Cabrero Arnal, prisionero en Mauthausen y creador de uno de personajes más populares del cómic francés

El autor de las historietas del perro Pif, recordadas por toda una generación de lectores franceses, nació en Castilsabás (Huesca), desde donde su familia emigró a Barcelona

Durante los años 30 trabajó para las revistas infantiles más importantes del momento e imaginó la profética historieta ‘Guerra en el País de los Insectos’

Su compromiso le llevó a combatir en la Guerra Civil y alistarse en la Compañía de Trabajadores Extranjeros en Francia. Fue detenido y deportado al campo de Mauthausen, donde sobrevivió gracias a sus dibujos pornográficos

Óscar Senar Canalís 
Belver de Cinca
18/10/2019
eldiario.es
 
El dibujo le salvó la vida. José Cabrero Arnal (Castilsabás, Huesca, 1909) es uno de esos aragoneses cuya historia da para novela, en prosa o en viñetas. Aún así, apenas es conocido en su tierra, y si a alguien le puede sonar es por una tremenda anécdota recogida por el escritor Javier Pérez Andujar: gracias a sus dibujos pornográficos esquivó la muerte en el campo de concentración de Mauthausen. Hasta llegar a este momento, y después, este hombre comprometido y bohemio recorrió otros muchos surcos del azar, en la expresión machadiana usada por el también dibujante Paco Roca. Uno de esos caminos lo llevó a ser uno de los autores más populares y queridos del cómic francés durante los años 60 del pasado siglo.

Del ahora al ayer. Los pasados 8 y 9 de octubre se celebró en la villa francesa de Dijon un coloquio internacional dedicado al perro Pif. Esta fue la creación más famosa de Cabrero Arnal a lo largo de toda su carrera, tal como recuerda uno de los directores del encuentro, el profesor de Literatura comparada Henri Garric, quien asegura que “hoy, Pif sigue siendo el símbolo de la cultura comunista en Francia”. Y es que aquel simpático can que hacía las delicias de los niños nació en las páginas del diario L’Humanité, órgano del Partido Comunista Francés, con una tirada que llegó a los 400.000 ejemplares.

La fama de Pif fue tal que a partir de 1966 dio nombre a una revista (Vaillant, le journal de Pif), que a partir de 1969 pasó a llamarse directamente Pif Gadget. “Fue una de las más importantes revistas de cómics en Francia durante los años 60 y 70; fue la primera que venía con gadgets y toda una generación se acuerda de los frijoles saltarines mexicanos que acompañaba un número publicado en 1971, que alcanzó unas ventas de un millón de ejemplares”, destaca Garric.

‘Guerra en el País de los Insectos’

Con aquel perro, Cabrero Arnal retomó la normalidad que la Guerra Civil, primero, y la Segunda Guerra Mundial, después, le habían hurtado durante una década. Así, en realidad, Pif era un trasunto del perro Top, creado por Cabrero Arnal para la revista Pocholo, una publicación que a duras penas sobrevivió a la contienda española, pero que en su momento compitió con la más recordada TBO. En las páginas de esta cabecera el aragonés dibujó durante los años de la República dos destacadas historietas, ‘Hazañas de Paco Zumba, el moscón aventurero’ y ‘Guerra en el País de los Insectos’. En esta última, de manera profética, Cabrero Arnal imaginaba un conflicto enconado entre alegres y laboriosos insectos y arañas a las que definía como “chupadoras de sangre”.

El estudioso Dionisio Platel, editor de Taula Ediciones, sello especializado en rescatar la obra de pioneros del tebeo español, recuerda que Cabrero Arnal trabajó también para las revistas TBO y KKO, además de para publicaciones de la editorial Cisne y para la cabecera Mickey de Editorial Molino. “Al igual que otros coetáneos, su estilo bebía de la escuela de Disney y de sus películas animadas -explica Platel-. Cuentan de él que entonces era juerguista y mujeriego, pero aún así tuvo tiempo para dibujar en todas las revistas de éxito de la época. Estaba entre los mejores del momento, tanto que incluso tuvo imitadores”.

Guerra y más guerra…

Aquella trayectoria fulgurante se truncó con el estallido de la Guerra Civil. Este periodo de la vida de Cabrero Arnal es conocido gracias al trabajo de su biógrafo Philippe Guillén, a quien se debe la correcta atribución de Castilsabás como lugar de nacimiento del autor, así como al trabajo previo de Montserrat Roig en ‘Els Catalans als camps nazis’. La información recogida por ambos es la base de la ficha de Cabrero Arnal en la página Aragoneses Deportados.

Cabrero Arnal no tenía un posicionamiento ideológico definido cuando comenzó el conflicto, pero amaba la libertad. Así que se alistó como miliciano y combatió por la República, hasta que la amarga derrota lo llevó al exilio en Francia. Allí estuvo primero interno en un campo de refugiados, para después incorporarse a la Compañía de Trabajadores Extranjeros. En 1940 fue detenido por los nazis, quienes lo deportaron a Mauthausen en enero de 1941.

Salvado por unos dibujos pornográficos

Su destino en Mauthausen era la muerte, pero su habilidad con el dibujo y la libido de un oficial nazi le trazaron un surco inesperado. Cabrero Arnal venía del campo de prisioneros de Belfort, donde había dibujado escenas pornográficas para los guardias. Algunos de aquellos papeles se habían quedado entre sus pertenencias, y allí aparecieron cuando las registraron.

“Fui recibido por el jefe de los SS del barracón, quien, con los malditos dibujos en la mano y la mirada severa, me pidió si era el autor. Me temía el peor de los desenlaces, pero no podía negar la evidencia, de manera que contesté afirmativamente. Entonces, con una gran risotada, me anunció que dibujaría para él”, contó el propio Cabrero Arnal a Roig. Esta experiencia fue novelada en ‘KL Reich‘, de su amigo y compañero de cautiverio Joaquim Amat-Piniella.

Los dibujos -y el amor- aún habían de salvarle la vida una vez más. Cuando fue liberado Mauthausen, Cabrero Arnal fue repatriado a Francia, donde no tenía ni familia ni trabajo. Pasó frío, durmió en un banco y recibió limosna por caridad, pues no tenía otra indumentaria que su uniforme de deportado. Conoció a una camarera, la que sería su mujer, que le devolvió las ganas de vivir. A través de contactos, pudo entrar a trabajar en L’Humanité, y el resto es historia. Una enfermedad le separó del tablero de dibujo durante los años 70 y cuando murió en 1983, a los 73 años en la localidad de Antibes, su óbito no tuvo mayor repercusión.

Hoy, sin embargo, gracias al impulso del profesor Philippe Guillén y de diversos divulgadores del cómic a uno y otro lado de la frontera, el nombre de Cabrero Arnal vuelve a sonar. Con todo, para Dionisio Platel, “tiene todavía pendiente en España, y en especial en Aragón, un gran homenaje, y ser considerado como lo que fue, uno de los mejores dibujantes de su época”.