Durante la Guerra Civil, los integrantes de esta orden fueron duramente represaliados por “criminales” y “antipatrióticos”, hasta tal punto de ser lanzados a los cerdos y juzgados años después de ser fusilados
Finales de julio de 1936. Varios militantes de Falange y Acción Popular, a la cabeza el capitán de Artillería retirado Pascual Zaforteza Villalonga, junto a su hermano Antonio y el teniente de Intendencia Lorenzo Serra Siquier, irrumpen en el número 32 de la calle Anselm Turmeda de Palma. En el primer piso del edificio se ubica el Templo de la Logia Pitágoras, fundada el 9 de febrero de 1932 bajo los auspicios de la Obediencia masónica Gran Oriente Español. Los asaltantes se apoderan de todo cuanto encuentran a su paso: ingente documentación, mobiliario, emblemas y ornamentos rituales y los trasladan a la sede del partido católico. Tras ser exhibidos durante varios días en la sede social de Acción Popular, los objetos serán enviados a Marcelino Ulibarri, delegado nacional de los Servicios Especiales de la Secretaría Particular del Generalísimo en Salamanca.
La acometida es tan sólo una de las primeras acciones de la atroz represión fascista que está a punto de desatarse contra quienes integran la que buena parte de la sociedad civil, militar y eclesiástica considera una secta diabólica de perversos fines, integrada por miembros “antipatrióticos”, “criminales”, “adictos al Frente Popular” y “desafectos al Glorioso Movimiento Nacional”. Asimismo, el allanamiento dará pie a la causa militar 1305/936, incoada, apenas un mes después del asalto, contra los integrantes de la masonería mallorquina e ibicenca. Se trata, tal como documentó uno de los principales investigadores de la historia de la masonería –o francmasonería– en Balears, Francisco Sanllorente Barragán, de un fondo compuesto por 1.760 folios distribuidos en 15 rollos que, tras varias décadas ocultos entre legajos, fueron hallados en los años noventa en el Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca.
Las directrices de los mandos fascistas eran claras: eliminar los elementos comunistas, anarquistas, sindicalistas y masones y clausurar todos los locales en los que pudieran llevarse a cabo reuniones públicas tales como centrales sindicales, logias masónicas, sedes de partidos, casas del pueblo y ateneos. A nivel estatal, se calcula que, hasta 1939, unos 2.000 masones fueron ejecutados y 200 logias, cerradas. En Balears, sus integrantes fueron objeto de una persecución especialmente severa, hasta el punto de que, de los 28 maestros, compañeros y aprendices con los que contaba la logia Pitágoras, al menos once fueron asesinados y nueve, encarcelados, de acuerdo a las pesquisas llevadas a cabo en torno al destino de todos ellos. La persecución de las logias llegó a las zonas más remotas de la España franquista y contó, incluso, con la colaboración de la Gestapo alemana, tal como desveló este diario.
Se calcula que, hasta 1939, unos 2.000 masones fueron ejecutados en España y 200 logias, cerradas. En Balears, de los 28 maestros, compañeros y aprendices con los que contaba la logia Pitágoras, al menos once fueron asesinados y nueve, encarcelados
La Gran Logia Provincial de Balears abre sus puertas
“Estamos hablando de que casi la mitad fueron asesinados. Comparándolo con otros colectivos, proporcionalmente fue el más represaliado”, subraya Juan Cantero, masón de la Gran Logia de España y representante de Balears para la Comisión de Memoria Democrática, coordinada a nivel estatal por el Hermano Josep María Albouy. Entre múltiples elementos simbólicos y un penetrante olor a incienso, Cantero recibe a elDiario.es en el templo de la Gran Logia Provincial de Balears, al que se accede a través de la sala de los Pasos Perdidos, donde se produce el conocido como ‘despojo de metales’ para dejar atrás “lo mundano” y “lo profano”.
A continuación, nos conduce hasta la sala sagrada en la que, convocados en tenida, se reúnen mensualmente los miembros de las cinco logias de Mallorca: Pythagoras, Ramon Llull número 9, Arquímedes, Cantena Fraternitatis y Fiat Lux. En el suelo, un mosaico compuesto de losetas blancas y negras a modo de tablero de ajedrez que representa la dicotomía entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Tras las reuniones, los miembros de la logia dan paso al ágape en una de las salas contiguas, un banquete fraternal que se realiza desprovisto de todo ritual. El principal representante de la Gran Logia en Balears es el Gran Maestro Provincial Bernard Smith.
La conversación se centra principalmente en la fuerte represión que sufrieron los masones durante la Guerra Civil a manos de los fascistas. En un momento dado, comienzan a resonar los nombres de Jaime Valls Segura, Dionisio Pastor Balsero, Antoni Coll Sastre, Antonio Roca Alemany, José Agapito Segura Bonnin, Juan Matas Soler, José María Olmos Escobar, Pedro Garau Daulet, Ateu Martí… “Todos ellos fueron asesinados por ser masones y otros muchos fueron represaliados”, relata Cantero, quien señala cómo entre aquellos Hermanos “había un ideal de libertad, de intentar que todos los estamentos de la sociedad fueran iguales, que todos tuviésemos los mismos derechos, al igual que hizo Clara Campoamor para que las mujeres tuviesen también el sufragio de voto”.
“Fueron personas que, de alguna manera, trabajaban por una sociedad mejor, por una libertad de pensamiento y de libertad de cátedra, para que todos pudiésemos vivir en las mismas condiciones”, relata el masón, aseverando que, cuando los fascistas llevaron a cabo la sublevación, “todo lo que iba en contra de la dictadura y en contra de lo que Franco quería fue aniquilado, como lo fueron los masones por sus ideales”.
“No he hecho daño a nadie”
Uno de ellos fue José María Olmos, quien tenía 41 años en el momento de ser ejecutado. Casado y con una hija, catedrático en la Escuela Normal de Magisterio, vivía en el 124 de la calle Sant Miquel de Palma y le aguardaba un fatídico destino, como a decenas de profesores que acabarían siendo depurados durante la Guerra Civil por sus ideas transformadoras. Fue sometido a consejo de guerra el 27 de noviembre de 1936 en el cuartel de Infantería acusado de masón y de “habérsele ocupado una pistola con un cargador y sus cápsulas”. Al parecer, Olmos había solicitado autorización antes de la guerra para poder portar armas ante las amenazas que había recibido por parte de algunos elementos de derechas. A petición del fiscal, fue condenado a muerte y ejecutado, el 3 de diciembre de 1936, en uno de los paredones del cementerio de la capital balear.
Apenas unos días antes, cuando se encontraba ‘en capilla’ (celda en la que se encontraban incomunicadas las víctimas a la espera de la sentencia) en la prisión franquista de Can Mir, el docente escribió una carta a su mujer y su hija en la que mostraba su confianza en que la resolución fuese absolutoria dado que no había hecho “daño a nadie”. Sin embargo, el masón barruntaba lo peor: “Ante el temor de que la justicia de los hombres se equivoque y entonces no pueda deciros yo nada, os escribo estas líneas, las últimas que escribiré, para deciros una cosa que vosotras ya sabéis de sobra, o sea: que os he querido y os quiero con toda mi alma y que en el momento en que muera mi pensamiento estará con vosotros”.
Usado como blanco en el canódromo de Palma
Otro de los asesinatos más atroces fue el de Ateu Martí, quien, según algunos testimonios, fue terriblemente torturado antes de morir. Como recoge el historiador David Ginard en su obra Ateu Martí (1889–1936). Anticlericalisme i compromís republicà, sus verdugos lo habrían usado como blanco en el canódromo de Palma y su cuerpo, lanzado a una piara de cerdos. Las circunstancias de la detención de Martí –quien entre el verano de 1931 y el primer trimestre de 1932 participó, junto al telegrafista Damián Vidal Vidal, en un intento de constituir en Palma un triángulo masónico dependiente de la logia Democracia de Barcelona– así como de su posterior ejecución no llegaron a ser nunca esclarecidas, aunque una de las versiones apunta a que permaneció refugiado durante un tiempo en una cueva hasta que se entregó a un guardia municipal que le habría dado garantías de que su vida sería respetada.
El anticlerical acabaría siendo traicionado, cayendo en manos de un escuadrón de Falange. Según los registros oficiales, murió el 29 de julio en las proximidades del barrio palmesano de Génova. El certificado de defunción atribuyó el fallecimiento a que había sufrido diversas “heridas”. Fundador en 1930 de la Liga Laica de Mallorca, se relacionó con socialistas, anarquistas y comunistas y uno de sus principales contactos políticos fue el establecido con la conocida familia Picornell, ejerciendo de mentor de la más célebre integrante de la familia, la activista Aurora Picornell, la Pasionaria de Mallorca, así como de su hermana Llibertat.
Condenado más de diez años después de ser ejecutado
No corrió mejor suerte Dionisio Pastor Balsero, escultor y director de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Palma. Vivía junto a su mujer en el número 12 de la calle Mas, en Son Espanyolet, y fue el encargado de alquilar el local en el que se instaló la logia Pitágoras. Con una gran trayectoria artística y pedagógica a sus espaldas, fue detenido e ingresado, el 2 de agosto de 1936, en la prisión del Castillo de Bellver acusado de estar “influido por ideales extremistas que intentaban transformar la Logia en campo político”.
Un oficio de la Guardia Civil “dirigido a la Secretaría Militar del Generalísimo Franco” decía de él que era “afiliado de Izquierda Republicana, adicto al Frente Popular, gran admirador de Azaña y muy exaltado, como igualmente su familia”. Según el Instituto Armado, “cuando los aviones rojos venían a bombardear esta Ciudad a principios de iniciado el Movimiento Nacional, tendía sábanas en el terrado de su casa para indicar a los aviadores enemigos que era uno de los suyos”.
Tras su arresto, Pastor fue conducido al campo de concentración de Son Catlar, en el núcleo mallorquín de Campos. Tal como investigó Sanllorente, autor de Masoneria en las Islas Baleares 1800–1940, el 9 de enero de 1937 se le puso en libertad, pero varios grupos de paramilitares lo capturaron a la salida del campo y fue alevosamente ejecutado en el municipio de Porreres, con 67 años recién cumplidos, víctima de las conocidas como ‘sacas’: los presos eran ‘liberados’ y, conducidos bajo engaño por grupos de falangistas, acababan asesinados, principalmente, en las cunetas de las carreteras. Pese a encontrarse ya fallecido, una vez finalizada la guerra civil se le aplicó la Ley de Responsabilidades Políticas y en 1945 y 1951 acabaría siendo condenado por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Los expedientes no se cerraron hasta que, en 1958, se comprobó oficialmente que había muerto 22 años atrás.
Mientras tanto, otros hermanos de la logia Pitágoras que pudieron sobrevivir permanecieron en prisión y en campos de concentración durante gran parte de la contienda, como el escritor republicano Josep Pons Bestard, autor de la obra Memoria de Mallorca. 1936, el músico Gabriel Meneu o el funcionario municipal Gabriel Mulet. Finalmente, como documenta Sanllorente, algunos masones lograron huir de la isla, como Josep Vidal Rosselló, Joan Klein Serraller y Mariano Paniello. En paralelo, la prensa se encargaba de alentar campañas contra la masonería, como los diarios ‘El bon mot’, ‘El luchador’ y ‘El Español’, adalides de la “buena causa” contra “la infame y execrable secta”.
Se aprueba la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo
Legalmente, el 15 de septiembre de 1936 el general Franco aprobó que la pertenencia a la francmasonería fuera considerada crimen de rebelión y casi cuatro años después, el 1 de marzo de 1940, el Gobierno promulgaba la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, que condenaba con efectos retroactivos la afiliación a la Orden y establecía en su artículo la creación de un Tribunal Especial en Madrid para juzgar y condenar a los masones con penas que podían alcanzar los 30 años de reclusión, independientemente del proceso que se les pudiera incoar por sus responsabilidades políticas. El Tribunal, que entre 1940 y 1964 instruyó más de 64.000 expedientes, se sirvió de la información incautada durante la Guerra Civil y los años posteriores por las diferentes delegaciones de recuperación de documentos, que dieron origen al Archivo de la Guerra Civil de Salamanca.
Juan José Morales Ruiz, uno de los principales investigadores de la masonería en España, subraya en uno de sus trabajos cómo la anterior normativa encajaría en lo que se conoce como ‘derecho penal del enemigo’, figura acuñada por el jurista alemán Günther Jakobs en 1985 para referirse a los momentos en los que un Estado utiliza su derecho penal como herramienta para luchar contra quienes considera enemigos y no ciudadanos mediante condenas desproporcionadas, la reducción de sus derechos fundamentales y la criminalización de conductas que realmente no suponen peligro alguno para la sociedad.
Nulidad de las sentencias contra los masones
Como subraya, por su parte, Sanllorente, mientras a lo largo de la dictadura franquista se erigieron lápidas, cruces y monumentos conmemorativos en Iglesias y lugares públicos en recuerdo de los ‘Caídos por Dios y por España’, durante muchos años los crímenes cometidos contra los masones “estuvieron latentes en la memoria colectiva de los que los sufrieron o en su entorno familiar y social, y un manto de silencio cubrió todas las atrocidades cometidas”. No en vano, estigmatizada y perseguida, hubo que esperar hasta julio de 1979 para que el Tribunal Supremo legalizara la masonería en España –uno de los países que más tardo en normalizarla–, dos años y tres meses después de la legalización del PCE y casi un año más tarde de la aprobación de la Constitución española.
En Balears, el impulso en 2018 de la Ley de Memoria Democrática bajo el auspicio del Govern presidido por la socialista Francina Armengol permitió reconocer a las logias masónicas como víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, y declaraba la nulidad de pleno derecho de todas las sentencias y resoluciones de las causas penales, civiles y administrativas dictadas por razones políticas en las islas, entre ellas las emitidas por el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo. Ahora, cinco años después de su aprobación con el amplio consenso de los distintos partidos políticos, el Govern del PP, en virtud del acuerdo de investidura alcanzado con Vox, prevé tumbar la histórica normativa, que, entre otros hitos, ha permitido recuperar los cuerpos de 227 víctimas del franquismo, sometidas la mayor parte de ellas a palizas, torturas y amenazas– e identificar a 34, entre quienes se encuentra la propia Aurora Picornell, icono del republicanismo en la isla.
“La memoria democrática nos ha permitido dar a conocer los hechos para que no se vuelvan a repetir. Si nos olvidamos de todo lo que sucedió, el que no conoce su historia está condenado a repetirla”, señala Cantero, parafraseando al poeta, novelista y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana. Junto al trabajo desarrollado al amparo de la anterior ley, el masón ha iniciado un crowfounding para publicar ‘El Águila y el Compás’, un cómic a color que, con imágenes del guionista y dibujante Miquel Jaume, arroja luz sobre la represión de los masones en España durante la Guerra Civil y la dictadura franquista y da cuenta del brutal asalto a la logia Pitágoras en 1936, basándose para ello en fuentes originales, documentos de archivo, cartas y fotografías de los personajes principales.
Los masones velan por su modernización y apertura a la sociedad
Mientras tanto, la Gran Logia Provincial de Balears, que cuenta con unos 150 miembros en las islas, continúa velando por su modernización –al igual que otras logias de España– sin olvidar sus orígenes, promoviendo una mayor apertura a la sociedad mediante conferencias, encuentros con las distintas instituciones de las islas y potenciando su presencia en redes sociales. “Queremos explicar quiénes somos, dónde estamos y qué es lo que podemos aportar a la sociedad”, declara Cantero. Respecto al papel de las mujeres en la masonería, recuerda el “relevante” papel ejercido por todas ellas a lo largo de la historia y cómo su acceso al movimiento representó un gran avance en la lucha por la igualdad de las mujeres, aunque no todas las logias las incluyen entre sus miembros. A nivel estatal, la Gran Logia Femenina de España trabaja para luchar contra este desequilibrio, otras logias se componen de hombres y mujeres y las continúa habiendo únicamente de varones, como en el caso de Balears.
En la actualidad, y pese al estigma que aún parece recaer sobre ella principalmente fruto de la demonización ejercida por el franquismo, la masonería quiere alejarse del secretismo que la rodeó en sus inicios. A través de un amplio corpus simbólico, ritual e iconográfico, los integrantes de la Orden –quienes, más allá de su labor en las logias, se dedican diariamente a sus distintas profesiones–, buscan mejorar a las personas libres y comprometidas a partir de su perfeccionamiento individual practicando la igualdad y la tolerancia y ejercitando la fraternidad, todo ello con la máxima aspiración de mejorar la sociedad.
En este sentido, Cantero explica que una de las principales reflexiones de la Orden pasa por preguntarse cuáles son los valores de respeto, tolerancia, igualdad, fortaleza y prudencia que pueden convertir a cada uno de sus miembros en una mejor persona para la sociedad. “Nos hacemos continuamente las preguntas que a lo largo de la humanidad se ha ido repitiendo: ¿por qué estamos aquí hoy? ¿Quién soy yo? ¿Por qué he nacido aquí y no en otro lado? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué me espera después de la muerte, si es que me espera algo?”.
El masón de la Gran Logia de España reconoce que se trata de un trabajo interior de cada hermano y que su objetivo, desde la reflexión y el silencio, de estar con uno mismo, pasa por transmitir esos valores al resto de la sociedad y que éstos puedan verse reflejados en ella. “Hay otros mecanismos en la sociedad que lo pueden hacer muchísimo mejor que nosotros: las ONG, los partidos políticos, entidades que pueden aportar mucho más de lo que nosotros podemos hacer. Lo único que nosotros hacemos es un trabajo interior como consecuencia del cual trato de relacionarme con los demás mediante las diferentes herramientas y metáforas que me proporciona la masonería. Pero aún queda mucho por hacer”, sentencia.
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