Rafael Urbano De Miguel

Morón de la Frontera
Sevilla

Morón de la Frontera 20.04.1906 – 02.09.1936

Rafael Urbano de Miguel fue fusilado el 2 de Septiembre de 1936 en Morón de la Frontera, provincia de Sevilla. Su tortura y posterior asesinato se perpetró por las tropas sublevadas contra el gobierno legítimo de la República y sus cómplices civiles que les alentaron y apoyaron. Aprovecharon así todos ellos las circunstancias para pagar con la vida de los demás los débitos de sus propias miserias. Paradójicamente en su partida de defunción se hace figurar que falleció “a consecuencia de los sucesos que tuvieron lugar a la liberación de la ciudad“.

Había nacido el 20 de Abril de 1906 en Morón, tenía por tanto 30 años cuando otros decidieron poner fin a su vida. Estos hechos provocaron el desamparo material y sentimental de su esposa, Antonia Gordillo Gómez, y de sus hijos, Manuela y Alfonso. Su falta pudo verse apenas mitigada gracias al apoyo familiar y de otros allegados.

Había ejercido como carpintero en el taller de su hermano Lorenzo y en 1936 regentaba un despacho de bebidas en su propio pueblo. La cercanía de éste al puesto de la Guardia Civil, la enemistad manifiesta de alguno de los miembros de este Cuerpo hacia él y ciertos incidentes ocurridos dentro del establecimiento son elementos que quizá puedan lejanamente explicar su fusilamiento. Los días que fueron desde el golpe de Estado a la toma del pueblo por las tropas en rebelión, 25 de Julio, ayudó al doctor Cubero, médico del pueblo, en la atención a los heridos de todas las procedencias ideológicas que se iban produciendo. También impidió con su actitud el asalto a un convento de la localidad, en uno de aquellos actos al mismo tiempo pueriles y criminales que se prodigaban en aquellas fechas.

Una vez detenido en Morón parece ser que fue trasladado al cine Pathé de Sevilla junto con el antiguo alcalde republicano del pueblo Eduardo Escalante y devuelto con posterioridad a Morón para su fusilamiento. Nunca tuvo ningún tipo de militancia política ni sindical y carecía de relevancia pública.

Su cuerpo pudo tener digna sepultura gracias al empeño de algunos amigos y familiares, personificados en su sobrino Juan Urbano Galera, que arriesgando su propia vida lo rescataron de las tapias del cementerio poco antes que se procediera a su incorporación a la fosa común que allí mismo se encontraba.

Las razones de su muerte siguen siendo para su familia una incógnita, lo que no nos impide ver cómo los más bajos instintos se apoderan de algunos seres humanos con mentes especialmente abyectas en épocas propicias al odio y la venganza.

Sirva esta semblanza para recordar a un hombre bueno que vio cercenada su vida atravesada por un viento frío, traído por la sinrazón y la brutalidad de aquellos que son incapaces de mirar a los demás con respeto y ver en ellos el hombre que siempre está en el otro.

Aún hoy tu recuerdo sigue vivo entre nosotros, tus nietos y biznietos.

Efímero es todo menos la memoria.