Martín Viciedo González

Osuna
Sevilla
Montero Gómez, Félix J.

Los hermanos Antonio y Ginesa Viciedo Torres vinieron a Osuna desde la provincia de Almería sobre el año 1905. Él se casó aquí con una mujer del pueblo llamada María González Haro y vivía en la calle José Nakens (San Cristóbal) número 66; mientras que su hermana Ginesa, la cual llegó ya casada con otro almeriense llamado Francisco Balastegui Rubio, residía en la calle Arcadio Moreno Ruiz (Granada), número 79. Domicilio este en el que unos tres meses antes de producirse la sublevación militar contra el Gobierno de España se estableció Martín Viciedo González, un sobrino de los hermanos Viciedo Torres y cuya hermana María, oriunda como él de Turre, casada con José Álvarez Jiménez y vecina de la casa número 74 de la calle José Nakens, llevaba viviendo en Osuna desde 1915, aproximadamente.

            Obrero agrícola, hijo de Martín y Francisca, nació el día 9 de enero de 1913, era moreno, de ojos negros y pelo castaño, medía 1,70 de estatura y en Osuna trabajaba en el campo con su tío político Francisco Balastegui. El hombre, a los quince días de la rebelión, tras ser movilizado su reemplazo, fue pasaportado para Sevilla por la Caja de recluta de Osuna y se incorporó en el cuartel del Duque al Regimiento de Infantería nº 6. No obstante, su permanencia en el ejército insurrecto solo duró unos cuatro meses. El día 9 de diciembre de 1936, poco antes de la cinco de la tarde, cuando se hallaba destacado con su unidad en el pueblo de Faraján, en la serranía de Ronda —donde también se encontraban los soldados Manuel Carmona Ruiz y Antonio Serrato Vargas: otros dos muchachos de Osuna— Martín Viciedo González se internó con cuatro soldados pertenecientes a la escuadra de la que él era cabo en un castañar de la sierra y, llevando consigo su uniforme, el correaje, un capote manta, el fusil y la dotación de municiones, se pasó a la zona republicana. Paso que al día siguiente fue documentado en un acta suscrita en la cercana localidad de Igualeja por Bernabé Lopez Calle, un antiguo guardia civil, natural de Montejaque, que era el comandante jefe del primer batallón de la columna de la CNT-FAI dirigida por su hermano Pedro.

Acta levantada con motivo de la presentación de cinco soldados procedentes del campo enemigo

Encontrándome a las diez horas del día de la fecha en el destacamento de Pujerra reconociendo los parapetos como comandante del primer batallón y segundo jefe de esta columna, tuve conocimiento de que en la villa de Igualeja se habían presentado cinco soldados procedentes del campo enemigo, en cuyo momento me trasladé y a las doce horas llegué a la citada villa, donde los referidos soldados se hallaban rodeados de vecinos que se disputaban el agasajarlos con todo cariño y camaradería como es usual en nuestras filas al recibir a nuestros hermanos de clase. Una vez pasados estos momentos, procedí a interrogar al cabo llamado Martín Viciedo González, natural del pueblo almeriense de Turre, el cual manifestó que pertenecía al reemplazo de 1934 e hizo el servicio militar en Valencia, adscrito a la primera compañía de ametralladoras del Regimiento de Infantería Otumba nº 7; y en la fecha del «levantamiento militarista» se encontraba, ya licenciado, en Osuna «visitando a unos familiares» residentes en este pueblo de la provincia de Sevilla, donde fue movilizado para las armas por orden de «los facciosos» y destinado en esa capital a la cuarta compañía del primer batallón del Regimiento Granada nº 6. Con esta unidad se trasladó a la provincia de Huelva; luego a la de Badajoz, donde pasaron «otra temporada» prestando el servicio de retaguardia, y después al Campo de Algeciras, desde el que, a los pocos días de haber tomado «ellos» Casares y Manilva, fueron llevados al frente de Estepona. Al mes los mandaron a Ronda, donde permanecieron 25 o 30 días y a continuación los condujeron a Faraján para prestar servicio en las avanzadillas que tienen sobre nuestro frente en «la sierra Picachos de Júzcar y castañares del mismo». Fue aquí donde, aprovechando una oportunidad que se les presentó, se pasaron a nuestras filas como tenían pensado de antemano; y, aunque no sabían la dirección que llevaban en su huida, estaban seguros de que encontrarían a «sus hermanos de clase». Así, por unos cerros próximos a la villa de Igualeja dieron con «un camarada que hacía apacentar ganado lanar» y los orientó hacia un caserío desde el cual los acompañaron hasta esta villa. Añade, por último, el declarante que tiene hecho un cálculo casi exacto y «un mapa visual» de todas las fuerzas y posiciones enemigas, lo que podrá exponer ante el estado mayor si éste lo cree de utilidad para nuestras fuerzas.

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Tras su declaración ante «un Señor miliciano rojo con un pañuelo rojo al cuello», como diría Martín Viciedo unos años más tarde para referirse al hermano del jefe de la columna Pedro López, el propio cabo y los cuatro soldados de su escuadra evadidos fueron trasladados a Málaga y luego a Almería. Desde cuya capital Martín se fue a su pueblo y en Turre, donde anduvo contando su evasión de las filas insurrectas, permaneció durante algún tiempo, hasta que se incorporó al ejército republicano. Estuvo en el frente de Teruel con el tercer batallón de infantería de la 96 Brigada Mixta; pero, habiéndose marchado posteriormente a Valencia, en esta ciudad fue detenido por no reintegrarse a su batallón y así le cogió el fin de la guerra.

            Cuando de regreso en su pueblo se presentó en el Ayuntamiento, lo volvieron a detener por haber desertado en su día del ejército ganador de la guerra, según sabían en Turre por sus propias manifestaciones hechas en circunstancias bien distintas, y lo pusieron a disposición de un juzgado militar de Cuevas de Almanzora. Sobre mediados del mes de octubre de 1939, sin embargo, se encontraba en libertad y volvió a Osuna. Donde, en respuesta a un juez militar de Sevilla que preguntó por él, las autoridades del pueblo: alcalde, jefe de la Falange, juez municipal y comandante militar contestaron que el vecino de la localidad Martín Viciedo González era persona de buena conducta, que no figuraba anotado en ningún partido de izquierda y que residía libremente en la calle Capitán Cortés (Granada), número 79, ya que por ninguna autoridad se había interesado su detención.

            Al recibir esta respuesta, el mismo juez de Sevilla ordenó al comandante militar de Osuna que detuviera inmediatamente a Viciedo. Quien el día 19 de noviembre de 1939 fue recluido en la cárcel de la calle San Antón y en ella permaneció hasta el día 24 de diciembre siguiente en que se lo llevaron a la prisión provincial de Sevilla. Donde casi un mes después le notificaron que había sido procesado por auxilio a la rebelión, por rebelión, por deserción y por traición; pidiendo él que le tomaran declaración como testigo de descargo a una vecina de Osuna llamada Dolores Jiménez Torrejón, que era la suegra de su hermana María y vivía enfrente de la casa de su tío Francisco Balastegui.

            Esta mujer, de 61 años de edad y con domicilio en la calle Capitán Cortés, número 70, declaró que conocía a Martín Viciedo desde «días antes de estallar el Glorioso Movimiento Salvador», pero que no se había relacionado con él más que «lo puramente indispensable como vecino»; de modo que, debido al poco trato, no podía conceptuarlo ni sabía de sus actividades políticas, aunque pensaba que tendría que ser de derechas porque en caso contrario «no lo hubiera admitido su tío que siempre se destacó por derechista y buena persona entre sus convecinos»; sin que su sobrino hubiera actuado en nada ni hecho guardias siquiera durante la dominación roja en Osuna, donde ingresó en filas a los pocos días de estallar «la Causa Salvadora».

            Martín Viciedo fue juzgado en Sevilla dos veces por sendos consejos de guerra. La primera vez, el día 13 de mayo de 1940, lo condenaron a 6 años y 1 día de prisión por un delito de deserción al enemigo; pero la sentencia que le impuso esta pena, tras disentir de ella el auditor de guerra, sería anulada por el llamado Consejo Supremo de Justicia Militar [que, por cierto, también impuso al redactor de la misma —el abogado del Estado José María Álvarez del Manzano y García Infante— una corrección disciplinaria de 8 días de arresto «por la falta de competencia» manifestada «en el desempeño de las funciones jurídico militares»; y, además, acordó proponer al ministro del Ejército que dispusiera su «cese inmediato», con pérdida del título que tenía asignado de «Oficial Honorífico», y que lo desmilitarizara]. La sentencia del segundo consejo de guerra, celebrado este el día 2 de octubre de 1941 y cuyo vocal ponente fue el fiscal de carrera Mariano Toscano Puelles, condenó a Viciedo a 12 años y 1 día de reclusión por un delito de auxilio a la rebelión militar, habiendo declarado como hechos probados que el cabo de la cuarta compañía del primer batallón del Regimiento de Infantería Granada nº 6, Martín Viciedo González, hombre «de buena conducta y antecedentes», se marchó el día 9 de diciembre de 1936, con un pretexto, de las líneas nacionales en que se hallaba destacado en el sector de Faraján, abandonó el servicio y se pasó a las líneas enemigas por la villa de Igualeja, donde se ofreció al comandante de las fuerzas que guarnecían aquel sector para proporcionar cuantos datos pudiera sobre la situación y activos en el campo nacional.

Fuentes

► Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo: Procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº 61984/40, legajo 135-2481.

► Archivo Municipal de Osuna: Libro 398 y legajo 52.

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