Superviviente de Mauthausen
Juan nació el 15 de febrero de 1919 en la población de Gádor (Almería). Regresó desde Francia, donde residía, para defender la República, participando activamente en la Guerra civil como soldado en la 27 división. La batalla del Ebro fue su última intervención en combate y en las tierras de Gandesa asistió impotente a la pérdida de muchos de sus compañeros de armas, entre ellos su hermano.
Salió al exilio francés y, como muchos otros miles de refugiados, estuvo internado en el campo de Argelès desde donde, ante la amenaza de ser devuelto a la España franquista, decidió alistarse en un batallón de marcha del ejército francés, siendo detenido por los alemanes el 6 de junio de 1940. Seguidamente, fue internado en un Stalag como prisionero de guerra y desde el VII A (nº 18.392) fue deportado a Mauthausen donde ingresó el 31 de agosto de 1941. Aquél fue un día muy caluroso, lo cual incrementó el sufrimiento de los deportados en su trayecto hacia el campo, momento en el que varios compañeros cayeron desfallecidos por la acumulación del cansancio y el esfuerzo realizado.
La llegada al recinto amurallado supuso un enfrentamiento directo con la dura realidad de Mauthausen: desnudos en la apellplatz, fueron desposeídos de todas sus pertenencias: “allí dejé la ropa, la documentación, las cartas y las fotografías que nunca más recuperé… lo que más me impresionó fue ver aquella multitud de prisioneros en perfecta formación marcando el paso. Comprendí que la rígida disciplina militar de los alemanes iba a acabar con nosotros”.
A Juan le fue adjudicada la matrícula nº 3.760 y al igual que otros muchos republicanos realizó agotadores trabajos físicos en la cantera “a pico y pala subiendo aquellos 186 escalones varias veces al día”. Posteriormente fue destinado al Kommando César que estaba formado íntegramente por españoles. Juan confiesa que fue denunciado como comunista, lo cual era falso y estuvo a punto de acarrearle graves consecuencias ante la amenaza de de un traslado a Gusen, de donde, según dice, no hubiese salido con vida. Afortunadamente, sus argumentos, negando aquella supuesta vinculación militante, surtieron efecto y se libró de aquel trágico destino.
Recuerda, con entusiasmo, el momento de la liberación y su colaboración tirando de la cuerda para destronar el águila nazi que coronaba la entrada del garaje y cuya caída, recibida con entusiasmo por los numerosos deportados que contemplaban la escena, representaba el desmoronamiento del régimen de opresión y muerte que habían soportado desde su llegada a Mauthausen.
Tras la repatriación, se instaló momentáneamente en Lyon, desde donde se trasladó posteriormente a París. Viendo que no le satisfacían las ofertas laborales en la industria francesa decidió saltar el Océano e instalarse definitivamente en Montevideo (Uruguay) donde formó familia y reside actualmente.
Ha reclamado de forma insistente, a los sucesivos gobiernos alemanes, un reconocimiento expreso hacia los republicanos que padecieron el internamiento en los campos de la muerte para mitigar, por ser de justicia, los padecimientos sufridos, las secuelas arrastradas por vida y por el recuerdo, merecido, de tantos compañeros como consecuencia de la barbarie nazi.