Carmelo Romero Ortega, El Pinche, segundo hijo varón del matrimonio formado por el obrero Manuel Romero Cantero y Mª Josefa Ortega de Haro, nació el 10 de Junio de 1909 en el número 11 de la calle Elorza de la aldea de Fábrica del Hierro. Como la mayoría de los niños de su generación y clase social apenas si tuvo tiempo de ir a la escuela y aprender a leer y escribir cuando debió ponerse a trabajar para echar una mano en casa. Poco después de volver licenciado del Servicio Militar, cuyos dos últimos años pasó en África, se afilió al sindicato anarquista de la CNT.
Por su primera declaración ante las autoridades militares franquistas del Campo de Concentración de Peñarroya, donde ingresó prisionero tras la derrota republicana en Abril de 1939, sabemos que el día del Golpe de Estado se encontraba en la vega del Viar, trabajando en las labores de siega de la temporada y «que no se enteró de lo sucedido hasta el día 19, cuando llegó a la finca donde faenaba un numeroso grupo de Cazalla informándoles de lo sucedido y ordenándoles su marcha al pueblo para ponerse a disposición del Comité». Por esa misma fuente sabemos que, después de abandonar el pueblo, una vez dada la orden de evacuación, el día 9 de Agosto, marchó hacia tierras extremeñas incorporándose en la población de Castuera, a primeros de Septiembre, a un batallón de las Milicias Confederales que formaba parte de la Columna Andalucía-Extremadura, a cuyo frente iba el anarquista de Carmona Manuel Mora, con el que llegó combatiendo hasta Madrid. Tras la reorganización del ejército republicano ingresaría en la 47 Brigada Mixta de la 6ª División, con la que tomó parte en la defensa de la capital, donde permaneció hasta finales del año 1937, cuando su unidad fue trasladada al frente de Toledo-Córdoba, de donde ya no se movería hasta el final de la guerra. Finalizada la contienda se entregó con su unidad a los militares rebeldes en la localidad toledana de Urda.
En el Campo de Concentración de Peñarroya-Pueblo Nuevo estuvo interno hasta el 15 de Junio de 1939, día en que fue pasaportado para Cazalla en compañía de otros tres paisanos: Antonio Castaño Sánchez y Manuel Díaz Lora y Eduardo Fernández Martín. La mañana del día 19 los cuatro se presentaron en la Comandancia Militar de Cazalla ante su comandante y jefe de puesto, el cabo de la Guardia Civil, José Pajuelo Poves. Después de prestar la oportuna declaración, esa misma tarde ingresó junto a sus compañeros en la Prisión del Partido de Cazalla a disposición del Juzgado Militar nº 62 de la localidad. A mediados de Julio el titular del Juzgado Militar Eventual de Cárcel, letra D, de Sevilla, Ángel Delgado, que se había hecho cargo de las actuaciones, ratifica la orden de prisión y confirma el Auto de Procesamiento por un delito de «auxilio a la rebelión». Semanas después ordena el traslado de Carmelo a la Prisión Provincial de Sevilla, donde ingresa, tras un traslado conjunto de una treintena de hombres, el 8 de Agosto. Por su Expediente de Recluso sabemos que tenía los ojos pardos y el cabello negro, que era de barba poblada, con nariz y boca regular y que medía 1,67 mts., un poco por encima de la media de su época y generación. Año y medio después, mientras se tramitaba su causa, salió en libertad condicional a primeros de 1941.
La primera noticia que tenemos de su vida en la sierra lo sitúa, a finales de Febrero de dicho año, junto al Chato de Malcocinado, Juan Manuel García Martínez –que había organizado la que sería una de las principales guerrillas que operarían en la sierra norte sevillana junto a sus limítrofes de Córdoba, Badajoz y Huelva, entre los años 1940 y 1944– y otros dos compañeros: Aurelio Díaz Viñuelas, alias Cantares, y Florencio González del Río, Piñón, en los alrededores del sitio conocido por «Las Mesas», dentro del término municipal de Castiblanco de los Arroyos, donde tenían una base-refugio. A mediados de Abril la partida asalta y saquea el caserío de «Cabeza García», propiedad por aquel entonces de los Marqueses de Las Colonias, en el término de Guadalcanal. De vuelta a la parte de Castiblanco, cerca de la base de «Las Mesas», la partida sostuvo, el 6 de Mayo de 1941, un enfrentamiento con fuerzas de la Guardia Civil del puesto de dicha localidad del que lograron escapar sin contratiempos.
Al llegar el verano la partida andaba por el término municipal de El Pedroso, donde, en terrenos de las fincas «Las Jarillas» y «Casas de Gómez», mantenía varios refugios y una pequeña red de enlaces que les suministraban a la par que les tenían informados de los movimientos de la Guardia Civil. Uno de ellos, el ubicado en un barranco cercano al arroyo de Malnombre, sería desmantelado a finales de ese mismo mes por la Guardia Civil, si bien el hecho tuvo lugar cuando los guerrilleros se encontraban ausentes del mismo y los civiles solo pudieron detener a varios supuestos enlaces, en realidad dos carboneros que vivían y trabajaban en ranchos aledaños y un cabrero de Las Jarillas, víctimas inocentes cogidas entre dos fuegos que pagarían con varios años de cárcel la supuesta entrega de comida o armas a «los de la sierra». Durante ese mismo verano participa en varios asaltos de suministro a diversos cortijos de la vega del Viar, así como en el secuestro de Luís García Taviel, dueño de la finca «Fuente Luenga», de El Real de la Jara. Mediado Septiembre, después de pasar algunos días al amparo de unos enlaces de Cazalla, que vivían en una casilla de la zahúrda de «La Dehesilla del Campo», la guerrilla parte hacia la zona de Azuaga donde mantenían una cierta infraestructura «en el llano». Allí el grupo permanecería algún tiempo en la clandestinidad, si bien, de vez en cuando efectuaban alguna que otra salida para suministrar. Al parecer, en una de estas salidas, tuvieron un encontronazo con un brigada de la Guardia Civil de Los Santos de Maimona, a quien dieron muerte cuando intentaban un atraco en Septiembre de 1942. Al año siguiente, en Enero del 43, ejecutan al derechista Miguel Carrizosa y poco después secuestran a José Luna Esteban, propietario de la finca «La Solana», del término municipal de Bienvenida (Badajoz). Por esos años se hacía llamar Pepe y mantenía relaciones con una cabrera llamada Victoriana Castillo Chicote, en cuya choza la Guardia Civil abatió, en Enero del 43 a su compañero de partida Pedro Rubio Santervás, salvando él la vida aquella noche por poco.
Un año después, tras la muerte del Chato, se une a la guerrilla del Tripas, José Martín Campos, que por aquel entonces, aunque muy mermada, seguía actuando a lo largo de la cuenca del Viar, donde tenían varios refugios y algunos enlaces que le suministraban. Dos de estos se les unirían poco después, el cazallero y ranchero de Las Colonias de Galeón, José Salvador González Espino y su cuñado, el pedroseño José Jiménez Muñoz. Junto a ellos vivirá sus últimas semanas en la sierra. Tras permanecer un tiempo el grupo pegado al terreno, tratando de pasar desapercibidos, sobreviviendo a base de pequeños asaltos a distintos caseríos de la zona, el 14 de Octubre de 1944 llevan a cabo la que será su última acción.
El 14 de Octubre de 1944 la partida compuesta por El Tripas, El Pinche, Ganazo y José Jiménez Muñoz secuestra al propietario agrícola de Cazalla y ex concejal de la derechista Acción Popular durante el Bienio Negro, Domingo Gómez Álvarez-Acevedo, cuando se dirigía a su finca de «Las Corchas», en el término de Cazalla. Al día siguiente, una vez abonado el rescate convenido por su familia, sesenta mil pesetas, sería puesto en libertad. Nada más llegar a Cazalla, Domingo Gómez, hombre bien relacionado con las esferas oficiales del franquismo en la comarca, se personó en el cuartel de la Guardia Civil para denunciar lo sucedido. De inmediato, el Comandante del Puesto, sargento Fernando Marín Martí, puso el hecho en conocimiento de las autoridades de la capital. Al día siguiente llegaría a Cazalla para hacerse cargo de las actuaciones el capitán Ramón Jiménez Martínez, jefe de la 4ª Compañía de la 138 Comandancia encargado del Servicio de Persecución de Huidos de la zona.
Lo primero que este hizo fue ordenar la movilización urgente de todas las fuerzas disponibles de los Puestos de Cazalla, Alanís, Guadalcanal, Constantina, El Pedroso, El Real de la Jara, Almadén de la Plata, Castiblanco de los Arroyos y Villanueva del Río y Minas, así como las destinadas en los destacamentos móviles de El Obispo, Montegil, El Pintado, Charco de la Sal, La Burbana, Nava Baja y La Chirivía, con el fin de establecer un cerco que impidiera cualquier posibilidad de huida a los guerrilleros. Así mismo, el día 17 llegó a Cazalla una de las contrapartidas que operaban por la zona, concretamente la mandada por el Cabo de la 3ª Comandancia Móvil, José Ruano Pascual, quien iba acompañado por los guardias Felipe Gordo Sánchez y Luis Gómez Fernández, llevando con ellos como guía a un ex-miembro de la partida, detenido dos meses antes, llamado Francisco Moruno, apodado Chocolate, conocedor de los pasos y refugios de sus ex compañeros que nada sabían de su traición.
Según se desprende del escrito enviado al juez instructor por el coronel jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil, bajo cuyo mando se encontraba la 138 Comandancia Móvil, la tarde noche del 19 la contrapartida logró tomar contacto con los huidos cerca del refugio que estos tenían en una de las zonas más abruptas del barranco de las Torneras, en la margen derecha del río Viar, dentro del término de El Pedroso, donde, ante la imposibilidad de atravesar el cerco establecido por las fuerzas desplegadas, los guerrilleros se habían ocultado tratando de pasar desapercibidos. Al parecer, una vez que el traidor Chocolate se hubo ganado la confianza de los guerrilleros, el grupo se dirigió a pasar la noche en el refugio que tenía en la zona. De lo ocurrido en aquellas horas que transcurren entre la noche del día 19 y la mañana del 20 nada sabemos con certeza, pero parece lógico pensar que en algún momento dado de la madrugada, cuando el turno de guardia correspondiese a alguno de los miembros de la contrapartida, estos aprovechasen el momento para abalanzarse sobre los guerrilleros y darles muerte.
El historiador Antonio Villalba Ramos, citando la información que en su día le fue facilitada por familiares de Ganazo, publicó hace tiempo un artículo, en el periódico local El Chorrillo, donde afirmaba que «los guerrilleros fueron envenenados con leche de cabra previamente preparada en una farmacia de Cazalla siguiendo los dictados del Capitán de la Guardia Civil». Para quien esto escribe ello no se contradice con lo anteriormente narrado pues, si eso fue así, ¿quién mejor que el traidor Chocolate para hacer llegar la leche a sus ex compañeros? Ocurriera como ocurriese lo sucedido, lo cierto es que en la mañana del día 20 los cuerpos sin vida de los cuatro yacían sobre el duro suelo del refugio del barranco de las Torneras. A media mañana el capitán Ramón Jiménez Martínez, que se había personado poco antes en el lugar de los hechos, ordenó el traslado de los cadáveres a El Pedroso. En el informe que elevó a sus superiores el capitán anotaría que en los cuerpos de los guerrilleros encontraron la cantidad de 20.095 pesetas además de incautarse de un rifle belga, dos escopetas de dos cañones y dos pistolas del nueve largo.
Aquella misma tarde, entre las 16 y las 18 horas, los forenses de Cazalla, Jacinto Vera Campos y Manuel Nosea Portero, ayudados por el titular de El Pedroso, Luis Odriozola y Ortiz de la Torre, practicaron la autopsia a los finados. Según se desprende del informe de los facultativos, Carmelo Romero presentaba cinco heridas de bala del calibre 9 milímetros. Una con orificio de entrada en la carótida derecha y salida por el ojo izquierdo; otra en la región pectoral mayor con dirección hacia la axila izquierda; una tercera en la columna vertebral a nivel de la segunda vértebra dorsal; la cuarta estaba situada en el lado derecho de la región sacra lateral con salida por el glúteo del mismo lado; y la quinta y última aparecía en la región axilar izquierda.
Carmelo Romero Ortega, que contaba al morir treinta y cinco años, fue el cazallero que mayor tiempo pasó haciendo la guerra a la dictadura nacida tras el Golpe de Estado Militar de los generales fascistas en Julio de 1936 y la derrota en la guerra de la IIª República Española en Abril de 1939. Siete años estuvo en total con las armas en la mano contra Franco, los últimos cuatro en la sierra, cuando ya todo estaba perdido. Sólo la traición y la muerte pudieron con su rebeldía