Recordado, querido y amado por unos, silenciado y olvidado por otros, desconocido por la mayoría. ¿Quién fue en realidad Frasquito Mora? Aun hoy, cuarenta y cinco años después de su desaparición, la imagen de aquel hombre con inteligencia fuera de lo común, culto, carismático, idealista y de personalidad compleja aparece de vez en cuando en las conversaciones de nuestros mayores. Sus amplios conocimientos generales, su humilde escuela y sus grandes cualidades para la enseñanza fueron siempre motivo de comentarios entre sus alumnos.
En otro tiempo y en otras circunstancias, Frasquito Mora, quizás hubiese alcanzado un gran prestigio humano y profesional, pero su trayectoria personal fue acumulando el tormento de una tragedia interior que lo dejó atrapado en la larga posguerra y lo condujo a un destino fatal.
Francisco Martín Mora, mas conocido por Frasquito Mora nació el año 1915 en el seno de una familia jornalera. A pesar de que la inmensa mayoría de los niños y jóvenes trabajadores de nuestro pueblo no tuvieron en aquella época la oportunidad de pisar una escuela, él comenzó pronto a adquirir grandes conocimientos con sus propios medios. Fue lo que se denomina un autodidacta
La proclamación de la Segunda República en 1931 le cogió de lleno y al año siguiente, junto a otro grupo de jóvenes decidieron fundar las Juventudes Socialistas de Los Corrales, en cuya organización fue nombrado vicepresidente con apenas18 años. Nadie dudaba que era el más inteligente, preparado e instruido de todos. En medio de las dificultades, Francisco fue comprando libros y aprendiendo contabilidad, matemáticas, y álgebra. También dibujaba y pintaba con extraordinaria maestría, incluso heredó de su madre una fina sensibilidad para escribir poemas.
Tras el golpe militar franquista en 1936, pasó a ser de los miembros más activos del Comité de Defensa de Los Corrales. Algunas mujeres mayores lo recuerdan en la puerta de la iglesia organizando el reparto diario del pan. Al caer nuestro pueblo en manos de los sublevados fue unos de los últimos en abandonar la localidad, quedándose varios días en la proximidades del Álamo con su compañero José Martín Reyes. Una semana después marcharon hacia Málaga, donde se enrolaron en el ejército republicano. Pasó la guerra en el frente de Granada con la graduación de teniente. Allí fue hecho prisionero y condenado a la pena de muerte, pero le fue conmutada por 30 años de cárcel.
A pesar de la terrible hambruna y miseria que circulaba por la prisión provincial de Sevilla, aprovechó aquellos años para ampliar de forma extraordinaria sus conocimientos con los intelectuales republicanos encarcelados. Aprendió idiomas, física, literatura, humanidades…
En 1945 salió en libertad tras seis años de presidio, afectado por uno de los indultos. Al regresar a Los Corrales, sin apenas medios, montó una escuela en la parte alta de su casa. Allí comenzó a acudir mucha gente de todas las edades y condición, aprendiendo cosas que jamás olvidarían. Pero la enseñanza no daba para vivir. Eran los años extremos del hambre.
La esperanza de desarrollar su capacidad surge un buen día cuando le proponen trabajar en la secretaría de la cámara agraria local, un puesto para el que tiene una sobrada preparación, sin embargo sus antecedentes políticos son una pesada carga y una negra carta de presentación. Poco tiempo después, los intereses de algunos y los informes negativos de otros consiguen que Frasquito Mora vaya a la calle. Los más entusiastas fieles de la Dictadura no iban a permitir que un antiguo rojo ocupara ese puesto.
Con enorme frustración continuó enseñando como único recurso y paradójicamente a él acudían para aprender aquellos que sí tenían posibilidades de prosperar; guardias civiles, hijos de propietarios, comerciantes, etc.
Se casó y poco tiempo después, sobre 1950, decidió marcharse a probar suerte a otra zona, concretamente a los chozos de La Verea, junto a La Rinconada, donde siguió impartiendo clases a los niños del lugar y a los del cortijo Los Solares, pero unos tres años mas tarde regresa de nuevo a Los Corrales sin haber encontrado el futuro que esperaba. Meses después decide poner nuevas esperanzas en la ciudad y emigra a Madrid, donde deambula en busca de trabajo. Allí estuvo compartiendo pensión con Miguel “El Altavoz”. Unos días en una obra, otros en una librería, en distintos establecimientos…, pero al parecer, cada vez que intentaba afianzar un empleo adaptado a su nivel de preparación se encontraba con un informe de antecedentes penales que le cerraba las puertas.
Vuelve de nuevo a Los Corrales frustrado anímicamente sobre 1956 para continuar con su escuela. La falta de ilusión se ha ido adueñando de su temperamento y sufre en silencio altibajos emocionales. Sus necesidades y su dependencia económica queda muy ligada a los únicos que pueden aportarle algunas pesetas por sus clases, algo que convive en él de manera contradictoria con su pasado ideológico.
Sin otra cosa donde poder elegir, con esposa y cuatro hijos que alimentar, comenzó a trabajar de velaor con una familia de propietarios, dedicando la noche a cuidar animales, pero años después, al calor de las fuertes migraciones a Cataluña, decide una vez más aventurarse.
A principios de 1960 llega a Barcelona y comienza un nuevo recorrido en circunstancias frustrantes parecidas a lo vivido en Madrid. Frasquito Mora no tiene suerte y su autoestima decae por día. Llama a muchas puertas porque quiere ver valorada su extraordinaria preparación, pero una especie de mano negra lo impide. Incluso intenta pasar a Francia y encuentra muchos obstáculos con la documentación. Hay quien afirma que influyeron de nuevo las informaciones solicitadas a Los Corrales.
Durante el verano su familia recibe una carta en la que Francisco transmite que ya no le encuentra sentido a su vida. Días después, el primero de Septiembre de 1960 decide su final, emprendiendo el último viaje para cerrar definitivamente todas las puertas a la esperanza.
Francisco Martín Mora entró a partir de entonces en la memoria colectiva de esa lista interminable de tragedias humanas que la represión de la Dictadura destrozó. Algunos de sus antiguos compañeros lloraron amargamente su fallecimiento en el exilio. Uno de ellos escribió:
La que llena mi recuerdo y siempre te hace presente.
Poco valgo, poco sé, pero mi dolor es sincero
Por tu esfuerzo y sencillez.
Hoy cuarenta y cinco años después, es de justicia que el pueblo de Los Corrales conozca y reconozca un poco más a sus hijos, sobretodo a aquellos que quedaron ocultos por el olvido de una época tan incomprensiblemente silenciada.
P.D. Durante la estancia de Frasquito Mora en Madrid, uno de sus amigos residente allí, natural de Los Corrales, le pidió que le escribiera un poema para su novia. Desde entonces quedó grabado en su mente.
Eres el ángel de amor que sabe hacerme feliz.
Eres María para mí lo que a las plantas el sol,
Si a las plantas el sol faltara las plantas perecerían,
Y si tu María no me amaras la pena me mataría,
Mas confieso cierta fe en ese amor que bendigo y
Que quiero merecer.
No me dejes padecer en añoranzas perdidas,
Porque es tu amor mi vida y sin ese amor moriré,
Y para sentarte en un trono quisiera tener poder
y luego tu esclavo ser para decirte: Te adoro.