Don Custodio Andrades Pérez, hijo de Bartolomé Andrades Piñero y Leonarda Pérez Estévez. Custodio fue secretario auxiliar del Ayuntamiento de Jerez para la pedanía de San José del Valle (Cádiz), durante la Segunda República, durante la alcaldía de D. Joaquín Pazos Canto. Custodio, pronto destacó como una persona carismática entre los ciudadanos de San José del Valle, tanto por su activismo político republicano como por su carácter amable y solidario.
Custodio Andrades Pérez nació en Algar (Cádiz) en 1885, pero tras el fallecimiento de su mujer, doña Dolores Ruiz Comitre, con la que tuvo cuatro hijos —Leonarda, Simón, Pepa y Dolores—, se trasladó a Cádiz, contrayendo de nuevo matrimonio en la iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de la capital gaditana, el día 1 de agosto de 1918 con María Villalobos Gómez. Su matrimonio fue efímero, separándose de su esposa, a pesar de que en aquella época el divorcio estaba prohibido por lo que legalmente continuó casado con ella.
Posteriormente, Custodio se trasladó a San José del Valle, donde conoció a doña Josefa Rodríguez Florín, con la que tuvo ocho hijos: Herminia, Elena, Custodio, Guadalupe, Florentina, Juan, Aurora y Jacoba, estas últimas fallecidas prematuramente.
Instalado ya en San José del Valle, Custodio Andrades Pérez, residió en la casa que existía junto a la iglesia de los Carmelitas, con los que mantuvo una excelente relación. Aunque de ideología republicana, no dudó en bautizar a sus hijos, a pesar de las reticencias impuestas por la República hacia la práctica religiosa.
Y es que, a pesar de sus fuertes convicciones ideológicas, Custodio Andrades Pérez, mantenía una estrecha amistad con el sacerdote D. Ernesto Olivares Figueroa. Ambos se debieron favores y gratitud mutuos: en primer lugar, Custodio Andrades, siendo secretario auxiliar de San José del Valle evitó que los disturbios ocasionados por los republicanos en 1931 destruyeran la iglesia y la Cruz del Valle, prohibiendo expresamente que se quemaran estos edificios, ya que fiel a su ideología republicana mantuvo siempre una línea de diálogo y de entendimiento incluso con los que no compartía ideas políticas. Mantuvo siempre que la violencia no conducía a ninguna parte.
A pesar de las presiones a las que se vio sometido por los miembros de su partido, ese día, tirando del ingenio que le caracterizaba, se hizo el enfermo y no firmó el acta de derrumbe de la iglesia y la cruz, que le solicitaban los activistas republicanos más radicales. Este hecho, aparentemente intrascendente e inofensivo, no fue vano ni cayó en el olvido.
Años más tarde, el 18 de julio de 1936, tras el golpe de Estado que desencadenaría la Guerra Civil, Custodio Andrades Pérez, enfermo de asma y aún así al pie de la secretaría auxiliar de San José del Valle, sabía que la Guardia Civil tenía establecidas líneas de vigilancia en las inmediaciones de su vivienda. A pesar de todo, Custodio intentó por todos los medios mantenerse firme y no huir, y estando sentado a la puerta de su domicilio hablando con algunos vecinos vio como una pareja de la Guardia Civil se dirigía hacia él.
Manteniendo la calma, aunque sabía claramente cuáles eran las intenciones de estos guardias que ya se habían sumado a los sublevados del golpe de Estado, Custodio Andrades fue increpado por uno de ellos: «Tú, levántate». La persona que en esos momentos hablaba con el secretario respondió: «¿Yo?». Y los guardias, como si no reconocieran ya la autoridad local que representaba Custodio Andrades, dijeron con desprecio: «Tú no, el de la mascota» —en aquella época era muy común el uso de la mascota—. «El comunista», insistieron.
Sin perder la compostura ni la autoridad se levantó y dijo: «Yo no soy comunista, soy de Izquierda Republicana», reafirmando una vez más sus fuertes convicciones ideológicas. El agente de la Guardia Civil se limitó a decir «para el caso es lo mismo». Allí mismo lo ataron, lo amarraron a un coche, sin que él ofreciera resistencia, y lo llevaron arrastrando hacia el cuartel del Guardia Civil. «Y a ser posible que no llegue al cuartel» fueron las últimas palabras de los agentes encargados de la detención ilegal de Custodio Andrades.
Justo en ese momento, su hija Herminia, que había presenciado el trato vejatorio que había recibido su padre, salió corriendo en dirección a la iglesia, buscando el auxilio de D. Ernesto Olivares, el sacerdote, el amigo entrañable de su padre.
Sin dudarlo, sin pensar en las repercusiones que podría traerle su acción, sin importarle nada el delicado momento político que se estaba viviendo en esos instantes, el sacerdote, ante los gritos de desesperación de Herminia pidiendo auxilio, paró de inmediato la misa que estaba celebrando y junto con dos salesianos se dirigieron rápidamente al cuartel de la Guardia Civil, donde la esposa de Custodio, Josefa Rodríguez, intentaba saber el paradero de su marido.
Don Ernesto Olivares evitó el fusilamiento de Custodio Andrades, le salvó con toda seguridad la vida, haciendo valer las cualidades humanas de las que siempre hizo gala el secretario de San José del Valle. Los dos salesianos que acompañaron al sacerdote prestaron declaración y narraron ante la reciente autoridad militar del pueblo el episodio de la iglesia y la cruz y la actitud dialogante de Custodio Andrades.
Le tomaron declaración, lo dejaron salir del cuartel y Custodio Andrades, junto con su mujer y sus hijos tuvieron que huir a la sierra para evitar una nueva detención de la que posiblemente no habría salido con tan buena fortuna. Allí permanecieron una temporada, hasta que el mismo D. Ernesto Olivares envió a Francisco Marín Gutiérrez a buscarlos para que volvieran nuevamente a su domicilio. Nunca lo volvieron a molestar, aunque nunca más volvió a implicarse en la vida política de su pueblo.
En su domicilio también residía su hija Leonarda con su marido e hijos. Su nieto Custodio Vallejo Andrades fue bautizado en San José del Valle por gestiones practicadas por Custodio. También durante temporadas, se iban con él su hijo Simón y sus hijas Dolores y Pepa, hijos del primer matrimonio, alternando su domicilio entre Algar y San José del Valle. Custodio se caracterizaba por su familiaridad y solidaridad, pese a que aquellos tiempos la opulencia brillaba por su ausencia.
Esta es una historia de amistad y lealtad incluso en los peores momentos. La relación entre Custodio Andrades y Ernesto Olivares, entre un republicano convencido y un sacerdote católico siempre estuvo por encima del conflicto bélico y de la posterior represión política. Entre ambos existía una unión admirable. Posiblemente porque ambos entendían la vida de la misma manera. Custodio, desde su convencimiento republicano, se dedicaba a ayudar a los más necesitados del lugar, yendo por los campos en su burro llevando comida y todo lo necesario para que las familias que residían en el campo pudieran subsistir. Los salesianos en general y Don Ernesto en particular le agradecían profundamente esta labor humanitaria que hacía, máxime cuando Custodio tenía una familia numerosa y que también pasaba por momentos difíciles y complicados.
Custodio se consideraba ante todo una persona sociable, ofreciendo su ayuda al prójimo. Actitud esta que tenía un valor incalculable, debido al momento sociopolítico que se vivía en el país y que se agudizaba más en las clases más pobres. Como secretario auxiliar del Ayuntamiento realizó una labor encomiable que trascendía las funciones encomendadas, desplazándose incluso con su burro hasta Jerez de la Frontera para inscribir a los nacidos en San José del Valle y en los campos de alrededor.
En 1949, tras una vida intensa en acontecimientos y largos años de silencio político, se traslada a los Isletes Bajos, donde se le asignó una parcela para su explotación agrícola, parcela que cedería a su hijo Custodio Andrades Rodríguez cuando decide trasladarse junto a su esposa a la localidad de Paterna de Rivera donde ya vivía su hija Herminia, la que posiblemente le salvó la vida, que había contraído matrimonio con Antonio González «el Cabrillero». Posteriormente se trasladaron a esta localidad sus hijos Custodio, Juan, Elena y Florentina.
Custodio Andrades Pérez falleció el 12 de agosto de 1962 a los 77 años de edad, veintiséis años después de esquivar una pena de muerte segura.
La dura represión franquista se valió de muchas fórmulas. Algunas, las más evidentes, se escribieron en cárceles y exilios. Otras pasaron más desapercibidas pero marcaron hondamente y para siempre a muchos hombres y mujeres que, como Custodio, soñaban con un mundo más justo.
El 2 de mayo de 2014, tras petición formulada al Ayuntamiento de San José del Valle por su nieto Custodio Andrades Macías, se le da su nombre a una de las calles de la localidad en señal de reconocimiento y de respeto a su labor como secretario auxiliar de la pedanía de San José del Valle.
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