(Cantoria, Almería, 1920 – Sevilla, 1950)
Procede de una familia de trabajadores del campo y ferroviarios y militantes comunistas. La guerra le sorprendió muy joven y en cuanto tuvo oportunidad se alistó en el Ejército Republicano para combatir en el frente. Es detenido y encarcelado en 1939. Logró salvarse de tres penas de muerte, para ser condenado, finalmente, a 30 años por “adhesión a la rebelión”. Pasó por diversos presidios, entre ellos el penal de Ocaña (Toledo), donde contrajo la enfermedad de la tuberculosis debido a las pésimas condiciones de vida. Durante su estancia en la cárcel, emprendió estudios de topografía, que le acabarían sirviendo para ser reclamado por el Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas. En 1944 es destinado a la VI Agrupación del SCPM en Dos Hermanas, encargadas de la construcción del Canal del bajo Guadalquivir para redimir pena por el trabajo. Desde el campo de trabajo de Los Merinales que albergaba a cientos de presos republicanos en régimen de trabajos forzosos, Baltasar, por su condición de topógrafo, combina el trabajo en oficinas con las salidas fuera del recinto alambrado, siempre bajo la supervisión de una escolta, para realizar las mediciones y planimetría oportunas que demandaba la construcción del canal de regadío.
A pesar de la enfermedad, Baltasar Jiménez desempeñó su labor, sin olvidar la actividad política encuadrado en las células clandestinas del PCE que operaron en el interior del campamento. Allí mismo emprendió noviazgo y contrajo matrimonio con Salvadora Adame, hija y hermana de presos del Canal que vivían en chozas contiguas al campo de trabajo, llegando a tener un hijo durante el cautiverio. En marzo de 1950, siendo preso aún, la tuberculosis entró en fase terminal, aunque pudo llegar a morir en su casa, en la barriada sevillana de Bellavista que se estaba nutriendo de forma acelerada por los familiares de los presos del canal.
Debido a la actitud de la viuda, Salvadora Adame, junto a su familia, entre ellos los presos Manuel Adame padre e hijo, la memoria de Baltasar Jiménez siempre ha permanecido viva, incluso para las nuevas generaciones, tal como señala su hijo, Juan Antonio Jiménez Adame:
“Yo no conocí a mi padre porque murió a los meses de nacer. Mi madre fue la primera persona que me transmitió toda la historia de mi padre. Ella hizo una composición fotográfica en la que aparecíamos juntos mi padre, ella y yo, y esa foto ha estado colgada siempre en mi habitación, a pesar de que cuando yo tenía nueve años se volvió a casar. Lógicamente la presencia de la foto te obligaba a preguntar por mi padre y ella nunca me ocultó nada de él, de su militancia política y de su paso por el campo de concentración. Después, mi abuelo (Manuel Adame Adame) y sobre todo mi tío Manolito (Manuel Adame Hens), que además de un gran comunista era una excelente persona, ejercieron una enorme influencia en la familia. Ellos transmitieron la idea de sentirse orgullosos de ser republicanos desde la militancia comunista…”