Milagro Almenara Pérez

Granada
Granada
Pozo Felguera, Gabriel

La “Farmacia de la Compañía” nunca llegó a llevar el apellido de su nueva propietaria en el mes de julio de 1936. Estaba recién adquirida por Milagro Almenara Pérez. Esta farmacéutica había debutado antes en La Rábita, anejo costero de Albuñol, donde regentó la primera farmacia que veían sus vecinos, la mayoría marengos. Pero poco tiempo iba a durar abierto el establecimiento farmacéutico fundado por los jesuitas en Granada varios siglos atrás: el Alzamiento militar y posterior guerra se llevaron para siempre la botica más antigua de Granada… y a Milagro Almenara a la tumba en lugar ignoto. Curiosamente, la existencia de la conocida popularmente como “Boticaria roja” tuvo muchos paralelismos con Federico García Lorca: estudiaron en los mismos edificios, fueron denostados y envidiados por la sociedad del momento, y acabaron fusilados en la misma zona, entre Víznar y Alfacar. Sus cadáveres nunca aparecieron. Lo que sigue es la historia de Milagro Almenara Pérez, la última farmacéutica del “Cobertizo de la Botica”.

Contaban hace años en Arenas del Rey que Brígida Almenara Pérez había sobrevivido milagrosamente al devastador terremoto que asoló la comarca en 1884. El temblor segó 135 vidas y registró 253 heridos en una población que no llegaba al millar. El 90% de las casas se derrumbaron y el hambre fustigó la comarca de Alhama. Tuvieron que levantar el nuevo pueblo de Arenas al otro lado del río.

Brígida Almenara, soltera y con 38 años, servía de criada en casa de unos señores pudientes. En la primavera del año 1900 se confirmó lo que ella sospechaba: había quedado preñada. Nunca dijo quién era el padre, pero todos sospechaban de alguien con dinero y poder en la comarca. Poco más sabemos de ella hasta que a finales de septiembre de aquel año apareció en una pensión de Santander, a punto de dar a luz. Imaginamos que el autor de la preñez le dio unos duros y una maleta a cambio de silenciar su nombre. Parió el día 1 de octubre de 1900 en casa de una partera de la Calle Tetuán, número 15, 1º, frente al puerto.

La parturienta cántabra que la atendió se encargó de ir al día siguiente al registro civil de Santander para inscribir a una niña. Declaró que la madre se llamaba Brígida Almenara Pérez, natural de Arenas del Rey (Granada) y “residente temporal en Santander”. Consignó que el fruto salido de su vientre no tenía padre conocido, siendo su madre soltera. Pero muy creyente. Por eso pidió que a su niña la registrasen con los siguientes nombres: Milagro Petronila Advienta Feliciana de la Santísima Trinidad Almenara Pérez. Resumiendo, Milagro Almenara Pérez -con los dos apellidos de la madre- como se la conoció siempre en Granada.

Excelente estudiante

No hay noticias de que madre e hija visitaran jamás el pueblo de sus orígenes. La mayor parte de sus datos los conocemos a través de los expedientes de estudios de la joven y por su actividad política. Milagro Almenara estuvo empadronada en la calle Misericordia, número 11, de Granada.

lguien aconsejaba a su madre (y probablemente la ayudara económicamente) para que la niña pudiese acceder a los estudios. Con 16 años obtuvo el título de Bachiller en el Instituto General y Técnico (antecedente del Padre Suárez); entonces estaba situado en la calle San Jerónimo, actual sede del Conservatorio de Música. Eran muy pocos alumnos, pero entre ellos había uno que hacía muchos novillos y mostraba poco interés por los estudios: un tal Federico García Lorca.

Milagro Almenara obtuvo el título de bachiller con el segundo mejor expediente del Instituto hasta entonces (sólo superado en una matrícula por Luis Mariscal Parado, posterior periodista): nada menos que 24 matrículas de honor de 30 asignaturas cursadas. Los dos únicos aprobados se los dieron en gimnasia, como a muchos alumnos de su promoción.

Quiso ser farmacéutica. Se matriculó en la Facultad de Farmacia en 1916, con dieciséis años cumplidos. Cursó las 13 asignaturas que componían la carrera. Era una de las escasas mujeres que entonces llegaban a la universidad; en su curso estuvo sola entre hombres. Nuevo encuentro con García Lorca, pues sus dos facultadas estaban en el edificio del Colegio de San Pablo. Se conocían los de todas las carreras).

Milagro demostró que, en un mundo de hombres y casi hostil para las mujeres universitarias, se podía triunfar. Pero seguro que su esfuerzo debió ser mayor que el de sus compañeros varones. Y lo hizo sacando el número uno de la promoción 1916-21: trece premios extraordinarios en igual número de asignaturas. Pasó y superó sobradamente el examen de grado sobre “Rubiáceas y valerianáceas”. En febrero de 1922, le fue extendido título con premio extraordinario. Era la cuarta mujer que se licenciaba en Farmacia en la UGR (tras Gertrudis Martínez Otero en 1896, Antonia Sánchez Peñuela y Juana Álvarez Bañón, en 1918).

Militante izquierdista, marginación y rechazo

En aquellos años de juventud, a Milagro Almenara debieron marginarla, rechazarla y hacerle el vacío. “En Granada se agita la peor burguesía de España”, dibujó García Lorca a la sociedad que le rodeaba y huyó a Madrid. Debía ser cierto, sobre todo para la hija de una madre soltera, que malvivía cosiendo, barriendo y haciendo todo el trabajo que nadie quería. Para más inri, en el caso de Milagro Almenara debió ser mucho peor porque sacaba mejores notas que el resto. Lo que debió sufrir sería calificado hoy como un claro caso de bullying. El Código Civil de 1889 incapacitaba civilmente a la mujer, quedaba bajo la tutela del padre o del marido para cualquier cosa: Milagro no tenía al uno ni al otro. Nos preguntamos cuántas trabas debió sortear aquella muchacha, sabiendo que incluso las mujeres pudientes y de familia bien tenían restringido el acceso a la Universidad.

Durante los dos últimos años de su carrera universitaria fue atraída por la política. Concretamente, la captaron como delegada de la Juventud Universitaria Femenina (JUF), de tendencia progresista, socialista y feminista; era la filial granadina de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME). Se trataba de una asociación que deseaba captar a estudiantes, licenciadas y doctoras para formar y liberar al sexo femenino; la mayoría de aquel reducido grupo de granadinas mantenía también profundas convicciones religiosas.

A pesar de su juventud, Milagro era coordinadora de un grupo en el que se integró Eudoxia Píriz (1893-1980), la primera mujer que se licenció en Medicina en Andalucía, en 1920. Eudoxia se formaba por entonces en la cátedra de Ginecología de Alejandro Otero, destacado socialista granadino que llegó a Rector. Todos ellos estaban en íntima relación con el catedrático Fernando de los Ríos, que por 1919 había ganado las elecciones al frente del Partido Socialista y era diputado nacional. Sin duda, también uno de los socialistas de mayor solidez ideológica de su tiempo.

La JUF apenas llegó a arraigar en Granada, aunque se mantuvo activa hasta la Guerra Civil. No obstante, varias de sus afiliadas universitarias acabaron recalando en el Partido Socialista. Eudoxia y Milagro se mantuvieron siempre en contacto, pero el destino les guardaba futuros muy diferentes.

Dos años de boticaria rural

La siguiente noticia profesional que tenemos de nuestra brillante licenciada es la de su colegiación obligatoria para ejercer el oficio de boticaria. Ingresó en el Colegio Oficial de Farmacéuticos el 2 de diciembre de 1926. Consiguió abrir la primera farmacia de La Rábita. Apenas contamos con noticias de su etapa de boticaria rural; no consta que llegara a casarse con nadie. Tampoco sabemos de sus relaciones políticas con partidos progresistas en esta etapa rural.

Pero en el registro de COF figura su baja como colegiada sólo dos años después, en 1928, ya que no tenía la farmacia. No sabemos exactamente por qué abandonó La Rábida tan pronto. Se comentaba que había sido perseguida, despreciada y le hicieron boicot a su establecimiento. La escritora Victoria Fernández, en su libro sobre la Historia del Colegio de Farmacéuticos (1999) escribe lo siguiente sobre Milagro: “…al cerrársele su establecimiento en La Rábita y ser adquirido por un familiar de Nicasio Montes [general de división y diputado conservador hasta 1914 en que murió], también fue otra de las víctimas políticas de la guerra y casi podría afirmarse que de la propia clase farmacéutica granadina. Milagro Almenara era hija natural y esta condición, en una sociedad cerrada como era la de Granada en el primer cuarto de siglo, le hizo ser una proscrita dentro de la profesión, de la que vivió apartada sin ninguna relación”.

En cambio, otras fuentes apuntan a que en La Rábita se había abierto otra botica tras la suya, propiedad de un inspector de farmacia, y la competencia y otros asuntos (sic) fueron los que le obligaron a buscarse mejor dispensario. El tiempo de la II República vuelve a ser una incógnita sobre su vida, aunque consta que tuvo relación con partidos de izquierdas y la logia masónica de la calle Elvira.

Tuvo que esperar ocho años a una nueva oportunidad; volvió a colegiarse el 8 de julio de 1936 para hacerse cargo de la “Farmacia Compañía-Dr. Pontes-Guardiola”, que estaba a la venta. Sin duda que el negocio no debía irles demasiado bien a sus predecesores de años anteriores: […] entre 1924 y 1936 la botica había pasado por varias manos (familia PontesMartín Sheriff y José Luis Guardiola).

Los hechos son muy claros, pues el día 3 de julio de 1936 Milagro Almenara Pérez presentó una instancia y documentación al Ayuntamiento solicitando licencia para la apertura a su nombre de la farmacia situada en la calle Cobertizo de la Botica, 1. Según consta en el Archivo Histórico de Granada, el inspector municipal emitió informe favorable con fecha 10 de julio. Todo un tiempo récord y efectividad. La farmacéutica había presentado un croquis y una memoria de la farmacia para su reforma (recordemos que el contenido de la botica de origen jesuita había sido vendida y trasladada a Londres en 1928). En el planillo dibujó tres estancias: botica (de 11,5 metros cuadrados), rebotica y almacén, distribución que debía diferir muy poco de la que venía funcionando desde la expulsión de los jesuitas. En la extensa memoria indicó con detalle toda la farmacopea y aparataje de que constaba el local.

La tarde del 20 de julio de 1936, cuando realmente se materializó el Alzamiento en Granada, Milagro Almenara Pérez tuvo que ver lo que ocurría en el Gobierno Civil, ya que lo tenía al lado, a escasos metros. Tras el golpe militar, continuaron los tiros, las barricadas, las bombas… la guerra era total entre granadinos. En Granada capital triunfó la asonada. El Sur sublevado no tenía industria farmacéutica; fueron intervenidos los laboratorios de la Facultad y las farmacias para enviar medicamentos a los frentes de guerra.

La “Farmacia de la Compañía” (no sabemos si a Milagro le dio tiempo de poner su nombre en el rótulo sobre la puerta) permaneció abierta, atendida por ella hasta el 23 de septiembre del 36. Un piquete de guardias de asalto se presentó en la farmacia con una orden de detención emitida desde el Gobierno Civil. No sabemos de qué se le acusaba ni de quién había partido la denuncia, pero su trayectoria personal y política la ponía en el disparadero.

La sacaron de su farmacia y fue a parar al convento-cárcel de la Cuesta de San Gregorio. Tenía 36 años. Fueron a registrar su casa. Para comprender aquella acción, recurrimos de nuevo al libro de Victoria Fernández: “Algunos testimonios de farmacéuticos mayores afirman que Milagro Almenara fue acusada de estar al frente de un grupo de republicanos que intentaron el asalto del Gobierno Civil… Lo único cierto es que su farmacia fue confiscada y que el local se le entregó al Colegio Mayor Bartolomé y Santiago para que ampliara sus dependencias”. Aquella casa con torreón estuvo situada en lo que hoy es una pista polideportiva del Colegio; se puede localizar su ubicación porque en 1935 el propietario (Nicolás Pontes) perforó un aljibe bajo rasante.

En la cárcel coincidió con Rosario Fregenal Píñar, una modista del Realejo apodada La Fregenala, de 48 años. Era otra mujer soltera de marcado carácter republicano, liberal y feminista. La costurera tenía como clienta a María del Carmen de Falla. Su hermano Manuel de Falla intentó interceder por ella, como ya había hecho por Federico García Lorca un par de meses antes.

Nadie tuvo compasión de ellas. El 2 de noviembre de 1936 fueron llevadas al frente de Víznar y fusiladas por una escuadra negra. Muy cerca de la tumba de Federico García Lorca. Otra coincidencia con el destino del poeta: Milagro murió y fue enterrada junto a otras tres personas: La Fregenala, Rosa Segura Calero y Concha Pertíñez Tabasco, estas dos últimas de Santa Fe. Los papeles oficiales indican que la fusilaron en la carretera entre Víznar y Alfacar; por aquellas fechas, el capitán Nestares, que mandaba el frente, había ordenado concentrar todos los fusilamientos y sepulturas en los Pozos de Víznar. La tumba ya estaba repleta de obreros de la Fábrica de Pólvoras de El Fargue, fusilados los días anteriores y cubiertos de cal.

En 1942, lo que quedaba de la “Botica la Compañía-Almenara” fue depositado en el Colegio de Farmacéuticos, que declaró “inexistente” el establecimiento. Algunos boticarios acudieron para adquirir lo que les interesara; los colegas declararon que “vieron en el interior un sinnúmero de libros e imágenes religiosas que se contradecían con la imagen de roja y atea que se había dado de esta mujer que, enfrentada a toda la sociedad de su época, quiso, ante todo, ser farmacéutica” (op. cit.).

El tribunal de responsabilidades políticas juzgó su caso el 29 de julio de 1943; acordó investigar sus propiedades para incautarse de ellas. La sentencia final de 30 de junio de 1947 ordenó el inmediato cumplimiento de la condena. Alguien escribió debajo: “Se cumplió lo ordenado”.

Borrar su rastro y su memoria

Parece que la tierra se ha tragado a esta mujer de la memoria de los granadinos. La documentación sobre ella era escasísima —excepto sus cartas políticas a JUF de Madrid, que presidía la feminista Dra. Elisa Soriano Fischer—, a pesar de la brillantez de su expediente académico y por ser de las poquísimas mujeres granadinas “de carrera” asesinadas durante la contienda. Sus compañeras de feminismo y socialismo universitarios fueron investigadas, pero lograron sobrevivir al franquismo y permanecer en sus puestos profesionales o universitarios. El caso más significativo fue el de Eudoxia Píriz, hoy dando nombre a una calle de Granada. Alejandro OteroFernando de los Ríos, sus padres políticos, han sido recuperados para el acervo granadino por sus compañeros de militancia. Pero de Milagro Almenara Pérez nadie se ha acordado; ni una mísera placa con su nombre.

Los directivos del Colegio de Farmacéuticos de Granada, nada más finalizar la guerra, dejaron claro su sentimiento hacia los farmacéuticos “vilmente asesinados por el ejército rojo y la canalla marxista”. Se mencionó el nombre de un farmacéutico asesinado en Almuñécar, incluso por lo bajo el de otros tres boticarios varones muertos en zona azul. Pero ni una palabra sobre Milagro Almenara Pérez. Al menos hasta que la autora del libro de la historia del COF tuvo el coraje de dedicarle unos párrafos hace veinte años. Hemos rebuscado en el archivo del COF y parece que nunca existió. No sólo ella, sino tampoco la farmacia del Cobertizo de la Botica, 1.

Más extraño aún es el caso de la Facultad de Farmacia, y de la UGR por extensión, de donde salió una de las licenciadas con mejor expediente académico. La orla de su promoción (1916-21) desapareció del archivo fotográfico; de su expediente no hay rastro en Farmacia. Ni una sola mención a ella.

En la revista de la Facultad de Farmacia, llamada Ars Farmacéutica (2013; 54 (3): 37-47), se publicó recientemente un artículo de profesoras del Departamento de Historia de la Farmacia, en el que glosan la presencia de la mujer en los cien primeros años de Facultad (1850-1950); en ese periodo se licenciaron 69 mujeres. Pues bien, Milagro debería figurar en la cuarta casilla, al ser la cuarta licenciada de la serie histórica, y seguramente el mejor expediente. Las licenciadas en Farmacia fueron 70, una más. Pero no hay ni rastro de Milagro en la Facultad donde estudió sola, entre una docena de hombres.

La mala suerte o alguna mano negra se han empeñado en borrar a esta mujer de la faz de la tierra. Pero no lo han conseguido: el expediente académico de Milagro Almenara ha aparecido en el Archivo Histórico de la Universidad de Granada, repartido en tres carpetas que a nadie han llamado la atención.

La UGR y la Facultad de Farmacia —ambas con dos catedráticas farmacéuticas al frente— todavía tienen la oportunidad de reescribir la historia de Milagro Almenara Pérez.

Fuente: http://www.elindependientedegranada.es/cultura/milagro-almenara-perez-boticaria-roja-feminista-asesinada-viznar-alfacar