Un topo en Espera
El fenómeno de los topos, los izquierdistas que por miedo a la represión permanecieron ocultos durante la guerra civil y el franquismo, es mucho más extenso de lo que podría pensarse tras la lectura del libro de Jesús Torbado y Manuel Leguineche que popularizó el término en 1977. En su monografía Los Topos recogieron el caso del arcense Ramón Jiménez, que durante varios meses esquivó a la Falange ocultándose en el hueco de un chaparro cuando acudían a registrar la casa de campo en la que estaba refugiado. Las investigaciones recientes sobre la guerra y posguerra han ido sacando a la luz nuevos casos en otros pueblos de la Sierra de Cádiz, como el de José Ramírez Gutiérrez, de Puerto Serrano, que estuvo varios meses oculto en la cueva de Los Castellares o José Orta Rebollo, el primer alcalde republicano de este pueblo, que se ocultó durante la guerra en un rancho del término de Montellano y luego continuó hasta 1943 en el sobrado de su casa. El anciano Alonso Tornay Sánchez, de Alcalá del Valle, estuvo oculto hasta 1939 en una casa de campo del término de Setenil. En El Gastor se conocen tres casos: Joaquín Valle Salguero y Antonio Orellana Salas salieron al terminar la guerra, pero Miguel Hidalgo Salguero, que había sido concejal socialista, siguió oculto hasta 1959 ó 1960. Y también los hubo en Espera. Dos de ellos, Manuel González Carmona y José Flores Duque, fueron detenidos por la Guardia Civil en sus domicilios en septiembre de 1937. El tercero salió de su casa el 10 de mayo de 1939, cuando la guerra ya había terminado y empezaban a regresar al pueblo los izquierdistas huidos que desde 1936 habían estado en la zona republicana.
José Duque Rivera había nacido en Espera el 29 de marzo de 1903 y durante la República perteneció a organizaciones de izquierdas. Los informes de las autoridades franquistas decían que había pertenecido a la Sociedad Espera Obrera y, según sus propias declaraciones, estuvo primero en el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux y en 1934 –cuando los lerrouxistas dieron el giro definitivo hacia la derecha– se pasó al socialista. En 1936 fue apoderado de los candidatos del Frente Popular en las elecciones de Febrero, trabajó como agente ejecutivo del Ayuntamiento y formó parte de la candidatura frentepopulista para las elecciones municipales que finalmente se desconvocaron. Aunque él negase pertenecer a la organización desde abril de 1936, su identificación con la izquierda política no admitía dudas para nadie.
No era un militante de los que pasan desapercibidos. Desde 1932 se había visto envuelto además en varios incidentes violentos en los que no siempre estuvo claro si se debían a motivaciones políticas, a cuestiones personales o a una mezcla de ambas. Uno de ellos se produjo la noche del 25 de septiembre de 1932, cuando formó parte de un grupo que agredió al derechista Félix Sánchez Santos, el cual resultó herido con varios navajazos de los que tardó tres meses en sanar. En enero de 1936, en puertas de las elecciones generales, estuvo implicado –según el parte de la Guardia Civil– en un altercado ante la sede del Partido Agrario, en que el varios militantes de izquierdas la emprendieron a pedradas contra los de derechas. Y ya en la primavera de ese año, cuando las izquierdas habían ganado las elecciones generales y recuperado el control de la corporación municipal de Espera, se produjo una reyerta en la que resultó muerto su cuñado; José responsabilizaba de la muerte a Manuel Romano Berlanga y en una ocasión salió muy alterado del bar que frecuentaba, se fue derecho a la casa de aquél y se puso a golpear violentamente la puerta mientras insultaba y amenazaba al dueño.
No tuvo dudas del partido que debía tomar cuando el 18 de julio se sublevó el ejército contra el Gobierno de la República. El Ayuntamiento y las organizaciones de izquierdas de Espera tomaron algunas medidas para evitar que los golpistas se impusiesen en el pueblo. Algunos hombres armados patrullaban el pueblo y varios derechistas fueron encarcelados preventivamente. También desconfiaban de la lealtad de la Guardia Civil y decidieron exigirles que entregasen las armas. Y fue José Duque quien el 19 de julio se presentó en el cuartel reclamando que las entregaran, cosa a la que se negó el guardia Eduardo Gago García. Esto ocurría cuando el pueblo estaba a punto de ser ocupado por los golpistas, pues fue la noche de ese 19 de julio cuando las primeras fuerzas sublevadas llegaron a Espera.
La noche del 19 de julio se oyeron tiros por las calles del pueblo. Entre otros, los que se hicieron contra el comandante de puesto de la Guardia Civil desde la terraza o azotea de un bar contiguo al cuartel y que frecuentaba José Duque. Pero los golpistas se hicieron rápidamente con el control de la situación. Al día siguente se organizó la Falange local, el 21 se constituyó la Comisión Gestora pro golpista que sustituyó a la del Frente Popular en la administación municipal y fue asesinado en Tochera –preámbulo de la represión que se generalizaría pocas semanas después– el médico José Ramón de la Rosa.
Con sus antecedentes políticos, José sabía que estaba señalado, muy señalado, y no quiso arriesgarse a quedarse pasivo en el pueblo sin saber en qué podía desembocar todo aquello. Los más decididos y los que tenían más que temer optaron por marcharse. Inicialmente se fueron al campo, a fincas del término municipal, de los pueblos vecinos o a zonas rurales de la cercana provincia de Sevilla que aún no estaban controladas por los sublevados. José Duque se fue al pantano de la Torre del Águila, donde fue visto por otro espereño –Joaquín Rivera Campón– que estuvo allí detenido y se decía que también actuó en el comité de Los Alguaciles Bajos. Pero los sublevados no tardarían en hacerse también con el control del medio rural en las provincias de Cádiz y Sevilla. Y a medida que consolidaban el control de territorio, los izquierdistas se veían presionados a desplazarse hacia la Serranía de Ronda, que era la única vía de escape abierta. La mayoría de los espereños huidos se marcharon en dirección a Ronda y Málaga, pero José Duque decidió regresar al pueblo. Según sus propias palabras, permaneció “oculto entre la cosecha y el follaje, y luego después en el sumidero de Márquez hasta febrero de 1938 que se ocultó en su casa en donde permaneció hasta la terminación de la campaña, al amparo de su mujer”.
El anuncio del final de la guerra, la promesa de que quienes no hubiesen cometido delito de sangre no tenían nada que temer y el regreso de algunos espereños huidos que regresaban desde la zona republicana convencieron a José de que era el momento de salir de la topera y se presentó en el cuartel de la Guardia Civil a las once de la noche del 23 de mayo de 1939. Así lo recoge el informe del comandante de puesto al auditor de Guerra de la 2ª Región Militar:
Dicho individuo en la noche del 19 de julio de 1936, se presentó en la Casa Cuartel de la Guardia Civil pidiendo las armas que existieran en el mismo, comisionado por una ponencia (sic) integrada por el Frente Popular a lo que el comandante de puesto se negó rotundamente.”
El parte de detención se remitió al auditor de Guerra junto con una ficha clasificatoria, fechada el 11 de mayo, en la que constaban los antecedentes sociopolíticos del detenido, su actuación el 18 de julio y dónde había estado hasta su presentación. Ese día y los siguientes se emitieron también los informes de las autoridades locales sobre su conducta: el del comandante de puesto Juan Rodríguez Muñoz, que era el mismo que informaba de la detención, y los de Adolfo de la Calle, que lo hacía por partida doble como alcalde y jefe de Falange. Unas pocas líneas bastaban para sintetizar la conducta del detenido. La Falange utilizaba un modelo de formulario que reservaba dos líneas y media para sintetizar la conducta anterior al 18 de julio y dos para la posterior: decía que Duque perteneció a la sociedad izquierdista Espera Obrera y que destacó “como elemento peligroso y perturbador entre los obreros”. En el certificado del Ayuntamiento se indicaba que era persona “de conducta muy dudosa, habiéndose destacado en todos los desórdenes habidos de carácter político-social habidos desde la fundación de la Sociedad Espera Obrera a la que perteneció” y que había sido apoderado en las eleccines de febrero de 1936. Y la Guardia Civil redundó en los mismo extremos conceptuándolo además como “muy peligroso”.
Con estas cartas de presentación, José Duque Rivera fue puesto a disposición de la Auditoría de Guerra. Se designó instructor del sumario al alférez de infantería Benedicto Fernández Cienfuegos (Juzgado de Instrucción nº 22), a quien bastaron cinco semanas para completar el proceso de instrucción: lo inició el 28 de junio y lo dio por terminado el 6 de agosto con el auto que declaraba procesado al encartado y elevaba las actuaciones al Consejo de Guerra Permanente de la Plaza de Cádiz. Los primeros a quienes tomó declaración el juez instructor, el 1 de julio, fueron el Guardia Civil Eduardo Gago y Antonio Ramírez Martel, que depuso sobre el intento de forzar la puerta de Manuel Romano Berlanga. El guardia Gago decía tener sospechas que José Duque era uno de los que dispararon el 19 contra el cuartel y que además era el encargado de quemarlo desde un granero que había en la parte trasera del edificio. Días después compareció Joaquín Rodríguez Campón, con una agresiva declaración que presentraba a José Duque como un “pistolero” pagado por el alcalde para atemorizar a los vecinos de orden, afirmaba que la refriega con Félix Sánchez en 1932 fue por motivos políticos, que había estado con los rojos en el pantano de la Torre del Águila y en Los Alguaciles Bajos, y además insinuaba que podía haber estado implicado en un tiroteo contra un falangista. El Juez instructor estimó que estos datos eran suficientes para procesarlo por delito de Adhesión a la Rebelión Militar (la Justicia Militar de los sublevados actuaba desde la premisa de lo que se ha denominado “justicia al revés” acusando de rebelión a quienes se opusieron al golpe del 18 de julio) y decretar su prisión provisional. Los hechos que justificaban el procesamiento se resumían brevemente en el resultando del auto dictado el 11 de julio por el instructor:
Después de declararlo procesado fueron una decena de vecinos de Espera los que fueron citados a declarar ante el Juzgado Militar de Instrucción, unos para ratificar los cargos que se le imputaban y otros (los menos) tratando de exculparlo. El juez militar intentó clarificar si las agresiones a Félix Sánchez y al domicilio de Manuel Romano se debieron o no a motivaciones políticas, si José fue a pedir las armas del cuartel sólo el día 19 o si también se personó con el mismo propósito los dos anteriores, si formó parte del grupo que tiroteó el cuartel y si tuvo la intención de incendiarlo. En la única declaración suya que consta en el sumario, José Duque dijo que el incidente de 1932 no fue por motivos políticos, negó haber intentado forzar la puerta de Romano Berlanga, afirmó que desde abril de 1936 no pertenecía a organizaciones políticas y negó lo referente al tiroteo y el plan de incendiar el cuartel. Respecto a su presentación en el cuartel exigiendo la entrega de armas, reconoció haber ido el 19 de julio, pero no el 17 y 18 como afirmaba el guardia civil Eduardo Gago. Además, también negaba haberlo hecho por orden del ex alcalde Antonio Mancheño. ¿Por qué marcó distancias con el alcalde de Izquierda Republicana en este asunto? Mancheño había sido juzgado, condenado a muerte y fusilado dos años antes y es posible que José Duque temiese correr la misma suerte si admitía haber sido el ejecutor material de las órdenes que se atribuían a aquél. La versión que dio es “que como él estaba enterado de que una comisión iba a ir a pedirlas, le pareció este procedimiento demasiado violento y creyó más conveniente ir él sólo”.
El alférez Benedicto Fernández Cienfuegos dio por terminada la instrucción sumarial el 8 de agosto y elevó las actuaciones al Consejo de Guerra Permanente de Cádiz con un auto-resumen cuyo resultando se limitaba a parafrasear el del auto de procesamiento que dictó el mes anterior. La tramitación del expediente sufrió un parón a partir de esa fecha. José continuó preso en la cárcel municipal de Espera sin recibir ninguna noticia de la situación en la que se encontraba su causa ni saber cuándo iba a ser juzgado. En noviembre lo trasladaron a la Prisión del Castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda y al cabo de mes y medio, el 14 de febrero de 1940, a la Prisión del Partido de Jerez de la Frontera.
El juicio se celebró en Jerez el 7 de marzo 1940. El tribunal estaba constituido por el teniente coronel José Borbón de la Torre (presidente) y los capitanes José Doña Toledo, Víctor Méndez Márquez y Manuel Escudier Foncubierta. El defensor solicitó la absolución de José Duque, pero el fiscal calificó los hechos que se le imputaban como delito de excitación a la rebelión, que se castigaba con penas de hasta 12 años de cárcel, y pidió que se le aplicase en el grado máximo. El tribunal no estuvo de acuerdo con la calificación fiscal de los hechos, que a su juicio debían ser declarados constitutivos de auxilio a la rebelión militar, “ya que con sus actos cooperó y ayudó eficazmente a la causa de la revolución de carácter comunista iniciada en una gran parte del territorio nacional el dia diez y ocho de julio de mil novecientos treinta y seis”. Los hechos que el tribunal daba por probados y calificaba de ese modo eran actuar como interventor en las elecciones y pedir las armas en el cuartel (si bien se decía que lo hizo con “actitud pacífica”), y que huyó al campo actuando con una escopeta en varios cortijos. Y el auxilio a la rebelión se castigaba con penas que oscilaban de 12 años y 1 día a 20 años de cárcel. Con este criterio, el tribunal impuso a José Duque una pena superior a la que había solicitado el fiscal: 14 años, 8 meses y 1 día de reclusión.
Si hubiese cumplido íntegramente la pena impuesta por el tribunal, José Duque no habría salido de la cárcel hasta el 6 de enero de 1954. Pero el encarcelamiento masivo de los militantes de organizaciones de izquierdas, que desde la primavera de 1937 eran sistemáticamente juzgados por los tribunales militares, causó un problema de saturación penitenciaria y el régimen se vio obligado a establecer mecanismos de excarcelación. A continuación de la sentencia, el mismo Consejo de Guerra que lo juzgó propuso –acogiéndose a una orden de 25 de enero del año en curso que establecía un mecanismo de conmutaciones– que la pena impuesta fuese conmutada por la inferior de 3 años. La Comisión Provincial de Examen de Penas también formuló el 27 de agosto la propuesta de conmutación por 3 años y, como el Ministerio del Ejército había autorizado en julio que pasasen a situación de prisión atenuada (una figura penitenciaria que ha sido comparada con el arresto domiciliario) los presos para quienes se proponían rebajas de penas inferiores a seis años y un día, José Duque salió de la cárcel de Jerez el 22 de septiembre de 1940. La documentación que conozco a partir de esta fecha no es completa y no sé si en algún momento hubo de regresar a la cárcel –probablemente no–, pero sabemos que continuó beneficiándose de las sucesivas medidas diseñadas por el régimen para descongestionar los centros penitenciarios. Un documento de la Prisión del Partido de Jerez de la Frontera indica que recibió la libertad condicional el 6 de noviembre de 1941 y el 2 de noviembre de 1943 el ministro del Ejército resolvió conmutar su pena por la de 3 años de prisión menor, con lo que ya quedaba en situación de libertad definitiva.
Desde julio de 1936, José Duque Rivera había estado un año y medio ocultándose en el campo, quince meses encerrado en su casa, seis detenido en la cárcel municipal de Espera y casi dos años entre el Castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda y la Prisión del Partido de Jerez de la Frontera. Y sin embargo había sido el menos desafortunado de los tres topos espereños. Su paisano Manuel González Carmona falleció en la cárcel y José Flores Duque estuvo privado de libertad desde su detención el 28 de septiembre de 1937 hasta el 23 de septiembre de 1942 que recibió la libertad condicional en la Colonia Penitenciaria Militarizada de Dos Hermanas.