Nació en Montijo (Badajoz) el 3 de abril de 1896.
Aunque era natural de Montijo, vivió desde pequeño en La Nava de Santiago, a donde llegó su familia con el Común, sistema de explotación ganadera de todos los vecinos de un lugar.
Estuvo luchando con el ejército español en la guerra de Marruecos, a donde lo enviaron cuando se incorporó a filas por su quinta.
Era socialista y fue segundo teniente alcalde de la Nava en la época republicana. Como miembro de las autoridades del Ayuntamiento formó parte del Comité que se creó para poner orden en el pueblo después de la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero. Este Comité Gestor, parece que se encargó de detener a los fascistas que pretendían acabar con el proyecto de hacer un país libre y justo para todos. A los derechistas los encerraron en la iglesia durante tres días y luego los dejaron libres.
José Tabares, jefe de Falange, mártir del pueblo, y cuatro falangistas más asaltaron el Ayuntamiento, destrozando las puertas con palos. Fueron detenidos por las fuerzas de asalto llegadas de Mérida y llevados ante las autoridades de esta ciudad. Allí en un juicio sumarísimo fueron condenados y fusilados.
En aquella época, los sueldos miserables y los abusos de los caciques eran lo habitual. Muchos hombres del pueblo vieron en el proyecto republicano de la reforma agraria el fin de sus penalidades y pusieron en práctica su idea de justicia. El Comité se encargó de colectivizar los recursos e incautaron algunos víveres a los terratenientes, se fueron a las casas de los caciques que tenían acumulados en sus almacenes de todo en abundancia y se llevaron para darles de comer a sus familias que se morían de hambre. Tres años después, en mayo de 1939, acabada la guerra, los denunciaron por ello y por ser responsables de la muerte de los falangistas. Esto parece que fue la excusa para asesinarlos.
A mi abuelo lo mataron antes, con un grupo formado por gente de varios pueblos cerca de La Roca de la Sierra en el año 1938, en una segunda oleada de represión fascista posterior a la de 1936. Él estaba trabajando en el campo con dos de mis tíos cuando fueron a buscarlo y se lo llevaron unos falangistas en un camión. Ya sabía para qué se lo llevaban, por eso les dijo que por qué si él no había hecho nada.
Estos falangistas iban recogiendo a gente por los pueblos por orden de los caciques todopoderosos, y los asesinaban en mitad del campo, donde no hubiera testigos.
No tengo suficientes datos sobre él porque la represión, no sólo acabó con la vida de muchas personas, el terror caló de tal manera que ni en las propias familias se hablaba o se hablaba poco y en voz baja de lo que había pasado; aunque también por el dolor que el recuerdo producía. Es por eso que me enteré de lo que le habían hecho a mi abuela la noche que murió mi madre.
A mi abuela Hermenegilda, mujer de Juan José López, la raparon la cabeza, le dieron aceite de ricino y la pasearon por el pueblo con otras cuatro mujeres, sometiéndolas a todas a escarnio público. Supongo que lo hicieron para que no quedara duda de su terrorífico poder. Ella se había quedado sin su marido, sin saber qué habían hecho con él, sin su padre, mi bisabuelo Pedro Sánchez al que también habían asesinado y con seis hijos a los que alimentar. Después de torturarla la sometieron a exclusión no dándole trabajo durante un tiempo. Era pantalonera y cosía hasta por la noche a la luz del candil.
Según la memoria colectiva del pueblo, en total, en La Nava asesinaron a 110 personas que defendían la República. A muchos de ellos los mataron después de terminada la guerra. Los mataban a algunos en cualquier parte. Los vecinos que encontraban los cadáveres tenían que improvisarles una sepultura, aunque sólo fuera por una cuestión de salud pública.
Quiero hacer un pequeño homenaje a mis abuelos que soñaron con una vida más justa y menos dura. No sólo no pudieron ver cumplido su sueño sino que los fascistas se la hicieron terrible.