Teodoro Serrano Romero

Alcalá de Guadaíra
Sevilla
Montero Gómez, Félix J.

Julián Pérez Toscano, uno de los vecinos de Alcalá que estuvo preso en el barco Cabo Carvoeiro y también fue asesinado, lo aludió en una declaración autoexculpatoria, y que careció de utilidad para él, cuando dijo que «prestó servicios con un coche por orden de un tal Teodoro, chófer».

Hijo de Rafael y Carmen, Teodoro Serrano Romero había nacido en Córdoba, estaba casado con la sevillana Mercedes Ruiz Moreno y tenía ocho hijos: Juan, Antonio, Ángeles, Teodoro, Mercedes,  Rafael, Carmen y Joaquina. Vivía en la acera de los pares, en la casa número 6 u 8, de la calle Juan Abad, casi enfrente de la de Antonio Cano Serrano; y era chófer: tenía un taxi y, a medias con José Bonilla Rodríguez, un camión dedicado al transporte de mercancías. Que, según Concepción Benítez Guillén, encerraba en la casa de su padre, en la calle Ancha (San Fernando). Teodoro Serrano y Eduardo Benítez Moreno, el padre de Concepción, también transportista, eran muy amigos.

Carmen y Joaquina Serrano Ruiz, sus hijas, me dicen que, cuando entraron las tropas en Alcalá, Teodoro posiblemente estaba en el Ayuntamiento y que, al escapar por la parte de atrás, saltando por una ventana para salir a la carretera, se lastimó un pie. Teodoro se fue al campo y permaneció escondido en una huerta, quizás en la casilla de Rubianes, algunos días; al cabo de los cuales, un falangista que tenía un surtidor de gasolina junto al convento de San Francisco y que también vivía en la calle Juan Abad, en la última casa de la acera de los pares, lo recogió y lo trajo a su casa. Donde enseguida vinieron a detenerlo y se lo llevaron al cuartel de la Falange.

Allí estuvo preso uno o dos días nada más. El médico Paulino García-Donas y el practicante Joaquín Vals fueron a curarle el pie que tenía lastimado; y según sus hijas, que acudieron a llevarle un colchón y, en dos o tres ocasiones, la comida, fue la madrugada del 10 de agosto de 1936 cuando lo sacaron de la cárcel falangista y lo condujeron al sitio donde fue asesinado.

A Teodoro Serrano lo mataron ese día en un eucaliptal o pinar de la carretera de Mairena del Alcor, junto a la Venta de los Nueve Hermanos; y su cadáver, en unión de varios más, lo vio un hombre llamado José Cruz Reyes, al que apodaban el Moreno de Abundio, dueño de un camión en el que la guardia civil y los falangistas pretendieron obligarle a que montara y transportara los cadáveres hasta el cementerio. A este hombre lo acompañaba aquel día un hijo suyo de 13 años, José Cruz González, conocido como el Niño del Moreno, que terminó casándose con Carmen Serrano Ruiz, una de las hijas de Teodoro.

Me cuenta Concepción Benítez Guillén que su hermano Eduardo, por aquellas fechas, trabajaba de transportista en la Harinera del Guadaíra y que un día, yendo a Carmona a llevar harina con el camión, se encontró en la carretera con un montón de cadáveres, entre los cuales reconoció el de Teodoro Serrano, que tan amigo era de su padre y tanto iba por su casa. Cuando Eduardo Benítez, conocido como Eduardito el del Acordeón, estuvo de vuelta en Alcalá y contó a su familia lo que había visto, todos rompieron a llorar.

Eduardo León Álvarez, un camionero jubilado, se acuerda de que un día, varios años después de terminada la guerra, estaba él en la posada del Sol, que era un establecimiento donde paraban los transportistas de Alcalá, situado en la esquina de la calle Juan Abad con la carretera de Bailén, enfrente del convento de San Francisco; y oyó jactarse a un conocido taxista y afiliado a la Falange de cómo saltaba el cuerpo de Teodoro Serrano cuando él, formando parte del pelotón de fusilamiento, le disparó.

En el Registro civil de Alcalá se inscribió la muerte de Teodoro Serrano Romero, por orden del juez de Utrera, el 24 de octubre de 1941; y en la inscripción consta que tenía 46 años, y que falleció el 13 de agosto de 1936 por aplicación del bando de guerra.

No mucho tiempo después del asesinato de Teodoro, a su familia también le quitaron el camión con el que éste se ganaba la vida. Posiblemente lo destinaran a los menesteres patrióticos que aquella gente se traía entre manos, pero algunos años más tarde Carmen y Joaquina Serrano Ruiz vieron que el camión de su padre estaba en poder de un industrial alcalareño muy aficionado a la mecánica del automóvil.

Fuentes

  • Archivo Municipal de Alcalá de Guadaíra: Libros 257 y 258.
  • Registro Civil de Alcalá de Guadaíra: Libro de defunciones nº 53.
  • Testimonios de Carmen y Joaquina Serrano Ruiz, Concepción Benítez Guillén y Eduardo León Álvarez.
  • Fotografía cedida por Carmen y Joaquina Serrano Ruiz.