José Gabriel Pérez García

Sevilla

José Gabriel Pérez García era natural de Madrid, donde había nacido en 1898 del matrimonio compuesto por José Pérez y Ascensión García. De profesión Agente Comercial. Estaba casado con María Pestana Nóbrega y contaba 39 años cuando fue detenido el 12 de junio de 1937 por orden del delegado de Orden Público de Sevilla, donde vivía, en la calle Teodosio nº 89, principal.

José Gabriel es acusado junto con doce personas más de “rebelión militar” por participar en un complot contra el Cuartel de la División para derrocar a Queipo de Llano, sin una sola prueba material de tal conspiración, más que las declaraciones que hacen los inculpados explicando un ingenuo plan para restituir a los militares republicanos, presos en la Comandancia de Marina, sin derramamiento de sangre. Dicho plan había sido formulado por Miguel Toscano Hierro y comentado por él y por su compañero de trabajo José Hernández Marín con el resto de los acusados. En la Causa seguida contra ellos, declaran haber hablado del tema en varias reuniones en los bares Gran Vía y La Marina.

En su declaración del 17 de junio de 1937, consta:

hace aproximadamente un mes y ante las insistencias de su amigo COPADO de que quería presentarlo a un señor muy despierto en inteligencia, asistió a una cita que tuvo lugar en el bar Gran Vía, sentado en un velador de la calle y sobre las diez de la noche, reuniéndose allí un tal HERNANDEZ, COPADO, el dicente y otro joven a quien presentó el COPADO y que se llama el mismo TOSCANO, que empezaron a hablar de diferentes asuntos y entre ellos el TOSCANO habló sobre la realización de un movimiento en Sevilla consistente en apoderarse de la División pero que tan fantástico le pareció al declarante los proyectos de éste que poco le escuchó sobre ello derivando la conversación a otros temas, en cuyas conversaciones estuvieron hasta las veintitrés treinta en que el COPADO se marchó y el dicente, TOSCANO, y HERNANDEZ vinieron andando hasta la Campana donde se despidieron, no habiendo visto mas desde entonces al TOSCANO, y que si bien dado a que el HERNANDEZ vende también aparatos de radio de COPADO de los que el declarante les suministra, se han visto varias veces, pero nunca han tocado el tema de la conversación habida en el bar Gran Vía. Que al siguiente día de la entrevista dicha, al verse con el COPADO, éste le preguntó qué impresión había sacado de lo dicho por el TOSCANO, a lo que el declarante contestó que era un individuo poco interesante, con el que no convenía tener relaciones, sin que se hablara más del asunto.

El 21 de julio de 1937, escribe desde la cárcel a su mujer. Esta carta manuscrita está unida a la Causa:

Querida esposa mía:

En tu última visita que me has hecho te he notado triste y desconfiada con exceso ¿Por qué esto? Aparte la natural tristeza que origina toda separación no creo que existan motivos para sentir el menor temor. Todo lo contrario; pues si ciertas apariencias parecen condenarme, yo te doy mi palabra de honor que nada tengo que ver con el asunto en que estoy complicado. Al decirte ésto lo hago como si hablara a mi propia Conciencia, y por lo tanto, quiero decirte, no solamente, que he estado totalmente ausente en esta broma de mal gusto que nos tiene a varios en la cárcel, sino que siempre he huido todo contacto con aquellos que la crearon. Y como espero a que todo ésto se demuestre, quiero ver en tí igual tranquilidad que en mí existe. Más si a pesar de todos estos razonamientos no logro llevar a tu alma la necesaria confianza, sí espero que confíes en la Autoridad a cuya disposición estoy. No conozco al Sr. Garrigós, pero estoy debídamente informado de cuál es su espíritu de justicia, y ésto es suficiente para nuestra tranquilidad.

Y por último: en la posibilidad de que ninguna de estas observaciones te convenzan, recurro a tu alma de creyente para que deposites en Dios la confianza que no logras hallar entre los hombres.

No quisiera hablarte más sobre este asunto y aguardo de tí la misma tranquilidad que yo tengo.

Besa a mis hijos con toda la fuerza de tu alma y recíbela íntegramente de tu MARIDO.

María Pestana, la mujer de José Gabriel, envía la carta junto con una suya al Delegado de Orden Público de Sevilla:

Muy Señor mío:

Después de atenta y respetuosamente saludarle, me tomo la libertad de remitirle la carta que acabo de recibir de mi marido, cuyo envío creo interesante, tanto por lo que a Vd. se refiere como por aquello que en su expediente tenga relación.

Reiterándole mis perdones por las molestas ocasionadas queda de Vd. affma. Segura servidora, MARÍA PESTANA NÓBREGA. 23 -7-1937.

El 10 de agosto de 1937 comparecen todos los detenidos ante el Juez. José Gabriel Pérez lo hace en cuarto lugar, después de José Hernández Marín, Miguel Toscano Hierro –ambos empleados de la Casa Pirelli y principales inculpados de la trama– y Ángel Copado Matarán, a quien él suministraba aparatos de radio para su venta. En esta declaración “indagatoria”, se consignan las señas personales, que en el caso de José Gabriel Pérez son las siguientes: estatura alta, pelo negro, ojos negros, cejas poco pobladas, barba poblada, nariz aguileña y señas particulares ninguna.

Después de esta comparecencia ante el Juez y tras haber permanecido detenidos e incomunicados durante tres meses, el 19 de agosto de 1937 los someten a Consejo de Guerra sumarísimo de urgencia y condenan a diez de ellos a la pena de muerte, siendo absueltos los otros tres (“separados del procedimiento” consta en la sentencia). De los diez condenados a muerte, ocho serían ejecutados el 29 de enero de 1938. Pero a Gonzalo Alcauza Vega y José Gabriel Pérez García se les conmuta la pena de muerte por 30 años de reclusión menor.

Analizando lo que pudo influir en la conmutación de la pena de José Gabriel Pérez, hay varias referencias en la Causa a personas influyentes del régimen que podrían quizás haberlo defendido ante los militares fascistas que los juzgaban, según las propias declaraciones del inculpado: “…manifestando que pueden abonar su conducta el Comandante Castro Lasarte y el Teniente Miralles, así como el A.B.C.”. Además, en la carta a su mujer, José Gabriel se refiere “al espíritu de justicia” del Sr. Garrigós, en el que dice confiar. Pero a la Causa, además de la carta de su mujer, no se une ningún documento que avale su conducta afín al régimen. Sí hay un oficio de la Delegación de Orden Público fechada en 18 de julio de 1937, concediendo una entrevista solicitada por María Pestana con el Delegado de Orden Público, cinco días antes de que ella le remitiera por escrito la carta de su marido.

En mayo de 1938 es trasladado desde la Prisión Provincial de Sevilla al Penal del Puerto de Santa María junto con Gonzalo Alcauza, y todavía compartiendo la suerte con este chófer malagueño, el 13 de agosto de 1938 lo trasladan al Penal del Dueso, en Santoña, y se les conmuta la pena de 30 años de reclusión menor por la de 15 años. A José Gabriel Pérez le quedaban por cumplir casi nueve años, hasta el 7 de junio de 1952.

Pero se le concede la libertad condicional el 21 de diciembre de 1943, fijando su residencia en Madrid, en la calle Alonso Cano nº 46 de la capital. Tiene que presentarse todos los días 8 de cada mes a la Comisaría de Policía de Chamberí.

Su compañero Gonzalo Alcauza apenas sobrevive a su ausencia en el Penal del Dueso y 20 días después de salir en libertad José Gabriel, muere a causa de la tuberculosis y las malas condiciones de vida en la prisión, con 33 años. Es posible que su mala salud se viera agravada por la ausencia de su compañero…

En septiembre de 1946, José Gabriel solicita el indulto acogiéndose al decreto de 9 de octubre de 1945, y se le concede el 16 de noviembre. Después de una serie de diligencias remitidas de una instancia a otra, de Sevilla al Puerto de Santa María, al Penal del Dueso y a Madrid, para intentar notificarle el indulto, finalmente lo recibe y firma el 24 de mayo de 1947.

De los diez condenados en la Causa 1470/1937, el único que se salva y puede salir en libertad, con 49 años, es este madrileño que tuvo que soportar, además de su propia condena y penalidades, el sufrimiento y la muerte de sus amigos y compañeros. Se desconoce cuándo y cómo murió, pero el haber sobrevivido a la feroz represión que tuvo que soportar directamente y entre sus conocidos más directos, debió de transformarlo en alguien muy especial que, ojalá, pudiera vivir en paz el resto de su vida. Ahora tendría 112 años. Sirvan estas palabras de homenaje a su recuerdo y su valentía para afrontar tanta adversidad.

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