Carlos Prieto. Los moros que «liberaron» Covadonga en 1937 (que Vox y Abascal prefieren ignorar)

El mito conservador de la Reconquista sufrió dos reveses durante la Guerra Civil

EL CONFIDENCIAL | CARLOS PRIETO | 21-4-2019

“Sálvanos a nosotros y salva a España”. Se lo pidió Santiago Abascal a la Santina, la pequeña virgen de Covadonga, en el arranque de su campaña electoral, donde el líder de Vox evocó la Reconquista, cargó contra progres y rojos y dejó claro que lo suyo son los símbolos: “La historia importa, importa mucho, y nosotros no tenemos ningún tipo de vergüenza en reivindicar los símbolos. Nunca vamos a pedir perdón por las obras de nuestros mayores”.

Algunos expertos dudan que el mito de la Reconquista difundido por Abascal se ajuste a los hechos históricos, pero aquí no vamos a hablar de la identidad de Don Pelayo, sino de un periodo mucho mejor documentado: la Guerra Civil.

Abascal no tiene problema en recrearse en la Batalla de Covadonga original (722), al fin y al cabo es un mito folclórico nacional y fundacional, y por tanto, no es sencillo rebatir con los escasos documentos históricos de la época. De lo que no habla tanto Abascal es de la -por llamarla de algún modo- Segunda Batalla de Covadonga, en octubre de 1937, durante la Guerra Civil, quizá porque ahí habita una ironía histórica de tal calibre que impide volver a mirar el mito de la Reconquista -España contra el Islam- con los mismos ojos: el 1 de octubre de 1937, los ‘moros’ volvieron a tomar Covadonga… pero no al servicio de Al-Ándalus sino, ¡ay!, a las órdenes del ejército franquista y para limpiar la zona de rojos.

“El 1 de octubre, cuando ya declinaba la tarde y empezaba a anochecer, los soldados del IV Tabor de Alhucemas, flanqueados en su maniobra por los del III de Argel y IV de Zamora, se descolgaron sobre el pueblo de Covadonga, que era abandonado por los defensores republicanos de la brigada de Manolín Álvarez. Esta vez los moros, los que trajo Franco, sí entraron en Covadonga”, escribeel historiador asturiano Javier Rodríguez Muñoz, autor de ‘La Guerra Civil en Asturias’.

Aunque los moros del IV de Alhucemas no fueron los primeros en entrar en Covadonga -el Regimiento de Infantería de Zamora y los Requetés de Navarra también andaban por ahí- fueron decisivos para liquidar la resistencia republicana.

A nadie se le escapó que la imagen de unos moros ‘franquistas’ liberando Covadonga tambaleaba el mito de la Reconquista, y por tanto, era una herramienta propagandística de primera. “El bando republicano atizó al nacional por la presencia de soldados musulmanes entre las tropas franquistas que avanzaban inexorablemente por el Oriente de Asturias en 1937. Aquellos regulares de Marruecos no fueron los primeros soldados ‘nacionales’ en alcanzar el santuario, pero las polémicas fotos de “moros en Covadonga”, aireadas por los republicanos, fueron censuradas en la prensa de los sublevados”, escribe el historiador Rafa Balbuena en Atlántica XXII.

¿Dónde está la Santina?

Pero no se vayan todavía: porque aún hay más. Pocas semanas antes de la toma del santuario por las fuerzas nacionales (y sus amigos musulmanes), se había activado otro gran mito, el del robo de la Santina, supuestamente profanada “cuando la bestia roja llegó a Covadonga”, según la prensa nacional, que denunció una conspiración comunista para sacar la Santina de España y venderla al mejor postor en Francia.

Acabada la guerra, la Santina fue localizada por el franquismo en París. Lo anunció Francisco Franco con estas palabras: “Ya apareció la Virgen pequeñina de la cueva”.

La virgen volvió a Covadonga en uno de los operativos propagandísticos más importantes del franquismo victorioso; al que podríamos bautizar como: la Santina Parade. La Santina entró a España por Irún el 8 de junio de 1939, donde fue recibida por la mujer de Franco, Carmen Polo, y su hija Carmencita, “que presidían una enorme comitiva… Por la tarde, la imagen, que portaba la bandera nacionalista, fue conducida a San Sebastián, depositada en la iglesia de Santa María y también recibida con un grandioso despliegue de autoridades, de fuerzas militares y de público. Las manifestaciones ante la llegada de la famosa imagen se multiplicaron a su paso por las localidades en un largo periplo religioso (Loyola, Mondragón, Vitoria, Valladolid, León, Oviedo, Gijón, Avilés…) hasta que llegó a Covadonga el 6 de agosto”, explica Arturo Colorado Castellary en ‘Arte, revancha y propaganda’, investigación sobre la “instrumentalización franquista del patrimonio” publicada hace unos meses.

O sea, un multitudinario acto de desagravio por el robo e intento de venta de la Santina. Ocurre que las cosas no fueron exactamente así: lo que hicieron ‘los rojos’ fue trasladar la Santina a la Embajada de España en París; junto a otras obras de arte y para librarla de los estragos bélicos. La Santina permaneció dos años en la embajada, perfectamente localizada y clasificada; en ningún momento hubo intento de destruirla, venderla o hacerla desaparecer. “Para evitar que la Santina corriese peligro, fue el Gobierno de Asturias y León del socialista Belarmino Tomás, a través de una operación diseñada por su consejero e intelectual Antonio Ortega, ejecutada por un anarquista, el que ideó un plan para evacuar a la imagen venerada de la Santina de España. La figura estuvo el resto de la contienda escondida en un armario en París”, explica Rafa Balbuena.

“Es evidente la distorsión de la historia para hacerla más fantástica y denunciar las inconfesables maldades de ‘los rojos’. Sabemos, sin embargo, que la obra había sido depositada por la Junta del Tesoro Artístico en la Embajada de España de París y que el embajador de la República era una consciente de que la tenía allí”, cuenta Arturo Colorado Castellary.

Volvamos al principio: “Sálvanos a nosotros y salva a España”, le pidió Abascal a la Santina en Covadonga. “Sálvanos a nosotros y salva a España de las distorsiones históricas”, le pedimos nosotros a la Santina.

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