Pedro Martín Alonso

Madrid
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Álvarez Rodríguez, Chema

La vorágine criminal que asoló la ciudad de Cáceres y su provincia en los primeros meses de la rebelión militar de 1936 engulló a artistas como el Chato de las Ventas, de nombre Pedro Martín Alonso, cantaor que por aquellos días regresaba junto a su compañía flamenca a Madrid, después de dar varios conciertos por España.

Existen diversas versiones sobre su muerte. Manuel Yerga Lancharro, flamencólogo nacido en Montemolín en 1923 y siempre ligado a Fuente de Cantos (Badajoz), dejó escrito que el golpe les pilló al Chato y a los suyos en la capital cacereña, donde había decidido descansar del viaje, y que llevado a la cárcel provincial, hoy cárcel vieja, murió de un infarto de miocardio ante el anuncio de su fusilamiento. Su nieta, Consuelo Martín, en una entrevista hecha por Manuel Cerrejón, quiso desmentir el bulo que corría acerca de que su abuelo murió del susto ante la noticia de su pronta ejecución, una versión que casaba muy bien con el tono bufo y socarrón del cante del Chato de las Ventas, inventor de un estilo que se caracterizaba por la crítica humorística y mordaz, precursor del que luego haría después famoso a Emilio el Moro.

Consuelo Martín afirmó en dicha entrevista que, según consta en el certificado de defunción de su abuelo, el Chato de las Ventas murió de un paro cardiaco a las 9 y poco de la mañana el 3 de noviembre de 1936 en la ciudad de Cáceres, si bien por noticias de sus padres y demás familiares, sospechaba que había muerto fusilado junto a otros de su compañía flamenca, tal vez después de ser apaleado. El infarto como causa de la muerte inscrita en dicho certificado solía ser, como se sabe, una burda falsificación más del aparato judicial franquista para tapar lo que fueron simples y horrendos asesinatos a manos de criminales vestidos de uniforme.

Pedro Martín Alonso nació en Illescas, provincia de Toledo, en 1886. Siendo muy pequeño se trasladó junto a sus padres a Madrid, al barrio de Lavapiés, rastro de las Maravillas, donde tenía a sus dos amores, residencia de sus abuelos, como canta en uno de sus fandangos, y allí trabajó de mecánico tornero en las obras del metro junto a la Plaza de las Ventas, de donde le viene el nombre, toponímico asociado a su fisonomía, de la que él mismo hizo un gracioso retrato en una de sus canciones, acompañado a la guitarra por Niño Sabicas, grabada en 1930 por Parlophon en disco de pizarra:

Al compás de una milonga,
para que pasen el rato,
les voy a explicar a ustedes
mi verdadero retrato.

Soy pequeño y calvorota
y tengo poca nariz,
por eso me llamaban Chato
desde el día en que nací.

En la pila me pusieron
de apodo Chato Las ventas,
y todos cuanto me vieron
del susto a poco revientan.

Mi padre con gran talento,
viendo que era tan bonito,
me enseñó a cantar flamenco,
y yo sigo tan contento
y no paro de dar gritos.

La copla y el flamenco en general siempre estuvieron ligados a las clases populares. Sus cantes surgían del pueblo llano, del tajo y sus miserias, a la par que alumbraban la faena diaria o las horas muertas de hambre y pobreza en la casa del jornalero. Era un quejío de consuelo y rebelión, muy cercano a las reivindicaciones y ansias de emancipación social, como se expresa en Andalucía, su comunismo libertario y su cante jondo, el libro publicado en 1933 por los hermanos Carlos y Pedro Caba, quienes tienen calle en Arroyo de la Luz (Cáceres) por haberse criado en este pueblo que antes de la guerra se llamaba Arroyo del Puerco, a donde su padre, Víctor Caba Tapia, fue a trabajar como veterinario a principios de siglo XX.

Luego el franquismo se apropió de este cante y lo hizo suyo para mantener adormecida a una población que seguía canina, pero que ahora escuchaba el flamenco a través del transistor, en unas ocasiones a cantaores y folclóricas encumbrados a quienes se dejaba hacer su vida loca en Madrid, entre el alcohol y la farlopa, mientras no se metieran en cosas de política y entretuvieran a los señoritos, y en otras a cantaores olvidados, como el Chato de las Ventas, cuyas malagueñas, colombianas y milongas seguían sonando de vez en cuando en la radio nacional de la España de Franco.

Algunos de aquellos cantaores tenían un pasado turbio para el régimen, muy ligado a la República y a su defensa durante la Guerra Civil, como fue el caso de Juanito Valderrama, quien militó en el batallón anarquista Fermín Salvochea, de la CNT.

Valderrama narró en su biografía, escrita por Antonio Burgos, que la letra de su celebrada canción El Emigrante, inspirada por los españoles y españolas que tuvieron que exiliarse tras la derrota de la República, le salió de un tirón al encontrarse unos años más tarde con Carlos Zimmermann a la salida del Teatro Cervantes de Tánger, convertido tras el final de la Segunda Guerra Mundial en ciudad internacional, donde recalaron muchos de los compatriotas que buscaban refugio.

Carlos Zimmermann Ruiz fue un significado anarcosindicalista andaluz ligado a La Línea y Campo de Gibraltar, que comandó durante la guerra un batallón con su mismo nombre y se opuso a la línea marxistizante dentro de la CNT, apresado al final de la contienda, encarcelado y liberado en 1945, exiliado finalmente en Lyon, Francia, a través de Tánger, donde encontró a Valderrama en una de sus actuaciones, a quien años antes había salvado de morir en la batalla de Brunete.

Ya fuera por infarto o ante el paredón, la muerte del Chato de las Ventas se debió a su condición de artista independiente y burlón, a las letras de sus canciones, que no dejaban títere con cabeza, y a su participación en proyectos avanzados para su época.

En 1926 integraba un grandioso cuadro flamenco compuesto, aparte de por él mismo, por los cantaores el Niño de la Flor, Manuel Mata (Toñito), el Niño Marianas II, el Niño de Tetuán, la Niña de Linares, el Niño de la Sierra, Angelillo, Antonio García Chacón y Manuel Blanco (El Canario); como bailaoras iban Goyita Herrero, la Alfonsina, la Gabrielita y el Estampío; a la guitarra acompañaban Marcelo Molina, Jorge López, Enrique Mariscal y el reconocido como emperador de la guitarra, Ramón Montoya (actuación del domingo 5 de septiembre de 1926 en Monumental Cinema de Madrid, anunciada en el diario La Libertad, Madrid, número 2.014).

Aparte de cantar acompañado por Ramón Montoya, también lo hizo con otros grandes de la guitarra flamenca, como el reconocido Sabicas, cuya hermana se casó con Manolo Pérez, escolta motorista de Federica Montseny, quien, según contó Juanito Valderrama, salvó de morir a manos de unos militantes de la FAI a Pepe Marchena, confundido con un señorito por su porte distinguido, también cantaor, gracias al telegrama que el padre de Valderrama mandó a la entonces ministra anarquista.

El Chato de las Ventas contribuyó con una colombiana muy celebrada a lo que se conoce como el conjunto de fandangos republicanos, cantando en 1932 al federalismo que surgía del régimen de las autonomías, acompañado a la guitarra por Manolo de Badajoz, con una letra que decía:

Cataluña pide a gritos
que le den la autonomía.
Los gallegos están fritos también,
y en Andalucía quieren quedarse solitos.

Los vascos, los asturianos,
también libres quieren ser.
Todo el mundo pide ufano,
yo voy a pedir también
como buen republicano.

Pido por un fandanguillo
dos millones de pesetas;
será un cante muy sencillo,
pero también pide Fleta,
y yo soy un pobrecillo.

Quiero ser gobernador,
ya no sé ni lo que quiero;
quiero ser aviador
para no ver al casero.

Yo cuando pido, señor,
pido más que el mundo entero.

Pero aparte de su faceta como cantaor flamenco, hay una vertiente no estudiada del Chato de las Ventas que le sitúa en un lugar esencial en la Historia de los medios artísticos: su contribución a la que fue la primera película animada de corte sonoro de la Historia de España.

Mauro Azkona, nacido en Fitero, Navarra, en 1891, forma parte de los inicios del cine español. Hijo de un fotógrafo afincado en Barakaldo, fundó en 1925 junto a su hermano Víctor Producciones Azkona, dedicada a la producción de documentales, cuyos interiores grababan en el patio de su casa en Barakaldo. En 1928 rodaron El mayorazgo de Basterrerretxe, película de cine mudo ambientada en el País Vasco, que fracasó al coincidir con la proyección de las primeras producciones sonoras. Interesado en el nuevo formato del cine, se fue a los estudios Joinville de París y a Berlín a estudiar y aprender las nuevas técnicas de sonido. Tras su regreso a España funda en 1933, de nuevo junto a su hermano, la productora D.A.S.A (Dibujos Animados Sonoros Azkona). Ese mismo año producen la película El amor de Juan Simón, la primera película de dibujos animados sonoros (entonces se llamaban así) de la Historia del cine español que incorporaba diálogos y música, hoy día desaparecida.

La película estaba basada en la célebre milonga de Juan Simón, que tantas versiones ha tenido (la última de la cantante Rosalía) desde que la publicara por primera vez el dramaturgo y poeta catalán Francisco Gras y Elías en La Revista de Salamanca del 7 de octubre de 1877, página 7. En los años treinta del siglo pasado era una reconocida obra versionada por varios autores teatrales.

Una de estas versiones era la de José María Granada (seudónimo de José Martín López, quien fuera primero sacerdote y luego, durante la guerra, dirigiera la compañía teatral de la CNT) y Nemesio Manuel Sobrevila (quien después, en el exilio francés en 1937, produciría Guernika), titulada La Hija de Juan Simón y publicada por la colección La Farsa, con dedicatoria a Manuel Machado, estrenada en el Teatro de La Latina el miércoles 28 de mayo de 1930, por la compañía dramática de Manrique Gil; la otra versión es la de Augusto Martínez Olmedilla y Agustín Mundet Álvarez, publicada en la revista de la Colección El teatro Moderno en 1932, estrenada el mismo año por la compañía teatral de Juan Santacana.

Mientras que la obra de Granada y Sobrevila narra la historia de la caída en desgracia y perdición de la hija del enterrador Juan Simón, argumento que después seguirían las películas de 1936 y de 1956, protagonizadas por Carmen Amaya y Antonio Molina respectivamente (la primera sufragada por la productora de Buñuel, Filmófono), la de Martínez Olmedilla y Mundet Álvarez, Juan Simón El Enterrador, narran el viaje a ultratumba del mismo Juan Simón para desengañarse al ver a su novia convertida en el despojo de un esqueleto.

En esta última se basa la película de dibujos animados sonoros dirigida por Mauro Azkona y estrenada en septiembre de 1933, en la que el Chato de las Ventas adaptó el argumento con sus propias letras, entre las que destaca la Parodia de Juan Simón y Sombra que me amedrentaba. Esta canción acompañaba el momento álgido en que Juan Simón baja al inframundo. Su letra dice:

Sombra que me amedrentaba.
Vi una sombra tras de mí,
sombra que me amedrantaba,
oí una voz que decía
que soy tu madre del alma,
que por ti he perdío la vida.

En la agonía de un rey
cuatro sabios se encontraban.
En la agonía de un rey
los cuatro se horrorizaban,
cuando manda Dios la ley,
dinero y ciencia se acaban.

En dicha película de dibujos animados debía de haber una escena en la que bailan los esqueletos, a remedo de la célebre Danza macabra de los esqueletos de Disney que se proyectaba en las salas europeas y españolas desde su estreno en 1929, con música de Carl W. Stalling. Esta escena y el hecho de desarrollarse la acción en un cementerio, supuso una mala crítica de la película a cargo de los periódicos y revistas ligados a la derecha y sector católico de la prensa, como se desprende del breve aparecido en la Revista Mariana de Córdoba, número 123, de noviembre de 1933.

La película fue producida por “capitalistas” de la época (Sres. Bugallo, Bernal, Monasterio y Fernández Nieto, breve aparecido en El Debate del 19 de octubre de 1933), las partituras de la música corrieron a cargo del compositor Pedro Braña (después sería director de la Banda Municipal de Música de Sevilla) y los dibujos fueron hechos por los dibujantes Isidro G. Mendoza (Menda), Julio Santiesteban, Ángel Cerdrán, Carmen Martínez Romano y Elsy Gumier.

Esta última, Elsy Gumier, era también pianista y actriz. Con 14 años debutó como virtuosa concertista de piano con el nombre de Elisa Gumier, que después cambiaría por el de Elsy (también Elsi y Elsie), pues con ambos aparecía en la prensa de la época que le auguraba una prometedora carrera. Comenzó como taquígrafa en Index Film, la productora de Adolfo Aznar, donde rodó varias películas (El millón de Luana, Miguelón, el último contrabandista), si bien nunca abandonó el cine de animación, como demuestra su participación en 1936 en la película de dibujos animados Pipo y Pipa en busca de Cocolín, basada en las Aventuras de Pipo y Pipa, de Salvador Bartolozzi y en compañía de Tomas Duch Belmonte, el albaceteño que fotografíó la primera película del cine sonoro español.

Tras la guerra se prohibió su distribución y se destruyó su negativo, dado que Pipo llevaba un sombrero de papel hecho de un diario republicano, que unos dicen era del periódico Ahora y otros de la revista Estampa, convertida durante la guerra en órgano del Frente Popular (José Miguel Muñoz, Nuevos datos sobre el pianista Miguel Ramos Echapara, Arte en Madrid, página web).

Tras la guerra Elsy Gumier abandonó el cine y sobrevivió en la España franquista diseñando y dibujando preciosas y coloridas postales que incluían una amplia colección de vestidos regionales, así como puso de moda en los años 50 un tipo de postal que incluía tejidos en hilo y bordados. Estas postales eran puestas en circulación por editoriales como Postales Alcalá, Heliotipa Artística Española o JHERR.

Elsy y otras ilustradoras hacían los diseños y eran cosidas a mano por anónimas bordadoras. Los motivos eran de lo más variopintos, desde monaguillos  a trajes típicos de diversas culturas. Un estudio sobre estas postales se puede encontrar en la página web Acueducto, a cargo de Pedro Velasco Sayago. Aparte, también puso en circulación unos recortables que hicieron la delicia de los niños y niñas de aquellos años, donde el papel todavía era un juguete y la imaginación tenía colores.

Mauro Azcona, el director de su primera película animada, El amor de Juan Simón, en la que participó junto al Chato de las Ventas, organizó durante la Guerra Civil la Sección Cinematográfica del Regimiento de Milicias Populares Pasionaria. Con la que realizó numerosos documentales de propaganda. Tras la guerra se exilió a Montevideo junto a su esposa. Poco después ambos fueron reclamados por sus hijos desde Moscú, a donde habían sido evacuados durante la guerra, y allí participaron en diversas productoras de cine soviéticas, filmando también en Cuba. Murió finalmente en Moscú en febrero de 1982.

De Elsy Gumier no sabemos su paradero más allá de sus trabajos en las postales bordadas de los años 50 y 60, que hoy día hay por todo el mundo junto a su reconocida e inconfundible firma. Nos quedan sus películas de cine sonoro, aunque las de dibujos animados hayan desaparecido.

Pedro Martín Alonso, El Chato de las Ventas, estaba sentenciado desde que escribió y cantó sus fandangos republicanos. Uno de ellos, El que viva en el año 2000, auguraba con mucho gracejo un futuro sin políticos ni policías que reprimieran las huelgas, en un mundo donde el reparto de la riqueza fuera igualitario.

Su participación en espectáculos como el festival artístico organizado en el Cinema Europa el domingo 31 de mayo por el Socorro Rojo Internacional, con motivo de la preparación del Congreso Nacional de Solidaridad, certificaron dicha sentencia.

A día de hoy su cuerpo sigue sin aparecer. A buen seguro estará en algunas de las fosas de la provincia de Cáceres. Desde una de ellas se levanta, inmortal, su cante de guasa y libertad.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/flamenco/el-chato-de-las-ventas-el-amor-de-juan-simon