Casas Viejas. Catalina Silva vuelve a su pueblo. Se rotula una plaza con su nombre

Inauguración de la plaza Catalina Silva en Casas Viejas

José Luis Gutiérrez Molina para TLN / 06.07.2019

Esta tarde se inaugura el azulejo que rotula la plaza Catalina Silva en Casas Viejas. Abandonó su pueblo tras la matanza de enero de 1933 y sólo regresó a él más de cuarenta años después. Como otros muchos exiliados no terminó de adaptarse al nuevo Benalup, y tras unos pocos intentos, regresó a Francia, a Montauban. Allí vivió siempre con añoranza que intentaba paliar con la ingesta intensiva del canal internacional de Canal Sur.

Hoy, me gustaría reproducir dos textos que escribí recientemente que, pienso, son muy significativos. Uno, el que publiqué en el periódico de la CGT, Rojo y Negro, en marzo pasado, a propósito de la visita de una amplia representación del gobierno español a la tumba de Azaña en Montauban. Un acto más de la amplia conmemoración del exilio de 2019 que ha tenido mejor suerte, en cuanto a su financiación, que las propuestas de exhumaciones durante el periodo provisional de más de un año que lleva en el poder el PSOE de Pedro Sánchez. El otro, el que intentamos publicar en el periódico de referencia del Tarn, La Dépêche, Estrella, hija de Catalina, y yo mismo como necrológica tras la muerte de Catalina. No fue posible y tuvo que aparecer en otro de menor difusión, Le Petit Journal.

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EL ESTADO ESPAÑOL Y LAS TUMBAS DE MANUEL AZAÑA Y LA FAMILIA SILVA

Rojo y Negro / marzo 2019

Hace unos días, el todavía presidente del gobierno español Pedro Sánchez, miembro del PSOE, visitó a la tumba de Manuel Azaña en Montauban. La primera que ha realizado un jefe del consejo de ministros. Estupendo, y mucho mejor si sirve para que haga, él o quien le suceda, una visita a algunas de las fosas en las que todavía descansan otros miles de españoles asesinados en la propia España.

Que sepa, la comitiva no ha tenido tiempo, o siquiera ha conocido que allí estaba, para acercarse a la cercana tumba de la familia Silva, igualmente exilada. En ella están enterrados una hija de “Seisdedos” y varios de sus nietos. Además del esposo de una de ellas, Catalina, un gallego cenetista igualmente exilado. Una familia muy afectada por los sucesos de enero de 1933, el golpe de Estado de julio de 1936 y los exilios exterior e interior posteriores.

Hasta, más allá de la muerte, Casas Viejas acompaña al presidente del gobierno republicano-socialista que fue el responsable político de la doble matanza que terminó por desengañar a millones de españoles que pensaban que el régimen republicano había llegado para alumbrar una nueva época en el Estado y la sociedad española. Aplicar tratamientos represivos, de orden público, a los problemas sociales del país no ha dejado de ser una constante, bajo el régimen que sea. Antes y ahora.

En el cementerio de Montauban continúan mirándose dos de los proyectos sociales de España que existían en los años treinta: el reformista republicano y el revolucionario que catalizaba el entonces potente anarcosindicalismo. Ambos se enfrentaron y tuvieron que hacer frente al golpismo del verano de 1936. Los dos fueron derrotados y, casi desaparecieron en la larga noche del franquismo y en el brumoso día democrático de la actual monarquía. Quizás más, paradójicamente, el que representaba Azaña que el radical.

Todavía, lo ocurrido en la localidad gaditana levanta debates y utilizaciones partidarias. Hace dos años murió Catalina Silva, con 100 años cumplidos. Su hija, Estrella, intentó publicar un texto en el periódico regional La Dépêche. No pudo ser. Alguien consideró que no era conveniente airear las referencias que se hacían al papel que el vecino de tumba tuvo en enero de 1933. El escrito pareció en otro periódico local, Le Petit Journal de Tarn et Garonne.

Se van disipando los ecos de los discursos en el cementerio montalbanés y el paso del presidente del ejecutivo español ha quedado bien señalado en la tumba. Incluida corona de flores roja y gualda.

Que sepa, ninguno, ni políticos, ni acompañantes, ni intelectuales de la comitiva, se acercó a la tumba de los Silva y recordó que ellos también lucharon por una España diferente.

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Carnet de deuil. Disparition d’une survivante. 

GRAND MONT AUBAN
Du 2 au 4 septembre 2017 – N° 4875

Le Petit Journal de Tarn-et-Garonne

@lepetitjournal.net

Catalina Silva Cruz, notre maman, est décédée le 11 août, chez elle, à Montauban. Elle avait fêté ses cent ans en janvier. Avec elle disparaît le dernier témoin de la tuerie du village de Casas Viejas en Andalousie, où elle était née et où une grande partie de sa famille fut massacrée ou brûlée dans la
nuit du 11 janvier 1933. Elle avait 16 ans. En 1936, à l’arrivée des franquistes en Andalousie et après l’assassinat de sa soeur, elle réussit à s’enfuir.
Ronda, Malaga, Cartagène, Barcelone où elle épousa notre père, Gerona, Figueras, furent les étapes d’un voyage sans retour.

Elle fut internée en France, avec des centaines d’autres femmes espagnoles au château de Belay dans l’Ain. C’est là que naquit notre frère José. À l’arrivée des troupes allemandes, les autorités françaises décidèrent de les renvoyer en Espagne. Une rébellion générale stoppa le convoi et elle fut
internée avec son bébé dans le froid, le vent, la pluie, au camp de concentration d’Argelès, surveillé par des tirailleurs sénégalais.

Au retour de notre père des camps de travail de Bordeaux, ils s’installèrent à Montauban où, en juillet 1941, vint un deuxième fils, Augustin. Deux ans plus tard elle vécu le drame de la mort de José d’une méningite. En 1949 naquit Estrella, et en 1953 Universo. Après vingt ans de séparation sa maman,
Maria Cruz Jimenez, notre grand-mère adorée, la rejoignit. Elle vivra auprès de nous jusqu’à sa mort en 1983.

Maman disait toujours : « Je n’ai jamais oublié cette terrible nuit où l’espérance d’un monde meilleur fut détruite par les flammes de la répression la plus infâme ». Nuit après nuit, elle revivra ce drame. Malgré la tragédie vécue dans son pays, elle rêvait de retourner en Andalousie et ne renonça jamais à la nationalité espagnole. Ironie de l’Histoire, Maman, accompagnée jusqu’à sa dernière demeure par ses parents et par de nombreux et fidèles amis, y repose à quelques mètres de la tombe du principal responsable de la tuerie de Casas Viejas. Celui qui, en 1933, était président du gouvernement de la
république espagnole. Protégé par l’immunité de sa charge, mais condamné socialement et moralement en Espagne pour ce massacre, il se retrouva
assigné à résidence à l’Hôtel du Midi de Montauban. Maman le vit parcourir le balcon de l’hôtel en criant : «Son los muertos de Casas Viejas que me
persiguen
». Il avait perdu la tête.

Repose en paix maman. Désormais plus rien ne viendra te tourmenter. Que cette terre te soit douce. Tu vivras toujours dans nos coeurs.

Estrella Insúa Silva, la fille de Catalina Silva Cruz et José Luis Gutiérrez Molina, historien, auteur de Casas Viejas del crimen a l’esperanza
(Almuzara, Cordoba, 2008)