José Donato Marcelo Romero Luna

El Real de la Jara
Sevilla

Nace en la calle Carrera, de la villa de Montemolín (Badajoz), el 7 de febrero de 1889. Hijo de Antonio Romero Iglesias, jornalero de profesión y de María Luna de la Iglesia, dedicada a sus labores.

Contando aún con pocos años de vida se trasladó con su familia, al municipio sevillano de El Real de la Jara. Allí, su padre continúa ejerciendo las funciones de jornalero. Creció y vivió en el municipio sevillano, hasta que fue llamado a filas por su quinta. Sirvió como escolta de la Guardia Real de su Majestad Alfonso XIII, en el municipio madrileño de Aranjuez. Tras finalizar el servicio, regresó a Sevilla. Ya en el Real de la Jara conoce a la que será su esposa, Reyes Martín Acosta, vecina del municipio. A los 31 años él y 29 ella, contrajeron matrimonio, de cuya unión tuvieron la descendencia de 4 hembras y 2 varones, aunque el mayor de ellos falleció a corta edad.

Estuvo trabajando en el campo, en el oficio de arriero. Más tarde, le propusieron desempeñar un cargo en el Ayuntamiento del pueblo. Concretamente, el cargo de guardia municipal. Ya por entonces, se encontraba enfermo de reuma por lo que se veía obligado, a pasar postrado largas temporadas sin poder salir al campo; lo que le empujó a aceptar el cargo que le ofrecieron. Su mujer, Reyes Martín Acosta se dedicaba a la enseñanza y a la costura; razón por la cual, muchas personas del pueblo aprendieron a leer y a escribir gracias a ella. Una de esas personas, vive aún todavía y lo recuerda con dulzura, la señora Nieves Sánchez Ronquillo.

En una ocasión, el Alcalde del municipio, insta a José Donato a realizar un servio concreto, junto a 3 de sus compañeros. Se trataba de retirar una pistola, a un vecino de la localidad, que al parecer iba alardeando de ir armado por el pueblo. Así mismo, en otra ocasión fue ordenado a quemar los Santos de la Iglesia Municipal, situación a la que se negó José Donato, manifestando que a él, los Santos de su pueblo no le hacían ningún daño. José Donato, nunca se había inclinado por ninguna formación política concreta, sólo pretendía ser un buen hombre.

Retomando el capítulo de la retirada del arma, José Donato se dirigió a cumplir con lo ordenado y le dijo a la persona que la portaba, que hiciera el favor de entregársela. Esta persona, le respondió que se esperase; que se la iba a entregar.

Por su parte, los tres compañeros que fueron en este servicio junto a José Donato, iban armados con una pistola de un solo tiro y dos defensas. José Donato, cuando vio que el paisano que portaba el arma, el cual iba a caballo, se introducía la mano en el bolsillo; por precaución a que no fuera a abrir fuego contra él y sus compañeros, dijo al paisano que bajase y que sería él, el que le cogería el arma. Así ocurrió y posteriormente, hizo entrega de la pistola en el Ayuntamiento.

A partir de ese momento, tuvo conocimiento de que en reiteradas ocasiones fueron a molestar a su suegro, a un cortijo en el que trabaja de manigero (El cortijo de Los Rivas) Por lo visto, el propietario del arma y varios acompañantes fueron a intimidar al suegro de José Donato, para que le devolviera el arma que le había sido retirada por su yerno.

En una ocasión, llegaron a pegar una paliza a este hombre; circunstancia que le obligó debido a su avanzada edad, a abandonar su puesto y volver el pueblo.

A partir de entonces, prosiguen las amenazas contra José Donato. Los tres compañeros que le habían acompañado en el servicio, fueron también amenazados de muerte y huyeron lejos de la localidad. José Donato, por su enfermedad no pudo huir muy lejos y se refugió en la zona conocida como “Puerto Jabato”, en una finca del término municipal y linde con la provincia de Badajoz. En la zona, algunos pastores ayudaban a José Donato con algo de agua y víveres. Mientras tanto, su familia no tenía noticias de él y tuvieron que subsistir con los trabajos que realizaba su mujer Reyes y sus hijos, que muy pequeños se vieron empujados a trabajar.

Su hija mayor, Dolores por entonces contaba con 15 años de edad y la pequeña Carmen, con 3. Un día en el que Dolores, pasaba por la calle Real donde estaba la casa cuartel de la Guardia Civil, fue detenida por miembros del puesto; para interrogarla sobre el paradero de su padre. Posteriormente, le afeitaron la cabeza junto a varias vecinas mayores y las mandaron a fusilar. En aquél instante, entraba en el cuartel una pareja de guardias; uno de ellos, conocido como “Callejas”, argumentó conocer a Dolores y pudo mediar para evitar el fusilamiento de la menor. Circunstancia, que agredió Dolores toda la vida, a su salvador.

José Donato, continuaba oculto en el paraje de “Puerto Jabato”. Sus ropas se hallaban ya en tal malas condiciones, que los perros que vagaban por el campo, le ladraban y se le avanzaban de verlo como a un animal. En una ocasión, vio pasar por el camino a una vecina del municipio de Santa María de Navas, que se dirigía a pié junto a su padre, hacia el Real de la Jara. Al verla pasar, le dio el alto en el camino y le pidió el favor de que pasara por su casa, para que comunicase a su familia; que se encontraba bien, pero que necesitaba unas mudas de ropa y algunas cuchillas de afeitar. Esta mujer, contestó que así lo haría; pero al llegar al pueblo, pasó delante de la puerta de la casa de José Donato y se limitó a dar los buenos días a su mujer. Posteriormente, se dirigió al cuartel de la Guardia Civil.

Ya se habían dado por entonces varias batidas de búsqueda, para localizar a los huidos. Esta señora, conocedora de la situación; se presentó pues ante la Guardia Civil. Tras ser preguntada si había visto a algún huido, mientras discurría por su itinerario; contestó en primer momento que no. No obstante, el guardia le dijo que a José Donato al menos, si lo habría visto; ya que conociendo la enfermedad que le aquejaba, no podía andar muy lejos. La señora contestó que sí, que lo había visto y le había pedido una muda de ropa y cuchillas para afeitarse. El guardia le dijo a esta señora; que no contase nada a nadie, que a la vuelta hacia Santa María en esa misma tarde, sólo tenía que pararse en el lugar donde vio a José Donato y que la Fuerza, se encargaría del resto. Se da la circunstancia, que el propio padre de la señora, al ser sordo; ni si quiera se enteró de lo sucedido.

Al caer la tarde de ese día de noviembre de 1937, la señora regresó a Santa María junto a su padre. Justo en el mismo lugar donde José Donato la requirió en ayuda, volvió éste a darle el alto, pero la mujer continuó de largo sin prestar atención. En ese momento, fue sorprendido por las fuerzas de la Guardia Civil que seguían a la señora.

A continuación, José Donato por el reflejo de los tricornios, se echó las manos a la cara y sólo tuvo ocasión de gritar: ¡Mis hijos!. Se volvió de espaldas a los guardias y diferentes impactos de fusil, entraron en el cuerpo de José Donato. Al caer de bruces, fue abandonado en el mismo camino. Estos acontecimientos, fueron observados por uno de los pastores, un niño de corta edad, de los que ayudaron a José Donato durante su huída, al parecer se trataba de un pariente de José Donato, de Santa María de Navas. Hay que añadir, que durante los disparos, el padre de la mujer que había delatado a José Donato, aún siendo sordo, escuchó las detonaciones y volvió su vista hacia atrás observando lo ocurrido. Entonces, le dijo a su hija: ¡Hija mía, me mas matado con lo que has hecho!, esto lo contó el pastorcillo varios años después.

Tras caer la noche, salió un grupo de personas de El Real de la Jara; celebrando el asesinado de José Donato. Se dirigieron al lugar de los hechos, donde aún perecía el cuerpo de la víctima. Comenzaron entonces, a bailar sobre el cadáver e incluso llegaron a orinarle encima de la boca. Después, abrieron un agujero al lado del camino y se dispusieron a enterrarlo. Como José Donato era un hombre muy alto y la fosa cavada no correspondía con sus dimensiones, lo arrojaron encima del agujero y se subieron encima del cadáver, para intentar doblarlo e introducirlo por la fuerza.

Al cabo de unos días, la familia de José Donato se enteró de lo sucedido, pero en aquel momento no les dejaron recuperar el cuerpo para trasladarlo al cementerio municipal. Incluso un familiar de Santa María de Navas, quiso comprar el terreno para poner una lápida a José Donato, pero no se lo permitió la autoridad municipal.

En 1983, se decretó por el gobierno socialista, la posibilidad de recuperar los restos de las personas represaliadas durante la Guerra Civil. Ocasión, que aprovechó su hija Dolores (la que siendo niña estuvo a punto de ser fusilada); para recuperar los restos de su padre. Dolores, contaba con 61 años de edad y tenía 3 hijos. Entonces, fue a retirar los restos de su padre a El Real de la Jara. Tras conseguir la autorización judicial, en el momento de la exhumación; sólo encontraron dos huesos pertenecientes a la muñeca y dos del pie, de José Donato; además de una suela del zapato y una bala que se la llevó el Juez, a Cazalla de la Sierra. Esta circunstancia, extraño al forense; ya que no se halló ni el cráneo, ni parte de la dentadura tan siquiera. A continuación, los restos fueron trasladados al cementerio municipal de El Real de la Jara, donde aún hoy descansan.

Ya en 1995, tras haber fallecido Dolores, su hija Ángeles, conoció a través de lo que le contó el familiar de otro desaparecido; que su abuelo, José Donato, fue mutilado y sus restos extraviados por el campo. Esta es la razón, de que en el momento de la exhumación, no se hallaran mayores hallazgos. Ángeles, siempre agradecerá a Dios, que Dolores Romero no se hubiera enterado en vida, de dichos acontecimientos.

José Donato Romero y Luna, aún hoy es conocido y respetado en la localidad del Real de la Jara, por la mayoría de la población que conoció su historia; como un buen hombre y de buena condición, que sufrió como tantos otros, las barbaridades que tuvieron lugar durante la Guerra Civil española.

Notas aclaratorias:

1) En cuanto al dato de la inscripción de nacimiento, hay que hacer una aclaración de cierta importancia. A pesar de que su padre, le inscribe como José Donato Marcelo Romero y Luna; por un error del párroco, parece ser que se hallaba un poco “ebrio” en el momento de la inscripción, anotó como primer apellido el de su abuelo, “Grillo”. Por tanto, en el Registro Eclesiástico figuraba como José Donato Marcelo Grillo y Luna. Este error supuso; una serie de dificultades para la que fue su hija, Dolores y su nieta Ángeles, ya que en 1983, tras haber sido hallado sus restos, tuvieron que instar un procedimiento para que se reconociese, que los poseedores de los apellidos Grillo y Luna y Romero y Luna; eran en realidad la misma persona. Así, tuvieron que localizar a dos personas contemporáneas de la época de José Donato, dos señores de noventa y tantos años; que declararon ante el Juzgado de Paz de Montemolín, que efectivamente se trataba de la misma persona. Tras ello, pudieron acreditar el error, ante el Juzgado del Distrito número 1 de Sevilla, con objeto de poder instar el asiento de la defunción de su padres.

2) No existía certificado de defunción de José Donato, ya que las mismas personas que lo asesinaron indirectamente (la Guardia Civil lo fusiló, siguiendo órdenes del dueño del arma y sus compañeros terratenientes del municipio) argumentaron, que José Donato seguía huido. Por ello, el único documento que atestigua la defunción es la declaración de su hija Dolores, realizada en 1983 ante el Juzgado de lo Civil.

Todos (...) los Nombres_