«Del silencio a la palabra», un documental contra el olvido de las víctimas del franquismo

El largometraje, disponible en Filmin, propone un recorrido por la historia de una familia hasta conocer qué pasó a sus antepasados durante la dictadura. 

PÚBLICO | JOSE CARMONA | MADRID | 16-3-2019

“No es que hubiera que callar sobre el pasado de la familia, es que no existía”. Ese es el resumen del olvido al que fueron condenados los descendientes de aquellos que fueron perseguidos, encarcelados y fusilados por el régimen de Franco. 

Del silencio a la palabra es un documental de Ignacio Castresana que narra en primera persona el camino que le llevó a saber quién fue realmente su abuelo. La película recorre desde las percepciones de un niño cuando padece el silencio de los mayores hasta el desconcierto de un adulto que teme descubrir un antepasado sangriento y cruel. La discreción de sus padres durante el franquismo se convirtió en misterio con el paso de los años, lo que le llevó a no entender del todo quién era su abuelo. Había pasado por la cárcel, por un juicio, ¿era un criminal? De nuevo, el silencio. 

El abuelo del director era Ruperto, un cartero de Amurrio que huyó del pueblodurante la guerra para evitar represalias. Un hombre de convicciones socialistas y republicanas que vio cómo el franquismo le arrebataba todo lo que tenía, hasta el recuerdo. “Sabía cosas muy puntuales. Mi familia me decía ‘Sí, aquí tenía tu abuelo la gasolinera’ y cosas así, pero la familia no me contaba más. No fue hasta cuando yo tenía 40 años cuando empecé a investigar y a saber más. 

El documental, que está disponible desde el lunes 18 de marzo en Filmin, tiene a voces como Almudena Grandes o Emilio Silva para aportar una visión global a esta historia particular, en la que se puede encontrar una perfecta radiografía de las consecuencias de haber apoyado al Gobierno legítimo durante la Guerra Civil

Mentiras, revanchas y expropiaciones

A través de juicios sesgados y revanchistas, el Estado franquista empezó un proceso de desamortización a todo aquel que se hubiera mantenido fiel a la República: “Si delatabas a alguien conservabas la vida y obtenías los bienes del delatado”, se asegura en el documental. “A mi abuelo le pasó lo que les pasó a muchos. Se le culpó con el delito de auxilio a la rebelión, que supone doce años de prisión como mínimo. Luego a algunos se les amnistió, pero no les dejaban trabajar”, dice el director del documental que cuenta cómo todas las tierras, el caserío y los bienes de su abuelo fueron confiscados a modo de condena. 

Castresana, a través de una voz en off, empieza a rememorar los pasos que fue dando su abuelo hasta acabar muriendo, tres años después de cumplir la condena impuesta por un Tribunal militar franquista, en el que no contó con una defensa sólida. Se le condenó por asesinato y la única prueba contra él era una fotografía con una bandera republicana. La condena fue lo único que perduró y sobrevivió al paso del tiempo. Para los que quisieran descubrir el pasado, el cartero de Amurrio resultaría ser un asesino. 

“Me asusté cuando leí el sumario del Consejo de Guerra, y aunque ves y sabes que las acusaciones son un delirio –le acusaban de 32 asesinatos– al final acabas dudando. Te obligan a dudar“, dice Castresana. “Aun así, mi familia nunca llegó a pensar mal de mi abuelo, ellos sabían que no era un asesino”. 

Esta profunda investigación sobre su abuelo lleva a su nieto a varias conclusiones sobre el régimen franquista: “Franco no paró la guerra con aquel famoso ‘cautivo y desarmado’ de 1939. La guerra se mantuvo hasta 1948, que fue cuando se desactivó el Estado de guerra. Fue durante todos esos años cuando hizo juicios revanchistas”, asegura.

Tal vez como consecuencia de finalizar la ardua tarea de dirigir un documental, el director es optimista con el futuro de los planes de memoria histórica en España: “A medio plazo, a Franco se le acabará exhumando. Además, noticias como que se procese a Billy el Niño son buenas; y si se le procesa, es cuestión de tiempo que salgan más casos, porque son delitos de lesa humanidad”, concluye.

Castresana tardó cuatro años en realizar el documental, y asegura que este proyecto le ha venido bien a la memoria de su abuelo, al que se le llegó a adjudicar todo tipo de crímenes: “Mi propia familia no conocía bien su historia, porque con el paso de los años te llegan cosas de oídas por todos lados. Incluso creían que él quemó la iglesia de Amurrio, aunque la iglesia nunca fue quemada”, argumenta el director. 

El nieto de Ruperto prepara ya otro documental, esta vez sobre la depresión. Del silencio a la palabra le ha servido para reconciliarse con el pasado, y para entenderlo mejor. Un vaciado de información en formato documental para demostrar a todos que su abuelo no era un asesino, era tan sólo un cartero antifascista.

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