista siguen caminos diferentes. Perea, tras pasar en 1939 al campo de concentración “Los Merinales” de Dos Hermanas, ve reducida su pena y sale en libertad a mediados de los años 40 y consigue una colocación en Hispano Aviación y, posteriormente, en la I.S.A., tras superar diversos exámenes eliminatorios, donde destacó sobremanera su ingenio en la invención y mejoramiento técnico de diversos procesos y piezas industriales. llegando a tener puestos de cierta responsabilidad, aunque, una vez más, sus antecedentes penales le cerraron nuevas puertas.

Ya en los años 60 se dedica casi exclusivamente a la realización artística, pero, ante sus escasas influencias y la necesidad de mantener a su familia (estaba casado y era padre de tres hijos), llevó a efecto encargos particulares en el campo de la pintura, estatuaria monumental (fuente completa con figura en piedra artificial para Aljaraque (Huelva)) e interesantes bustos en bronce.

En el ámbito de la imaginería religiosa destaca sobremanera un Cristo Yacente, que hoy recibe culto en Aracena como Titular de la Hermandad del Santo Entierro. Perea tenía un especial interés en las imágenes de yacentes. Es una obra que estudió hasta en los mínimos detalles técnicos. En el momento de su muerte realizaba otro Cristo Yacente, muy expresivo, para el panteón familiar en el cementerio de San Fernando.

Además de la imagen de la primitiva imagen de la Virgen de los Dolores, obra de juventud (que se conserva en la Hermandad sin culto, habiendo sido retocada por Sanjuán Navarro (1941) y Buiza), hemos descubierto en su archivo fotográfico un boceto en barro, bellísimo y original, de una Dolorosa. Pudo haber sido imagen titular de la cofradía de Jesús Despojado, que empezó a reorganizarse en los años 50. No obstante, el proyecto no culminó, encargándosele definitivamente a Eslava, a quien se le mostró este boceto de Perea. Se sabe que éste, posteriormente, fue ya pasado a madera por quien nos ocupa y la imagen se concluyó, pero no se conoce su actual paradero. También su hijo nos habla de otra Dolorosa, de la que existe testimonio gráfico. Pudiera ser alguna de las dos la que recibe culto en la localidad jiennense de Beas de Segura y que el propio Perea cita como suya en un breve opúsculo realizado en ocasión de una exposición celebrada en el Hotel Macarena hace cinco años.

Mucho más podría decirse de este artista sevillano. Quedan, así mismo aspectos de su vida y su obra que se encuentran actualmente en investigación en base a los documentos y papeles personales. No obstante, basten estas líneas como un homenaje a su memoria y una aproximación a la desconocida, pero interesante producción artística de Antonio Perea Sánchez.

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