Manuel Villanueva de Miguel

El Puerto de Santa María
Cádiz
Fleming Cumbreras, Mario

Manuel Villanueva de Miguel (El Puerto de Santa María, 1908-1995) fue conocido en su época, no solo por la profesión que desempeñaría toda la vida, la del ladrillo y el cemento, arreglando más de una casa en El Puerto, sino también por cómo vivió aquella trágica guerra civil que estalló en julio de 1936.

En los años de la República Manuel Villanueva desempeñó varios cargos dentro del órgano sindical de la época, la Federación Portuense de Sociedades Obreras, alcanzando su presidencia en febrero 1936, tras la dimisión de Ceferino Gómez Cordero, padre del que fue alcalde en esta ciudad, Rafael Gómez Ojeda, y dimitiendo de la misma pocos meses más tarde.

Antes de aquel nombramiento ocupó el cargo de secretario en alguna ocasión y fue presidente también de la Sociedad de Albañiles «La Fraternidad» en 1935, hasta la elección de nueva junta.

Un gran suceso huelguístico en abril de 1936, que provocó el cierre durante meses de la Revista Portuense, la quema de varias infraestructuras sería el desencadenante para que Villanueva y familia pasasen por la etapa más negra de toda su vida. Lo relata Fernando Romero en la biografía de Villanueva recientemente publicada en la Revista Historia de El Puerto:

Para restablecer el orden fue necesaria la intervención de la Guardia de Asalto de Cádiz y se abrió una causa por sedición en la que fueron procesados varios dirigentes obreros de la ciudad, entre ellos Villanueva, que había presidido la asamblea en la que se declaró la huelga. (…) Lo que les devolvió la libertad no fueron las gestiones de la comisión que viajó a Madrid para solicitar su liberación al Gobierno ni una sentencia o auto judicial, sino la reacción popular contra el golpe militar (…) Según Villanueva, llegaron sobre las 21 y el director de la cárcel los dejó salir al cabo de dos horas.

Todas aquellas personas que vivieron esa época dicen lo mismo: «En El Puerto no hubo Guerra», y así es, rápidamente el Ayuntamiento fue intervenido y el alcalde de 32 años, Manuel Fernández Moro, fue encarcelado y fusilado en los primeros meses del levantamiento franquista. Empezaron a tirar de listas y todos los opositores al nuevo régimen fueron encarcelados: algunos tardaron años en salir, otros ni siquiera eso. Hubo un pequeño grupo que huyó de la ciudad:

Algunos tuvieron la oportunidad de escapar, pero no parece que El Puerto fuese uno de esos municipios donde se produjo una huida masiva hacia la zona gubernamental. Manuel Villanueva, según la versión que sostuvo cuando se presentó a las autoridades franquistas una vez terminada la guerra, salió del núcleo urbano el mismo día 19 y permaneció dos semanas escondido en Fuenterrabía, hasta que acuciado por el hambre decidió regresar y amparado por la noche —disfrazado de mujer, se rumoreó— se presentó en casa de su suegra, el número 29 de la calle Cruces.

En aquella época Villanueva llevaba algunos años casado con Teresa Pérez Gómez (1912-1996) y contaban con cuatro hijos: Juan, Teresa, Manuel y Patrocinio, afincados en calle Durango. La situación que se le vino encima afectó de lleno a su mujer: tuvo que hacer de padre y madre durante la ausencia de este y sacar algo que llevarse a la boca hasta de debajo de las piedras; al no poder hacer frente económicamente al día a día de una casa, se mudaron la mujer y los hijos junto a la madre de esta, Patrocinio, la cual contaba en aquellos tiempos con un puesto de verduras en la plaza de abastos y era caracterizada por su bondad. Hablar de la mujer de Manuel Villanueva es hablar de dos de sus hermanas, Josefa y Milagros, dos madres más para sus hijos, residentes allí también, que aguantaron carros y carretas con la detención y posterior «desaparición» de Villanueva.

La hambruna hizo que Villanueva volviese con su familia, eso sí, escondido en un ‘sobrao’ en Calle Ganado donde vivía su cuñada Patrocinio, durante el transcurso de la guerra civil, estuvo en dos sitios, en el referido y en otra habitación en calle Cruces, propiedad de una vecina que residía en Sevilla, a donde se mudó toda la familia. Por si no tenía bastante con el tormento que atravesaban él y su mujer, hay que añadirle daños personales: en 1938 falleció su hija Teresa, a los 5 años, tras padecer una meningitis. En una carta manuscrita por el propio Villanueva con el fin de entregarse, dijo esto en referencia a este trágico suceso:

Como V. sabrá el día 14 de Enero de 1938 falleció mi hija de cinco años de edad ya ve V. todo lo que yo llevo pasado y yo su padre con lo que se quieren  a los hijos tuve que pasar  por la pena de no poder estar a su lado  ni en sus últimos momentos siquiera cuando llamaba a su padre. 

Se gestó en aquellos días grises de penuria a su hija Carmen, la que sería conocida con el sobrenombre de la Italiana, ya que por aquel entonces Teresa Pérez planchaba ropa a los soldados italianos, y a todos los efectos el marido estaba «desparecido». Corría 1939 y este suceso hizo que Manuel Villanueva se entregase para que su familia no saliese más perjudicada de lo que estaba; tuvo que mostrar su arrepentimiento por medio de carta a su tío Juan de Miguel, carabinero retirado que por aquel entonces ostentaba el cargo de juez de la plaza, alegando:

Estoy arrepentido de mi vida pasada y por tanto yo  le suplico a V. haga por mí en bien de mis hijos  todo lo posible ya que yo estoy dispuesto a acatar y obedecer al Nuevo Estado.

Durante el transcurso de su permanencia en aquella habitación, su mujer y sus cuñadas fueron torturadas en diversas ocasiones, conducidas en más de una ocasión a la sede de Falange de las JONS, donde les eran proporcionadas dosis de aceite de ricino con el fin de que alguna de ellas soltase prenda, pero no lograron lo esperado. La esposa de Villanueva fue conducida a la conocida «tapia del cementerio», llevada allí por Ramiro Blanco. «Este Ramiro Blanco -escribe Fernando Romero- era un pistolero que arrastraba mala fama en El Puerto por haber cometido varios delitos económicos y haber pertenecido al sindicato socialista de camareros antes de unirse a la Falange». En una de esas idas y venidas Teresa fue amenaza «con que le iba a pasar algo malo si no manifestaba el sitio donde se encontraba su marido», las hermanas podrían haberlo delatado ya que este individuo les dijo esto: «que su hermana ya estaba muerta, y que si no decían la verdad respecto al paradero de su cuñado que a ellas le pasaría lo mismo». Las soltaron a todas a las cinco de la madrugada, sin haber logrado sacarles ninguna información, y les dieron cinco pesetas «para que pusieran un puchero».

Fue detenido por este tío suyo, y desde el 1939 a 1941 Villanueva permaneció preso en distintas cárceles desde la de Anclares de Oca -de la que no hay información alguna-, pasando por la prisión Caserio Ossio en San Fernando y terminando en el Penal de El Puerto, donde fue puesto en libertad en agosto de 1941, tras haberle condenado a 30 años de pena, que ese mismo año fue conmutada a 12 y pocos meses después fue puesto en libertad condicional, quedando libre de cargos en 1959. Manuel Villanueva había pasado 852 días de su vida encarcelado.

Entre la mucha documentación que el investigador ha recuperado, cabe destacar este informe, desfavorable, sobre la figura de Villanueva, emitido por Falange en 1939:

Todos los informes que poseemos de este individuo son extremadamente desfavorables. Considerado peligrosísimo y uno de los extremistas de la localidad de actuación más destacada. Como Presidente de la Federación Local de Sociedades Obreras, desarrolló en tiempos del Frente Popular grandes actividades revolucionarias, estimándosele como uno de los principales responsables de los sucesos de Abril de 1936 (…).

La vida de este matrimonio no empezó a cobrar sentido hasta entrados en su vejez. Después de esta desmerecida juventud para ambos, tuvieron que soportar la pérdida de dos hijos más, y la mala vida de aquella España de posguerra.

Tras veinte años de todo aquello, Manuel Villanueva y Teresa Pérez comenzaron a disfrutar de aquella tardía juventud, dejando atrás el luto, viajando, disfrutando de sus hijos, de los nietos que empezaban a llegar y un poco más tarde de sus bisnietos. Las heridas eran viejas, pertenecían a otra época, pero en los 87 y 85 años que duraron sus pasos por este mundo, nunca llegaron a cicatrizarse del todo. Con el rodar del tiempo ambos relatarían, siempre dentro del ámbito familiar, aquel periodo que les tocó vivir, sin precisar mucho en detalles y acabando siempre con la coletilla «si yo contara…».

Personas de la talla de ambos merecen tener un sitio en la historia de la ciudad que los vio crecer. Hoy ya es una realidad, se acabó el silencio.

Bibliografía:

Fernando Romero Romero: «Manuel Villanueva de Miguel, un topo de la guerra civil en El Puerto de Santa María», en Revista Historia de El Puerto, Aula de Historia Menesteo, El Puerto de Santa María, n.º 56, 2016, págs. 61-79. 

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