Cazarabet conversa con… Luis Garrido Orozco, sobre el libro “Una larga marcha. De la represión franquista a los campos de refugiados en Francia”

Cazarabet conversa con…   Luis Garrido Orozco, sobre el libro “Una larga marcha. De la represión franquista a los campos de refugiados en Francia” (Milenio) de Albino Garrido

El libro que relata la vida, de luchador comprometido y convencido, de Albino Garrido que narra fundamentalmente la represión franquista sufrida en los campos de refugiados de Francia.

Una narración, en primera persona, que nos pondrá, más de una vez, el corazón en un puño…

Albino Garrido nos dejó muy recientemente, en concreto este pasado 25 de mayo de 2017.

La sinopsis de este libro editado por Milenio:

Con este texto, Albino Garrido San Juan nos da a conocer las vivencias de un hijo del pueblo involucrado en guerra civil española. Natural de Tornadizos de Ávila se une, con apenas 17 años, a la columna del teniente coronel Julio Mangada y lucha para defender la República por las tierras de las provincias de Ávila y de Madrid. Al nal de la guerra se halla en Extremadura. Detenido por los franquistas permanece encerrado más de ocho meces en el terrible campo de concentración de Castuera. Junto a cinco camaradas consigue fugarse y, tras una larga y peligrosa marcha de 79 días, cuatro de los evadidos logran el cruce de la frontera francesa por Canfranc. En el país galo es recluido en los campos de concentración de Gurs y de Argelès-sur-Mer, pasando, a mediados de 1940 a los grupos de trabajadores extranjeros. Un recorrido de casi diez años de luchas, de vagabundeo, de incertidumbre, de exilio… Este libro, nos acerca un poco más a la verdad de la historia de esos miles y miles de republicanos españoles que entregaron su juventud para luchar en defensa de los ideales de la República.

Nuestro protagonista y persona que nos traslada la historia, Albino Garrido San Juan:

Nace en una familia pobre de Castilla, siendo el  mayor de cinco hermanos; le toca trabajar muy joven para ayudar a su familia. La tragedia de la guerra le impone el exilio a Francia, país donde se afinca. Aprende el oficio de albañil y más tarde se establece por su cuenta. Se casa con una exiliada española y tienen tres hijos. Actualmente reside cerca de Burdeos.

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Cazarabet conversa con Luis Garrido Orozco, hijo de Albino Garrido:

-Luis, ¿cómo era tu padre Albino en el pensamiento?-¿Y cómo persona?

Mi padre ha sido una persona honrada, trabajadora y con mucha voluntad. Siempre ha prestado atención a la evolución de la vida política tanto en Francia como en España. Militó en su juventud y hasta mediado de los años cincuenta, después se desaparto de ello. Era un hombre con ideas de izquierda, miembro del partido comunista al principio, que vio con consternación como lo que había pensado en su juventud quedaba desvirtuado en los países donde precisamente tenía que haber cuajado. Por lo demás digamos que se mostró estricto con nosotros; para él el trabajo era de mucha importancia. Ha querido que sus hijos cursaran estudios, cosa que él no pudo hacer.

-A tu padre, Luis, le tocó ponerse a trabajar pronto, dejar estudios y demás, porque era el mayor de una familia numerosa y porque, además, esa familia era pobre, una juventud de privaciones y de sueños apartados. ¿Qué nos puedes decir?

Sí mi padre era el mayor de una familia de cinco hijos. Después de él venían sus tres hermanas: Isabel, Serapia y Balbina y por fin su hermano Félix que nació en abril de 1935. Dejó de ir a la escuela a los doce años para incorporarse al trabajo de forma regular, pero, desde años ya, ayudaba a la familia. Teniendo alrededor de ocho años, recuerda que al salir de la escuela, a medio día, llevaba la comida a su padre Nicolás que entonces trabajaba en las canteras de granito de su pueblo, Tornadizos de Ávila. Su padre le dejaba unos adoquines casi por terminar y él con un martillo pequeño daba los últimos golpes. También guardaba las dos vacas que tenían entonces.

A partir de los catorce años participó a la siega en cuadrilla. Segaban de sol a sol con hoz o con guadaña, cereales, algarrobas… yendo a buscar trabajo a diferentes zonas de la provincia Ávila y de la de Madrid. También segaban y participaban a la trilla en las dehesas de su pueblo.

Su juventud, como a tantos de su generación, en gran parte se la comieron las dos guerras. ¿Qué sueños tendría él? En concreto no lo sé. Lo que sí sé es que teniendo catorce o quince años, después del trabajo, volvía a la escuela nocturna para mejorar sus conocimientos. Leían a la luz de una lámpara de carburo. Cándido Martín Garcimartín, el herrero del pueblo, que tras las elecciones de febrero de 1936 encabezaría la comisión gestora de Tornadizos, le decía a mi padre: “tienes que pedir al maestro que os haga leer la Constitución de la República”. Ahí tendría materia para nutrir algún sueño…

-Porque, él vivió con ilusión, especial ilusión la llegada de la II República, ¿verdad?

A pesar de ser un chaval cuando llegó la República, guardaba recuerdos de la forma que se concretizo en su pueblo. Pero bajo la República también actuaron gobiernos de derecha que no se mostraron proclives en defender a los trabajadores. Por ejemplo he hablado de las canteras de granito de Tornadizos de Ávila donde estuvo trabajando mi abuelo. Esas canteras pertenecían a Nicasio Velayos Velayos, miembro del Partido Agrario que fue ministro de Agricultura en uno de los gobiernos de Alejandro Lerroux durante el bienio negro. Pues ese señor dio órdenes para que no se empleasen en sus canteras a personas conocidas por sus ideas de izquierda. De tal modo que entonces mi abuelo tuvo que ir a trabajar a las canteras de Villalba y de Alpedrete en la provincia de Madrid, y mi padre también trabajo allí con él.

La victoria del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero trajo mucha ilusión y pensaron ya era hora que el gobierno tomase las medidas para mejorar la situación de la gente humilde y trabajadora. Para, de cierto modo, empujar el movimiento de reforma agraria que tantos jornaleros deseaban y necesitaban mi padre participo, en su pueblo, a principios de mayo de 1936 a un reparte simbólico de tierras en la dehesa de Castellanillos. O sea que confiaban en la República pero sabían que tenían que moverse para conseguir lo suyo.

-¿Qué os trasladó, con los años y cómo padre de aquello .Supongo que, de alguna manera, aplicaría lo de “carpe diem” con vosotros, ¿no?,?

Nuestros padres siempre nos han hablado de lo que vivieron en España desde su niñez hasta el exilio a Francia. Siempre hemos sabido por qué lucharon, lo qué represento la guerra para ellos, las calamidades y los dramas que todo aquello conllevó. Sabíamos que nuestros padres eran españoles y nosotros también lo éramos; sabíamos cual era nuestra España. Por ejemplo yo recuerdo, era un niño entonces, que en casa se escuchaba Radio España Independiente”, la Pirenaica. Nos hemos criado en un ambiente donde el trabajo tenía mucha importancia; mi padre ha trabajado mucho, desde muy joven. También nosotros hemos trabajado para ayudar a la familia pero hemos tenido la posibilidad de cursar estudios cosa que, tanto mi padre como mi madre, no habían podido cumplir. Para ellos ha sido un orgullo que lo hayamos conseguido y que sus nietos hayan seguido el mismo camino.

-Sus valores de izquierdas, republicanos, sus sueños de igualdad, fraternidad, libertad y justicia…se vieron truncados por un Golpe de Estado, ¿se puede afirmar así; lo sentía él así?

¡Sin duda ninguna! Tenía fe en la República y en el gobierno de Frente Popular para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores aunque también sabía que tendrían que seguir luchando para conseguirlo. Con el Golpe de Estado y el desenlace trágico de la guerra todo eso se fue abajo.

-Tenía escasamente 17 años cuando estalló la guerra, ¿cómo la vivió? Y ¿la familia, cómo vivió la contienda?, supongo que la guerra lo trastocó todo

Había cumplido sus 17 años el 5 de febrero, pocos días antes de las elecciones del 16 de febrero y la victoria del Frente Popular. El 18 de julio estaba segando con vecinos de su pueblo cuando les llegó la noticia de golpe de los militares. Los sindicatos dieron la orden de huelga general. Volvieron al pueblo y se organizaron, vigilando caminos y carreteras. Pero como era un pueblo pequeño y había escasas posibilidades de conocer lo que ocurría por otras zonas quedaron desconcertados unos días. El 22 de julio salió un grupo de aproximadamente treinta vecinos, encabezados por Cándido Martín Garcimartín que era el alcalde del pueblo, dirección Navalperal de Pinares. Les habían dicho que allí llegaba, procedente de Madrid, un tren con armas. Pero en Navalperal dieron con un destacamento de la Guardia Civil y, entre los tiroteos, tuvieron que salir corriendo y regresar a Tornadizos. El 4 de agosto, un grupo de falangistas de Ávila detuvieron y asesinaron a Cándido. Para mi padre fue un golpe terrible. Sería el 6 de agosto, aprovechándose de la avanzada de la columna de milicianos del coronel Mangada, que mi padre, mi abuelo Nicolás y varios vecinos del pueblo, se unieron en La Cañada a las fuerzas leales a la República.

Luchó por tierras de Ávila y de Madrid. De la columna Mangada pasó a la 34 Brigada Mixta en el frente de El Escorial. Después, ya que su quinta no había sido llamada a filas, fue desmovilizado y seguidamente ingreso en aviación. Perteneció a la segunda compañía de masa y maniobra recorriendo varios aeródromos. A mediados del 1938, tras una formación en la escuela militar establecida en el convento de Los Jerónimos en la provincia de Murcia, fue destinado al Servicio de Investigación Militar y actuó en la 41 división en Herrera Del Duque. Allí le pilló el final de la guerra.

Desde el 6 de agosto de 1936 estuvo desapartado de su familia. En Tornadizos la situación de su familia, durante la guerra y la posguerra, fue terrible. Mi abuelo Nicolás había muerto en junio de 1940 en la cárcel de Ávila, mi tía Isabel, con tan solo 18 años, también murió ese mismo año. Mi abuela tuvo que criar sola los tres hijos que la quedaban. Estaban en un pueblecito y eran una familia de “rojos”. ¡Cuánta hambre pasaron! ¡Cuántas calamidades les toco vivir! Mi padre no volvió a España para verlos a todos hasta el año 1963. Hizo el viaje tras obtener el pasaporte y la autorización de la Dirección General de Seguridad aunque no le dieron todas las garantías. Por lo cual fue al pueblo de forma muy discreta y se quedo muy poco tiempo.

-De la represión franquista en España, destaca su paso por Castuera. ¿Qué es lo que destacarías del paso de Albino Garrido por los campos de concentración, internamiento y trabajo en España, en concreto el de Castruera? Por cierto, una estancia en este campo hasta con fuga incluida

Desde luego su estancia en el campo de concentración de Castuera ha sido para él algo espantoso. En Castuera le metieron el 1º de mayo del 1939. Antes estuvo en el campo de Pantano de Cijara, cerca de Castilblanco, que en realidad era un campo abierto provisional, donde estaban custodiados por los militares franquistas seguramente de la 19 división.

En Castuera ya estaba todo organizado para la clasificación de los prisioneros y, en los primeros meses de su funcionamiento, para la eliminación de los más señalados. Le toco pasar hambre, mucha hambre; luchar contra los piojos que les chupaban la sangre; asistir a diario a los sermones del cura y, frente a la Cruz de los Caídos, cantar “Cara al Sol”; ver las palizas que sufrían sus camaradas extremeños expuestos a la venganza de los falangistas de sus pueblos… En ese transcurso dramático de los primeros meses hay una fecha clave que mi padre vivió en primera persona: el 7 de junio de 1939. La víspera, a él y a unos treinta camaradas, les habían trasladado desde el barracón de los incomunicados a una baraca más pequeña, situada cerca de la salida del campo. De dicha baraca sus guardianes clavaron puertas y ventanas. Ellos sabían que se encontraban ya en la ante sala de la muerte, donde vendrían a buscarles para la última salida. Pero resulta que ese día, o el día antes, fue el capitán Antonio Valverde quién tomó la dirección del campo y se ve que ese militar se opuso a esa saca preparada por los falangistas. Mi padre muchas veces nos ha dicho:”…mientras yo viva no se me olvidara el nombre de Don Antonio Valverde…” A partir de entonces las cosas se regularizaron un poco pero siguieron pasando hambre.

Como se habían enterado que se iba a cerrar el campo e iban a ser trasladados a cárceles más seguras, él y cinco camaradas, decidieron escaparse en dirección a Francia. De cierto modo eso parecía una locura pues, en pleno invierno -se fugaron el 4 de enero de 1940- y teniendo que andar mucho por zonas desconocidas sin apoyo ninguno, eran escasas las posibilidades de conseguirlo. Pero sí, cuatro de los fugados, entre ellos mi padre, lograron cruzar la frontera por la zona de Canfranc. Fue el 22 de marzo de 1940, habían andado 79 días. Sus compañeros, todos extremeños, eran: Silverio Naveso Marrupe de Castilblanco, José María Tarifa Trinidad de La Zarza y Fulgencio Morcillo Pulido de Guareña. Esa fue su victoria personal contra el franquismo y la represión brutal que sufrieron.

-Y el exilio, el doloroso exilio porque esos exilios forzados y forzosos siempre tienen mucho de desarraigo, de romper, quizás para siempre, con tu pasado. Con los años, Albino qué recuerdo guardaba del exilio en global o se sentía siempre un exiliado?

Cuando mi padre llegó a Francia lo hizo tras una fuga exitosa. Fue con mucha ilusión que cruzo la frontera. Había estado casi un año preso, viendo cual era la verdadera cara del franquismo y sufriendo de ello. Salvaba su pellejo. Pero claro, su país y su familia quedaban del otro lado del pirineo. Al principio vivió momentos difíciles en el país galo, además cuando se entero, a mediados del año 1940, que su padre, mi abuelo Nicolás, había muerto en la cárcel de Ávila a consecuencia de los malos tratos infligidos. Con el paso del tiempo y, como con la dictadura le fue imposible volver a España, se asentó en Francia donde conoció a mi madre, oriunda de Madrid y también exiliada. Somos tres hijos. En casa siempre hemos hablado el castellano o sea que puedo decir que éramos exiliados pero, de cierto modo, también estábamos en España sin conocer la dureza de la posguerra que vivieron los españoles y particularmente los “rojos”. Mi padre vivió veinte años en España y casi ochenta en Francia; fue un exilio muy largo pero al final ya no lo era.

-¿Qué opinión tuvo y retuvo de la recepción que a nivel gubernamental tuvo el Estado Francés que enarbolaba la bandera de los valores republicanos?, ¿les perdonó con los años o era una espinita clavada en su corazón?

En Francia mi padre ha estado en los campos de concentración de Gurs y de Argelès. Pero esos campos, que más bien eran campos de internamiento, ¡no tenían nada que ver con el de Castuera! Pero efectivamente la acogida que tuvieron esos cuatro fugitivos no fue conforme a lo que uno podía pensar al llegar al país de los derechos humanos. Les dijeron:” tenéis tres posibilidades: alistaros en la Legión Extranjera, alistaros en los Batallones de Marcha o volver a España”. Mi padre y Silverio tuvieron la suerte que, al final, les dejaron quietos. Sin embargo a José María y a Fulgencio les obligaron a firmar un enganche de cinco años en la Legión.

Bueno las autoridades francesas bien se sabe que tanto al inicio de la contienda con la política de no-intervención, que con la acogida de los exiliados no tuvieron la actitud adecuada para echar la mano a esas mujeres y esos hombres que lucharon en defensa de la libertad. No sé si es cuestión de perdonar pero mi padre, como tantos, tuvo que mirar hacia delante e ir haciendo su vida. Lo que sí es cierto es que no hay que olvidar todo eso teniendo en cuenta que también hubo acciones de solidaridad y de ayuda hacia los republicanos españoles por parte de sindicatos, de partidos políticos y de gente del pueblo.

¿Cómo fue su estancia en los Campos de refugiados de Francia en la zona del Midi  o Mediodía ¿

Permaneció poco tiempo en Gurs ya que el 17 de abril de 1940 le mandaron a Argelès. Y en Argelès aún menos puesto que pudo salir, de manera muy atrevida, el 22 de abril del mismo año. Ese día el alcalde del pueblo de Lunel-Viel se presentó al campo de concentración para buscar mano de obra pues necesitaba gente para trabajar en el viñedo. Una lista había sido establecida por los responsables del campo y mi padre, a pesar de no estar apuntado en ella, se subió al camión y así pudo salir. En definitiva, debido a la época en la cual él llego a Francia, estuvo poco tiempo en los campos de concentración franceses. No conoció lo que les toco vivir a los refugiados de finales de enero y de febrero 1939 que fueron tratados como ganado y que para resistir al frio tuvieron que buscarse un cobijo haciendo huecos en la arena en las playas del Rosellón. Estaban acorralados entre el mar y las alambradas de espinos sin nada para abrigarse.

Más tarde tuvo, a finales del verano de 1940, que alistarse en los Grupos de Trabajadores Extranjeros –GTE- para regularizar su situación. Al estar sin documentación incluso le toco ser encarcelado en agosto y fue ese el motivo que le llevó a apuntarse en los GTE.

-¿Cómo vivió aquella segunda guerra mundial en la que Francia estuvo dividida, pero bajo la bota del nazismo?-¿Y la vuelta a la vida normal?

La llegada de los alemanes a Paris, el 14 de junio de 1940, le pilló en el pueblo de Lunel Viel en el departamento del Hérault. Allí estaban unos treinta republicanos españoles procedentes de Argelès, entre ellos varios pilotos, trabajando en el viñedo. No sabían hasta dónde irían los alemanes, entonces decidieron marcharse a Marsella. Ellos pensaban que allí estarían más seguros incluso con la posibilidad de huir por el mar. Como lo he señalado se alisto en los GTE. Primero en Marsella cuidando caballos, más tarde se pasó al n° 20 en Gemenos donde estuvo cortando leña y haciendo carbón con ella. Estuvo en el n° 7 situado al norte de Nimes, allí también cortando leña. Trabajo en una mina de carbón cerca de Gardanne. En esos grupos el partido comunista actuaba de forma encubierta y mi padre participaba en ello. Leían y comentaban la prensa clandestina que los llegaba, por ejemplo “Reconquista de España” y la llevaban a otras partes. Organizaban acciones de solidaridad, recogiendo dinero para los presos o mantas para mandárselas a los que las necesitaban… o sea cosas por el estilo. Estaban en relación con unos dirigentes del PCE que residían en Marsella. También trabajo en la agricultura en el grupo n° 128 o en el n° 702. Tengo que señalar que mi padre se pasaba de un grupo a otro cambiando de identidad y eso lo hizo en varias ocasiones para escapar a las autoridades francesas que querían ponerle bajo el control de los alemanes y de la organización Todt para construir las bases submarinas. A finales julio de 1943 siguió a la familia de mi madre, que había conocido algunos meses antes, y se trasladaron a Royan, al norte de Burdeos. Allí les pillo el final de la guerra y, como la ciudad había sido totalmente destruida por los bombardeos aliados, fue en esa zona que aprendió lo que sería su oficio: empezó a trabajar de albañil. 

– Amigo Luis, tu padre Albino, ¿cuándo empezó a volver a mirar a España con la añoranza templada y el deseo pleno de volver a visitarla? ¿Escribió estas memorias para desahogar esos nudos que todos o casi todos los republicanos defensores de la república tenían dentro o también lo hizo para que las generaciones posteriores aprendiésemos de su paso por la historia?

Al jubilarse, y ya por fin muerto el dictador, con mi madre viajaron a menudo a España, a Levante, a Cataluña, a Canarias, a otras zonas, y disfrutaron un poco. También, a principios de los años 2000, acompañado por tres de sus nietos volvió a Tornadizos. Estuvieron caminando por las dehesas que él había recorrido tantos años atrás; les estuvo mostrando las calles y las casas del pueblo, hablando de los antiguos vecinos; y también les enseñó la fragua de Cándido y les explicó quien era aquel hombre, de quien habla en su libro.

Llevaba yo años pidiendo a mi padre que nos dejase constancia de sus vivencias sobre papel para que quedase una traza escrita y construida de su recorrido más allá de lo que con regularidad nos comentaba. Y fue así como, un día de diciembre 2001, él se puso mano a la obra para relatarnos su historia. Lo hizo rellenando dos cuadernos. A partir de esa materia prima, estructure su relato para hacerle más comprehensivo y situarle en el contexto de la época. Y así fue como lo publicamos en el 2012 en Francia y un año más tarde en España a pesar de que su intención primera fue de hacerlo para la familia.

Ahora puedo decir que para él y para todos nosotros la publicación del libro ha sido una gran satisfacción. Hoy sigo por ese camino haciendo todo lo que puedo para que la lucha de aquellas mujeres y de aquellos hombres por la defensa de la República y de la Libertad no caiga en el olvido.

Una larga marcha. De la represión franquista a los campos de refugiados en Francia. Albino Garrido San Juan   
152 páginas        17 x 24 cms.
19.00 euros

Con este texto, Albino Garrido San Juan nos da a conocer las vivencias de un hijo del pueblo involucrado en guerra civil española. Natural de Tornadizos de Ávila se une, con apenas 17 años, a la columna del teniente coronel Julio Mangada y lucha para defender la República por las tierras de las provincias de Ávila y de Madrid. Al final de la guerra se halla en Extremadura. Detenido por los franquistas permanece encerrado más de ocho meces en el terrible campo de concentración de Castuera. Junto a cinco camaradas consigue fugarse y, tras una larga y peligrosa marcha de 79 días, cuatro de los evadidos logran el cruce de la frontera francesa por Canfranc. En el país galo es recluido en los campos de concentración de Gurs y de Argelès-sur-Mer, pasando, a mediados de 1940 a los grupos de trabajadores extranjeros. Un recorrido de casi diez años de luchas, de vagabundeo, de incertidumbre, de exilio… Este libro, nos acerca un poco más a la verdad de la historia de esos miles y miles de republicanos españoles que entregaron su juventud para luchar en defensa de los ideales de la República.

Ver primeras páginas:
http://www.edmilenio.com/media/docs/9788497435178_L33_23.pdf

Albino Garrido San Juan (1919). Nace en una familia pobre de Castilla. Mayor de cinco hermanos le toca trabajar muy joven para ayudar a su familia. La tragedia de la guerra le impone el exilio a Francia, país donde se afinca. Aprende el oficio de albañil y más tarde se establece por su cuenta. Se casa con una exiliada española y tienen tres hijos. Actualmente reside cerca de Burdeos.