Eduardo Ranz Alonso. 19 días sin Franco, y cero ruido

19 días sin Franco, y cero ruido

Eduardo Ranz Alonso
13/11/2019
infolibre.es
 
“Nunca enterrador alguno conoció tan alto honor, dar sepultura a quien era sepulturero mayor […] los del exilio interior celebraban la victoria que la historia les robó […] Ese día en el infierno hubo gran agitación, muertos de asco y fusilados bailaban de sol a sol. Siete días con siete noches duró la celebración, en leguas a la redonda el champán se terminó”.  
Joaquín Sabina. ‘Adivina Adivinanza’
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Todo empezó con la clandestinidad, la puesta en libertad, y la vuelta del talento, del exilio y de la retirada. En este año se conmemora, que no se celebra, 80 años del mismo. En palabras de Claudio Sánchez Albornoz a su regreso a España, en 1976, tras bajar del avión: son muchos 40 años. No hay históricamente nada que resista el tiempo.

 

La Transición española como paso de una dictadura a una democracia fue de las mejores del mundo, comenzó con ese regreso y con el reconocimiento de la comunidad internacional, y terminó con la abrumadora victoria del Partido Socialista del año 1982. No ha existido una victoria igual de la izquierda en Europa, pero no será hasta el año 2016 cuando se conozca la primera sentencia que cuestiona el franquismo, la que autoriza u ordena a exhumar a los hermanos Lapeña, dos republicanos aragoneses, aún hoy inhumados en el interior del Valle. El proceso se llevó a cabo en vía civil, y no en vía penal, es decir, no como un castigo contra alguien, sino como un derecho a favor de una familia.

 

El pasado jueves 24 de octubre, fue una fecha histórica en el concepto más elevado del abrazo histórico de la Transición. La reinhumación de Franco fue una exhumación simbólica, de gran complejidad jurídica por cierto, en la que se hizo patente el interés general frente al interés particular, y que se ha convertido en una inmensa victoria para la democracia y los españoles. Sin embargo, falta una exhumación real y anterior. La finalidad de la memoria histórica es la reparación, es un derecho familiar. Las familias expresan el recuerdo, el Estado debe tejer el músculo.

Ha sido eliminado el mayor vestigio franquista, por los “hermanos Verdugo”, la sepultura de Franco en un monumento, pero conforme al sentido común democrático, político y judicial, hablaremos de reparación cuando las víctimas del franquismo, se rencuentren con sus familias y los olvidados vuelvan a casa, y se cierre una herida sangrante, en forma de piel.

Tenemos la estética negra bendiciendo los restos cadavéricos de Franco, por Fray Santiago, falangista antes que prior, quien en el último año escribió al Gobierno para exigir las llaves del Valle como si de una segunda residencia suya se tratara, o amenazara en las últimas semanas con impedir la exhumación del dictador, aún no sabemos cómo, quizás encadenándose frente a las fuerzas y cuerpos y tragándose la llave. Frente a ese negro transmisor de una Iglesia medieval, de cuasi viuda de España, un helicóptero blanco y neutro. Creo que la foto del día no fue la salida del cuerpo a 16 hombros francos, a la cabeza Luis Alfonso de Borbón, presidente de la Fundación del caudillo y, si el Parlamento no lo remedia, futuro duque de Franco pese a su tío Francis, al que no se le conoce oficio, todo ello bajo una laureada otorgada de manera ficticia. Opino que el retrato fue el de un helicóptero visualmente minúsculo delante de la cruz más grande del mundo, con el cuerpo del dictador levantando el vuelo de salida de la dictadura, en manos de la democracia. El Valle había visto pasar de lejos la democracia, y la democracia ha entrado en Cuelgamuros en ese helicóptero blanco.

España es de los españoles y la cruz católica de los católicos. Así fue desde las Cortes de Cádiz hasta el golpe de estado de 1936 sobre la legalidad y legitimidad republicana, los golpistas fueron los que nos clasificaron en rojos o azules. Hoy, la memoria y las Cortes democráticas, permanecen como bandera de los españoles.

Lo que queda de dictadura fue un Tejero visiblemente anciano, unos nietos que ahora son abuelos, un grito de “¡Viva España!”, dedicado a quien traicionó a España y fue dictador durante cuarenta años, y unos manifestantes en Mingorrubio que en número fueron una cifra inferior a la de los diputados que se abstuvieron en el Congreso a favor del decreto de exhumación. Estamos muy lejos de ese “mil quinientas doce monjas pidiendo con devoción al Papa santo de Roma pronta canonización”que cantó en su momento Sabina.

Tras una semana de Valle cerrado al público y el cuerpo del dictador, una quincena fuera de Cuelgamuros, en una mañana en la que había que esforzarse para encontrar críticas a la actuación del Gobierno, el recuerdo de los familiares franquitas sin oficio, entrando con acreditación en la megalomanía del franquismo, es pasado. Y conforme al sentido común democrático, político y judicial, no hay motivo por el cual las víctimas republicanas, con su derecho reconocido a exhumar, permanezcan ni un minuto más en esa situación de secuestro fascista.

La memoria es algo de futuro, por ello, quienes siguieron la exhumación del dictador desde la universidad, tienen la responsabilidad más importante, deben recordar siempre ese día, porque son ellos los garantes de que determinadas cosas no pueden volver a ocurrir.

La Transición fue posible, recuperar a nuestros olvidados, ¡también!