Nació el 20 de Septiembre de 1867 en San Miguel de Corneja (Ávila). Fue militar. Se retiró de comandante. Estuvo casado. De su matrimonio nacieron 7 hijos, aunque no todos llegaron a adultos, entre ellos Amparo, Luis y Pepe García Salsamendi. Su ingreso en la masonería fue decisivo para él: su razón de vida, el impulso para participar en política y hasta la causa de su muerte.
En 1931, procedente de la Logia Cadalso de La Línea de la Concepción, se afilió con el nombre simbólico de “Lérida” a la Respetable Logia Trafalgar número 20 de Algeciras, perteneciente al Grande Oriente Español – Gran Logia regional del Mediodía de España, alcanzando el grado 3º, 2º vigilante. En la misma logia estaba su yerno Salvelio Gravosqui, militar como él. Sus descendientes recuerdan una foto de ellos con Ramón Franco.
Con la República, ya retirado como militar, fue concejal en el Ayuntamiento de Algeciras. Pronto se hizo famoso por sus discursos. Era un gran polemista. Argumentaba con la ley y el interés público sus iniciativas para controlar, por ejemplo, el peso de las balanzas de los comercios o evitar que la leche se “bautizara”. Propuso reprimir los excesos y escándalos de las prostitutas y los travestidos porque suponían un mal ejemplo para los niños. Era intransigente con el horario de apertura y cierre de los locales nocturnos o con la persecución del juego ilegal. En estos asuntos aplicó las normas establecidas siendo teniente alcalde durante la feria y velada de junio de 1932, incluso contra la opinión del alcalde, Diego López Tizón, también masón, mucho más permisivo en estos temas, que se encontraba fuera de Algeciras aquellos días. A don Lino le parecía que la moral republicana debía estar muy por encima de la del régimen anterior y que no cabía justificar ciertas actitudes como propias de las fiestas. Siempre defendía con coherencia ejemplar su parecer ante sus compañeros y vecinos. A las elecciones de febrero 1936 ya no se presentó. Se dedicaba a aumentar su biblioteca y su cultura. Hablaba con gentes de todo tipo, sin rehuir controversias.
Una partida de falangistas y guardias civiles vino a buscarlo al campo con el propósito, dijeron, de preguntarle sobre cuestiones del Ayuntamiento relativas al tiempo que había sido concejal. Interrumpieron su lectura. Como estaba acompañado por un nieto de seis años le concedieron dejar al niño con la familia. Nunca más volvió a ver su casa de la calle Libertad, número 12 de Algeciras. En la misma ciudad murió asesinado: fusilado junto con otras once personas en las tapias del cementerio. Era el 26 de agosto de 1936. Faltaba menos de un mes para que cumpliera 69 años. En la partida de defunción que expidieron, sus familiares leyeron “muerto accidentalmente”. Sabían que su cuerpo estaba en una fosa común en el campo con los otros que tuvieron su mismo fin.
La memoria viva de este hombre me ha llegado a través de su nieto José-Luis Gravosqui que, en palabras del poeta de Miguel Labordeta, vio la escena de su detención con “los ojos de la hormiga”… Los recuerdos indelebles de aquel niño han coincidido exactamente con los datos que José Manuel Algarbani, a instancias mías y de Francisco Espinosa, ha localizado en el archivo de Salamanca y en las breves menciones a Lino García Baquero en el capítulo firmado por Luis Alberto del Castillo Navarro sobre “La represión en Algeciras” incluido en Historia de Algeciras (tomo 2), Cádiz, Diputación, 2001, pp. 360 y ss.