Nació en Sevilla en el arrabal de la Macarena, en la calle Esperanza (1911 o 1912). De profesión, tallista-charolista. Fue militante de la CNT-AIT.
Como un vecino macareno más, y por su militancia anarcosindicalista, frecuentaba la taberna Casa Cornelio, lugar ubicado en donde hoy está la basílica de la Macarena. Dicha taberna ha pasado a la historia porque en ella se suponía que se organizaron las huelgas más importantes que se dieron en Sevilla a finales de los años veinte y principio de los treinta; siendo por ello calificada de «nido de anarquistas» y condenada por orden gubernamental a ser «fusilada» a cañonazos en julio de 1931, recién estrenada la II República.
Cuando el golpe militar fascista, Enrique participa, junto con otros milicianos anarcosindicalistas y de la izquierda, en la defensa de las barricadas de la plaza de San Marcos. Aplastada la resistencia en Sevilla, es visitado en su domicilio por miembros del Requeté. Escondido en su humilde casa de un corralón de vecinos de la calle Esperanza, escucha cómo esos paramilitares amenazan a su madre, diciéndole: «Si su hijo no se presenta en el cuartel de la Guardia Civil del Sacrificio, nos la llevamos a usted». El cuartel al que se referían los requetés, estaba en el barrio de «La Calzá» de Sevilla capital, concretamente en la plaza del Sacrificio, teniendo dicho cuartel el sobrenombre de «La Fábrica de tortas», por su constante represión y maltrato a todos los que se llevaban allí detenidos, fuera por una causa u otra; fama que le duró hasta el día de su cierre. Esta represión se acentuó en los primeros meses del golpe militar franquista, pues allí fusilaron a muchos milicianos y a vecinos que simplemente presentaron resistencia al golpe militar, aunque esta solo fuera verbal. (La fama de «Fábrica de tortas» la mantuvo hasta su cierre a mediado de los años sesenta).
Enrique tuvo la posibilidad de escapar y defender su libertad, pero no lo hizo; probablemente por la amenaza que los requetés hicieron a su madre. Incluso pudo hacer uso de la pistola que tenía: una Star del 9 corto muy popular entre los milicianos.
Así que, al día siguiente se presentó en el maldito cuartel del Sacrificio, famoso por su represión, y en él estuvo preso dos o tres días; siendo testigo de cómo se llevaban a compañeros para fusilarlos.
No quiso sufrir más la tremenda conmoción y ansiedad que padecía y teniendo claro que no tendría escapatoria, pues sabía que iba a terminar fusilado como la mayoría de los que encarcelaron en el cuartel, tomó una drástica decisión. Entonces, pidió ir a una de las cochambrosas letrinas que poseía el cuartel, y en este inmundo lugar se quitó la vida ahorcándose con su humilde cinturón, colgándose de una viga de madera.
Enrique Hornillo Zambruno no les dio a los fascistas la satisfacción de fusilarlo. Tenía 25 años. Miembros de su familia le han dedicado la producción del documental Un revolucionario de charol, en que se detalla más información de estos hechos y su contexto histórico social.