Francisco López Herrera

Jimena de la Frontera
Cádiz
Vega Fernández, Enrique

Como es bien conocido, las fuerzas sublevadas en julio de 1936 lograron espectaculares avances a lo largo del segundo semestre de dicho año, tanto por el sudeste español como por el eje norte-Burgos-Madrid, provocando la huida “al monte” o la ocultación de muchos significados republicanos e izquierdistas, lo que dio a algunas autoridades republicanas, como el general Rojo (en esas fechas todavía teniente coronel), el dirigente comunista José Díaz o los anarquistas García Oliver o Abad de Santillana, la idea de constituir partidas en la retaguardia enemiga, que, al modo de sus antepasados en la Guerra de la Independencia, coadyuvasen al esfuerzo del Ejército Popular de la República.

La idea, si es que llegó a intentarse, no parece que tuviera inicialmente mucho éxito y, aunque sí empezó a haber conatos de partidas en diferentes lugares, su conexión con el ejército regular republicano era mínima, si es que llegaba a haber alguna. Pero, sin embargo, en lo que sí se llega a plasmar la idea es en la creación, a lo largo de 1937, de “unidades de guerrilleros” (hoy los llamaríamos de operaciones especiales) para realizar acciones de información y sabotaje tras las líneas enemigas. Unidades que acabarían agrupándose, a finales de1937, en el XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero.

La herencia, tras la guerra, de este XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero y de las partidas de “huidos” y “emboscados” será lo que en Andalucía se conocerá como “los de la sierra”, porque lo de “maquis” (matorral en francés y, por extensión, maquisard, los que se esconden en los matorrales: los resistentes, guerrilleros o partisanos) vendrá después, copiado del nombre adoptado por la resistencia francesa. Aparecerán por toda España y, por tanto, por toda Andalucía y por su comarca gaditana del Campo de Gibraltar. Resumir brevemente, en el espacio que da de sí un artículo, la biografía de uno de estos “guerrilleros campogibraltareños”, Francisco López Herrera, es el objeto de este artículo.

Francisco López Herrera nace en Jimena de la Frontera, localidad de la provincia de Cádiz inserta en la comarca conocida como Campo de Gibraltar, en el año 1922. Es decir, que tenía catorce años en el momento de la sublevación de julio de 1936. Su padre, Francisco López Pino, jornalero afiliado a la sección de la CNT de la cercana Estación de San Roque, habiendo triunfado la sublevación en la zona, es detenido por falangistas a los pocos días y nunca más se supo de él.

Este hecho, en vez de atemorizarle, espoleará la ira y concienciación de Francisco, que, a pesar de sus solamente catorce años, empieza a unirse a las manifestaciones que se organizan en la Estación cada vez que llega la noticia de que los sublevados han tomado una nueva localidad o han conseguido alguna victoria. Un empoderamiento que se asentará cuando se atreve a escalar una noche a un balcón en el que ondea la bandera de Falange, la arranca y la hace desaparecer.

De esta época le viene el sorprendente apodo con el que será conocido durante sus correrías “en la sierra”: “Requeté”, que nace un día en que por la Estación pasa un tren con combatientes sublevados, del que cayó una boina roja requeté, que Francisco recoge y con la que recorre la localidad haciendo gansadas y chanzas con ella puesta. Desde entonces, Francisco será para todos sus compañeros simplemente Requeté.

Finalizada la guerra, empieza a colaborar como informante y enlace de las diferentes partidas de guerrilleros que se van constituyendo en la zona. Actividad que no abandonará, dentro de las limitaciones impuestas por su situación, durante su servicio militar en el Regimiento de Caballería de Sevilla. Es en esta época de servicio militar, cuando Francisco entra en contacto, durante un permiso, con la partida de los hermanos Moreno de Cortes, pretendiendo incorporarse a ella, lo que le es desaconsejado ya que la guerrilla le considera más útil como informante y enlace que como combatiente.

Tras licenciarse al acabar su servicio militar, Francisco continúa con sus labores de apoyo a las partidas, en muchas ocasiones junto a un tal Joaquín Correro “el Leñador”, también informante y enlace de las partidas del Campo de Gibraltar y de la Serranía de Ronda, cuyo oficio, leñador, era una magnífica coartada para sus desplazamientos. En una de ellas, mientras sirven de guías a la partida de un tal Bernabé López Calle, Comándate Abril, que pretendía extorsionar a un rico hacendado del término municipal de Los Barrios, Francisco está a punto de ser detenido: mientras están montando la emboscada, el propio hacendado aparece inesperadamente montado a caballo y aunque se le amenaza con dispararle, éste pica espuelas y logra huir y alertar a la Guardia Civil. Al día siguiente, El Leñador avisa a Requeté que ambos han sido identificados y que él ha podido escapar gracias a que una vecina lo había avisado justo a tiempo. Tienen que huir y se incorporan a la partida de los hermanos Moreno de Cortes y, al poco, ingresan en el Partido Comunista, al que pertenecía dicha partida. 

Actuando en la zona de Antequera, la partida tiene un nuevo encuentro con la Guardia Civil, en el que una granada de mano alcanza a Francisco, hiriéndole en el cuello. Recogido por sus compañeros, logran zafarse de la emboscada y es llevado a una casa-refugio rural del Partido Comunista en el área de Ubrique, donde permanecerá, con la única compañía de un solitario y taciturno labriego y la visita periódica de un médico, quizás solo practicante, hasta que, tras unas semanas y ya curado de sus heridos, vuelve a incorporarse a su partida, donde encuentra que algunos de sus viejos compañeros se han incorporado a otras partidas y otros tantos, sin embargo, se han unido a la suya, lo que da idea del trasiego constante a que se ven forzados estos combatientes irregulares por motivos tan diversos como haber sido identificados, relaciones familiares o amorosas o preferencias personales o ideológicas.

Uno de los principales problemas a los que tuvieron que enfrentarse estas partidas, como si ya no tuvieran pocos, era el de los “bandoleros”, partidas que actuaban con sus mismos procedimientos, pero con fines de lucro. Es verdad que la guerrilla secuestraba y atracaba para poder obtener suministros (alimentos, pertrechos, munición e incluso armas) o dinero para poder comprarlos. Pero mientras sus objetivos eran gente adinerada y manifiestamente adepta a colaborador con el nuevo régimen impuesto o puestos o patrullas de la Guardia Civil o de cualquier otra fuerza represora, los objetivos de los “bandoleros”, haciéndose pasar muchas veces por guerrilleros, eran simplemente objetivos fáciles, incluidas frecuentemente personas o familias humildes y ya represaliadas por el propio régimen, lo que en más de una ocasión se traducía en la pérdida de apoyo y confianza de los campesinos y jornaleros de áreas enteras.

En el mes de julio de 1948 y mientras la partida descansaba en las proximidades de la fuente del Canuto del Pinar del Rey sanroqueño, a pocos kilómetros de esta ciudad, apareció corriendo uno de sus enlaces, al parecer con mucha prisa y saludando con frases inconexas y poco comprensibles. No había pasado ni un cuarto de hora de su marcha, cuando alguien gritó la alarma de “nos atacan”. Así era, efectivos de la Guardia Civil los rodeaban desde tres direcciones, bien situados, por ejemplo, en los riscos que desde lo alto dominaban el canuto. El enlace los había traicionado y llevado a los guardias civiles hasta donde estaba acampada la partida. Dios sabe a cambio de qué. Lograron evadirse a tiro limpio gracias al buen conocimiento de la zona, pero habían perdido todo su material, víveres y efectos, excepto las armas que llevaban en la mano y la munición que cada uno pudo coger en el último minuto.

Poco después llegaría la orden del Partido Comunista de abandonar la lucha y procurar evadirse. Hacia Marruecos, lógicamente, aquellas partidas tan cercanas al Estrecho de Gibraltar. Francisco logra llegar a Tánger, donde, al poco, será de nuevo delatado y trasladado sucesivamente a las cárceles de Algeciras, San Roque y Sevilla. En 1951 es condenado por Consejo de Guerra a la pena de muerte, más tarde conmutada por la de treinta años de reclusión, que cumpliría en el penal de Burgos hasta su puesta en libertad, el 23 de diciembre de 1966, y su reencuentro con su compañera de toda la vida, Ana León Hernández, que lo esperó durante todos sus años de sierra y cárcel, con quien se casaría y con quien establecería su domicilio definitivo en San Roque hasta su fallecimiento el diez de abril de 2009.

Nota: La práctica totalidad de los datos referentes a Francisco López Herrera han sido sacados del interesante libro Un guerrillero andaluz de Antonio Pérez Girón y Rubén Pérez Trujillano, Servicio de Publicaciones del FMC Luis Ortega Brú, 2010, cuya lectura recomiendo.

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/lucha-antifranquista-guerrilleros-republicanos-andalucia-campo-gibraltar/20201127111755181714.html

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