En la campiña verde, de la finca de “La Boticaria”, debajo de sus olivos, quedó grabada una mancha con sangre republicana
La memoria es “topófila”: se vincula a territorios, itinerarios, espacios públicos, fronteras, etc.[1] La noción de “lugar de memoria” fue popularizada por Pierre Nora. Este autor ha tratado de dotarla de un sentido referido al locus memoriae de la retórica romana, artificio con el que el orador se fija una idea o un lugar, un punto de apoyo, para hilvanar su discurso. Los lugares de memoria nacen y viven del sentimiento de que no hay una memoria espontánea, y que es necesario mantener aniversarios, celebraciones, archivos para que la memoria no se pierda.
Con la crisis de la memoria tradicional y espontánea surge un nuevo tipo de memoria “moderna”, que ya no es espontánea, sino indirecta: es múltiple, descentralizada y democrática, y ya no está controlada por la familia, la Iglesia o el Estado; se basa más en la rememoración que en la repetición; tiene componentes más psicológicos, individuales y subjetivos que colectivos y se experimenta más como un deber que como una rutina.[2]
Hablar de lugares de memoria en la España contemporánea en relación a la guerra civil, implica dirigir la atención a una clase especialmente controvertida de lieux, aquellos referidos al pasado traumático y a la sucesión histórica de políticas públicas de memoria y movimientos memorialistas de diversa índole relacionados con él.[3]
Al acabar la guerra, una unidad militar republicana que estaba luchando en el frente extremeño, la 109ª Brigada Mixta, se encontraba en las cercanías de la localidad de Talarrubias (Badajoz). El día 27 de marzo de 1939, sus hombres, se entregaron en masa a las fuerzas militares de Franco, en el vado del río Guadiana denominado Barca. De allí los trasladaron al pueblo de Casas de Don Pedro (Badajoz), donde fueron encerrados y pasaron la primera noche en un salón de actos destartalado.
Al día siguiente, los 2.000 o 3.000 prisioneros, fueron conducidos caminando, durante tres kilómetros, a un cortijo llamado Casa de Zaldívar, acondicionado como Campo de Concentración.
Seguiremos el término, “lugares de la memoria”, acuñado por Nora, para explicar cómo se transforma la relación entre los grupos sociales, la memoria y la historia bajo el impacto de la globalización y el desanclaje de los procesos locales con su pasado[8].
Las fosas comunes de los derrotados, como en este caso, las generadas ya en la retaguardia sublevada durante la inmediata posguerra en cualquier punto del país, han pasado de estar consideradas como desechos políticos, emocionales y simbólicos, factores perturbadores del mecanismo expeditivo franquista, a convertirse en lugares de memoria, con una fuerte e inquietante carga de movilización del debate público.
Tras conseguir acometer con éxito todos los pasos previos del día de la exhumación de 1978, solo quedaba obtener el permiso de la dueña de la finca La Boticaria, una descendiente de la terrateniente contemporánea de los hechos, la cual no puso objeción, imponiendo como única condición que, tras finalizar los trabajos, los terrenos quedasen repuestos[12].
La primera jornada bastó para realizar la exhumación, y emplearon los otros dos días hasta la fecha del traslado al cementerio, para velar en la misma finca, durante el día y la noche, los restos encontrados. Una trovadora analfabeta, Inés Mansilla Espinosa[13], hija de uno de los represaliados, Angelillo Mansilla, compuso una serie de romances y coplas, que repentizó durante los desenterramientos en el mismo olivar[14].
El cortijo Casa de La Boticaria y su olivar, era una finca privada que continúa siéndolo. Durante el desenterramiento llevado a cabo el año 1978, fue suficiente la localización y exhumación de los restos donde se sabía que se había perpetrado una acción ejemplarizante, una atrocidad humana, un hecho genocida en la actualidad. Estos sucesos ya se habían contemplado que ocurrirían desde la publicación, en 1936, de la “Instrucción reservada número 1” del general Mola, que recogía en una de sus bases que “se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo antes posible al enemigo”.[15] Este término “acción”, evoca los acontecimientos que acaecieron más tarde por toda Europa, durante la ocupación nazi de los territorios invadidos, cuando bajo un plan sistematizado, entraban en los pueblos y ciudades para llevar a cabo una “Aktion”, contra parte de sus habitantes.
Pasaron los años, y, como el trámite administrativo de 1945, garantizó que ella era una viuda y sus hijos huérfanos, pudieron subsistir en el Madrid de la posguerra. Pero, como ya se ha comentado más arriba, se posibilitó, que las viudas de los miembros del Ejército republicano pudiesen beneficiarse de la “ley de pensiones” de septiembre de 1979.[21]
Supuestamente, sus beneficiarios[22] más numerosos fueron los familiares de las personas asesinadas por los sublevados, a los que se aludía como desaparecidos en el frente o en otro lugar, cuando pueda esclarecerse una presunción de fallecimiento, que se encontraron con el problema, que como sus difuntos no habían sido registrados en ningún juzgado, no poseían la documentación probatoria, por lo que la administración obligó a las familias a realizar las inscripciones fuera de plazo, para lo cual tenían que demostrar su muerte en circunstancias violentas o desaparición.
Lo que se hizo, fue obligar a la gente que carecía de inscripción, a que consiguiese testigos del fallecimiento y lo declarasen ante un juzgado o notario, como hizo mi abuela el año 1980, que tuvo que cambiar la declaración realizada en 1945, por otra en la que hacía constar: ”Que su esposo Andrés Barrero fue Comisario Político (Partido Comunista), que al terminar la Guerra, fue ingresado en el Campo de Concentración de Zaldívar, con el que mantuvo correspondencia hasta abril de 1939 […]”.[23] Además, la Ley dejaba al capricho del funcionario la aprobación o denegación de la pensión. Como, además, tanto en los ayuntamientos, que fueron los que gestionaron estas solicitudes, como en los juzgados, quedaban, en aquellos años, suficientes funcionarios afines al régimen franquista, no se facilitó para nada el procedimiento.
Pero la familia, a través de la constancia investigadora de sus nietos, durante el otoño del año 2001, tuvo ocasión de entrevistarse por primera vez, en el pueblo extremeño donde habían tenido lugar los trágicos sucesos de 1939, con una de las protagonistas que participaron durante la exhumación de 1978[25].
Esta le puso al corriente de todas las vicisitudes atravesadas hasta conseguir el objetivo de dignificar a parte de todas aquellas víctimas asesinadas.
Veinticinco años después, una vez descubierta la trama del suceso, el 15 de mayo de 2003, se desplazaron diez miembros de la familia de Andrés Barrero, hasta el olivar, para dignificar el lugar de memoria, donde otro 15 de mayo de 1939, quedaron los cuerpos inertes de decenas de personas.
La familia del soldado Andrés Barrero, no pudo dignificar su memoria aquel año de 1978, porque la desaparición de su cuerpo impidió localizar su rastro. Fue veinticinco años más tarde, una vez descubierta la trama del suceso, cuando el 15 de mayo de 2003, se desplazaron diez miembros de la misma hasta la localidad, para visitar el panteón del cementerio, donde reposan sus restos y, en cuyo lugar, inscrito en la lápida, se hallaba su nombre que se había mandado grabar. Con ellos, se encontraba Felisa Casatejada, una de las activistas que propició la exhumación, ya anciana, igual que los hijos de Andrés, quien les explicó los hechos y les acompañó para mostrarles los “lugares de la memoria”.
CAMPO DE DESOLACIÓN[26] (Octava acróstica)
Z arandeados por la guerra,
A llá por la Extremadura,
L os soldados -cuerpo a tierra-
D errota digieren dura.
I ndigna y cruel, la posguerra
V aciará su galanura.
A llí -olivos y matojos-
R eposaron sus despojos.
Notas
[1] Candau, Joel. Antropología de la memoria, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002.
[2] Ferrándiz, Francisco (2011), “Lugares de memoria”, en Rafael Escudero (coord.), Diccionario de la memoria histórica, Madrid, Catarata, pág. 27.
[3] Ibid. P. 28.
[4] Archivo General Militar de Ávila, DN, “Información. Prisioneros.- Estados del movimiento de prisioneros en los Campos de Concentración dependientes de esta Agrupación, en los días 13 al 30.- Abril 1939”.A.23/L.1/C.36, D.1.
5 Barrero Arzac, Fernando (2009), Historia y tragedia de la 109ª BM en el Campo de Zaldívar (Badajoz). http://www.todoslosnombres.org/content/materiales/historia-tragedia-la-109a-bm-en-el-campo-zaldivar-badajoz
[6] Catalán Deus, José. El pueblo desentierra a sus muertos. Casas de Don Pedro, 39 años después de la matanza, en “Interviú” n.109 (15/21-VI-1978), pp. 86-88.
[7] Barrero Arzac, Fernando (2009), Historia y tragedia de la 109ª BM en el Campo de Zaldívar (Badajoz). http://www.todoslosnombres.org/content/materiales/historia-tragedia-la-109a-bm-en-el-campo-zaldivar-badajoz
[8] Ferrándiz, Francisco (2011), “Lugares de memoria”, en Rafael Escudero (coord.), Diccionario de la memoria histórica, Madrid, Catarata, pág. 29.
[9] Comunicación mediante correo electrónico. Archivo Histórico Municipal de Puebla de Alcocer. 4 de marzo de 2016. Sigpac.gobex.es
[10] Ibid.
[11] López, Olga. Felisa Casatejada: dos de sus hermanos fueron fusilados en Casas de Don Pedro, en “Hoy digital” (15-VII-2005).
[12] Fernández Sánchez, A.M.; López Ruiz, J.L.; Orellana Arroba, M. y Fernández Sánchez, R.C. (2012). Pioneros de la memoria: Excavación de la fosa de represaliados republicanos en la finca “Las Boticarias” en Casas de Don Pedro (Badajoz) en la primavera de 1978. Seminario Internacional “Memoria y derecho. Reparación de víctimas e investigación histórica”. Proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura; Departamento de Derecho Constitucional de la Universidad de Extremadura. Cáceres el 7 y 8 de noviembre de 2012.
[13] Testimonio de Rakel Barroso Morilla, nieta Inés Mansilla Espinosa. Entrevista realizada a través de las redes sociales (Facebook). 4 de octubre de 2016.
[14] Versos que insertamos en el anexo nº 1, y que forman parte de la colección de romances y coplas recitados por Inés Mansilla Espinosa, una trovadora de setenta y cuatro años en 1978, durante los desenterramientos en el olivar de las Boticarias y en otros lugares de Casas de Don Pedro, durante la primavera-verano de 1978. Romances y coplas cedidas por Felisa Casatejada. Transcripción de Fernando Barrero Arzac. Adaptación y arreglos de Paco Buj Vallés.
[15] Beltrán Güell, Felipe (1939). Preparación y desarrollo del Alzamiento Nacional. Ensayo histórico, Librería Santarén, Valladolid, p. 119.
[16] Documentación generada durante la construcción del Panteón para depositar los restos de los fusilados en la localidad durante el año 1939. Octubre-noviembre de 1978.
[17] Ibid
[18] Correspondencia enviada por Andrés Barrero desde el Campo de concentración de Zaldívar. 26 de abril de 1939.
[19] Decreto núm. 67/1936, de 10 de noviembre. (BOE núm. 27, 11 de noviembre de 1936).
[20] Inscripción de defunción de Andrés Barrero. Juzgado de Primera Instancia núm. 9 de Madrid. 28 de noviembre de 1945.
[21] Ley 5/1979, de 18 de septiembre, sobre reconocimientos de pensiones, asistencia médico-farmacéutica y asistencia social a favor de las viudas, hijos y demás familiares de los españoles fallecidos como consecuencia de la Guerra Civil. (BOE núm. 233, de 28 de septiembre de 1979).
[22] Archivo del Ministerio de Hacienda. Delegación de Madrid. Dirección General de Costes de Personal y Pensiones Públicas. Expediente 5005. Madrid. Febrero de 1980.
[23] Ayuntamiento de Madrid. Dirección General de Política Interior. Expediente de Petra Calvo. Marzo de 1979.
[24] Catalán Deus, José. El pueblo desentierra a sus muertos. Casas de Don Pedro, 39 años después de la matanza, en “Interviú”, n.109 (15/21-VI-1978), pp. 86-88.
[25] Testimonio recogido a Felisa Casatejada en Casas de Don Pedro (Badajoz). Noviembre de 2001.
[26] Poema acróstico realizado exprofeso para la memoria del tristemente conocido Campo de Concentración de Zaldívar. Paco Buj Vallés. Mayo de 2009.