Cinco reflexiones para combatir la desmemoria programada de la Transición

La obra ‘Políticas de memoria y construcción de ciudadanía’ recoge hasta 29 ponencias formuladas en 2008 por expertos y académicos como Pablo Iglesias, Isaac Rosa o Carlos Taibo sobre el tránsito de España a la democracia, los derechos humanos y el papel jugado por los medios de comunicación o la educación.

Público | Alejandro Torrús | Madrid | 11-11-2015

Cuando Franco murió el 20 de noviembre de 1975 en el Estado español había por lo menos 114.226 ciudadanos desaparecidos por la represión de la dictadura. La llegada de la democracia significaba para muchos la llegada de la ansiada justicia, de la reparación y de la verdad. Pero no fue así. La Transición dejó en las cunetas a los miles de españoles asesinados por los franquistas queriendo enterrar también junto a ellos sus voces, su legado y su lucha por la democracia. Así, se apuntaló el olvido y el silencio como pilar de legitimación del régimen del 78 obviando los más elementales derechos humanos de sus ciudadanos. Ahora, cuarenta años después de la muerte del dictador, el pasado reciente de España siga siendo un tema tabú. Y desconocido.

Con el objetivo de recuperar esa memoria, de repensarla desde la perspectiva de la ciudadanía y con el único fin de poder llevar a cabo una reconciliación real que derive en un futuro proyecto compartido, en el verano de 2008 se juntaron en La Granja de San Ildefonso, lugar donde Franco disfrutaba del 18 de julio, un numeroso grupo de académicos y expertos cuyas ponencias y reflexiones han sido recogidas ahora por Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, y Ariel Jerez, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, en la obraPolíticas de memoria y construcción de ciudadanía (Editorial PostMetropolis).

La obra cuenta con la aportación de escritores como Isaac Rosa, políticos como Pablo Iglesias o José Manuel López, o investigadores como Javier Chinchón o Alfredo Grimaldos, quienes participaron en las jornadas celebradas en el año 2008. ‘Publico’ ha seleccionado cinco breves textos de todo el texto como muestra de la obra.

(…) El primer elemento de debate que planteo es a propósito de esa incapacidad de la izquierda radical de plantear un proyecto alternativo en el Estado español. En general, siempre buscamos un chivo expiatorio. En nuestros ambientes se suele afirmar que tuvimos la mala suerte de que el secretario general del PCE fuese Santiago Carrillo, personaje malvado y rencoroso, que pactó con Suárez una transición que destruyó las organizaciones políticas y sindicales del movimiento obrero. En una frase: fuimos traicionados por unos dirigentes entregados al capital y a la socialdemocracia. Este análisis, a mi juicio demasiado maniqueo, es el que encontramos en un sector importante de nuestra izquierda radical (yo mismo vi las cosas así durante muchos años).

“Creo que, por desgracia, la desaparición electoral de IU es algo que se producirá más temprano que tarde”

Desde mi punto de vista, debemos desprendernos de interpretaciones ahistóricas que ocultan nuestras propias debilidades, como la incapacidad de plantear alternativas de lucha política viables por parte de nuestra izquierda radical. Si la dirección eurocomunista del PCE y de Comisiones obreras fue capaz de desmovilizar a la izquierda en buena parte del Estado español, debemos reconocer que una de las causas fue la incapacidad de los sectores a su izquierda de imponer un modelo diferente.

Algo que quizá debamos decir a la generación de militantes que nos precede es que no pueden disculpar las propias incapacidades usando al chivo expiatorio del traidor reformista. No le tengo ninguna simpatía política a Carrillo ni a sus compañeros de viaje euocomunistas, pero lo que había a su izquierda demostró escasas virtudes para ganar. Y en política, ganar no es secundario.

No debemos olvidar que ese doble fracaso (el del eurocomunismo y el de la extrema izquierda) produjo un páramo político y cultural en los sectores transformadores. En ese páramo es en el que tuvimos que crecer y en el que tenemos que trabajar ahora.

Querría terminar con una reflexión hacia el futuro. Creo que, por desgracia, la desaparición electoral de IU es algo que se producirá más temprano que tarde. Ello puede abrir un escenario peligroso porque no parece que haya, de momento, una alternativa electoral que sea capaz de llenar, en clave de cultura política, el vacío que pueda dejar el crepúsculo definitivo de un proyecto político fracaso.

“Hay que asumir la necesidad de llenar ese espacio y es aquí donde hay que reivindicar las prácticas de los movimientos alternativos a los partidos”

Pero hay que asumir la necesidad de llenar ese espacio y es aquí donde hay que reivindicar las prácticas de los movimientos alternativos a los partidos, que hasta ahora han sido incapaces de organizarse políticamente, incapaces de plantear una opción distinta de la izquierda tradicional. Creo que los colectivos de los movimientos sociales deben dar un paso adelante en su lucha contra-hegemónica, llevando sus formas de actuar a todos los espacios de poder posibles y asumiendo la importancia de dotarse de un interfaz electoral.

Fernando Hernández. Fragmento de ‘El franquismo en los textos de enseñanza secundaria’

Sobre el franquismo existe a nivel común una significativa mistificación, cuando no un llano desconocimiento, que la historiografía reciente no ha logrado erradicar. Como demostraron los trabajos de Paloma Aguilar (1996), sobre la Guerra Civil y sus consecuencias, se impuso un “deber de olvido” que ha tenido como consencuencia que el mero conocimiento de nuestra historia reciente siga hoy en día mostrando llamativas carencias, siendo pasto de no pocas tergiversaciones, como refleja el éxito editorial de los best sellers pergeñados por autores proclives al revisionismo profranquista. Esto denota también que la investigación académica emprendida durante el último cuarto de siglo no se ha permeado lo suficiente a los niveles básicos del sistema educativo, que es donde se forman las representaciones con que la mayor parte de los ciudadanos se aproxima al conocimiento de su historia reciente.

“Son clamorosos los silencios acerca del exilio, la resistencia armada interior, la resistencia en Francia, los españoles en los campos nazis, etc”

(…) He pretendido aproximarme al contenido de los manuales más usados en los centros educativos (…) Los elegidos han sido los libros de 4º de ESO de las editoriales Santillana, Oxford y Vicens Vives, caracterizadas, en general, por su orientación progresista. (…) Los libros presentan el mismo repertorio repetitivo de imágenes, y su elección constituye un modelo de discurso oculto, que legitima la percepción empleada anteriormente para cada período histórico: la República evoluciona del entusiasmo popular y de las buenas intenciones a la radicalización y el enfrentamiento fraticida; el Franquismo, tras una fase de penuria y aislamiento, sienta las bases del desarrollismo económico de la mano de su alianza con los Estados Unidos; y en la transición lo que impera es el consenso y el acuerdo superestructural, pilotado por la Corona. No es de extrañar que el trabajo práctico con la memoria histórica, estando al alcance del profesorado a través de la metodología de la historia oral, apenas ocupe espacio en la programación de las editoriales analizadas.

De ahí que sean clamorosos los silencios acerca de episodios que quedan invisibilizados para los estudiantes de secundaria, tales como el exilio, la resistencia armada interior, la resistencia en Francia, los españoles en los campos nazis, la represión, las cárceles, campos y trabajos forzados, las ejecuciones -desde 1939 a 1975- las leyes de excepción y tribunales especionales, la clandestinidad, el movimiento obrero en Asturias desde 1962 al Proceso 1001 en 1973, la persecución de otras religiones y a la objección de conciencia, la ley de peligrosidad social, la censura y represión moral e intelectual, los conflictos y la violencia en la transición.

Ana Miñarro. Fragmento de ‘Trauma Psíquico y transmisión intergeneracional’

En el Estado español, la Guerra del 36, y la gris, triste y horrible posguerra pueden ser considerados como hechos especialmente crueles que perduran como “huellas”, como marcas y heridas difíciles de psi (ci)catrizar en la subjetividad tanto de aquellos que fueron protagonistas directos, como en las generaciones que les han sucedido. (…) Aquí, a pesar de haber sufrido una de as represiones más antiguas, y largas, sólo se ha empezado muy recientemente el trabajo de recuperación, impulsado desde algunas instituciones y desde el trabajo que aportan los historiadores y los periodistas.

“La opresión franquista produjo un maltrato general e indiscriminado, especialmente sobre las víctimas menos organizadas, las más débiles”

Este retraso es la consecuencia del exilio forzado y voluntario que sufrieron muchos ciudadanos, del aniquilamiento económico y cultural de este país, y del pacto no escrito entre los partidos que lideraron la transición política española para silenciar la historia con el objetivo de no “reabrir heridas o desvelar fantasmas del pasado” (…) Porque el terror durante la posguerra y la dictadura, además de ser una actividad con finalidad represora se convirtió en un método de control social, y en un elemento importante de la forma de gobierno franquista. (…)

La opresión franquista produjo un maltrato general e indiscriminado, especialmente sobre las víctimas menos organizadas, las más débiles. Este maltrato grave y continuado en el tiempo significó la aparición de numerosos y graves síntomas a nivel de la salud y la salud mental tanto individual como familiar.

Y si lo tratamos como algo del pasado, negamos las consecuencias sobre el presente y el futuro y, a la vez, no se permite hacer el duelo, es decir reconocer otro tiempo, el de la subjetividad. Desde junio del 2003 estamos reflexionando, en el marco de nuestra investigación, sobre los efectos que los ciudadanos y la sociedad en general sufrieron como consecuencia de estos hechos, pero también sobre el olvido, la tergiversación y la negación sistemática de la historia.

“Aquello que hizo del sujeto un prisionero inexorable de los procesos que le generarán dolor a lo largo de toda su vida”

(…) Las historias que hemos ido recogiendo a lo largo de la investigación hacen referencia a lo central del trauma psíquico. La dialéctica de un conflicto, de una contradicción, entre la tendencia -muchas veces impuesta, y otras veces escogida para poder sobrevivir- de negar y olvidar, y el deseo de saber y más delante de testimoniar, de proclamar en voz alta, de dar significación a todo lo vivido: el desamparo, el miedo, la vergüenza, la humillación, el silencio, la culpa. Aquello que hizo del sujeto un prisionero inexorable de los procesos que le generarán dolor a lo largo de toda su vida.

Alfredo Grimaldos. Fragmento de ‘Los consensos de la transición y la mordaza informativa’

La imagen oficial de la Transición se ha construido sobre la ocultación, el olvido y la falsificación del pasado. Series de televisión, libros o suplementos impresos, que aparecen cada vez que hay que celebrar una efeméride, se encargan de mitificar la mentira y tergiversar los hechos históricos. Otorgan un protagonismo estelar a turbios personajes cuyas biografías han quedado convenientemente maquilladas. No se ha purgado el Franquismo en esta sociedad. Más de 30 años después de la desaparición física del dictador, los asesinos que aún viven y sus herededores se revuelven ante cualquier indagación sobre el pasado. Hay una auténtica contraofensiva para seguir imponiendo el silencio. Es fundamental reconstruir las verdaderas trayectorias políticas de los individuos más representativos de la transición: Martín Villa, Fraga, Suárez, Areilza… y el rey.

“Es fundamental reconstruir las verdaderas trayectorias políticas de los individuos más representativos de la transición: Martín Villa, Fraga, Suárez, Areilza… y el rey”

(…) Las dificultades que tenemos todavía a la hora de investigar hechos históricos son consecuencia de esa amnesia colectiva de la transición que, en definitiva, no fue más que una sumisión al neofranquismo y supuso un nuevo atentado contra las víctimas del terror fascista. Se ha presentado la transición como un proceso pacífico y modelo, dirigido por esos supuestos campeones de la democracia, y para ello han intentado borrar el pasado de esos personajes y d eotros más de su misma cuerda.

(…) La recuperación de la memoria histórica en los medios de comunicación es un gran problema para todos ellos. La transición, que nos trajo esta supuesta democracia de baratillo, no fue más que el producto de una serie de contradicciones que, al final, obligaron a los franquistas a iniciar un cambio para poder conservar los elementos imprescindibles de su tinglado. (…) La clave de la transición es la obsesión de los franquistas reformistas por reprimir los movimientos populares para evitar que el proceso se les vaya de las manos. Y uno de los que más claro lo tenía era Rodolfo Martín Villa, quien desarrolló una carrera meteórica durante el Franquismo, fue ministro de Gobernación primero, de Interior después, y es el responsable de muchas muertes”.

Javier Chinchón. Fragmento de ‘La Memoria Histórica tras las experiencias iberoamericanas”

(…) Recuerdo un día ya avanzada la redacción de mi tesis doctoral, esto es, tras haber dedicado largos años a estudiar y enfrentar tantas y tantas normas de impunidad iberoamericana en el que casi por casualidad cayó en mis manos el texto completo de la Ley de Amnistía española de octubre de 1977. Una transición ejemplar y exitosa, como la española,no habría de tener tacha alguna, pareció susurrarme lo interiorizado en mi memoria histórica’.

“El fiscal Zaragoza tiene toda la razón para afirmar que, para nuestra vergüenza, diría yo, la ley de 1977 fue aprobada con un amplio respaldo”

(…) El problema fue darme de broces con el contenido de los artículos 2 e) y 2 f) de esa ley, esto es, con aquellas letras que, con diversas redacciones, ya había leído en varias normas de Honduras, El Salvador, Uruguay, Chile, Argentina, etc. Disposiciones, todas ellas, que a la postre sólo pretendían consignar la impunidad para los violadores de los derechos humanos, o si se prefiere, para los delitos cometidos por los “funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas”, como refería el mismo artículo de la ley española. Recuerdo entonces que debía releer varias veces el texto de aquella ley de 1977 para convencerme de que no estaba padeciendo una broma pesada o un mal sueño.

(…) El fiscal Zaragoza tiene toda la razón para afirmar que, para nuestra vergüenza, diría yo, la ley de 1977 fue aprobada con un amplio respaldo; aunque cabría recordar que su presentación pública fue sólo parcial, como ya hemos destacado, y matizar que, en consecuencia, su “amplio respaldo” fue más político que social. De hecho, en el Congreso esta medida fue santificada con 296 votos a favor, dos en contra, 18 abstenciones y uno nulo, en un debate parlamentario pleno de calurosos elogios y entregadas invocaciones a la “reconciliación nacional” y “el olvido”; siendo importante hacer notar que ninguno de aquellos que votó no votaron afirmativamente a esta ley justificó tal decisión en que a través de esta medida quedarían sin castigo los responsables de los crímenes pasados; es más, esta cuestión ni siquiera se debatió públicamente.

“Resulta difícilmente sostenible, al menos desde una perspectiva jurídico-internacional, es la valoración de la norma en función de quién la ha aprobado”

Sin embargo, en mi humilde opinión, y sin atreverme a usar calificativos tan gruesos como “disparate nacional”, también es igualmente cierto que lo que resulta difícilmente sostenible a día de hoy, al menos desde una perspectiva jurídico-internacional, es la valoración de la norma interna que fuere en función de quién la ha aprobado, o en atención a sus pretendidos motivos, supuestas presiones, o respecto, bastará referirnos, por ejemplo, a la ley de amnistía uruguaya, no sólo aprobada por el legislador al uso, sino incluso por referendo popular con casi un 56% de los votos emitidos; hecho que, como es lógico, no obstó para que el Comité De Derechos Humanos nos compartiera “su honda preocupación con respecto a la Ley de Caducidad de la pretensión Punitiva del Estado y su profunda inquietud por las consecuencias que tiene esa ley para el cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.