El comunista cordobés Hilario José Martínez Aranda —más conocido entre quienes empuñaron las armas contra la dictadura franquista en la década siguiente a la finalización de la guerra en 1939 como Godoy del Pueblo— nació en la localidad de Hinojosa del Duque a comienzos del verano del año 1914. Hijo de Yago y Manuela, el golpe militar del 18 de julio de 1936 le sorprendió en el pueblo de su naturaleza, donde trabajaba de albañil y estaba afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Días después se incorporó a las milicias republicanas formando parte de la columna que tomó Peñarroya el 27 de julio. Tras la reorganización del ejército republicano quedó encuadrado en el Batallón de Retaguardia n.º 9 (3.ª Compañía) donde en 1938 fue promovido al puesto de delegado político poco después de su incorporación al PCE.
Finalizada la guerra fue detenido e internado en un Campo de Prisioneros de La Carolina, donde pasó un mes antes de ser transferido a la prisión de Linares, localidad en la que sería procesado y condenado en consejo de guerra a 20 años de reclusión mayor de los que cumplió tres entre las prisiones de Jaén y Córdoba. Tras su excarcelación a finales de octubre de 1942 se casaría con su novia, Concepción Sánchez Moreno, y establecería su domicilio en un inmueble alquilado en el n.º 8 de la calle Navas de Tolosa de la ciudad de Córdoba.
A primeros de abril de 1945 volvió a ser detenido bajo la acusación de formar parte del aparato clandestino del Comité Provincial del PCE cordobés, permaneciendo interno en la Prisión Provincial hasta su salida en libertad condicional a finales del mes de agosto de ese mismo año. El 26 de enero de 1946, semanas después del nacimiento de su tercer hijo, enterado de que la policía del régimen lo buscaba de nuevo, se incorporó a la lucha armada en la sierra tras establecer contacto con su paisano y guerrillero Castaño (Agapito Castillejo de la Cruz), quedando adscrito en un primer momento a la guerrilla que mandaba Sojitos (Francisco Lagares González), en la que ocupó el cargo de delegado político hasta el 2 de agosto de ese mismo año, fecha en que fue nombrado jefe del 150 Batallón de la 31 División del Ejército Guerrillero de Andalucía, cargo que desempeñó hasta primeros de agosto de 1947, cuando fue relevado en el mando de dicho batallón por Sebastián Zapiraiz (Florencio Fernández Rojas).
Entre mayo y diciembre de 1947 actuó como delegado político en la guerrilla del Solitario (Manuel López González), junto a quien tomaría parte en el asalto al polvorín de Pueblo Nuevo del Terrible, uno de los golpes de mano más audaces que llevó a cabo la 31 División. A finales de ese mismo mes y año sería nombrado jefe del 151 Batallón, quedando a partir de entonces bajo su mando las guerrillas del Cojo de la Porrada (Bernardo Caballero Calvo), Palanco (Juan Aranda Nogales), Vicente del Puerto (Florencio Martín Benítez) y Eugenio del Real (Dionisio Habas Rodríguez).
A finales de 1950 abandonó definitivamente la lucha armada y la provincia de Sevilla para retirarse junto a sus compañeros Manuel Doroteo Durán Gordillo (Ferreras), Félix Ricardo García Arellano (Zoilo) y Manuel Moreno Hernández (Minero) a un refugio construido sobre la cuadra del cortijo «Costalero» del término de Calera de León, al amparo de Joaquín Roque y su familia, arrendatarios del mismo que habían venido actuado de enlaces para el grupo al menos desde 1948.
La tarde del 20 de Julio de 1951, fuerzas de la 205 Comandancia de la Guardia Civil de Badajoz rodearon el cortijo intimando a los guerrilleros a rendirse. Después de un breve intercambio de disparos, tras prometer el teniente que mandaba la fuerza que les respetaría la vida, se entregó junto a sus compañeros Ferreras y Minero. Esa misma tarde fue trasladado a la localidad de Monesterio (Badajoz), lugar donde prestó sus primeras declaraciones antes de ser internado en la cárcel de Badajoz, donde permaneció hasta primeros de octubre que fue transferido al Reformatorio de Adultos de Ocaña (Toledo).
Si bien en un primer momento fue procesado en la Causa 2318/51 por el Juzgado Especial de Espionaje y Comunismo de la 1.ª Región Militar, a cuyo frente estaba el coronel Enrique Eymar Fernández, posteriormente pasaría a disposición del Juzgado Regional Especial de Espionaje y Otras Actividades de la 2.ª Región Militar a cuyo frente estaba el comandante Fructuoso Delgado Hernández, que sería quien lo procesaría en la Causa 260/51 después de solicitar su traslado a la Prisión Provincial de Sevilla, centro donde ingresó en régimen de incomunicación y aislamiento el 21 de noviembre de ese mismo año.
El 12 de diciembre de 1952 fue juzgado en consejo de guerra sumarísimo por la Audiencia Territorial n.º 2 de Sevilla. En un sumario colectivo desmesurado —frente al tribunal se sentaron 128 procesados entre guerrilleros, enlaces y familiares— fue condenado a muerte. Apenas un mes más tarde se cumplió la sentencia —que se negaría a firmar— en la tapia derecha del cementerio de San Fernando de Sevilla, donde fue fusilado a las cinco horas del día 30 de enero de 1953 junto a sus excompañeros y subordinados Dionisio Habas Rodríguez (Eugenio del Real) y Miguel García Vázquez (Botasfinas).
Notas
1. El presente texto, cuyos datos han sido extraídos de la Causa 260/51- leg. 804–n.º 11.403 depositada en el Archivo del Tribunal Territorial Militar nº 2 de Sevilla, forma parte del libro ¡¡A Vida o Muerte!! Guerrillas antifranquistas en las sierras del norte de Sevilla de José A. Jiménez Cubero.
2. Sobre la figura de Hilario J. Martínez Aranda el lector puede ampliar detalles en la obra del historiador cordobés Francisco Moreno Gómez La Resistencia Armada contra Franco: tragedia del Maquis y la Guerrilla.
3. La fotografía de Hilario J. Martínez está tomada de la obra referenciada de Francisco Moreno Gómez.