Luis Navarro Muñiz

Tristancho, Antonio F.

Uno de los personajes más destacados en la historia reciente de Galaroza es, sin duda alguna, Luis Navarro Muñiz. Fue alcalde del pueblo desde 1931 hasta 1935, y protagonista fundamental de un periodo convulso de la vida cachonera. Su papel al frente del Consistorio y su trágico final, del que se cumplen 85 años, lo convierten en objeto de estudio para muchos vecinos e investigadores.

Nació el 4 de febrero de 1879, hijo de Luciano y de Antolina, en el seno de una familia acomodada que tenía propiedades y se dedicaba a diversas actividades comerciales. Se casó con Isabel Medina Venegas, con quien tuvo tres hijos, Luciano, Oscar y Victoria.

Hombre culto, de su presidencia hay que destacar obligatoriamente el impulso de la educación, la lucha por paliar las graves consecuencias sociales y económicas del paro obrero en el pueblo, la apuesta por las infraestructuras y la concienciación por acometer obras en favor de la higiene y la salubridad públicas. De ahí que se construyeran fuentes como las del Socavón, Venecia, El Cenagal o Las Chinas, así como el Paseo de Venecia o el colegio Hermanos Arellano.

Toda su labor quedó recogida en la memoria de gestión que el secretario municipal, Francisco Criado, redactó en 1935. De ella podemos extraer un sinfín de realizaciones, como el arreglo de caminos rurales, un puente sobre la ribera del Múrtigas, la construcción de una nueva Casa Consistorial, la inauguración de la biblioteca pública, la reconstrucción de las lievas o acequias de riego del término municipal, la instalación de alcantarillado y mejoras en numerosas calles del casco urbano, o la creación del servicio público de desinfección de vivienda y enseres, entre otras aportaciones. Además, en el archivo municipal se encuentran expedientes relativos a otras iniciativas, como la construcción de un matadero, de la plaza de abastos y de una casa-cuartel para la Guardia Civil.

Como ejemplo, se puede profundizar en la grave situación del arroyo que desaguaba en la zona de Venecia, que fue mejorada mediante un gran colector que separaba las aguas sucias de las destinadas al riego y los usos domésticos, con la instalación de un lavadero y un evacuatorio públicos, además de la plaza o Paseo que identifica el Pueblo Abajo.

La buena gestión se extiende al ámbito económico, ya que la gran inversión necesaria para estas realizaciones no generó déficit en las arcas públicas. Según Criado, “si bien no soy yo llamado a juzgar sobre la actuación de este Ayuntamiento, me permito considerar que el vasto plan de obras públicas no ha representado en la economía municipal el dispendio que quizás por alguien se haya pensado”. En todos los años hubo superávit y el Ayuntamiento no tenía acreedores, por lo que tenía “el galardón de haber sido uno de los contados ayuntamientos de la provincia que no ha sido apremiado por Autoridad ni entidad alguna”.

Tuvo que hacer frente a numerosos problemas, propios de la etapa histórica en que se desarrolló su mandato. En primer lugar, la grave situación de los obreros y campesinos cachoneros, que vivían en condiciones infrahumanas y precisaban trabajo y sustento para sus familias. Se desataron huelgas e incidentes que el alcalde intentó sofocar con obras públicas para dar salarios y acuerdos con los patronos para dar empleo.

Navarro abordó el anticlericalismo imperante con su talante moderado e integrador. Según Emilio Rodríguez Beneyto, en su libro ‘Retorno’, Navarro “era un hombre devoto, con una gran relación espiritual con la Virgen del Carmen”. Aun así, no pudo evitar un grave atentado al patrimonio religioso, como fue el derribo de la Cruz de las Pizarrillas, que tuvo lugar en junio de 1932. Tras el suceso, publicado en la prensa de la época, más de una treintena de “señoras católicas de Galaroza, con todo respeto, pero también con la máxima energía, y heridas en sus más íntimos y acendrados sentimientos religiosos”, interpondrían una denuncia formal en el Ayuntamiento, “por los hechos vandálicos realizados en la pasada madrugada al derribar la Santa Cruz llamada de las ‘Pizarrillas’”.

Entre los incidentes diarios que enrarecieron su gestión, hay que resaltar el que tuvo lugar el 13 de abril de 1931, en que un Guardia Municipal y la Guardia Civil acudieron a sofocar una protesta obrera, con el resultado de dos vecinos muertos. Aunque el problema era heredado de la Corporación anterior, Navarro lo resolvió estableciendo un auxilio en metálico para las viudas y destituyendo a los causantes del altercado. Posteriormente, tras el golpe de Estado, fue acusado de instigar este altercado por parte de las autoridades franquistas.

Navarro participó en la Asamblea de alcaldes de la provincia celebrada en 1933 para debatir sobre el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Según publica el ABC en su edición de 25 de enero de aquel año, el cachonero intervino para refrendar que Huelva estuviera presente en la Asamblea de Córdoba, como así fue aprobado.

En el periódico ‘La Fuente’, editado por el Ayuntamiento de Galaroza en 2006, se incluye un artículo de Rodolfo Recio que añade numerosos datos personales y políticos del alcalde cachonero. Entre ellos, afirma que fue concejal en las últimas corporaciones de la Monarquía, antes de la proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931.

Seis días más tarde, presidió la Comisión Gestora Republicano-Socialista que capitaneó el tránsito entre los dos regímenes. Navarro tomó posesión de su cargo el 5 de junio de 1931, y lo mantuvo hasta el 8 de enero de 1936, en que el Gobernador Civil impone la destitución de la Corporación y nombra a Salvador González Romero como nuevo alcalde. El cambio se basaba en una acusación falta de concreción, ya que se exponía que se había tenido conocimiento de determinadas actuaciones, sin detallarlas, “revistiendo gravedad los hechos denunciados”.

Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, se fuerza un nuevo cambio en la alcaldía, ocupándola Oscar Navarro Medina a partir del día 20, “según autorización al efecto del Gobernador Civil de la provincia”. Pero tan sólo un día después, volvió a la alcaldía Luis Navarro Muñiz. Fue Navarro Medina, su hijo, quien tuvo que leer el telegrama remitido por el Gobernador Civil interino ordenando la inmediata reposición de los Ayuntamientos que estuvieran suspendidos gubernativamente. Así se hizo, quedando el equipo de gobierno constituido de la misma forma y con las mismas funciones que ostentasen el 8 de enero. También duró poco esta restitución, ya que el 25 de febrero fue nombrado Francisco Pavón González como nuevo alcalde. El delegado gubernativo, Rafael Jurado Chacón, obligó a la dimisión a Navarro y su equipo, que fue sustituido por otro nuevo que regiría los destinos de Galaroza hasta el golpe de Estado.

Fue propietario del célebre Hotel Venecia y entre las anécdotas que se cuentan, figuran sus viajes a Cuba para vender castañas, de donde se trajo un loro parlanchín, o las letras que componía para las comparsas carnavaleras cachoneras.

Apodado ‘Clavija’, la definición que de él hizo Emilio R. Beneyto puede acercarse a la realidad, ya que lo describió “preocupado por los más débiles, se esforzó en lo posible para atenuar la miseria de los necesitados”. Tras la toma de Galaroza por las tropas franquistas en agosto de 1936, fue detenido y encarcelado.

Su terrible asesinato

Según Recio, el 5 de septiembre “lo sacaron del calabozo atado con un alambre de púas, lo montaron en un camión, y a las afueras del pueblo fue brutalmente torturado, cortándole los genitales y obligándole a comérselos”. Con 57 años, fue enterrado vivo en una fosa común en Fuenteheridos, aplicándosele el ‘Bando de Guerra’ junto a otros cachoneros y serranos.

Su muerte no le libró de la paz, especialmente a su familia, ya que fue objeto de un expediente instruido por la Comisión Provincial de Incautación de Bienes para reclamar que se confiscaran sus bienes, hecho que ya se había ordenado a través de Edicto publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Huelva de fecha 26 de octubre de 1936, apenas un mes después de su asesinato. En el Archivo Histórico Provincial de Huelva se encuentra su expediente, mencionado en un trabajo de Manuel Luis Freire Domínguez.

Las acusaciones falsas

Para justificar estas apropiaciones, en sucesivos informes las autoridades del nuevo Régimen lo acusan de “conducta dudosa en su vida pública y privada”, “persona degradada e inmoral”, “cacique de las izquierdas”, “que gustaba de zaherir a las personas de orden, conceptuándosele por éstos como el verdadero responsable de los desmanes que se cometieron”… “en la localidad hasta la entrada del Ejército salvador”, y, en definitiva, responsable de irregularidades administrativas, que se habría aprovechado de su cargo en beneficio propio, o que incluso actuaba “con sus lisongeras (sic) predicaciones y aprovechando la idiosincrasia (sic) del pueblo, al que emborrachándolo podía hacer de él cuanto quisiera”.

Entre los demandantes de compensaciones económicas con el fruto de la subasta o venta de sus bienes, se encontraba el propio Ayuntamiento, cuyo alcalde, Eladio Muñiz, reclama en 1937 una cantidad superior a 18.500 pesetas por gastos presuntamente irregulares y los “innumerables perjuicios causados por él al Ayuntamiento”, entre los que llega a mencionar “… pagos de jornales de obras y suministro de medicamentos a la Beneficencia”.

Condenado hasta después de muerto

El colmo del escarnio dirigido contra ‘Clavija’ después de muerto llegó con el fallo del Tribunal Regional de Responsabilidades Política de Sevilla, que, el 23 de octubre de 1940, le condena al pago de 25.000 pesetas “como incurso en un caso de responsabilidad política de carácter menos grave”.

A pesar de estas acusaciones, la figura de Luis Navarro Muñiz resulta clave para entender una etapa crucial en la historia de Galaroza, sobre todo teniendo en cuenta las muchas dificultades que hubo de afrontar y la amplia nómina de realizaciones y proyectos culminados que legó a su pueblo.

Fuente: https://www.diariodehuelva.es/2021/03/07/galaroza-memoria/