Málaga 1910 – Digne 1940
La biografía de María es, sin duda, un ejemplo muy representativo de la España vencida; pues en ella vemos claramente reflejadas las penosas vicisitudes que hubieron de sufrir los exiliados republicanos. Lo que sigue, me lo ha contado Encarnación, la hija mayor de María, basándose en sus propios recuerdos, más o menos difusos, debido a su corta edad en el momento de los acontecimientos y, sobre todo, en el relato de los hechos familiares que le transmitió su abuela Carlota, durante las largas y frecuentes conversaciones que con ella mantuvo. Además, primero Carlota y a su muerte Encarnación, conservaron doce cartas que María, durante el año 1939, remitió a su familia desde su exilio en Francia.
María era hija de Natalio López de Gamarra Orozco (Antequera, 1871- Málaga, 1944) y de Carlota Sánchez Olmedo (Málaga, 1879 – 1974). Pero, en realidad, María se crió sin padre; puesto que Natalio emigró a América en 1909, meses antes del nacimiento de su hija. Durante algún tiempo, Natalio escribió y envió algo de dinero a su familia; pero pronto dejará de hacer ambas cosas, y no volverá a dar señales de vida hasta unos veinte años después.
María, la menor de los cuatro hijos de Natalio y Carlota, nació en el barrio de la Goleta de Málaga, en la calle Rosal Blanco, esquina con Huerto de las Monjas, el 21 de marzo de 1910. Carlota tendrá que esforzarse mucho para sacar adelante ella sola a la familia. Trabajaba en casa, sirviéndose de una máquina de coser con la que aparaba; es decir, cosía las pieles del futuro calzado. Y, además, completaba sus limitados ingresos, ayudando en la pensión que su madre tenía por la zona de Carretería. Lo mismo que sus hermanos, María estudió en el colegio de los masones, en la calle Ollerías. En él adquirió una preparación mejor que la que había recibido su madre.
Tanto María como sus tres hermanos: Rafael, Natalio y José, colaboraron desde muy jóvenes, en el mantenimiento de la precaria economía familiar. María ayudó a ello cosiendo, pues desde niña se había iniciado en el aprendizaje de la costura.
María se casó por lo civil, el día 10 de septiembre de 1932, con Francisco Ríos Llorente, malagueño como ella, empleado de comercio en el establecimiento Los Mellizos, en Puerta Nueva, donde había empezado a trabajar a la edad de catorce años. Un año después de la celebración del matrimonio, el 18 de septiembre de 1933, nacerá la mayor de sus hijos, Encarnación; le seguirá Carlos, en 1935; y, a finales de 1936, ya en plena Guerra Civil, nacerá el tercero y último, Libertad. Este nombre se lo puso Rafael Ríos, tío paterno de la recién nacida, que fue el encargado de anotarla en el Registro Civil. Aunque María habría querido que su hija se llamase María Dolores; seguramente, el nombre de Libertad sería del agrado del padre, pues éste simpatizaba con el Partido Socialista.
A comienzos de febrero de 1937, María se encontraba con sus hijos y con su madre en Alhaurín de la Torre, en casa de unos familiares de su marido. Aunque Encarnación dice que el motivo de este desplazamiento era que los niños se repusieran del colorín, pues los dos mayores tenían el sarampión, parece más probable que hubiesen ido a Alhaurín buscando una seguridad que Málaga, entonces asediada, no podía ofrecer. El domingo 7 de febrero, se presentó allí, en Alhaurín, Francisco Ríos con el fin de recoger a su familia, y poder así evacuar todos juntos la capital. La abuela Carlota pide, entonces, que le dejen a la nieta mayor, asegurando que ella saldría con la niña al día siguiente. Pero su yerno no accede a esta petición, contestándole que se marchará con todos sus hijos. Carlota se quedará en Alhaurín, mientras que María y Francisco con los tres niños saldrán camino de Málaga, para abandonar dicha ciudad inmediatamente después. Carlota opinaba que la vida de Francisco, su yerno, habría corrido peligro de haberse encontrado éste en Málaga a la entrada de las tropas franquistas.
A Francisco y María, además de sus tres hijos, les acompañará también Rafaelín, niño de catorce años de edad sobrino de María. Rafaelín era el tercero de los cinco hijos de Rafael, el hermano mayor de María. Las familias de ambos hermanos vivían en buena armonía en un mismo edificio de la calle Cobertizo del Conde; la de Rafael vivía en el bajo y la de María en el primero, con la abuela Carlota. Las dos familias evacuaron Málaga juntas. Francisco Ríos llegó con la suya hasta Almería; pero su cuñado Rafael desistió de su empeño ya en Cala del Moral, y decidió regresar a Málaga.
Carlota no llegó a evacuar Málaga. De Alhaurín de la Torre se trasladó a su casa en Cobertizo del Conde; en donde recibiría al poco tiempo la visita de la Guardia Civil acompañada de un barbero para raparle la cabeza, al igual que hicieron con otras vecinas. Su delito, contaba Carlota, consistió en haber hecho algún comentario, en fecha anterior a la caída de la ciudad en manos franquistas, del tenor: “son de los nuestros, no hay peligro”, ante la aparición en el cielo de Málaga de unos aviones republicanos.
Durante la evacuación hasta Almería, Francisco y María pasarán por el mal trago de creer perdidos a Rafaelín y a dos de sus hijos. En un punto del trayecto que Encarnación no atina a identificar, su padre subió al sobrino y a sus dos hijos mayores, de poco más de tres y dos años de edad respectivamente, en un coche que evacuaba a unos heridos, con la intención de recogerlos más adelante, en el hospital de destino. De esta manera, además de ahorrar parte de la dura caminata a los pequeños, el matrimonio podría aligerar la marcha, al quedarse tan sólo con la niña de tres meses. Pero al llegar al hospital en cuestión, no encontraron al sobrino ni a los hijos mayores, por lo que Francisco hubo de ponerse a buscarlos. Cuando ya se sentía aterrado de tener que decirle a María que los niños no aparecían, Francisco se encontró con uno de los hombres del coche, el cual le explicó la imposibilidad en que se vieron de llegar hasta el hospital, por culpa de los bombardeos; y, además, le indicó el lugar en donde habían dejado a los pequeños. Gracias a esta información, Francisco pudo encontrarlos fácilmente retrocediendo un trecho del último recorrido.
Encarnación no es capaz de precisar cuánto tiempo pasaron en Almería. Tampoco puede asegurar si es cierto que Francisco y María, con sus hijos y sobrino, hubiesen estado en Alicante antes de trasladarse a Barcelona en un buque mercante que hizo escala, previamente, en el Marruecos francés. Encarnación recuerda que, en Barcelona, iba al colegio con su hermano Carlos. Recuerda también que ella y su familia vivían con la de su tío Enrique Ríos. Esta segunda familia estaba compuesta por el propio Enrique, su mujer Antonia Guerrero, las dos hijas de ambos y una tía materna, Francisca Guerrero.
De las once personas de ambas familias que convivían en Barcelona, sólo las mujeres y los niños estuvieron siempre juntos; ya que, por ejemplo, Francisco Ríos participará en la batalla del Ebro y regresará del frente herido en un tobillo. Por lo que se refiere a su tío Enrique, Encarnación ignora su paradero. En la segunda de las cartas que remitió desde Francia, María le explica a su madre el complicado itinerario que hubo de seguir junto con su cuñada Antonia: Almería, Orán, Barcelona, Alicante, Valencia y, al cabo de dos meses, otra vez Barcelona, “por conveniencia nuestra y de mis primas R y E y mi prima Paca que estaba en el de Granada”. Así, en clave, nombra a sus cuñados Rafael y Enrique, y a su marido Francisco, intentando burlar el estricto control de correspondencia existente en la España de posguerra.
Encarnación supone que fue en febrero de 1939 cuando, al igual que tantos miles de españoles, atravesaron la frontera por la carretera de la costa, entrando en Francia por Cerbère, aunque no es capaz de recordar cómo se desplazaron hasta allí desde Barcelona. En aquellos momentos, Encarnación tenía solamente cinco años y medio.
La primera de las cartas que se conserva de María, está fechada el 8 de febrero, en Castel Bevons. En ella dice que está con su cuñada y los niños; pero que no sabe nada de los otros tres: P, R y E. Esto se explica porque, en Francia, los hombres fueron separados de sus familias, siendo enviado Francisco Ríos, y seguramente también su hermano Enrique, al campo de refugiados situado en la playa de Argelès-sur-Mer, muy cerca de la frontera española. Su hija dice que Francisco no estuvo mucho tiempo en ese campo, porque fue reclutado para una de las Compañías de Trabajadores Extranjeros, gracias a que se hizo pasar por trabajador agrícola. Su hermano Enrique también será incorporado a otra C.T.E.; pero no así Rafael, otro de los numerosos hermanos de Francisco. Encarnación opina que Rafael, sin duda por ser tuerto de nacimiento, fue declarado no apto para la movilización. A este otro tío paterno, Encarnación lo recuerda sólo en Francia; pero no sabe si les acompañó durante el largo recorrido que la familia hizo desde Málaga hasta el exilio.
María y su cuñada Antonia, junto con sus hijos y su sobrino Rafaelín, fueron enviadas desde la frontera a Castel Bevons, por Sisteron, en los Bajos Alpes. En el mes de junio ya se encontraban no lejos de allí, en Digne-les-Bains, también en el SE francés, alojadas en la Maison Forestière – La Clappe, que era como una Colonia. Según Encarnación, el director de este centro se portó muy bien con ellos; pues como María sabía coser, era invitada con frecuencia, junto con sus hijos, a la casa del director, desde la que regresaban por la noche a la Colonia. Pronto María tuvo que afrontar un nuevo problema: su sobrino estaba próximo a cumplir los dieciocho años y, llegado ese momento, tendría que abandonar La Clappe y apartarse de su lado. María decide entonces resolver esta situación adversa repatriándolo antes del cumpleaños. En consecuencia, a finales de octubre o primeros de noviembre del año 1939, Rafaelín estaba ya de regreso en Málaga.
Poco tiempo después, María se puso enferma. Las vicisitudes y penalidades sufridas en los tres últimos años acabaron pasándole factura e hicieron mella en su salud. Además, con intención de mejorar la deficiente alimentación de su hija más pequeña, María continuaba todavía amamantándola con tres años de edad. María falleció de pulmonía el 1 de enero de 1940, en Digne. Su marido, Francisco Ríos, no pudo asistir al entierro; porque se encontraba lejos de allí, en las montañas, cortando madera, según me cuenta Encarnación. Desde la salida de Málaga, la familia de Encarnación había iniciado un duro peregrinaje; su padre, obligado por el peligro que habría corrido su vida a la entrada de los franquistas en la capital andaluza; y su madre para acompañar a su marido, como lo haría cualquier esposa de la época, me dice su hija. Como consecuencia de todo ello, y debido a las penurias y privaciones padecidas, María morirá en el exilio, durante la posguerra, protegiendo a sus hijos hasta el último momento. Encarnación conserva una fotografía en la que está con su padre y con sus hermanos, fechada el 24 de febrero de 1940, justo el día en que los tres niños ingresaban en una colonia escolar ubicada en La Valentine, a unos diez Km. de Marsella, por la actual A50; ya que el padre, confiando en que la situación cambiaría pronto y en que podría atender a sus hijos personalmente, descartó la posibilidad de repatriarlos. Poco tiempo después, el 4 de mayo, ingresaron también en el mismo centro sus primas, las hijas de Antonia y Enrique. En este nuevo centro, Antonia trabajará de cocinera, tal y como ya lo hacía en La Clappe.
Cuando los alemanes invadieron Francia, Francisco Ríos se desplazó hacia el sur, a la zona menos insegura, a la llamada Francia libre; es decir, no ocupada por los alemanes. Su hermano Enrique tuvo peor suerte. Encarnación ya sabía que su tío había muerto en un campo de concentración alemán; pero fue su primo Carlos el que la llamó por teléfono para decirle que su tío Enrique había muerto precisamente en Mauthausen. Carlos se lo dijo en cuanto lo vio publicado en el Diario Sur de Málaga, hace unos años. En el libro Guerra y Franquismo en la provincia de Málaga, coordinado por Lucía Prieto Borrego, y publicado por la Universidad de Málaga, Sandra Checa indica que Enrique Ríos Llorente falleció el 7 de septiembre de 1940, a los catorce días de su llegada al campo, siendo el primer deportado, procedente del convoy de Angulema, que falleció en Mauthausen.
Una vez muerto Enrique y perdido el contacto con su hermano Francisco Ríos, los hijos de ambos fueron propuestos para ser adoptados por familias estadounidenses. Antonia aceptó esta propuesta para sus dos hijas, las cuales, a pesar de haber sido adoptadas por familias distintas, nunca perdieron el contacto entre ellas ni tampoco con su madre. Sin embargo, ésta pasó el resto de su vida muy afectada por haber autorizado la adopción. El permiso para la adopción de los hijos de María, dado que el padre estaba en paradero desconocido, hubo de solicitarse a Málaga, por imposición del tío paterno Rafael Ríos; pero Carlota se negó en redondo a que sus nietos fuesen adoptados y, en consecuencia, decidió quedarse ella misma con los tres. El 26 de diciembre de 1940 llegaron a Málaga los tres hermanos Ríos López de Gamarra. Ya en casa, la misma en la que habían nacido, los tres habrán de pasar por la nuevamente ineludible y reparadora pila bautismal, quedando la menor inscripta en esta ocasión con el nombre que deseaba su madre: María Dolores, pues la palabra Libertad no tenía cabida, bajo ninguna de sus acepciones, en la España de Franco. Carlota atenderá y cuidará de sus nietos como si fuese su propia madre, y como a tal la sentirán siempre ellos.
Carlota aún seguía recibiendo visitas de la policía, que ahora se interesaba por el paradero de su yerno. Encarnación recuerda alguna de estas visitas, y recuerda también cómo su abuela les instruía para que, si aquellos señores les preguntaban, no diesen información alguna.
Finalizada la Guerra Mundial, Francisco Ríos se establece en Toulouse, ciudad en la que ya vivía su hermano Rafael; colabora en el sostenimiento de sus hijos y, como tantos otros exiliados españoles, permanecerá afiliado al PSOE. En el año 1953, Carlos, el segundo de los hijos, que ya tenía dieciocho años, irá a reunirse con su padre. En octubre del año siguiente, irán también las dos hijas, acompañadas por su abuela y una tía, Rafaela Ríos; instalándose todos en Toulouse para vivir con Francisco. Pero esta convivencia familiar se vio muy pronto alterada; pues Carlota, en el año 1956, sufrió una trombosis que la dejó muy limitada. Como Carlota estaba convencida de que aquello no le habría pasado en su tierra, y decía con frecuencia que en Málaga podría reponerse, su nieta Encarnación, que mantenía relación epistolar con su novio, decide regresar con ella. Así pues, en diciembre de 1957, llega de nuevo Carlota a Málaga, donde vivirá con su hijo Rafael hasta el fallecimiento de su nuera; trasladándose entonces a casa de su nieta Encarnación, que ya estaba casada, y con ella pasará el resto de su vida. Carlota, por supuesto, nunca se recuperó de su dolencia, pero logró alcanzar una edad avanzada; pues cuando murió, el 5 de noviembre de 1974, estaba próxima a cumplir noventa y seis años.
En la Gaceta de la República del 12 de noviembre de 1937 se publica el nombramiento de Francisco Ríos Llorente como Comisario Delegado del Segundo Batallón, de la 218 Brigada, del XX Cuerpo del Ejército, motivo éste más que suficiente para entender el interés de la policía franquista en dar con él. Francisco Ríos volvió a Málaga cuarenta años después de haberla abandonado; pues su orgullo le impidió hacerlo antes, mientras aún vivía el dictador. Durante su estancia en la ciudad, se acercó hasta la tienda Los Mellizos, en la que había trabajado; y, encontrándose delante del establecimiento, le sorprendió ser reconocido por un empleado que tenía catorce años cuando la evacuación; el cual salió hasta la puerta para saludarle afectuosamente. Francisco se sintió extraño en su ciudad natal y como además no gozaba de buena salud, debido a una dolencia coronaria que padecía, decidió marcharse; su visita a Andalucía duró aproximadamente un mes, dice su hija Encarnación. Francisco no regresó nunca más a España, falleciendo en Toulouse en 1984.