Eulogio Martínez Leduc, domiciliado en el barrio del Príncipe, de Melilla, vivía con su madre, viuda, y su hermano menor; eran tres hermanos, el mayor Fernando, ya casado, sargento en un regimiento de Melilla, y el menor trabajaba de aprendiz en la imprenta situada frente a la Capilla del hospital de la Cruz Roja.
Eulogio era un hombre culto y de una remarcable personalidad. Publicista, muy conocido en Melilla, recorría toda la ciudad con su camión anunciador conducido por un tal Carmona, y animado por el mismo con su facilidad extraordinaria de la palabra; siempre presente, en todas las ferias y manifestaciones que se celebraban en Melilla.
De ideas progresistas, llamaba la atención el anuncio de su camión que denotaba cuáles eran sus ideas. Ese anuncio era: ESTE CAMION ES DE TODOS.
En 1931-32 contrajo matrimonio con Rosalía de quien tuvo dos hijos, niña y niño. Los dos fallecieron en 1938.
No se conoció que el día 17 de julio participara en nada. El 18 por la mañana salió de su casa, para acompañar a su hermano menor a su puesto de trabajo, dado la situación en que se encontraba la ciudad. Al dejar a su hermano menor en su trabajo y marcharse, este último presenció que dos falangistas armados detuvieron a su hermano y lo introdujeron rápidamente en coche. Vio que un hombre de paisano que estaba junto a los falangistas había señalado a estos la presencia de su hermano. Aquel hombre que siempre se vanagloriaba cuando «hacían desaparecer» a alguien, murió unos años más tarde de un cáncer de garganta.
Lo llevaron al Fuerte de Camellos, situado en los altos del barrio del Tesorillo.
Unos días después, enterada la familia que su cadáver se encontraba en el depósito del cementerio de la Purísima, se presentaron allí su esposa y algunos familiares para comprobar la realidad de los hechos. Yo estaba allí.
Se contaba más tarde, por testigos que estaban también detenidos en el Fuerte de Camellos, que cuando en la noche del crimen lo nombraron para salir, se quitó los zapatos, casi nuevos, que llevaba, y se los dio a uno que al parecer pensó le vendría bien, esta persona le dijo que cómo se iba a ir sin zapatos, a lo que respondió: «no te preocupes, no me harán falta».
Unos días después, Fernando, el hermano mayor, fue nombrado para «actuar» en el fusilamiento de un capitán de su regimiento, a lo que se negó rotundamente. Ante esto, sus jefes lo hicieron ingresar en los calabozos, en vista de formarle juicio. No obstante, sus jefes, teniendo en cuenta las circunstancias y el intachable historial militar de Fernando, lo que hicieron fue enviarlo al frente de guerra con los primeros que salieron hacia la península. Allí perdió la vida.
Relato aquí una anécdota que refleja en cierto modo la humanidad de Eulogio. Una noche al terminar su trabajo y dirigirse hacia su casa del Príncipe se encontró con un niño descalzo llorando y sentado en el suelo. Al preguntarle qué le pasaba, el niño le respondió que le habían robado los zapatos y no se atrevía a ir a su casa, por la paliza que le iba a dar su padre; Eulogio le dijo de ir con él a su casa, que le daría unos zapatos, que él tenía un hermano casi de su edad. Al empezar a caminar y verlo descalzo le dio lástima y se lo subió a «cocoleta», a la espalda. Llegado a la casa, le dio unos zapatos del hermano que casi le venían bien y el chiquillo se fue más contento que unas pascuas. El sorprendido fue Eulogio cuando se apercibió que le había sustraído la cartera.
Siempre reía cuando se mencionaba aquello.
Aquel niño era un famoso raterillo de Melilla al que apodaban «El Perilla». Cometió el error de robar en casa del cura del Cementerio, unos días antes del comienzo de la incivil guerra, y se encontraba en la cárcel. Allí murió de las palizas recibidas. Su padre era una bellísima persona.
Eulogio Martínez Leduc, tu recuerdo siempre estará presente.