Le llamaban el Pájaro, o el Pájaro del Agua. Fue aludido, en una declaración prestada en 1937 por el alcalareño Manuel García Aragón, un jornalero del campo que vivía en la carretera de Arahal, cuando éste se refirió a que el día 21 de julio de 1936 «un individuo conocido por el Pájaro del Agua» le entregó una escopeta y le obligó a cogerla.
Juan José Bulnes Fernández, que en las elecciones de diputados a Cortes celebradas el día 16 de febrero de 1936 actuó como interventor en la sección 1.ª del distrito 4.º, era soldador y trabajaba en la fábrica de aceite de Martí y Gutiérrez, que estaba en la calle Nueva (Juez Pérez Díaz), donde está hoy el llamado Parque Centro.
En la calle Nueva, en el número 12, también tenía su domicilio este hombre nacido en Alcalá el 21 de febrero de 1895, casado con Magdalena Martínez Vergara y padre de cinco hijos: Isabel, nacida en agosto de 1925; Juan, en septiembre de 1926; Manuel, en septiembre de 1928; Alfreda, en marzo de 1933, y Hermelinda, en julio de 1935.
Juan Bulnes Martínez me cuenta que a su padre, después de la entrada de las tropas en Alcalá, lo tuvieron desescombrando iglesias durante unos dos meses; pero que durante ese tiempo iba por su casa e incluso a su trabajo. Hasta el día en que vinieron a detenerlo y se lo llevaron los guardias civiles Bermejo y Guerrero, que fue la última vez que Manuel vio a su padre.
A éste lo encerraron en el cuartel de los falangistas, en la calle de la Mina, y allí coincidió con él otro alcalareño que también estaba detenido: el joven de 24 años José Domínguez Carmona, quien, dos años antes, durante su servicio militar en la Escuela Central de Gimnasia, en Toledo, había sido asistente del célebre coronel de infantería José Moscardó Ituarte. También lo vio preso en aquella cárcel particular de un partido político Lisardo León Márquez, un hombre que tenía una taberna en la esquina de las calles Benagila y Bailén y al que los falangistas tuvieron un par de días recluido en el mismo lugar.
Una mañana, temprano, sobre las siete, Juan José Bulnes se escapó de la casa de la Falange, saltando a la calle desde un balcón. Con la pierna lesionada a causa del impacto contra el suelo de adoquines, salió corriendo por la calle de la Mina arriba; se metió en el mercado de la fruta, que estaba en lo que hoy es la plaza del Cabildo; lo atravesó y desembocó en la Cañada; se adentró en la calle Pescadería y luego, torciendo a la izquierda, recorrió la calle Rubio (Menéndez Pelayo) hasta llegar a la esquina de las calles Coracha y Gestoso; en donde, por un poste del tendido eléctrico que allí había trepó hasta el pretil de la azotea de la casa en que vivía el padre de Antonio Sanabria Romero, el Pelusa, y aquí fue alcanzado por los disparos que le hicieron los escopeteros falangistas que lo habían venido persiguiendo desde la calle de la Mina.
Los disparos que acabaron con la vida de Juan José Bulnes los oyó una muchacha de 13 años llamada Rosario Herrera Martínez, la Morena, que tenía su domicilio en la casa número 4 de la calle Rubio, muy cerca del lugar donde se produjo el asesinato. La muchacha se acercó a la esquina en la que éste ocurrió, pero lo único que pudo ver cuando llegó fue un cadáver extendido en el suelo y tapado con una manta que había sacado de su casa y le había echado por encima Encarnación Rivas Gómez, una mujer de 46 años de edad, esposa del hojalatero Alberto Falcón Jiménez, a la que decían la Falcona y que vivía en la calle Coracha, número 26. Rosario, la Morena, también estaba presente cuando la Sopera, el coche de los muertos propiedad de Joaquín Álvarez Becerril, llegó a recoger el cadáver; y fue testigo de cómo dos conocidos criminales convertidos en agentes de la autoridad festejaban el crimen. Hecho que les recriminaron algunos vecinos, entre ellos la Falcona.
Manuel Portillo Rodríguez, un nieto del concejal republicano Manuel Rodríguez Cruz, al que llamaban el Niño de la Paz, estuvo casado con la segunda hija de Juan José Bulnes Fernández, Alfreda; y me dice que uno de los que llegó a detener a su suegro a su domicilio en la calle Nueva fue el capataz de Gandul, apellidado Guillén. Manuel Portillo también me dice los nombres y apellidos de dos de los sujetos, uno de los cuales todavía está vivo, que intervinieron en el asesinato de su suegro; y me cuenta que a éste, al parecer, lo acusaron de ser uno de los que pusieron la bomba que explotó en la casa de Pedro Gutiérrez Calderón en el año 1933.
Del día en que mataron a su padre, Juan Bulnes Martínez sólo recuerda que no asistió al colegio y que se quedó en la portería de la fábrica de Martí y Gutiérrez jugando con un chiquillo de su edad, el hijo del portero y chófer de los dueños de la fábrica Manuel Granado Godínez.
Cuando, en el mes de octubre de 1936, asesinaron a Juan José Bulnes Fernández, los jefes de milicias de la Falange en Alcalá eran: Alfonso González Fernández-Palacios, hasta el día 14; y Alejandro Bono Gutiérrez-Cabello, desde el día 14 en adelante.
Fuentes
► ARCHIVO DEL TRIBUNAL MILITAR TERRITORIAL SEGUNDO: Causa nº 9/37: legajo 26. Causa nº 882/37: legajo 117-3612.
► ARCHIVO MUNICIPAL DE ALCALÁ DE GUADAÍRA: Libros 257 y 258.
► ARCHIVO DE LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE SEVILLA: Legajo 584.
► Testimonios de Juan Bulnes Martínez, José Domínguez Carmona, Eduardo León Álvarez, Rosario Martínez Herrera y Manuel Portillo Rodríguez.
► Fotografía cedida por Manuel Bulnes Martínez.